CAPÍTULO 9

Melissa subió al taxi y en el camino a su casa, comenzó a llover. Ella maldijo internamente y se preparó para mojarse. Porque cuando salió huyendo del idiota no se llevó su paraguas. Solo espera que él lo haya guardado. El taxista se estacionó lo más cerca posible de la puerta.

Melissa después de pagar se bajó corriendo y se sorprendió al llegar a su casa y ver las luces encendidas. Entonces ella se acordó que había dejado su bolso, sus cuadernos, junto a su paraguas. Entonces era evidente para ella que el extraño hombre aún estaba alojado en su casa.

Ella estaba nerviosa, no sabía qué hacer, ni que decir. Ese hombre le había confesado que tenía sentimientos hacia ella y era eso lo que la había desestabilizado en el restaurante. Porque, aunque ella quisiera negarlo, ella sentía las mariposas en el estómago e incluso pensaba que en algún momento saldrían por su boca. Pero ni modo ese era su hogar y él era quien debía irse.

Melissa se sintió estúpida al tener que tocar su propia puerta. Ella tocó con fuerza, pero no recibió respuesta, al parecer el sonido de la lluvia sobre el techo, opacaba sus fuertes toques.

Melissa caminó hacia la ventana tratando de cubrirse de la lluvia y no logro verlo, ni en la sala ni en la cocina. Lo que se resumía que este imbécil estaba en el baño o en su habitación.

Melissa usó su entrada de emergencia. Ella caminó por la parte de atrás, movió un estante con algunas plantas que tenía allí y después derribó unos cartones que estaban en la pared del lavandero. Anteriormente, había una puerta para salir de la casa hasta el tendedero, pero la puerta era de madera y estaba tan deteriorada que ella decidió terminar de tumbarla y colocar unos cartones con algunos obstáculos. Melissa, después de unos largos y fríos minutos, al fin entró a la casa, totalmente empapada.

Ella sintió un delicioso aroma que venía desde la cocina. Ella se acercó y pudo observar que había algo cocinándose en el horno. Su corazón sintió un tipo de tonta emoción, su estómago comenzó a gruñir, pero el resto de su cuerpo comenzó a temblar del frío.

Entonces ella caminó hasta su habitación y al llegar a la puerta su corazón se paralizó. Melissa acercó su oído a la puerta para darse cuenta de que no estaba equivocada. Su corazón se contrajo al oír gemidos y gruñidos, sin dudas este maldito se estaba follando a una mujer en su propia cama.

Los ojos de Melissa se humedecieron, pero ella se limpió las lágrimas que comenzaron a salir y fue por un b**e viejo de madera, que tenía para espantar a los intrusos.

Ella tomó una gran bocanada de aire y abrió la puerta de golpe. El hombre en su cama se sobresaltó y se levantó para caminar hasta ella.

—Melissa por Dios, me asustaste. Pero ¿Cómo entraste? —le preguntó Demetrio (Vicent), acercándose hasta ella y tomándola por la mano para atraerla hacia la cama.

Melissa ignoraba sus palabras, ella estaba incrédula ante la realidad. Él estaba acostado en su cama solo y totalmente vestido. Entonces, ella buscó el origen de esos sonidos obscenos y fijó su mirada en la televisión.

Demetrio siguió su mirada y el b**e en su mano y soltó una pequeña carcajada.

—¿Qué haces aquí? Ya te recuperaste, ahora lárgate de mi casa.

Demetrio negó con la cabeza y se acercó a ella, le quito el b**e y la atrajo hacia él, le acaricio la mejilla, le dio un casto beso en los labios.

—Jamás te haría lo que piensas. Lo que ocurrió fue que se cayó la señal de la televisión y quise ver una película mientras te esperaba y esa era la única que tenía la traviesa en su repertorio. 365 días ¿no?

Melissa no pudo evitar sonrojarse. Necesitaba salir de esta embarazosa situación. Entonces solo lo ignoró y tomo su toalla, para entrar al baño. La película seguía reproduciéndose y esos sonidos obscenos los tenía a los dos incómodos y avergonzados.

Demetrio solo la recorrió con su mirada y la tomó sutilmente por el brazo, para sacarla de la habitación hacia el baño. No era fácil tenerla ahí junto a él, con esa ropa mojada que se pegaba a su cuerpo y a unos centímetros de la cama que lo atraía como un canto de sirena.

—Ve a cambiarte, la cena está casi lista. Después hablaremos de lo que quieras.

Melissa caminó hasta el baño y al cerrar la puerta se miró en el espejo.

—¡Zorra!, morías porque te hiciera suya. —Se reprochaba Melissa así misma, mientras observaba sus mejillas sonrojadas y sus labios rojos de tanto humedecerlos, para controlar sus deseos y retener sus palabras que la amenazaban con escapar de manera imprudente y gritar lo que el corazón le suplicaba decir.

Ella se terminó de quitar la ropa y se metió bajo la ducha. Su cuerpo estaba tan caliente que sentía el choque del agua tibia la hacía estremecerse.

Por otra parte, Demetrio estaba en la cocina tratando de servir la cena. Él había comprado manteles, platos de porcelana, un candelabro con cuatro velas y un florero con unas rosas rojas. Quería confesarle su amor y tratar de comenzar una relación con ella. Aunque lamentablemente no podía decirle su verdadera identidad.

Vicent Santoro era un hombre muy poderoso y por eso tenía muchos enemigos que sin dudarlo vendrían por ella. Además, él tenía una lucha interna. Era evidente que él tenía todos los recursos económicos para hacerle una cirugía y reconstruirle su rostro. Pero él la amaba así y no quería arriesgarse a que otro hombre se la quitara. La vida de Vicent Santoro está llena de peligros, de dolor y de muerte.

Por eso, prefiere ser Demetrio Mancini para ella y mantenerla a salvo. Aunque sabe que la mentira siempre sale a la luz y que puede perderla para siempre.

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