Demetrio, sin perder tiempo, comenzó a besarla y a desnudarla. Melissa se sentía plena y amada. Ese hombre había llegado para cambiar su vida y para quedarse a su lado.—Te amo Demetrio —le susurraba ella, mientras le besaba el lóbulo de su oreja. Demetrio cerraba los ojos para disfrutar de esas caricias y esas palabras de amor. El ritmo de Demetrio se aceleraba con cada susurro que escapaba de los labios de su amada.Literalmente él la estaba devorando y ella disfrutaba todo el placer que su marido le daba. Después de derrochar amor y extraer cada gota de energía de su cuerpo, Demetrio la dejó dormir un par de horas. Ella insistía en recoger algunas cosas de su casa.Ella no planeaba ni siquiera entregarla, ella seguiría pagando su arriendo y seguiría manteniendo sus cosas ahí. Ella estaba deslumbrada por todo el lujo que la rodeaba, pero sabe que nada es eterno en el mundo y si bien este hombre estaba poniendo el Penthouse a su nombre, ella estaba más que clara que el día que él dec
Los tortolitos llegaron hasta su nuevo hogar y ya Melissa se había despertado, lo que resulto perfecto para su marido.Ellos bajaron del auto y subieron a su Penthouse. Demetrio, apenas se cerraron las puertas del ascensor, se acercó a su amada y comenzó a besarla. Melissa estaba muy receptiva, porque amaba a ese hombre, pero también por las copas de champán que habían tenido un efecto afrodisiaco en ella.El sonido del ascensor le indicó que habían llegado a su piso y Demetrio, sin perder tiempo, la levantó en sus brazos para llevarla hacia el interior de su hogar.La puerta se cerró detrás de ellos y llegaron al sofá entre tropiezos, caricias y besos. Todas sus prendas comenzaron a quedar esparcidas por el suelo. Ellos estaban tan deseosos que ni siquiera llegaron a la cama. Demetrio la acostó en el sofá y ahí mismo comenzó a tocar y a besar cada rincón de su cuerpo.Melissa estaba ligeramente embriagada por las copas de champán, por lo cual estaba muy receptiva a todo ese placer qu
Demetrio no podía disimular que se sentía feliz, su corazón saltaba de alegría. Los dos únicos invitados se fueron y Demetrio, apenas escuchó la puerta cerrarse, se abalanzó sobre su esposa. Demetrio la atrajo hacia él y comenzó a besarla, mientras le quitaba el vestido. Él no quería ni siquiera esperar llegar a la habitación, todo lo contrario, la acostó en el sofá y la dejo acostado. Melissa se encontraba jadeante y notablemente excitada. Demetrio se alejó de ella y fue a la mesa del pastel, cortó un buen pedazo y lo colocó en el plato. —No me gusta el dulce, pero haré una excepción. —le dijo su marido, con una mirada pervertida, mientras tomaba un poco de la crema del pastel y la untaba en los labios de su esposa. Así, poco a poco, fue llenando su cuello y lamiendo cada rastro de la dulce crema. Después la desnudo y ahí se deleitó. Melissa podía sentir esa lengua traviesa en lo más profundo de su ser. Cada rincón de su cuerpo fue cubierto de pastel y limpiado por su esposo. Ell
Los recién casados al fin se despidieron con un largo beso y un fuerte abrazo antes de salir por la puerta hacia el estacionamiento. Demetrio le dio otro beso a Melissa y antes de irse le dio una tarjeta de banco para cubrir sus gastos. Ella la tomó gustosa y se regresó a su hogar. Ella se sintió muy triste y sola, pero sabía que era lo que había aceptado. Su esposo regresaría en un mes. Mientras tanto, Demetrio subió a su auto y se sentó al lado de su hermano Fabiano. —Hiciste lo correcto Vicent, aunque no lo sientas así. Vicent dio un largo suspiro y encendió un cigarrillo. Mientras le respondió a su hermano. —Lo sé, pero eso no quiere decir que no me moleste dejarla sola. Un silencio agradable se apoderó del ambiente del auto y los hermanos terminaron su viaje solo disfrutando de sus cigarrillos e inhalando uno el humo del otro. Algunos minutos después, el gran Vicent Santoro subió a su jet privado para regresar a su vida de lujos, mafias y poder. Mientras tanto, Melissa se r
Pero la mujer, tenía lágrimas en sus ojos y no estaba dispuesta a darse por vencida. Entonces sacó de su bolso una foto de un niño de cinco años. El pequeño en realidad estaba en sillas de ruedas y era la misma imagen de Vicent. El hombre furioso tomó la foto y se fijó en cada rasgo del rostro del pequeño y sin dudas este niño llevaba su sangre. Vicent Santoro agarró a la mujer por el cuello y la sacudió, hasta dejarla casi inconsciente. —Trae al niño a la mansión y si es mi hijo, se quedará conmigo. Pero en cuanto a ti. No quiero volver a verte. —le dijo Vicent, soltándola bruscamente de su agarre y haciéndola caer al piso nuevamente. —No, Vicent Jr. es mi hijo y no te dejaré quitármelo. —le gritó la madre furiosa, pero Vicent Santoro no conocía la piedad y entonces la tomo por el cabello y la arrojo en el sofá. Para después afianzar su agarre y sacudirle la cabeza. —¿Y qué es lo que quieres? ¿Qué vivamos juntos? ¿Qué seamos una familia feliz? —le preguntaba Vicent hablándole muy
El hombre no podía evitar sentir compasión por su pequeño Vicent. Hace muchos años atrás… Este hombre había sido el mayordomo de la mansión Santoro cuando Vicent era solo un niño, pero cuando el joven llego a la adolescencia se reveló contra su padre por el trato que recibía su hermano menor. Fabiano, siempre vivió en la mansión, como un sirviente, lleno de maltratos y vejaciones por parte del personal. Pero él soportaba todo con tal de tener un techo y sus tres comidas en la mesa. Vicent estudiaba en un internado, pero en vacaciones regresó para sorprender a su padre y conoció a este pequeño salvaje. Fabian no recibía ningún tipo de educación. Solo entrenamiento militar, órdenes y maltratos. Vicent un día lo invitó a jugar con la pelota y Fabiano muy gustoso aceptó. Ese día, el Gran Vicente Santoro regresó temprano a su casa, para mimar y consentir a su único hijo, pero lo encontró corriendo y divirtiéndose con su bastardo. Vicente disimuló su enojo delante de su hijo, pero el pe
—Tú no vas a ningún lado. Te traje hasta aquí, para que te recuperes, pero ahora que estás consciente. Cuéntame, ¿Qué pasó?, ¿Por qué te hicieron eso? —le preguntó Vicent acercándose hacia él y poniendo una mano en su hombro para ayudarlo a volver a acostarse en la cama. El pequeño Fabiano, no quería hablar de más, pero él vio sinceridad en los ojos de su nuevo amigo y decidió confiar en él. Entonces Fabiano le contó lo sucedido, pero omitiendo la participación del patrón. Entonces fue Gerónimo quien cargó con toda la culpa. —Él es un hombre muy malo, mejor no te metas con él. Yo regresaré a mi lugar, para evitar problemas, y algún día me vengaré de él. —le dijo Fabiano con lágrimas en sus ojos y con sus manos empuñadas. Pero él no estaba hablando solo del maldito Gerónimo, sino también de su padre. —¿Algún día? Eso está muy lejos. Primero recupérate y vamos a darle su merecido al maldito. —le dijo Vicent despeinando un poco el cabello del pequeño. Vicente Santoro llegó a su mansió
Muchos días después, los hombres de Fabiano le trajeron a un hombre amarrado y muy golpeado. —Jefe, mire lo que tenemos aquí. —le dijo Dorian, y Fabiano se levantó de la silla, para acercarse al hombre herido. —Vaya, vaya. Pero ¿Qué tenemos aquí? —le dijo Fabiano tomando al hombre por los cabellos para obligarlo a verlo a la cara. —Se-ñor, se-ñor —le decía el hombre en un tono de súplica, pero Fabiano tomo su arma y se la metió en la boca. —Shhh, solo puedes abrir tu m*****a boca y explicarme, ¿por qué tú estás aquí y mi hermano no? —le preguntó Fabiano enfurecido, mientras que le quitaba el seguro a su arma. El hombre se orinó en los pantalones y negó con la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas. —Su pa-dre, Fabiano, al oírlo, le retiró el arma para que pudiese terminar de hablar. —¿Mi padre? Yo no tengo un maldito padre. Pero me imagino que te refieres al maldito de Vicente. El hombre asintió y Fabiano se llevó ambas manos al rostro. Esto sí era un maldito problema. Vicent