El hombre no podía evitar sentir compasión por su pequeño Vicent. Hace muchos años atrás… Este hombre había sido el mayordomo de la mansión Santoro cuando Vicent era solo un niño, pero cuando el joven llego a la adolescencia se reveló contra su padre por el trato que recibía su hermano menor. Fabiano, siempre vivió en la mansión, como un sirviente, lleno de maltratos y vejaciones por parte del personal. Pero él soportaba todo con tal de tener un techo y sus tres comidas en la mesa. Vicent estudiaba en un internado, pero en vacaciones regresó para sorprender a su padre y conoció a este pequeño salvaje. Fabian no recibía ningún tipo de educación. Solo entrenamiento militar, órdenes y maltratos. Vicent un día lo invitó a jugar con la pelota y Fabiano muy gustoso aceptó. Ese día, el Gran Vicente Santoro regresó temprano a su casa, para mimar y consentir a su único hijo, pero lo encontró corriendo y divirtiéndose con su bastardo. Vicente disimuló su enojo delante de su hijo, pero el pe
—Tú no vas a ningún lado. Te traje hasta aquí, para que te recuperes, pero ahora que estás consciente. Cuéntame, ¿Qué pasó?, ¿Por qué te hicieron eso? —le preguntó Vicent acercándose hacia él y poniendo una mano en su hombro para ayudarlo a volver a acostarse en la cama. El pequeño Fabiano, no quería hablar de más, pero él vio sinceridad en los ojos de su nuevo amigo y decidió confiar en él. Entonces Fabiano le contó lo sucedido, pero omitiendo la participación del patrón. Entonces fue Gerónimo quien cargó con toda la culpa. —Él es un hombre muy malo, mejor no te metas con él. Yo regresaré a mi lugar, para evitar problemas, y algún día me vengaré de él. —le dijo Fabiano con lágrimas en sus ojos y con sus manos empuñadas. Pero él no estaba hablando solo del maldito Gerónimo, sino también de su padre. —¿Algún día? Eso está muy lejos. Primero recupérate y vamos a darle su merecido al maldito. —le dijo Vicent despeinando un poco el cabello del pequeño. Vicente Santoro llegó a su mansió
Muchos días después, los hombres de Fabiano le trajeron a un hombre amarrado y muy golpeado. —Jefe, mire lo que tenemos aquí. —le dijo Dorian, y Fabiano se levantó de la silla, para acercarse al hombre herido. —Vaya, vaya. Pero ¿Qué tenemos aquí? —le dijo Fabiano tomando al hombre por los cabellos para obligarlo a verlo a la cara. —Se-ñor, se-ñor —le decía el hombre en un tono de súplica, pero Fabiano tomo su arma y se la metió en la boca. —Shhh, solo puedes abrir tu m*****a boca y explicarme, ¿por qué tú estás aquí y mi hermano no? —le preguntó Fabiano enfurecido, mientras que le quitaba el seguro a su arma. El hombre se orinó en los pantalones y negó con la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas. —Su pa-dre, Fabiano, al oírlo, le retiró el arma para que pudiese terminar de hablar. —¿Mi padre? Yo no tengo un maldito padre. Pero me imagino que te refieres al maldito de Vicente. El hombre asintió y Fabiano se llevó ambas manos al rostro. Esto sí era un maldito problema. Vicent
Los dos hombres estaban desayunando en santa paz, pero una odiosa y melosa voz los interrumpió —Buenos días, ¿Cómo está, suegrito? —Muy bien, Gretta, muy bien, ¿quieres acompañarnos a desayunar? —le preguntó el viejo Santoro por pura educación y la mujer le sonrió y asintió. Ella se sentó al lado de Vicent y le agarró la mano, antes de darle un beso en la mejilla. —Santi mi amor. Hoy tienes que acompañarme a un desfile. Hoy es un gran día para que confirmes la noticia de nuestro compromiso. El viejo Santoro rodó los ojos. Definitivamente, ni el mismo soportaba a esta estúpida mujer, pero ni modo ya la había hecho de la farsa y debía seguirla tratándola con cariño e hipocresía. Vicent ignoró las primeras palabras de la mujer y rodó los ojos en dirección a su padre. El mayor, mostrando un ápice de educación, le preguntó a la mujer el motivo del desfile, para disipar la incómoda atmósfera que se había creado. Mientras tanto, Vicent seguía concentrado en su desayuno. Él permaneció
Mientras tanto, Fabiano, aunque se sentía aliviado de que su hermano estuviese bien, también se sentía triste, pero él entiende que, mientras su hermano no recupere la memoria, no logrará separarlo de su padre y menos si el maldito viejo se está comportando como el padre del año. —¡Maldito hipócrita! —gritó Fabiano, mientras estrellaba el vaso de whisky contra el piso. Nada le daría más gusto que meterle una bala a ese viejo en la sien. Fabiano no podía creer que, por primera vez en su vida, Vicente Santoro lo haya tratado como a una persona, pero lo más triste es que solo lo hizo, para engañar a su primogénito. El viejo Santoro ha odiado a su hijo menor, desde que estaba en el vientre de su madre, y Fabiano ha cargado con ese odio, toda su vida. Por eso, entiende que una relación cordial entre él y el viejo sería imposible, sobre todo porque su corazón está lleno de rencor y odio hacia su propio padre. Varios meses después… En una lujosa clínica de Canadá, una mujer estaba siendo
Tres meses después… Mientras tanto, Vicent Santoro dormía y de pronto se levantó exaltado. Él escuchó el llanto de un bebé en su habitación. Vicent se levantó y observó haca todos lados. Vicent sacudió su cabeza y se levantó descalzo, fue directo hacia el bar de su habitación y se sirvió un trago. Algunos segundos después, buscó su teléfono y sin importarle la hora le marcó a su hermano. —Necesito que vengas y traigas a mi hijo. Fabiano se encontraba aún medio dormido y solo pestañeó tratando de asimilar las palabras de su hermano. —Hola, hermano, ¿cómo estás? Hasta sin memoria eres un maldito desconsiderado. ¿Acaso no ves la hora? —Déjate de estupideces, tengo dos días sin dormir porque escucho a un niño llorar en mi habitación y creo que es mi conciencia. Desde que me enteré de que tengo un hijo, no he ido a verlo, ni me he interesado por él. —¿Un sueño? ¿Interrumpiste mi buen descanso por un maldito sueño? Ve a dormir mañana a primera hora, te llevaré a mi sobrino, aunque no
Fabiano llevó a su pequeño sobrino a Alemania y entró con él en brazos a la mansión. El viejo Vicente y Vicent estaban desayunando y los hombres le informaron a Vicente de los movimientos. El viejo Vicente se levantó de la mesa y camino hacia la entrada, El viejo no pudo evitar fijar su mirada en el pequeño que estaba siendo acomodado en la silla de ruedas. Fabiano se levantó y se puso en medio del pequeño y del viejo. Pero Vicent se le adelantó y levantó a su pequeño en brazos. —¿Cómo estás? Mi campeón —le dijo Vicent besando las mejillas de su pequeño hijo. El niño solo sonreía y se aferraba al cuello de su padre. —Estoy feliz de verte papi. —le dijo el pequeño lleno de regocijo al recibir por primera vez los mimos de su padre. El viejo Vicente se llenó de orgullo al ver en su nieto una mini copia de su hijo e incluso del mismo. Entonces también se acercó y acarició el cabello de su pequeño nieto. —A ver, a ver. Yo también quiero un abrazo de este campeón. —le dijo el viejo, d
—Perdón, señorita, ¿la lastimé? —le preguntó Santoro, tratando de tocarla con la mano, pero Melissa retrocedió. ¿Es ella? —Pensó Vicent, recorriéndola con la mirada de una manera inquisitiva que molestó a Melissa. Vicent detuvo su mirada en la cicatriz del rostro de Melissa e instintivamente negó con la cabeza, lo que hizo sentir muy mal a Melissa, ya que se sintió despreciada por él. Ella estaba lista para abofetearlo, para gritarle sus verdades, pero estaba tan desconcertada. En la mirada de ese hombre había inquietud y curiosidad, sus ojos reflejaban un interés especial. Parecía que en realidad no la conocía, definitivamente que este maldito era un gran actor, así la engañó una vez y ahora pretende volver a hacerlo. Ella solo negó con la cabeza y se dispuso a seguir con su camino. Si él quería ignorarla para ella en este momento, era lo mejor. Ella no quería a ese hombre cerca de sus pequeños. Con el corazón roto se dispuso a marcharse, cuando de pronto una vocecita la hizo deten