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Los recién casados al fin se despidieron con un largo beso y un fuerte abrazo antes de salir por la puerta hacia el estacionamiento. Demetrio le dio otro beso a Melissa y antes de irse le dio una tarjeta de banco para cubrir sus gastos. Ella la tomó gustosa y se regresó a su hogar. Ella se sintió muy triste y sola, pero sabía que era lo que había aceptado. Su esposo regresaría en un mes. Mientras tanto, Demetrio subió a su auto y se sentó al lado de su hermano Fabiano. —Hiciste lo correcto Vicent, aunque no lo sientas así. Vicent dio un largo suspiro y encendió un cigarrillo. Mientras le respondió a su hermano. —Lo sé, pero eso no quiere decir que no me moleste dejarla sola. Un silencio agradable se apoderó del ambiente del auto y los hermanos terminaron su viaje solo disfrutando de sus cigarrillos e inhalando uno el humo del otro. Algunos minutos después, el gran Vicent Santoro subió a su jet privado para regresar a su vida de lujos, mafias y poder. Mientras tanto, Melissa se r
Pero la mujer, tenía lágrimas en sus ojos y no estaba dispuesta a darse por vencida. Entonces sacó de su bolso una foto de un niño de cinco años. El pequeño en realidad estaba en sillas de ruedas y era la misma imagen de Vicent. El hombre furioso tomó la foto y se fijó en cada rasgo del rostro del pequeño y sin dudas este niño llevaba su sangre. Vicent Santoro agarró a la mujer por el cuello y la sacudió, hasta dejarla casi inconsciente. —Trae al niño a la mansión y si es mi hijo, se quedará conmigo. Pero en cuanto a ti. No quiero volver a verte. —le dijo Vicent, soltándola bruscamente de su agarre y haciéndola caer al piso nuevamente. —No, Vicent Jr. es mi hijo y no te dejaré quitármelo. —le gritó la madre furiosa, pero Vicent Santoro no conocía la piedad y entonces la tomo por el cabello y la arrojo en el sofá. Para después afianzar su agarre y sacudirle la cabeza. —¿Y qué es lo que quieres? ¿Qué vivamos juntos? ¿Qué seamos una familia feliz? —le preguntaba Vicent hablándole muy
El hombre no podía evitar sentir compasión por su pequeño Vicent. Hace muchos años atrás… Este hombre había sido el mayordomo de la mansión Santoro cuando Vicent era solo un niño, pero cuando el joven llego a la adolescencia se reveló contra su padre por el trato que recibía su hermano menor. Fabiano, siempre vivió en la mansión, como un sirviente, lleno de maltratos y vejaciones por parte del personal. Pero él soportaba todo con tal de tener un techo y sus tres comidas en la mesa. Vicent estudiaba en un internado, pero en vacaciones regresó para sorprender a su padre y conoció a este pequeño salvaje. Fabian no recibía ningún tipo de educación. Solo entrenamiento militar, órdenes y maltratos. Vicent un día lo invitó a jugar con la pelota y Fabiano muy gustoso aceptó. Ese día, el Gran Vicente Santoro regresó temprano a su casa, para mimar y consentir a su único hijo, pero lo encontró corriendo y divirtiéndose con su bastardo. Vicente disimuló su enojo delante de su hijo, pero el pe
—Tú no vas a ningún lado. Te traje hasta aquí, para que te recuperes, pero ahora que estás consciente. Cuéntame, ¿Qué pasó?, ¿Por qué te hicieron eso? —le preguntó Vicent acercándose hacia él y poniendo una mano en su hombro para ayudarlo a volver a acostarse en la cama. El pequeño Fabiano, no quería hablar de más, pero él vio sinceridad en los ojos de su nuevo amigo y decidió confiar en él. Entonces Fabiano le contó lo sucedido, pero omitiendo la participación del patrón. Entonces fue Gerónimo quien cargó con toda la culpa. —Él es un hombre muy malo, mejor no te metas con él. Yo regresaré a mi lugar, para evitar problemas, y algún día me vengaré de él. —le dijo Fabiano con lágrimas en sus ojos y con sus manos empuñadas. Pero él no estaba hablando solo del maldito Gerónimo, sino también de su padre. —¿Algún día? Eso está muy lejos. Primero recupérate y vamos a darle su merecido al maldito. —le dijo Vicent despeinando un poco el cabello del pequeño. Vicente Santoro llegó a su mansió
Muchos días después, los hombres de Fabiano le trajeron a un hombre amarrado y muy golpeado. —Jefe, mire lo que tenemos aquí. —le dijo Dorian, y Fabiano se levantó de la silla, para acercarse al hombre herido. —Vaya, vaya. Pero ¿Qué tenemos aquí? —le dijo Fabiano tomando al hombre por los cabellos para obligarlo a verlo a la cara. —Se-ñor, se-ñor —le decía el hombre en un tono de súplica, pero Fabiano tomo su arma y se la metió en la boca. —Shhh, solo puedes abrir tu m*****a boca y explicarme, ¿por qué tú estás aquí y mi hermano no? —le preguntó Fabiano enfurecido, mientras que le quitaba el seguro a su arma. El hombre se orinó en los pantalones y negó con la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas. —Su pa-dre, Fabiano, al oírlo, le retiró el arma para que pudiese terminar de hablar. —¿Mi padre? Yo no tengo un maldito padre. Pero me imagino que te refieres al maldito de Vicente. El hombre asintió y Fabiano se llevó ambas manos al rostro. Esto sí era un maldito problema. Vicent
Los dos hombres estaban desayunando en santa paz, pero una odiosa y melosa voz los interrumpió —Buenos días, ¿Cómo está, suegrito? —Muy bien, Gretta, muy bien, ¿quieres acompañarnos a desayunar? —le preguntó el viejo Santoro por pura educación y la mujer le sonrió y asintió. Ella se sentó al lado de Vicent y le agarró la mano, antes de darle un beso en la mejilla. —Santi mi amor. Hoy tienes que acompañarme a un desfile. Hoy es un gran día para que confirmes la noticia de nuestro compromiso. El viejo Santoro rodó los ojos. Definitivamente, ni el mismo soportaba a esta estúpida mujer, pero ni modo ya la había hecho de la farsa y debía seguirla tratándola con cariño e hipocresía. Vicent ignoró las primeras palabras de la mujer y rodó los ojos en dirección a su padre. El mayor, mostrando un ápice de educación, le preguntó a la mujer el motivo del desfile, para disipar la incómoda atmósfera que se había creado. Mientras tanto, Vicent seguía concentrado en su desayuno. Él permaneció
Mientras tanto, Fabiano, aunque se sentía aliviado de que su hermano estuviese bien, también se sentía triste, pero él entiende que, mientras su hermano no recupere la memoria, no logrará separarlo de su padre y menos si el maldito viejo se está comportando como el padre del año. —¡Maldito hipócrita! —gritó Fabiano, mientras estrellaba el vaso de whisky contra el piso. Nada le daría más gusto que meterle una bala a ese viejo en la sien. Fabiano no podía creer que, por primera vez en su vida, Vicente Santoro lo haya tratado como a una persona, pero lo más triste es que solo lo hizo, para engañar a su primogénito. El viejo Santoro ha odiado a su hijo menor, desde que estaba en el vientre de su madre, y Fabiano ha cargado con ese odio, toda su vida. Por eso, entiende que una relación cordial entre él y el viejo sería imposible, sobre todo porque su corazón está lleno de rencor y odio hacia su propio padre. Varios meses después… En una lujosa clínica de Canadá, una mujer estaba siendo
Tres meses después… Mientras tanto, Vicent Santoro dormía y de pronto se levantó exaltado. Él escuchó el llanto de un bebé en su habitación. Vicent se levantó y observó haca todos lados. Vicent sacudió su cabeza y se levantó descalzo, fue directo hacia el bar de su habitación y se sirvió un trago. Algunos segundos después, buscó su teléfono y sin importarle la hora le marcó a su hermano. —Necesito que vengas y traigas a mi hijo. Fabiano se encontraba aún medio dormido y solo pestañeó tratando de asimilar las palabras de su hermano. —Hola, hermano, ¿cómo estás? Hasta sin memoria eres un maldito desconsiderado. ¿Acaso no ves la hora? —Déjate de estupideces, tengo dos días sin dormir porque escucho a un niño llorar en mi habitación y creo que es mi conciencia. Desde que me enteré de que tengo un hijo, no he ido a verlo, ni me he interesado por él. —¿Un sueño? ¿Interrumpiste mi buen descanso por un maldito sueño? Ve a dormir mañana a primera hora, te llevaré a mi sobrino, aunque no