CAPÍTULO 10

Melissa salió del baño y se sonrojó al ver a Demetrio parado en el umbral de la puerta, mirándola fijamente como un depredador al acecho. Él no pudo evitar morder su labio inferior, al mismo tiempo que ella se saboreó los de ella.

Ellos se encontraron inmersos en una burbuja romántica, que los incitaba a pecar, pero Melissa no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente. Ella se agarró con fuerza la toalla que cubría su cuerpo y caminó hacia su habitación, cerró su puerta y le pasó el seguro.

Demetrio no pudo evitar sonreír al escuchar el ruido del seguro de la puerta. Entonces caminó hasta la cocina y se sentó en el comedor para esperar que Melissa saliera dispuesta a acompañarlo a cenar.

Mientras tanto, Melissa se sorprendió al ver una bolsa de regalo al lado de su cama, ella no aguantó la curiosidad y la abrió para sacra el contenido de la bolsa. Era un hermoso vestido de flores y unas hermosas sandalias. En el fondo había una tarjeta que decía “Para Melissa con amor. Te invito a cenar”.

Melissa no pudo evitar que su corazón latiera con emoción. Ella sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero estaba dispuesta a arriesgarse. Tal vez este hombre solo quería despedirse de ella y mostrarse agradecido.

Pero Melissa ni se imaginaba lo equivocada que estaba, las intenciones de Demetrio con ella eran más que serias. 

Ella se vistió y salió de la habitación, caminó hasta el comedor y ahí se encontró con Demetrio terminando de servir la cena. Él le abrió la silla y le hizo señas para que se sentara frente a él.

El rico olor de la comida envolvió a Melissa. Ella se sentó bajo la mirada seductora de Demetrio.

—Espero que te guste, la hice con mucho cariño.

—Muchas gracias, no debiste molestarte. —le respondió Melissa, totalmente intimidada, por la presencia de este sexy y seductor macho alfa.

Los dos comenzaron a cenar en silencio y Melissa no pudo evitar gemir al probar el delicioso bocado que había metido en su boca.

—¡Hum! ¡Esto es una delicia! —exclamó Melissa, mientras tomaba una servilleta para limpiarse los labios, con un gesto inocente que dejó embobado a Demetrio.

Él que no dudó en relamer sus labios y también tomar una servilleta para limpiarse y tratar de disimular esa expresión de pervertido que se había dibujado en su rostro.

—Me alegra que te haya gustado, lo hice pensando en ti. Creo que por eso me quedo como tú. —le dijo Demetrio fijando su mirada en ella. 

Mientras que Melissa, totalmente sonrojada, comenzó a toser.

Demetrio se levantó hacia ella y le dio por la espalda, con la intención de ayudarla a salir del ahogo. Melissa tomó un sorbo de agua y se recuperó.

Después del pequeño percance, ellos terminaron de cenar y Melissa se levantó para recoger todos los platos y limpiar la cocina juntos. Ella pensaba que había llegado el momento de despedirse, ella tenía intenciones de irse a dormir en su recámara, pero Demetrio entró con ella a su habitación y puso una melodía romántica y la invitó a bailar.

Melissa quería negarse, pero su cuerpo solo respondía a las órdenes de Demetrio. Él tomó las dos manos de Melissa y se las colocó alrededor de su cuello, mientras él la tomaba con fuerzas por la cintura. Ellos se movían al ritmo del compás. La música era romántica, por lo tanto, los movimientos eran lentos y suaves.

No había pasos ni nada, solo dos cuerpos rozándose levemente mientras uno se embriaga con el olor del otro y viceversa.

—Te amo. —le susurró Demetrio al oído y ella se alejó de él para mirarlo a los ojos.

—Porque simplemente no te marchas. Continúa con tu vida y olvídate de mí.

Demetrio sintió una punzada en su corazón y la apretó con fuerza contra su pecho, antes de susurrarle al oído.

—Porque alejarme de ti, sería lo mismo que morir. Acabas de salvarme la vida. Ahora es tuya, te pertenece, por lo tanto. Yo soy tuyo, ahora no puedes abandonarme. 

El corazón de Melissa se estremeció al oír esas palabras, ella tampoco quería seguir negando todos los sentimientos que este hombre despertaba en ella. 

Entonces ella, sin mediar palabras, se acercó a él y lo besó. 

Demetrio, al sentir la lengua de Melissa invadir su boca, la tomó por la nuca y profundizó el beso. Literalmente ellos se estaban devorando. Demetrio aprovechó de acariciar la piel de la espalda de Melissa que estaba expuesta por el descote de su vestido. Ellos disfrutaron de ese sutil contacto. Hasta que entre besos y caricias la llevó hasta la cama. 

Melissa solo sintió su cuerpo caer sobre el suave colchón y sintió ese hombre subirse sobre ella. Demetrio continuó besándola hasta que bajo a su cuello, ahí dejó un par de besos y bajó las tiras de su vestido para apoderarse de sus senos. 

Demetrio no estaba dispuesto a detenerse. Ni Melissa en condiciones de detenerlo, ellos eran adultos y querían saciar el deseo que habían reprimido por varios días. 

Demetrio estaba avanzando poco a poco, pero estaba lleno de ansiedad, pensando que, en algún momento, Melissa lo detendría, pero ella estaba tan excitada como él y estaba dispuesta a seguir hasta el final. 

Melissa emitió un pequeño gemido al sentir la humedad de la lengua de Demetrio, rozar el valle de sus senos y posteriormente devorar cada una de sus hermosas montañas.

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