CAPÍTULO 11

Ella estaba perdida en el deseo, su cerebro estaba embobado por las vibraciones de su cuerpo y ensordecido por los latidos de su corazón. Entonces a ella no le quedó más que dejarse llevar.

Demetrio se separó de ella para quitarle el vestido y ella le quitó la camisa. Era fantástico sentir su piel rozar entre ellas. Demetrio hizo un camino de besos hasta su ombligo y ahí se deleitó hasta retirar su panti y comenzar a devorar su zona sensible.

Melissa sentía que estaba a punto de convulsionar de placer, hasta que se liberó en un delicioso orgasmo. Ella sintió a Demetrio alejarse y se removió en la cama. Obviamente, no estaba satisfecha, pero al ver a Demetrio terminar de quitarse su última prenda y volver a subirse sobre ella. Su corazón volvió a acelerarse. Estaba deseosa, estaba desesperada por ser invadida y sometida por él.

—Te amo, Melissa —le susurró Demetrio, mientras iba invadiendo su interior lentamente. Melissa dejó salir un pequeño grito y Demetrio la besó para reprimirlo, porque si en verdad no era virgen, hace muchos años que no tenía intimidad.

Demetrio, por su parte, se sintió profundamente satisfecho al sentir la estrechez de su amada. Él, sin dejarla recuperarse, comenzó a moverse con mucha sutileza. Un vaivén de placer los envolvió y después él comenzó a moverse con mucha fuerza. Melissa podía sentir toda esa pasión y esa necesidad con la cual él la embestía y se sintió feliz. Era más que evidente que él lo estaba disfrutando tanto como ella.

Unos gruñidos se escucharon y ella entendió que él estaba por liberarse. Ella lo besó y llegaron juntos al clímax. Demetrio se dejó caer a su lado, para recuperar el aire. Definitivamente, que para el sexo él estaba fuera.

—Te amo. —le dijo Melissa. Sin darse cuenta de que esas palabras, se escaparon de los labios de Melissa y Demetrio se levantó para verla directo a los ojos.

—¿Qué dijiste? Repítelo —le dijo él, con un tono demandante, tratando de ocultar la emoción de sus ojos.

Melissa soltó una pequeña risita y negó con la cabeza. Pero Demetrio volvió a subirse sobre ella y la aprisionó contra el colchón y podía sentir su notoria erección.

—Está bien, está bien. Te amo y, aunque quiera, no puedo negarlo. Me gusta estar contigo, me gusta sentirte cerca y ahora me gusta cómo me haces el amor y cómo recorres mi piel.

Demetrio sonrió complacido y volvió a invadir el interior de su amada, mientras le susurraba muchos “te amo” en el oído. Ellos volvieron a fundirse en uno solo y a amarse sin reservas.

En esta oportunidad, Melissa tomó el control y cabalgó a Demetrio, dejándolo loco de placer. Ella lo sentía gruñir debajo de ella y él se aferraba a sus gemelas, para darle mayor satisfacción a su amada.

—Grrrrr. ¡Eres grandiosa! ¡Eres mi adicción! —exclamó Demetrio antes de dejarla caer sobre su pecho.

Melissa se quedó acurrucada en el pecho de su amado, él la abrazó y con la otra tomó la colcha para cubrirse con ella.

Al día siguiente, el sol entró por su ventana y, aunque Demetrio quería levantarse para hacer el desayuno, estaba prisionero debajo del cuerpo de su amada. Él observó su reloj y marcaba las siete y veinte. Entonces comenzó a besarla en las mejillas y ella comenzó a moverse encima de él.

—Vamos, princesa, si sigues moviéndote así. No respondo de mí —le susurró al oído, pero para su sorpresa, la chica traviesa usó su mano para guiar su erección hacia ella y los dos volvieron a unirse en uno solo.

Demetrio esta vez se giró y la dejó caer sobre el colchón, para subirse sobre ella y comenzar a embestirla con mucha pasión.

Unos minutos más tarde, ellos volvieron a tocar el cielo y después continuaron en la ducha. Demetrio trataba de buscar la comodidad en ese diminuto baño. Entonces entendió que no podían seguir viviendo así.

Él quería formar un hogar con ella, pero jamás traería a sus hijos al mundo en un lugar como este. Entonces terminaron de ducharse y salieron juntos hasta la habitación.

—Melissa, quiero que vivamos juntos. Quiero que seas mi mujer. Yo tengo que regresar a Italia porque mi jefe me necesita a su lado, mi trabajo es muy demandante. Vicent Santoro es muy posesivo con sus empleados, por eso no quiero llevarte conmigo. Sería muy cruel sacarte de tu entorno para dejarte sola en un departamento.

—Entonces, ¿quieres que me quede aquí?

—No es que quiera amor, si dependiera de mí, te traería conmigo, pero mi trabajo es muy peligroso y no quiero exponerte a ningún peligro. Amor, cuando me encontraste, yo fui víctima de un atentado y al principio no te mentí, no recordaba nada. Pero después recordé que soy Demetrio Mancini, el contador y mano derecha del mafioso italiano Vicent Santoro, soy la sombra de ese hombre y no he regresado, porque me enamoré de ti y quiero esperar algunos días más para contactarlo, quiero disfrutarte un poco más, mi pequeña. Apenas lo llame, él mandará a buscarme y tendré que irme.

—Entonces, ¿cómo y cuándo estaremos juntos? —le preguntó Melissa con un rastro de decepción en su rostro, mientras se vestía para salir para la universidad.

—Yo viajaré cada vez que pueda, tal vez dos o tres meses al mes, y estaré contigo por dos o tres días. Es lo más que puedo ofrecerte por ahora, pero trataré de llevarte conmigo cuando termines la universidad y estés lista para cambiar de vida. ¿Te parece?

Melissa asintió y lo abrazó, ella se aferró a su cuerpo. Mientras, Demetrio la besó en los labios y le juró amor eterno.

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