CAPÍTULO 6

Minutos después, Melissa salió vestida para ir a la universidad. Vicent, al verla, frunció el ceño y se acercó a ella.

—Señorita, ¿es necesario ponerse tan hermosa para salir? —le preguntó mientras la tomaba de la mano y la hacía girar para apreciar mejor su atuendo.

Melissa solo modelaba para él, como un acto inocente, antes de golpearlo levemente en el hombro.

—Payaso. Deja de burlarte de mí.

—¿Burlarme? No hay nada de eso en mis palabras. Eres muy hermosa y muy sensual. Cualquier hombre quisiera tenerte a su lado. —le confesó Vicent, mirándola fijamente a los ojos, para ver su reacción. Pero Melissa solo soltó su mano con disimulo para caminar hasta la cocina y abrir el refrigerador.

—¡Oh! Aquí no hay nada para desayunar. Comeré algo en la universidad. ¿Qué harás tú? ¿Lograste recordar algo? —le preguntaba ella mientras recogía sus cuadernos y los metía en su bolso.

—No, pero no te preocupes, después lo resolveré. ¿Qué te parece si te invito a desayunar?

Melissa le sonrió y negó con la cabeza.

—No, muchas gracias, pero tú eres muy parlanchín y me vas a hacer llegar tarde a mis clases.

Vicent abrió los ojos y la boca por la sorpresa de oírla hablarle con tanta soltura. Él era un hombre sumamente importante y poderoso. Pero esta niña se atrevía a hablarle como si fuese cualquier hijo de vecino y lo mejor es que él se sentía feliz de actuar sumiso frente a ella.

—¡Ja!, ¿y si prometo no hablar? ¿Aceptarías?

Melissa no tuvo corazón para volver a negarse, ella entendía que él no tenía memoria y que no sabía a dónde ir. Entonces decidió aceptar y saltarse la primera clase, para desayunar con ese galán y por primera vez ser envidiada por las demás mujeres.

—Está bien, iré contigo y me saltaré la primera clase. Así que espero que valga la pena.

—Ok, gracias, gracias por aceptar. Te prometo que no te arrepentirás. —le respondió él sin poder disimular su emoción.

Melissa caminó hacia la puerta y Vicent la siguió. Ellos salieron juntos de la casa y caminaron hacia la parada de los autobuses. Vicent se sentía algo nervioso, incluso algo arrepentido de haber dejado la seguridad de la casa, pero necesitaba comprar provisiones para permanecer ahí, hasta que sus hombres viniesen por él.

Melissa se subió al autobús y no había puestos disponibles, pero había gente viajando de pie, por eso ellos también se subieron.

Melissa se agarró del posa manos y Vicent se paró a su lado. De pronto se subieron dos hombres más y Melissa quedó en el medio de los dos.

Vicent pudo leer en los ojos de los hombres el morbo al recorrer el cuerpo de la chica y entonces le tocó el hombro a ella. Melissa volteó a verlo y él inesperadamente la atrajo hacia él, la rodeó con sus brazos y Melissa se estremeció al sentir su cálido aliento en su cuello.

Vicent estaba parado detrás de ella, pero no evitaba rozar su espalda; todo lo contrario, él le dio un cálido beso en su cuello. Mientras miraba fijamente al hombre como una clara señal de advertencia, Vicent era un hombre posesivo y no estaba jugando, él estaba marcando su territorio.

Melissa se quedó inmóvil, ella podía sentir la mirada de las mujeres sobre ella. Por supuesto, una mujer desfigurada que esté siendo abrazada por este Dios griego, es una suertera digna de ver con incredulidad y asombro.

Pero Vicent no pensaba lo mismo, él estaba sumido en sus pensamientos y en su sentir. Él estaba embriagado con el olor del cabello de esta pequeña. Ese olor a gardenia que pertenecía al champú que había visto en su baño y ese delicioso olor a miel que pertenecía a su loción corporal. Todos esos aromas, sumados a ese calor que emanaba su piel, lo tenían al borde del colapso.

El autobús volvió a detenerse y Melissa le indicó a Vicent que debían bajar. Él la tomó por la cintura y avanzó con ella paso a paso entre la gente.

Después de salir del autobús. Vicent la tomó por la mano y caminó con ella hasta el pequeño restaurante. Melissa, en cada paso que daba, observaba el agarre de sus manos. Definitivamente, este hombre era un atrevido. Él se estaba tomando atribuciones que no le correspondían, pero Melissa pudo ver a su alrededor las miradas curiosas y trató de soltarse de su mano. Pero Vicent sutilmente le sonrió y la sujetó con algo más de fuerza.

—Quédate tranquila, mi amor. Ya vamos a llegar. —le susurró y le guiñó un ojo.

Melissa decidió dejarlo ser y entonces ella se acercó aún más a él y lo abrazó por la cintura.

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