Minutos después, Melissa salió vestida para ir a la universidad. Vicent, al verla, frunció el ceño y se acercó a ella.
—Señorita, ¿es necesario ponerse tan hermosa para salir? —le preguntó mientras la tomaba de la mano y la hacía girar para apreciar mejor su atuendo.
Melissa solo modelaba para él, como un acto inocente, antes de golpearlo levemente en el hombro.
—Payaso. Deja de burlarte de mí.
—¿Burlarme? No hay nada de eso en mis palabras. Eres muy hermosa y muy sensual. Cualquier hombre quisiera tenerte a su lado. —le confesó Vicent, mirándola fijamente a los ojos, para ver su reacción. Pero Melissa solo soltó su mano con disimulo para caminar hasta la cocina y abrir el refrigerador.
—¡Oh! Aquí no hay nada para desayunar. Comeré algo en la universidad. ¿Qué harás tú? ¿Lograste recordar algo? —le preguntaba ella mientras recogía sus cuadernos y los metía en su bolso.
—No, pero no te preocupes, después lo resolveré. ¿Qué te parece si te invito a desayunar?
Melissa le sonrió y negó con la cabeza.
—No, muchas gracias, pero tú eres muy parlanchín y me vas a hacer llegar tarde a mis clases.
Vicent abrió los ojos y la boca por la sorpresa de oírla hablarle con tanta soltura. Él era un hombre sumamente importante y poderoso. Pero esta niña se atrevía a hablarle como si fuese cualquier hijo de vecino y lo mejor es que él se sentía feliz de actuar sumiso frente a ella.
—¡Ja!, ¿y si prometo no hablar? ¿Aceptarías?
Melissa no tuvo corazón para volver a negarse, ella entendía que él no tenía memoria y que no sabía a dónde ir. Entonces decidió aceptar y saltarse la primera clase, para desayunar con ese galán y por primera vez ser envidiada por las demás mujeres.
—Está bien, iré contigo y me saltaré la primera clase. Así que espero que valga la pena.
—Ok, gracias, gracias por aceptar. Te prometo que no te arrepentirás. —le respondió él sin poder disimular su emoción.
Melissa caminó hacia la puerta y Vicent la siguió. Ellos salieron juntos de la casa y caminaron hacia la parada de los autobuses. Vicent se sentía algo nervioso, incluso algo arrepentido de haber dejado la seguridad de la casa, pero necesitaba comprar provisiones para permanecer ahí, hasta que sus hombres viniesen por él.
Melissa se subió al autobús y no había puestos disponibles, pero había gente viajando de pie, por eso ellos también se subieron.
Melissa se agarró del posa manos y Vicent se paró a su lado. De pronto se subieron dos hombres más y Melissa quedó en el medio de los dos.
Vicent pudo leer en los ojos de los hombres el morbo al recorrer el cuerpo de la chica y entonces le tocó el hombro a ella. Melissa volteó a verlo y él inesperadamente la atrajo hacia él, la rodeó con sus brazos y Melissa se estremeció al sentir su cálido aliento en su cuello.
Vicent estaba parado detrás de ella, pero no evitaba rozar su espalda; todo lo contrario, él le dio un cálido beso en su cuello. Mientras miraba fijamente al hombre como una clara señal de advertencia, Vicent era un hombre posesivo y no estaba jugando, él estaba marcando su territorio.
Melissa se quedó inmóvil, ella podía sentir la mirada de las mujeres sobre ella. Por supuesto, una mujer desfigurada que esté siendo abrazada por este Dios griego, es una suertera digna de ver con incredulidad y asombro.
Pero Vicent no pensaba lo mismo, él estaba sumido en sus pensamientos y en su sentir. Él estaba embriagado con el olor del cabello de esta pequeña. Ese olor a gardenia que pertenecía al champú que había visto en su baño y ese delicioso olor a miel que pertenecía a su loción corporal. Todos esos aromas, sumados a ese calor que emanaba su piel, lo tenían al borde del colapso.
El autobús volvió a detenerse y Melissa le indicó a Vicent que debían bajar. Él la tomó por la cintura y avanzó con ella paso a paso entre la gente.
Después de salir del autobús. Vicent la tomó por la mano y caminó con ella hasta el pequeño restaurante. Melissa, en cada paso que daba, observaba el agarre de sus manos. Definitivamente, este hombre era un atrevido. Él se estaba tomando atribuciones que no le correspondían, pero Melissa pudo ver a su alrededor las miradas curiosas y trató de soltarse de su mano. Pero Vicent sutilmente le sonrió y la sujetó con algo más de fuerza.
—Quédate tranquila, mi amor. Ya vamos a llegar. —le susurró y le guiñó un ojo.
Melissa decidió dejarlo ser y entonces ella se acercó aún más a él y lo abrazó por la cintura.
Ellos entraron juntos al sencillo restaurante y Melissa podía sentir la mirada de la gente encima de ella. Pero en esta ocasión no era una mirada de burla, sino de compasión. Ella podía leer en la expresión de las personas que si ella no tuviese esa cicatriz fuesen la pareja perfecta.Melissa era una chica de buena estatura, su cuerpo estaba muy bien formado y su rostro era muy hermoso. Su cabello era rubio y largo hasta el hombro y sus ojos eran azules, su nariz era perfecta y sus labios eran la cereza de la seducción.Vicent le abrió la silla y la invitó a sentarse, después se agachó a su altura y le dejó un beso en el cuello. Melissa pudo sentir su cuerpo estremecerse con el contacto de los labios de este seductor caballero.Ella trató de disimular el sonrojo en sus mejillas, pero no pasó desapercibido para el caballero que estaba atento frente a ella.El desayuno transcurrió entre risas y miradas coquetas. Vicent no entendía por qué perdía la brújula frente a esta joven chica. Él
Melissa ignoró al chico y se perdió de nuevo en sus pensamientos. Su mirada permanecía fija en la ventana y sus lágrimas salían lentamente de sus ojos.Algunos minutos después, Melissa limpió sus lágrimas y salió del autobús, rumbo a un parque cercano. Ella se sentó cerca de los columpios y observaba a los niños jugar y divertirse. El corazón de Melissa se contrajo al recordar sus tardes infantiles, donde sus padres la llevaban al parque a comer helados y alimentar a los peces.Melissa lloraba sin parar al recordar a sus padres. Ellos eran un contador y una enfermera que la amaron con todo su corazón, hasta que la desgracia la alcanzó desafortunadamente murieron en un fatal accidente automovilístico, cuando ella tenía doce años.Ese día venían de regreso de un maravilloso viaje a la playa y un conductor ebrio que quiso adelantarlos, los sacó del camino, el padre de Melissa trató de controlar el auto, pero comenzó a girar en círculos y otro carro los embistió, haciéndolos caer por un b
Melissa subió al taxi y en el camino a su casa, comenzó a llover. Ella maldijo internamente y se preparó para mojarse. Porque cuando salió huyendo del idiota no se llevó su paraguas. Solo espera que él lo haya guardado. El taxista se estacionó lo más cerca posible de la puerta.Melissa después de pagar se bajó corriendo y se sorprendió al llegar a su casa y ver las luces encendidas. Entonces ella se acordó que había dejado su bolso, sus cuadernos, junto a su paraguas. Entonces era evidente para ella que el extraño hombre aún estaba alojado en su casa.Ella estaba nerviosa, no sabía qué hacer, ni que decir. Ese hombre le había confesado que tenía sentimientos hacia ella y era eso lo que la había desestabilizado en el restaurante. Porque, aunque ella quisiera negarlo, ella sentía las mariposas en el estómago e incluso pensaba que en algún momento saldrían por su boca. Pero ni modo ese era su hogar y él era quien debía irse.Melissa se sintió estúpida al tener que tocar su propia puerta.
Melissa salió del baño y se sonrojó al ver a Demetrio parado en el umbral de la puerta, mirándola fijamente como un depredador al acecho. Él no pudo evitar morder su labio inferior, al mismo tiempo que ella se saboreó los de ella. Ellos se encontraron inmersos en una burbuja romántica, que los incitaba a pecar, pero Melissa no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente. Ella se agarró con fuerza la toalla que cubría su cuerpo y caminó hacia su habitación, cerró su puerta y le pasó el seguro. Demetrio no pudo evitar sonreír al escuchar el ruido del seguro de la puerta. Entonces caminó hasta la cocina y se sentó en el comedor para esperar que Melissa saliera dispuesta a acompañarlo a cenar.Mientras tanto, Melissa se sorprendió al ver una bolsa de regalo al lado de su cama, ella no aguantó la curiosidad y la abrió para sacra el contenido de la bolsa. Era un hermoso vestido de flores y unas hermosas sandalias. En el fondo había una tarjeta que decía “Para Melissa con amor. Te invito a cen
Ella estaba perdida en el deseo, su cerebro estaba embobado por las vibraciones de su cuerpo y ensordecido por los latidos de su corazón. Entonces a ella no le quedó más que dejarse llevar.Demetrio se separó de ella para quitarle el vestido y ella le quitó la camisa. Era fantástico sentir su piel rozar entre ellas. Demetrio hizo un camino de besos hasta su ombligo y ahí se deleitó hasta retirar su panti y comenzar a devorar su zona sensible.Melissa sentía que estaba a punto de convulsionar de placer, hasta que se liberó en un delicioso orgasmo. Ella sintió a Demetrio alejarse y se removió en la cama. Obviamente, no estaba satisfecha, pero al ver a Demetrio terminar de quitarse su última prenda y volver a subirse sobre ella. Su corazón volvió a acelerarse. Estaba deseosa, estaba desesperada por ser invadida y sometida por él.—Te amo, Melissa —le susurró Demetrio, mientras iba invadiendo su interior lentamente. Melissa dejó salir un pequeño grito y Demetrio la besó para reprimirlo, p
Ellos comenzaron a amarse de nuevo. Demetrio quería tomar de ella todo lo que pudiese. Quería tatuarse en su piel y en su corazón. Él estaba perdidamente enamorado de ella y quería asegurarse de que ella sentía lo mismo por él.Demetrio una vez más la hizo tocar las nubes, los dos estaban exhaustos y el sudor corría por su cuerpo. Pero sus corazones estaban felices, ambos latían en igual sinfonía y eso los hacía sentir plenos.Demetrio, sin poder evitarlo, acarició la cicatriz de Melissa y ella se alejó de él. Ese inocente acto la hizo volver a su realidad. Una donde ella no tenía derecho a ilusionarse con un Dios griego como él.—No te alejes. No tienes por qué sentir pena. Eres hermosa, te lo he dicho muchas veces. Melissa, eres mi mujer ahora y quiero conocer tu historia, quiero saber quién se atrevió a lastimar a un ser de luz, tan puro e inocente como tú.Melissa soltó el aire retenido, ella entendió que si iban a comenzar su vida juntos, debían ser transparente el uno con el otr
»Entonces, decidí desaparecer de ese lugar. Tomé mi cartera y mi celular, me compré algo de ropa y tomé un autobús para esta ciudad. Por supuesto, que no fui a ningún cirujano. El poco dinero que había en mi cuenta se estaba acabando y así fue como termine aquí. Estudiando y trabajando para sobrevivir.Melissa se limpiaba las lágrimas, cada vez que hacía una pausa, y el corazón de Demetrio estaba ardiendo de la ira. Pero esto no se quedaría así, él jura que tomara venganza, por lo que le hicieron a su mujer en el pasado.Demetrio la abrazó y le juro que más nunca vivirá con carencias. Incluso él se levantó con ella en los brazos y la llevó al baño.—Voy a llegar tarde a clases, señor Mancini.Demetrio sonrió al oírla llamarlo así.—¿Quieres casarte conmigo? —le preguntó Demetrio a Melissa, mientras le presionaba contra la pared e invadía nuevamente su interior.Melissa emitió un gemido al sentirse llena y solo asintió con la cabeza, porque su voz saldría entrecortada.—Gracias, me hac
—Ja, ja, ja. Maldito Idiota. Rastrea este teléfono y darás conmigo. Necesito que compres a nombre de Demetrio un Penthouse lujoso, en una de las zonas más seguras de la ciudad. Fabiano tienes dos horas para hacerlo, llevaré a mi mujer a almorzar y después iremos a conocer y a estrenar nuestro nuevo nido de amor. Así que mueve el trasero. Y bambino ten cuidado, no sabemos en quién podemos confiar y en quién no. —Lo sé, no te preocupes, estaré atento. Ahora sigue follando y termina de sacar ese gruñón que llevas por dentro. ¡Arrivederci! Los hermanos se despidieron y Demetrio levantó la vista y se sonrió al ver a Melissa caminar directamente hacia él. Melissa, por su parte, estaba totalmente ajena a la mirada penetrante de su marido. Demetrio llevaba unos lentes oscuros que ella no le había visto y el muy descarado se mordía el labio descaradamente, para que ella pudiera imaginar, lo que su boca no quería decir. Melissa se sintió avergonzada, sobre todo al sentir las miradas de las c