CAPÍTULO 2

Después de dejarlo acostado y abrigado, Melissa va a la cocina y regresa con un poco de agua limpia, un pañito limpio y comienza a limpiar su rostro. El hombre está muy sucio, tiene una mezcla en su rostro de sangre y lodo. Con mucha sutileza, voy descubriendo una piel suave y unas facciones elegantes y refinadas.

Sus labios son muy sensuales, ellos están rodeados por su bigote y barba bien cuidados, lo que le da un toque de masculinidad.

Después de observar cada detalle. A Melissa no le queda ninguna duda de que es, un hombre guapo. Su piel es de color canela, su cabello es negro, liso y sedoso, a pesar de estar sucio. Por su apariencia, Melissa puede pensar que su invitado debe tener como treinta años. Un treintañero guapo, sexy y adinerado.

Melissa no pudo evitar sonreír en señal de burla hacia ella misma. Estaba exhausta, tenía hambre. La calefacción estaba trabajando con deficiencia, por lo que estaba haciendo algo de frio y ahora sus únicos cobertores buenos estaban siendo utilizados por un sexy Dios griego.

Melissa necesitaba acostarse para descansar. Mañana tendría que trabajar y estudiar.

Entonces buscó un cobertor de los viejos para acostarse en el sofá a su lado. Melissa se sentía exhausta, sabía que caería rendida, apenas tocara la cama. Entonces, si duerme en su habitación, no lo escuchará quejarse, ni pedirle ayuda en que sea necesario.

Después de dejarlo lo más cómodo posible. Melissa se acostó y se quedó profundamente dormida de inmediato. Después de algunas horas, Melissa escuchó un ruido o más bien un murmullo.

Ella se levanta y lo observsa. el hombre esta sudando y temblando. mientras balbucea algunas palabras. Pero no se le entienden. Melissa se acerca y le toca la frente, para darse cuenta de que el hombre está delirando de la fiebre. Ella se levanta y camina hacia la cocina y busca una pastilla para la fiebre y un vaso con agua.

Melissa lo despierta y el hombre abre los ojos. Ella se queda hipnotizada por esa mirada penetrante y le enseña la pastilla en su mano. El hombre asiente y levanta un poco su cabeza con dificultad, se toma la pastilla y un poco de agua. Le regala a Melissa una sonrisa cautivadora y vuelve a cerrar los ojos.

Melissa se sienta a su lado y comienza a ponerle pañitos en la frente para ayudarlo a bajarle la fiebre. El hombre estaba despierto, pero en total silencio.

Melissa sonríe al verlo fruncir el ceño, cada vez que siente la humedad del trapo. Afortunadamente, la fiebre cedió y a los pocos minutos el hombre se vuelve a dormir, algo que Melissa le agradece, porque el silencio entre ambos es demasiado incómodo.

Melissa hace lo mismo. Pero esta vez, se acuesta a su lado. Ella roza su cuerpo, pero no se atreve a tocarlo. Su única intención era robarse un poco de su calor. Porque el sistema de calefacción está muy deficiente.

Ella trata de dormirse de nuevo, pero su aroma varonil la envuelve y la hace suspirar. Ella se relaja y se queda profundamente dormida, mientras disfruta de esta sensación de seguridad que él le transmite.

El opaco sol entró por su ventana y Melissa al sentir la claridad intentó levantarse. Pero sintió un peso sobre su cuerpo y sin otra opción, Melissa abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba prisionera en los brazos del apuesto caballero, que se acercó a ella y la abrazó.

Melissa reconoce que este hombre la inquieta y eleva sus niveles de ansiedad al máximo. Ella se siente inexplicablemente atraída por él. Por eso, se levanta rápidamente y me aleja. Afortunadamente, el hombre no se despertó. Entonces ella huyó hacia su habitación y se encerró ahí.

Melissa comienza a expresar sus inquietudes en voz alta.

—Dios mío. Por favor, te pido que este hombre se recupere y siga su camino. Su aroma me embriaga. Mi piel se eriza cada vez que lo toco y su voz varonil me seduce —susurró Melissa, mirando hacia el cielo por la ventana.

Melissa sentía que solo era una tonta ilusión de adolescente, porque ella es consciente de que jamás tendrá oportunidad de estar con un hombre como él. Ella es una chica simple y, aunque antes era muy hermosa, ahora tiene una cicatriz en el rostro que la hace lucir repugnante ante los ojos de mucha gente.

Sí, aunque sea difícil creer, con tan solo veinte años Melissa ha sufrido mucho. Y la cicatriz es un vivo recuerdo de ello.

Mientras tanto, Melissa sale de sus recuerdos y comienza a vestirse rápidamente, porque debe ir a la universidad. Aunque no sabe qué hacer con su invitado, pero está clara de que no puede dejarlo aquí.

Entonces, Melissa salió de su habitación y se sorprendió al verlo despierto. Afortunadamente, él ya se había vestido y estaba sentado en el sofá, con la mirada perdida. Melissa se acercó a él y puso la mano sobre su hombro.

—Buenos días. ¿Cómo te sientes? —le preguntó, manteniendo una distancia prudente.

—Buenos días. Me duele mucho la cabeza. ¿Me puedes decir, qué me pasó?, ¿quién eres tú? Y ¿dónde estoy? —le dijo el hombre, lleno de incertidumbre, mientras miraba despectivamente a su alrededor.

Eso incomodó mucho a Melissa, aunque ella trató de disimularlo. Entonces, ella caminó hacia él y lo confrontó.

—No, creo que te equivoca. Aqui quién las preguntas las hago yo. Entonces dime, ¿quién eres? Y ¿A quién podemos llamar, para que venga por ti?

El hombre, al escuchar a Melissa, se sorprendió. Al parecer, no está acostumbrado a ser tratado así, pero a ella no le importaba.

El hombre miró a Melissa y negó con la cabeza.

—No lo sé. No recuerdo nada, no sé quién soy. Tengo vagos recuerdos de que me estabas curando la herida y después estabas a mi lado abrazándome.

—¿Yo? ¿Abrazándote? Definitivamente, ese golpe te dejó aturdido.

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