CORAZON HERIDO
CORAZON HERIDO
Por: ERUMED
CAPÍTULO 1

Una brisa fría que recorre las solitarias y oscuras calles de Canadá azota sin compasión el cuerpo de una joven chica.

La joven friolenta que se abre paso en la espesa neblina es Melissa Travis. Que, como siempre, camina de regreso a su casa, después de una extenuante jornada de trabajo. Su semblante es triste y su mirada está fija en la punta de sus pies. Vigilando cada paso que da en el húmedo pavimento. Ella se lamenta de su mala suerte, porque el frío invierno hace que todos se refugien en sus casas y son muy pocos los que salen hasta el Bar Restaurante donde ella trabaja, lo que suma otro problema a su lista. Uno que inevitablemente le afectará mucho. La falta de propinas.

Lo poco que recibió solo le alcanzó para comprar un pan dulce. Ella necesita calmar su estómago que aún se queja del hambre.

En realidad, su salario solo alcanza lo gasta en pagar el arriendo y sus estudios. Y el dinero de las propinas es exclusivamente para comprar sus alimentos.

Pero, al parecer, el invierno se adelantó este año sin previo aviso. Lo que dejó a las familias más vulnerables sin provisiones.

Afortunadamente, en el restaurante Melissa se lleva muy bien con todos sus compañeros y cuando los ayuda a fregar los platos, ellos le permiten comer las sobras de algunos clientes. Por lo general, son mujeres refinadas que comen muy poco para mantener una buena figura.

Después de repasar su pésimo día, Melissa sigue caminando. Hasta que escuchó un leve gemido. Melissa se asusta porque con la neblina no puede ver muy bien.

Entonces ella decide acelerar el paso, su intención es llegar rápido a su casa. Pero el gemido se transforma en una voz ronca y débil, que ruega por auxilio.

La chica decide ignorarlo y da dos pasos más para alejarse.

—Ayu-yu-yuda. Mu-mu-muero de-el fri-frio.

La chica maldijo su mala suerte. Era evidente que el hombre había detectado su presencia y la convertía en su última esperanza. Melissa maldijo su buen corazón y decidió acercarse, pero sus pasos eran lentos, debía ser cautelosa. En realidad, no sabía si de verdad el hombre necesitaba ayuda o si era una trampa para atacarla.

Melissa divisa el bulto recostado del contenedor de la basura. Ahí se ve vagamente la silueta de un hombre, que está sentado y que tiene una mano en su cabeza. Como tratando de mantener presión en la herida.

Ella termina de acercarse y ve la sangre bajar lentamente por la sien del hombre, pasando por el lóbulo de su oreja y goteando en su cabeza.

Su ropa, aunque está muy sucia, mostraba evidencias de que en algún momento era un traje elegante.

Melissa se agachó frente a él y vio la palidez en sus labios y la ausencia de brillo en sus ojos.

“Este hombre está muriendo” —pensó Melissa.

Miles de pensamientos pasaron por su cabeza, pero el “huye de aquí” y “déjalo aquí” eran los más comunes. Pero el hombre la miró directamente a los ojos, y la súplica y la desesperanza se reflejaban en ellos.

—Maldita sea —susurró Melissa, antes de decidir ayudarlo.

Ella hace una revisión rápida y confirma que tiene una herida en la cabeza. Ella trató de ayudarlo a levantarse y el hombre con sus pocas fuerzas se apoya en su hombro. El cuerpo del hombre se mueve por inercia y cada paso va acompañado de un gemido. Su andar es tan lento que no han avanzado nada y ya Melissa siente que colapsará. Después de algunos minutos más, ella siente un gran alivio al ver que están muy cerca de su casa, pero cuando trata de sacar su llave para abrir la puerta. El hombre se desmaya.

—¡No puede ser! —exclamó Melissa, al no poder evitar que el hombre se cayera de lleno al piso.

Ella lo siente mucho, pero todo el peso del hombre cayó sobre ella y, aunque trató de sostenerlo, no pudo hacerlo. Melissa trató de calmarse, abrió la puerta y con mucho esfuerzo lo arrastró hacia adentro y lo dejó tirado en el suelo, cerró la puerta y caminó hacia su habitación, para encender la calefacción.

Poco después regresó con una almohada, una colchoneta y el único cobertor grueso que tenía. Tendió todo al lado del hombre y lo volteó con fuerza hasta que logró acostarlo ahí.

Después caminó hasta la cocina y buscó un pequeño botiquín médico.

Melissa se acerca a él y revisa su herida. Toma una mota de algodón y lo humedece con alcohol para limpiar la herida, pero primero se vio obligada a cortarle un poco de cabello para tener mejor acceso a la herida.

Cuando Melissa ve la herida, se sorprende. Es muy profunda y la sangre sale continuamente. Después de limpiarla bien, saca la aguja y un hilo especial y poco a poco le sutura la herida. Afortunadamente, ella fue criada por una enfermera y la mujer le enseñó algunas técnicas de primeros auxilios.

Después de terminar, Melissa le cubre la herida con una gasa y coloca su cabeza despacio sobre la almohada.

En ese momento, el hombre comienza a temblar y Melissa lo abriga con otro cobertor, pero sabe que no tiene caso. La ropa del hombre está húmeda y él no sobrevivirá si ella no lo desnuda.

Entonces, ella comienza por quitarle los zapatos, la camisa y puede ver algunos tatuajes, después continúa con el pantalón. El hombre era tan pesado que a Melissa le provocaba cortarle toda la ropa con las tijeras. Pero después, cuando él reaccionara, no tendría nada que ponerse.

Melissa se sentía agotada. Ella, antes de encontrarse con él, venía exhausta de su trabajo y su único anhelo era llegar a su casa y dejarse caer en su tibia cama. Pero ahora, había tenido que usar todas sus reservas de energía para acostar, atender y después desnudar a este hombre. Sin mencionar que los dos únicos cobertores que tenía, los estaba usando él.

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