CAPÍTULO 4

El hombre sintió mucha calidez en su corazón al oírla tan preocupada por él y decidió aceptar su ayuda.

Entonces se levantó, se apoyó en su hombro e inmediatamente volvió a sentarse, al sentirse mareado. Él no había comido nada desde el día anterior y eso comenzaba a afectarlo.

Sus pasos eran lentos, el hombre se sentía muy débil y al cruzar la puerta de la casa, sintió el agradable calor, rozando su rostro y le agradeció a Melissa.

Melissa lo ayudó a sentarse en el mueble y caminó hacia la cocina. Después de algunos minutos, regresó con una bandeja con panecillos, un chocolate bien caliente y se los ofreció al hombre.

—Toma. Debes comer esto, tal vez no te llenes, pero es lo único que tengo.

El hombre sin dudarlo, lo recibió y comenzó a comerlo muy despacio, para evitar que le cayera mal.

Melissa se alejó de él, para dejarlo comer con tranquilidad.

—Come despacio. Ya regreso, déjame ver, si te consigo algo de ropa, para que te cambies esa ropa mojada.

—Gracias —le susurró él con la boca llena.

Melissa sonrió y se fue a su habitación. Poco tiempo después regresó con un pantalón y una camisa. El hombre entrecerró los ojos al oírla reír a carcajadas, mientras me extendía la mano con esa ropa.

—Lo siento, pero es todo lo que tengo y debes cambiarte, no te puedes quedar con esa ropa mojada. Vamos ve a cambiarte y dame tu ropa para ponerla en la lavadora.

El hombre negaba con la cabeza, ella se burlaba de él, mientras le extendía la mano con una ropa color rosa y con detalles muy femeninos, pero no tenía otra opción, debía cambiarse. Su rostro aún estaba pálido y sus labios estaban morados.

Entonces, obligados por las circunstancias, el hombre entró al baño, se lavó la cara y se dio una rápida ducha con agua tibia. Se vistió con ropa seca y de pronto se le ocurrió esconder mil dólares en el bolsillo de su pantalón, para que Melissa lo encontrara cuando vaya a lavar la ropa y con ese dinero, puedan solventar algunos gastos. El hombre escondió su cartera y demás pertenencias, para no tener ninguna conexión con su verdadera identidad.

El hombre le agradecía a Dios, que Melissa haya regresado por él y lo haya ayudado de nuevo, porque él no podía alojarse en ningún lugar cercano, sin saber si sus enemigos lo estaban buscando para terminar su trabajo y desaparecerlo del mapa.

El hombre, mientras dejaba el agua tibia recorrer su cuerpo, pensaba "¿Cuántos días tardarán mis hombres en rescatarme?", él no se atrevía a llamarlos. Pero no sabía en quién podía confiar, porque sus hombres de confianza eran los únicos que sabían de su viaje a este país. Por eso, ha decidido esperar a que su hermano llegue la semana que viene de su viaje y llamarlo a su empresa. Es la manera más segura de evitar que el teléfono de su hermano esté intervenido.

Él terminó de vestirse y, en eso, escuchó que tocaron la puerta. Él estaba preparado mentalmente para convertirse en la burla de la pequeña diablilla.

Pero antes de salir, le entregó su ropa sucia, para que ella la lavara, y después de media hora de verse en el espejo y burlarse de sí mismo, fue que decidió salir.

Melissa reía a carcajadas y lo señalaba con el dedo. En realidad, eso lo molestó un poco y en un impulso la agarró por el brazo, la atrajo hacia él y la presionó contra su pecho y la miró fijamente a los ojos.

—¿Vas a seguir burlándote de mí? —le preguntó, dejándose contagiar por la risa de la pequeña y ella solo negó con la cabeza.

En un momento sus miradas se cruzan y él siente su dulce aliento a chocolate, su aroma lo embriaga y su cuerpo reacciona, mostrando su excitación con una prominente erección.

Él se aleja avergonzado, porque piensa que ella se dio cuenta y el sonrojo en las mejillas de Melissa le evidencia que fue así.

Pero, ella ignora ese hecho, camina con él hasta el sofá y le entrega el dinero que encontró en su pantalón. Él se hace el sorprendido y los toma, efectivamente había mil dólares exactos.

Ella no le dio importancia al dinero, solo se acercó a él para revisarle la herida y después le susurró:

—Déjame cambiarte esa cura, la herida debe estar húmeda.

Ella caminó hasta la cocina y regresó con un botiquín de primeros auxilios. De ahí sacó todo lo necesario para limpiarlo y cambiarle la venda.

Luego comenzó a recoger todo y se acercó para presionar un poco el adhesivo que se había despegado, sus rostros se acercaron y él tuvo un impulso de besarla, pero se logró controlarse. Aunque pudo sentir su respiración agitarse, ella se sonrojó y se alejó de él.

—Vamos a ver televisión, —le dijo, señalando una cama improvisada que armó al lado del sofá

—¿Vas a dormir conmigo? —le preguntó él, sin poder disimular la emoción. 

Pero, ella se negó.

—No. Solamente me acostaré en el sofá, mientras termina la película.

—Ah ok. Ya entiendo, tendremos una pijamada o algo así.

—Sí, ¿por qué, nunca has tenido una? —le respondió ella haciendo un sexy puchero.

Él desvió su mirada hacia el otro lado, esos labios eran una tentación, para él porque quería besarlos. Pero no podía arriesgar su estadía en esta casa por un impulso.

—No, no sé, no recuerdo, pero no creo. Me parece algo muy romántico estar acurrucados, viendo una película, compartiendo nuestro calor corporal.

—Ja, ja. No te hagas ilusiones, no hay, ni habrá nada romántico entre nosotros.

—No, tranquila, yo lo sé. Fue solo un comentario. No estaba hablando de nosotros.

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