Capítulo 405
Casi por inercia, Luciana se dejó llevar. Sus dedos se enredaron en el cabello de él, respondiendo a ese contacto cada vez más profundo. Pero aún tenía un poco de sentido común:

—Oye… ¿y no tenías hambre? ¿No comemos primero?

—Sí… —admitió Alejandro, consciente de que, si seguían así, perdería el control. En un movimiento fluido, se puso de pie sin soltarla—. Vamos.

Salieron del estudio de esa manera, y Amy, que había subido para ver si las cosas seguían tensas, los vio aparecer en la puerta. Se quedó boquiabierta.

—Señor, señora… la cena ya está servida. —Trató de contener la risa.

Luciana sentía la cara ardiendo de pura vergüenza y empezó a forcejear un poco, queriendo bajar. Pero Alejandro, totalmente impasible, le dedicó una sonrisa a Amy:

—Gracias. Apreciamos tu esfuerzo.

Sin soltar a Luciana ni un instante, la bajó por las escaleras. Ella, con el rostro completamente sonrojado, trataba de zafarse dándole ligeros golpes en el hombro.

—Deja de avergonzarte. Somos marido y mujer, ¿n
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