Capítulo 658
—No hay de qué. ¿Algo más que pueda hacer por usted, señor Morán?

—Sí, me queda un pendiente. —Alzó la bolsa que llevaba—. Vine a traerle sopa a mi hermano. Así que me voy volando.

—Claro, que le vaya bien.

Salvador subió al segundo piso, dejó la sopa y bajó casi de inmediato. Echó un vistazo al vestíbulo, pero no vio rastro de la chica. ¿Dónde estaría? ¿Ya se había ido? ¿Tan rápido? Tuvo la sensación de haber llegado tarde a algo importante. Caminó hasta el pasillo que llevaba al baño y, al doblar la esquina, la vio.

Junto al lavamanos, Martina se echaba agua en la cara. Había llorado tanto que los ojos se le veían hinchados y enrojecidos. Solo con verla, Salvador sintió que se le iluminaba el día. ¿Qué podía decirse? A veces la vida te sorprende donde menos te lo esperas.

Se acercó un par de pasos, se colocó a su espalda y sacó un pañuelo, tendiéndoselo con suavidad.

—Toma, para que te seques.

—¡…! —Martina levantó la vista—. Eres tú.

—El mismo. —Salvador sonrió mostrando sus dientes
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