Él es un CEO millonario que busca el amor con desespero; sin embargo, en su medio solo atrae a mujeres oportunistas y materialistas, que solo lo ven como a una fuente para obtener bienes materiales y estatus. Frustrado y cansado de dar siempre con ese tipo de mujeres superficiales y frívolas, él decide salir de su círculo para empezar la búsqueda del verdadero amor. Como dueño de la empresa, solo los ejecutivos de alto rango lo conocen, así que él idea un plan para hacerse pasar por un empleado común y corriente, y de esa manera compartir y aprender a desenvolverse con personas de bajos recursos. Allí conoce a una empleada, quien, con su naturalidad y personalidad, además de su hermosura, logrará conquistar el corazón del CEO. ¿El problema? Para ella él es un empleado más. ¿Cuál será su reacción cuando sepa que su enamorado es el CEO de la empresa y un aclamado millonario?
Leer másLlegó el gran día en el que Gina se dirigió hacia la empresa para ser entrevistada. Ella fue recibida por Edward, quien la estaba esperando para ultimar los detalles de su contratación.—Edward, estoy muy nerviosa… Nunca pensé que volvería a transitar las instalaciones de este lugar. Mucho menos que sería para ser entrevistada para un cargo como el que me están ofreciendo. Temo hacerlo mal y arruinarlo todo…—Tranquila, Gina, ya verás que tu entrevista saldrá bien y que podremos trabajar juntos. Confío en ti y estoy seguro de que lo harás genial. Tú eres maravillosa —halagó con una sonrisa de enamorado.Gina se dirigió a recursos humanos, donde se llevó a cabo una larga entrevista. Allí conversaron sobre lo sucedido y lograron resolver cualquier diferencia, que pudiera ser obstáculo para la convivencia laboral y el buen desempeño en el cargo al que ella estaba postulando. Después de que los encargados de reclutamiento la evaluaron y concluyeron el proceso, ella fue recontratada para l
El sonido de sus labios, que se movían a la par, se unió a las respiraciones aceleradas, los suspiros débiles y los latidos frenéticos que les aumentaba el pulso.La lengua de Edward se tornó juguetona dentro de la cavidad bucal de su novia, quien no pudo seguir unida a él debido a la falta de oxígeno.Gina miró lo rojo que se habían tornado los labios del apuesto hombre, cómo el pecho ancho le subía y le bajaba, sus ojos azules estaban dilatados y la manera salvaje en la que su cabellera rubia se había desordenado.Se veía sensual y fiero, tan distinto al Edward caballeroso, reservado y respetuoso que solía ser.—Creo que debo irme ahora… —susurró él, todavía exaltado.Un punzón de decepción le hirió el pecho a su novia, mas ella trató de disimular su disgusto con un asentimiento de cabeza.—Sí, creo que es momento de irnos. —Ella jugueteó con las manos, evidenciando su nerviosismo.—¿Qué has decidido? —preguntó él de la nada, como manera de escapar de la tensión del momento—. ¿Te mu
Después de que su turno terminó, Edward y Gina se fueron para el apartamento en taxi, puesto que él no sabía irse en bus, debido a que siempre era llevado a la empresa en su vehículo y dejado en un lugar distante desde donde caminaba hasta allá. El taxi los dejó frente al complejo lujoso, donde fueron recibidos por un guardia.—Buenas tardes, señor —lo saludó el hombre, quien lo observaba sorprendido, gracias a su vestimenta y porque era la primera vez que lo veía llegar con una mujer.—Buenas tardes, Julio, le presento a Gina, ella estará habitando el apartamento de ahora en adelante.—Mucho gusto, joven —la saludó con amabilidad.—El gusto es mío. —Ella le correspondió el saludo.—Bueno, nosotros subiremos, Julio, solo quería que supiera que ella se encargará del apartamento.—Claro, señor.Ellos entraron al ascensor y pronto llegaron al piso de Edward.—Vaya, hasta te dicen “señor” —bromeó ella con una sonrisa maravillada.—Eso es porque soy el encargado del apartamento y amigo de
Gina trataba de contener las lágrimas y de resistir el mal rato, así que salió junto al hombre de seguridad en dirección a recursos humanos, mientras que Edward la veía marcharse en silencio cuando ella cruzó el umbral de la oficina de su jefe.Sentía un nudo en el pecho que lo ahogaba, debido a la impotencia que le provocaba el no poder hacer nada para ayudarla, dado que debía continuar con su plan.Por fin Gina salió de la empresa, y sintió un poco de alivio del bochorno anterior. Por su parte, Edward corrió detrás de ella y le dio un abrazo.—Tranquila, mi amor, ya resolveremos este asunto. Por favor no te vayas aún; espérame por los alrededores hasta la hora del almuerzo, puesto que hay algo que quiero proponerte, a ver si te interesa.—Ok, me sentaré en el parque a esperarte —respondió con desdén.Edward sonrió satisfecho y le dio un corto beso en los labios, entonces se regresó a la empresa para continuar con sus labores.Llegó la hora del almuerzo y ellos se reunieron en el com
Esa noche, Edward casi no durmió debido a que el recuerdo de lo sucedido en el almacén lo ponía ansioso.—Es la primera vez que tengo una relación real, donde mi novia me quiere por mi esencia y no por mi dinero ni estatus. Soy tan feliz.Al día siguiente, Edward se vistió de ejecutivo y su chofer lo llevo directo a su estacionamiento privado. Pese a que había trabajado en esa oficina por varios años, se sentía extraño estando allí, como si ese no fuera su lugar.—Edward —lo saludó uno de sus gerentes—. ¿Qué has descubierto?—No mucho, pero seguiré con mi investigación de campo por un tiempo más.—¿Cuánto? —interpeló preocupado—. Ya tienes varios meses allí. Esto es una locura, amigo.—No te pedí una opinión, continuaré hasta lograr mi cometido.—Ni siquiera veo un avance en tu “plan” —resaltó, ignorando el reclamo de su jefe.—En el informe verás que sí. Por cierto, creo que tendré que pedirle a los de recursos humanos que despidan al jefe desgraciado de mantenimiento.—¿Descubriste
Gina se aclaró la garganta con obvio disgusto y caminó directo a los estantes en un silencio tenso.—Puedo ayudarte con eso —se ofreció Edward, y de inmediato le quitó los utensilios de la mano y los colocó en su lugar.Él la miró extrañado y un poco nervioso, puesto que presentía que estaba molesta, pero ni idea de cuál sería la razón.—Edward, te invito a mi casa. Tengo cervezas frías y cocino riquísimo —lo invitó la chica con una sonrisa pícara.Él se rascó la cabeza al notar la mirada asesina que le atinó Gina.—Lo siento, hoy no puedo —rechazó la invitación con voz amable—. Otro día será, pero gracias por invitarme.—¿Estás seguro? —La mujer hizo un puchero—. La vamos a pasar muy bien.Edward se puso rojo, debido al tono sensual que ella utilizó.—¡Qué patético! —masculló Gina entre dientes. Ella se volvió a aclarar la garganta y se cruzó de brazos.—Lo siento, estaré ocupado hoy. —Él miró a Gina por inercia y se asustó cuando descubrió su mirada asesina.—Bueno… —musitó decepcio
Gina lo encaró con valentía y decidida a no dejarse amedrentar por aquel pervertido sin escrúpulos.—No acepto su propuesta. Nunca lo haré, así que no pierda su tiempo conmigo.El hombre se le acercó con una sonrisa maliciosa, aunque sus ojos expresaban mucha rabia.—Muchacha, no te conviene llevarme la contraria y, con ello, perder tu empleo. Mira que encontrar un buen trabajo es muy difícil, en especial si no te damos una buena recomendación.—Su amenaza no tiene peso. Yo he sido una buena empleada, así que no hay razón para despedirme y, en caso de que eso suceda, ustedes no tienen ningún criterio válido para darme una mala recomendación.—Bueno, eso lo veremos —respondió con cara de disgusto—. Te daré tiempo para pensarlo, pero mi paciencia tiene un límite.—No tengo nada qué pensar. La que le advierte a usted soy yo, si me sigue acosando, lo voy a reportar.La carcajada del hombre la sacó de sus casillas, pero ella no tenía tiempo para lidiar con ese depravado, así que salió de l
Edward llegó a uno de los bares que pertenecían a su familia y pidió un trago bien cargado. Se sentía impotente ante su irónica situación.—Esto debe ser una broma del destino. Aquí estoy yo, todo pendejo. ¿Cómo es que te aconsejo y te escucho cuando yo me muero por ti? ¿Cómo fue que caí en la zona de amigo? —dijo sarcástico.Arrugó el rostro cuando el alcohol le inundó el paladar, pero aquella sensación de quemazón le pareció excitante.En ese momento, su celular timbró.—¿Sí? —contestó con cansancio.—Si yo no te llamo nunca hablamos —respondió la voz gruesa desde la otra línea.—Papá, sabes lo ocupado que he estado con la expansión de la empresa —se excusó con voz quejumbrosa.—Yo estoy más ocupado que tú y aun así saco tiempo para saber cómo está mi hijo. Querer es poder, Edward —le reclamó.—Lo siento, papá… —Resopló—. Me han pasado muchos eventos incómodos y eso me ha distraído; pero tienes razón. Te prometo que te llamaré más seguido.—Eso espero. Ahora dime, ¿cómo va todo con
Un mes después… Aquel día Gina llegó llorando a la empresa, lo que captó la atención de Edward.—Gina, ¿qué te sucede? ¿Por qué estas llorando? —indagó él con preocupación.—No pasa nada, Edward, tranquilo. —Restó importancia.—No me digas que no pasa nada cuando es claro que sí. Te ves muy mal, Gina. Puedes confiar en mí, para eso somos los amigos. Habla conmigo, aunque sea para que te desahogues. Es más, ¿por qué no vamos a almorzar hoy y así conversamos? Yo te invito.—Está bien, iré a almorzar contigo para que hablemos. —Ella suspiró más calmada y le sonrió—. Gracias, eres una persona tan especial en mi vida que te has convertido en mi mejor amigo —añadió conmovida.En ese momento, Gina recibió una llamada de parte de su jefe, quien le pidió que pasara por su oficina antes de empezar sus labores. Ella obedeció a su mandato y, antes de traspasar la puerta, se limpió las lágrimas y suspiró profundo para recuperar la compostura.—Buen día, jefe, ¿me mandó a llamar? —inquirió con tim