Ellos se quedaron en silencio por unos segundos que se sintieron eternos y un poco incómodos, pero Gina, al percatarse que lo estaba mirando de manera inadecuada y que su mutismo ya era extraño, decidió romper el hielo:—Bien, señor, como ya sabe, mi nombre es Gina y voy ayudarlo en lo que sea que necesite. Aunque, puesto que es un hombre, lo que más le tocará hacer son los trabajos que requieran mucha fuerza, así como, cargar agua en tanques para la limpieza, los productos que vamos a utilizar, entre otras cosas.—Gracias, Gina —le respondió con cortesía—. Usted solo dígame lo que tengo que hacer y obedeceré.—Ja, ja, ja, ja… —Ella estalló en una sonora carcajada—. Tranquilo. Yo solo soy una empleada con el mismo puesto que usted. Lo estoy orientando porque me pidieron recibirlo para ayudarlo con su trabajo, pero usted y yo tenemos el mismo cargo aquí y ganamos lo mismo, por lo tanto, deje de hablarme como si yo fuera su jefa, que nada que ver.—Aun así, usted tiene más tiempo que yo
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