Anonadada por lo que acababa de escuchar, Gina se tapó la boca con las manos. No podía negar que Edward era un hombre apuesto, parecido a los galanes de televisión y a los modelos de revistas; asimismo, que era un chico interesante, caballeroso y muy inteligente, razón por la que se sintió halagada de que un hombre como él estuviera interesado en ella.
Y esa era la razón para tratarlo como a un amigo y ni siquiera pensar en tener una relación con él fuera de la amistad, ya que este era demasiado bueno para ser real y los chicos como Edward tenían las expectativas muy altas. Así que ella no se esperaba aquella confesión de parte de él.
—Guau, Edward, de verdad me toma por sorpresa todo lo que me dices, puesto que ni siquiera me pasaba por la cabeza nada de eso. Me siento fatal por haberte contado lo que me sucede con otro chico.
—Espera, tampoco quiero que te incomodes por mi causa. Solo te digo lo que siento para que no creas que no me interesa escucharte o darte un consejo. Esta es mi explicación a mi reacción de ayer, no espero nada a cambio ni que te cohíbas delante de mí. Comprendo que te gusta alguien más y voy a respetar tu relación con él.
—Pero aún no le he dicho que sí —respondió con una risa tímida.
—Bueno, deberías, puesto que se nota que te gusta mucho. En mi opinión como amigos que somos, deberías darle y darte la oportunidad.
—En realidad, no sé qué decirte. Me siento muy mal de que te sientas así porque tú te has convertido en una persona muy especial para mí.
»Aunque debo confesar que cuando te conocí me quedé impactada contigo y no te negaré que hasta sentí una leve atracción por ti. Sin embargo, al pasar el tiempo y notar que solo me tratabas como una compañera de trabajo y como a una amiga, ni siquiera sopesé la idea de que me vieras de otra manera.
—Vaya, no sabía —contestó anonadado y un poco frustrado.
—Sí, supongo que me resigné. Luego conocí a este chico, que es súper cariñoso y detallista. Y lo mejor es que él es del tipo romántico que regala flores. Para otra persona puede ser tonto, pero para mí ese gesto es importante. ¿Cómo es que unas simples flores pueden hacerme sentir tan especial? —Sonrió divertida y con las mejillas sonrojadas.
—Créeme que te entiendo a la perfección; sin embargo, no todas piensan como tú. Hay otras mujeres a quienes solo les importa el dinero y la posición que tenga el hombre. Por lo que tu forma de ser me parece tierna y admirable.
Edward la observó con ojos enamorados, puesto que ella tenía todo lo que él buscaba en una mujer. Le pareció irónico que se mezcló entre sus empleados para conocer a una chica como ella, pero que fue tan tonto en dejarla ir tan fácil.
—Sí, sé que existen personas que no son románticas. Supongo que eso está bien si así son felices, pero yo prefiero el romance por encima de la posición y de lo material. Por ejemplo, el chico que conocí es un repartidor de pizzas; sin embargo, yo no me fijo en eso, siempre y cuando la persona sea trabajadora y tenga visión de crecimiento.
»Prefiero lograr el éxito junto a alguien desde abajo, así uno aprende a valorar mejor lo que en realidad importa, que son los sentimientos, asimismo, poder ser feliz con quien está a nuestro lado.
—¡Guau! —exclamó con un suspiro profundo—. Bueno, Gina, aunque sea difícil de creer espero que seas feliz al lado de ese chico. También ten en cuenta que puedes contar con mi amistad.
—Gracias por ser tan honesto y comprensivo conmigo. ¿Sabes? Me voy a dar la oportunidad con ese chico porque me gusta mucho y es muy lindo conmigo, aunque tengamos poco tiempo saliendo.
—Claro… Hazlo y cuenta con mi apoyo en todo lo que necesites. —Suspiró con tristeza mientras disimulaba su malestar—. Bueno, al menos me desahogué contigo. ¡Oye! —exclamó de repente como manera de evadir su decepción—. Ya tenemos que entrar y estamos tarde. ¡Corre!
Él empezó a trotar mientras la instaba a seguirlo. A medida en que corrían, el semblante de Edward cambiaba a uno decaído y triste, asimismo, el paladar se le tornó amargo y un nudo asfixiante le apretaba el pecho.
Y, Aunque Edward sintió que se quitó un peso de encima al reconocer sus sentimientos por Gina, no quedó feliz con los resultados. No obstante, deseaba mantener su amistad con ella, es por esto, que no le quedó otra opción que soportar la frustración de aquel rechazo y sufrir en silencio por un amor no correspondido.
Aquella noche, Edward se fue a un bar para ahogar sus penas en alcohol. Por su puesto no faltaron las féminas que se le acercaron para divertirse un rato, pero él las rechazó a todas de manera tosca. No soportaba a esas mujeres superficiales.
—Tengo tanta mala suerte, que cuando encuentro a la chica de mis sueños la dejo ir como el gran pendejo que soy. ¿Cómo es que no noté que yo le atraía a ella? Ahora otro tipo es el afortunado. ¿Qué haré ahora? Quizás deba abortar este estúpido plan, ya que hasta ahora solo me ha causado sufrimiento.
«Si haces eso no volverás a ver a Gina. ¿Crees que te perdone que le hayas mentido?», razonó en sus pensamientos.
—No, mejor sigo como estaba un tiempo más. No estoy listo para decirle adiós, como tampoco pierdo la esperanza de encontrar a esa mujer ideal que tanto necesito. No voy a rendirme, si no es Gina, será otra. Por lo menos sé que sí existen las mujeres desinteresadas y románticas.
Con ese pensamiento, Edward regresó a su mansión. En su cama, reía emotivo al recordar sus primeros días como conserje y todo el oso que hizo delante Gina, al no saber siquiera sostener un suape.
Esa noche soñó con ella y sus lindos labios. En su sueño, ella le decía que lo amaba y que lo escogía a él. También soñó que ella le entregaba su pasión y que este le recorría el cuerpo delicado con sus labios.
—Gina… —balbuceó, aún durmiendo—. Eres la mujer que siempre deseé.
Un mes después… Aquel día Gina llegó llorando a la empresa, lo que captó la atención de Edward.—Gina, ¿qué te sucede? ¿Por qué estas llorando? —indagó él con preocupación.—No pasa nada, Edward, tranquilo. —Restó importancia.—No me digas que no pasa nada cuando es claro que sí. Te ves muy mal, Gina. Puedes confiar en mí, para eso somos los amigos. Habla conmigo, aunque sea para que te desahogues. Es más, ¿por qué no vamos a almorzar hoy y así conversamos? Yo te invito.—Está bien, iré a almorzar contigo para que hablemos. —Ella suspiró más calmada y le sonrió—. Gracias, eres una persona tan especial en mi vida que te has convertido en mi mejor amigo —añadió conmovida.En ese momento, Gina recibió una llamada de parte de su jefe, quien le pidió que pasara por su oficina antes de empezar sus labores. Ella obedeció a su mandato y, antes de traspasar la puerta, se limpió las lágrimas y suspiró profundo para recuperar la compostura.—Buen día, jefe, ¿me mandó a llamar? —inquirió con tim
Edward llegó a uno de los bares que pertenecían a su familia y pidió un trago bien cargado. Se sentía impotente ante su irónica situación.—Esto debe ser una broma del destino. Aquí estoy yo, todo pendejo. ¿Cómo es que te aconsejo y te escucho cuando yo me muero por ti? ¿Cómo fue que caí en la zona de amigo? —dijo sarcástico.Arrugó el rostro cuando el alcohol le inundó el paladar, pero aquella sensación de quemazón le pareció excitante.En ese momento, su celular timbró.—¿Sí? —contestó con cansancio.—Si yo no te llamo nunca hablamos —respondió la voz gruesa desde la otra línea.—Papá, sabes lo ocupado que he estado con la expansión de la empresa —se excusó con voz quejumbrosa.—Yo estoy más ocupado que tú y aun así saco tiempo para saber cómo está mi hijo. Querer es poder, Edward —le reclamó.—Lo siento, papá… —Resopló—. Me han pasado muchos eventos incómodos y eso me ha distraído; pero tienes razón. Te prometo que te llamaré más seguido.—Eso espero. Ahora dime, ¿cómo va todo con
Gina lo encaró con valentía y decidida a no dejarse amedrentar por aquel pervertido sin escrúpulos.—No acepto su propuesta. Nunca lo haré, así que no pierda su tiempo conmigo.El hombre se le acercó con una sonrisa maliciosa, aunque sus ojos expresaban mucha rabia.—Muchacha, no te conviene llevarme la contraria y, con ello, perder tu empleo. Mira que encontrar un buen trabajo es muy difícil, en especial si no te damos una buena recomendación.—Su amenaza no tiene peso. Yo he sido una buena empleada, así que no hay razón para despedirme y, en caso de que eso suceda, ustedes no tienen ningún criterio válido para darme una mala recomendación.—Bueno, eso lo veremos —respondió con cara de disgusto—. Te daré tiempo para pensarlo, pero mi paciencia tiene un límite.—No tengo nada qué pensar. La que le advierte a usted soy yo, si me sigue acosando, lo voy a reportar.La carcajada del hombre la sacó de sus casillas, pero ella no tenía tiempo para lidiar con ese depravado, así que salió de l
Gina se aclaró la garganta con obvio disgusto y caminó directo a los estantes en un silencio tenso.—Puedo ayudarte con eso —se ofreció Edward, y de inmediato le quitó los utensilios de la mano y los colocó en su lugar.Él la miró extrañado y un poco nervioso, puesto que presentía que estaba molesta, pero ni idea de cuál sería la razón.—Edward, te invito a mi casa. Tengo cervezas frías y cocino riquísimo —lo invitó la chica con una sonrisa pícara.Él se rascó la cabeza al notar la mirada asesina que le atinó Gina.—Lo siento, hoy no puedo —rechazó la invitación con voz amable—. Otro día será, pero gracias por invitarme.—¿Estás seguro? —La mujer hizo un puchero—. La vamos a pasar muy bien.Edward se puso rojo, debido al tono sensual que ella utilizó.—¡Qué patético! —masculló Gina entre dientes. Ella se volvió a aclarar la garganta y se cruzó de brazos.—Lo siento, estaré ocupado hoy. —Él miró a Gina por inercia y se asustó cuando descubrió su mirada asesina.—Bueno… —musitó decepcio
Esa noche, Edward casi no durmió debido a que el recuerdo de lo sucedido en el almacén lo ponía ansioso.—Es la primera vez que tengo una relación real, donde mi novia me quiere por mi esencia y no por mi dinero ni estatus. Soy tan feliz.Al día siguiente, Edward se vistió de ejecutivo y su chofer lo llevo directo a su estacionamiento privado. Pese a que había trabajado en esa oficina por varios años, se sentía extraño estando allí, como si ese no fuera su lugar.—Edward —lo saludó uno de sus gerentes—. ¿Qué has descubierto?—No mucho, pero seguiré con mi investigación de campo por un tiempo más.—¿Cuánto? —interpeló preocupado—. Ya tienes varios meses allí. Esto es una locura, amigo.—No te pedí una opinión, continuaré hasta lograr mi cometido.—Ni siquiera veo un avance en tu “plan” —resaltó, ignorando el reclamo de su jefe.—En el informe verás que sí. Por cierto, creo que tendré que pedirle a los de recursos humanos que despidan al jefe desgraciado de mantenimiento.—¿Descubriste
Gina trataba de contener las lágrimas y de resistir el mal rato, así que salió junto al hombre de seguridad en dirección a recursos humanos, mientras que Edward la veía marcharse en silencio cuando ella cruzó el umbral de la oficina de su jefe.Sentía un nudo en el pecho que lo ahogaba, debido a la impotencia que le provocaba el no poder hacer nada para ayudarla, dado que debía continuar con su plan.Por fin Gina salió de la empresa, y sintió un poco de alivio del bochorno anterior. Por su parte, Edward corrió detrás de ella y le dio un abrazo.—Tranquila, mi amor, ya resolveremos este asunto. Por favor no te vayas aún; espérame por los alrededores hasta la hora del almuerzo, puesto que hay algo que quiero proponerte, a ver si te interesa.—Ok, me sentaré en el parque a esperarte —respondió con desdén.Edward sonrió satisfecho y le dio un corto beso en los labios, entonces se regresó a la empresa para continuar con sus labores.Llegó la hora del almuerzo y ellos se reunieron en el com
Después de que su turno terminó, Edward y Gina se fueron para el apartamento en taxi, puesto que él no sabía irse en bus, debido a que siempre era llevado a la empresa en su vehículo y dejado en un lugar distante desde donde caminaba hasta allá. El taxi los dejó frente al complejo lujoso, donde fueron recibidos por un guardia.—Buenas tardes, señor —lo saludó el hombre, quien lo observaba sorprendido, gracias a su vestimenta y porque era la primera vez que lo veía llegar con una mujer.—Buenas tardes, Julio, le presento a Gina, ella estará habitando el apartamento de ahora en adelante.—Mucho gusto, joven —la saludó con amabilidad.—El gusto es mío. —Ella le correspondió el saludo.—Bueno, nosotros subiremos, Julio, solo quería que supiera que ella se encargará del apartamento.—Claro, señor.Ellos entraron al ascensor y pronto llegaron al piso de Edward.—Vaya, hasta te dicen “señor” —bromeó ella con una sonrisa maravillada.—Eso es porque soy el encargado del apartamento y amigo de
El sonido de sus labios, que se movían a la par, se unió a las respiraciones aceleradas, los suspiros débiles y los latidos frenéticos que les aumentaba el pulso.La lengua de Edward se tornó juguetona dentro de la cavidad bucal de su novia, quien no pudo seguir unida a él debido a la falta de oxígeno.Gina miró lo rojo que se habían tornado los labios del apuesto hombre, cómo el pecho ancho le subía y le bajaba, sus ojos azules estaban dilatados y la manera salvaje en la que su cabellera rubia se había desordenado.Se veía sensual y fiero, tan distinto al Edward caballeroso, reservado y respetuoso que solía ser.—Creo que debo irme ahora… —susurró él, todavía exaltado.Un punzón de decepción le hirió el pecho a su novia, mas ella trató de disimular su disgusto con un asentimiento de cabeza.—Sí, creo que es momento de irnos. —Ella jugueteó con las manos, evidenciando su nerviosismo.—¿Qué has decidido? —preguntó él de la nada, como manera de escapar de la tensión del momento—. ¿Te mu