Inicio / Romance / CEO encubierto / Capítulo 4: Dile que sí
Capítulo 4: Dile que sí

Anonadada por lo que acababa de escuchar, Gina se tapó la boca con las manos. No podía negar que Edward era un hombre apuesto, parecido a los galanes de televisión y a los modelos de revistas; asimismo, que era un chico interesante, caballeroso y muy inteligente, razón por la que se sintió halagada de que un hombre como él estuviera interesado en ella.

Y esa era la razón para tratarlo como a un amigo y ni siquiera pensar en tener una relación con él fuera de la amistad, ya que este era demasiado bueno para ser real y los chicos como Edward tenían las expectativas muy altas. Así que ella no se esperaba aquella confesión de parte de él.

—Guau, Edward, de verdad me toma por sorpresa todo lo que me dices, puesto que ni siquiera me pasaba por la cabeza nada de eso. Me siento fatal por haberte contado lo que me sucede con otro chico.

—Espera, tampoco quiero que te incomodes por mi causa. Solo te digo lo que siento para que no creas que no me interesa escucharte o darte un consejo. Esta es mi explicación a mi reacción de ayer, no espero nada a cambio ni que te cohíbas delante de mí. Comprendo que te gusta alguien más y voy a respetar tu relación con él.

—Pero aún no le he dicho que sí —respondió con una risa tímida.

—Bueno, deberías, puesto que se nota que te gusta mucho. En mi opinión como amigos que somos, deberías darle y darte la oportunidad.

—En realidad, no sé qué decirte. Me siento muy mal de que te sientas así porque tú te has convertido en una persona muy especial para mí.

»Aunque debo confesar que cuando te conocí me quedé impactada contigo y no te negaré que hasta sentí una leve atracción por ti. Sin embargo, al pasar el tiempo y notar que solo me tratabas como una compañera de trabajo y como a una amiga, ni siquiera sopesé la idea de que me vieras de otra manera.

—Vaya, no sabía —contestó anonadado y un poco frustrado.

—Sí, supongo que me resigné. Luego conocí a este chico, que es súper cariñoso y detallista. Y lo mejor es que él es del tipo romántico que regala flores. Para otra persona puede ser tonto, pero para mí ese gesto es importante. ¿Cómo es que unas simples flores pueden hacerme sentir tan especial? —Sonrió divertida y con las mejillas sonrojadas.

—Créeme que te entiendo a la perfección; sin embargo, no todas piensan como tú. Hay otras mujeres a quienes solo les importa el dinero y la posición que tenga el hombre. Por lo que tu forma de ser me parece tierna y admirable.

Edward la observó con ojos enamorados, puesto que ella tenía todo lo que él buscaba en una mujer. Le pareció irónico que se mezcló entre sus empleados para conocer a una chica como ella, pero que fue tan tonto en dejarla ir tan fácil.

—Sí, sé que existen personas que no son románticas. Supongo que eso está bien si así son felices, pero yo prefiero el romance por encima de la posición y de lo material. Por ejemplo, el chico que conocí es un repartidor de pizzas; sin embargo, yo no me fijo en eso, siempre y cuando la persona sea trabajadora y tenga visión de crecimiento.

»Prefiero lograr el éxito junto a alguien desde abajo, así uno aprende a valorar mejor lo que en realidad importa, que son los sentimientos, asimismo, poder ser feliz con quien está a nuestro lado.

—¡Guau! —exclamó con un suspiro profundo—. Bueno, Gina, aunque sea difícil de creer espero que seas feliz al lado de ese chico. También ten en cuenta que puedes contar con mi amistad.

—Gracias por ser tan honesto y comprensivo conmigo. ¿Sabes? Me voy a dar la oportunidad con ese chico porque me gusta mucho y es muy lindo conmigo, aunque tengamos poco tiempo saliendo.

—Claro… Hazlo y cuenta con mi apoyo en todo lo que necesites. —Suspiró con tristeza mientras disimulaba su malestar—. Bueno, al menos me desahogué contigo. ¡Oye! —exclamó de repente como manera de evadir su decepción—. Ya tenemos que entrar y estamos tarde. ¡Corre!

Él empezó a trotar mientras la instaba a seguirlo. A medida en que corrían, el semblante de Edward cambiaba a uno decaído y triste, asimismo, el paladar se le tornó amargo y un nudo asfixiante le apretaba el pecho.

Y, Aunque Edward sintió que se quitó un peso de encima al reconocer sus sentimientos por Gina, no quedó feliz con los resultados. No obstante, deseaba mantener su amistad con ella, es por esto, que no le quedó otra opción que soportar la frustración de aquel rechazo y sufrir en silencio por un amor no correspondido.

Aquella noche, Edward se fue a un bar para ahogar sus penas en alcohol. Por su puesto no faltaron las féminas que se le acercaron para divertirse un rato, pero él las rechazó a todas de manera tosca. No soportaba a esas mujeres superficiales.

—Tengo tanta mala suerte, que cuando encuentro a la chica de mis sueños la dejo ir como el gran pendejo que soy. ¿Cómo es que no noté que yo le atraía a ella? Ahora otro tipo es el afortunado. ¿Qué haré ahora? Quizás deba abortar este estúpido plan, ya que hasta ahora solo me ha causado sufrimiento.

«Si haces eso no volverás a ver a Gina. ¿Crees que te perdone que le hayas mentido?», razonó en sus pensamientos.

—No, mejor sigo como estaba un tiempo más. No estoy listo para decirle adiós, como tampoco pierdo la esperanza de encontrar a esa mujer ideal que tanto necesito. No voy a rendirme, si no es Gina, será otra. Por lo menos sé que sí existen las mujeres desinteresadas y románticas.

Con ese pensamiento, Edward regresó a su mansión. En su cama, reía emotivo al recordar sus primeros días como conserje y todo el oso que hizo delante Gina, al no saber siquiera sostener un suape.

Esa noche soñó con ella y sus lindos labios. En su sueño, ella le decía que lo amaba y que lo escogía a él. También soñó que ella le entregaba su pasión y que este le recorría el cuerpo delicado con sus labios.

—Gina… —balbuceó, aún durmiendo—. Eres la mujer que siempre deseé.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo