Inicio / Romántica / CEO encubierto / Capítulo 3: Confesión
Capítulo 3: Confesión

El tiempo transcurrió rápido. Debido a la convivencia y la buena química, Gina y Edward se hicieron grandes amigos. En cuanto al trabajo, ya Edward estaba adaptado a sus labores. En esas tres semanas, él había tenido un buen desenvolvimiento en la empresa, asimismo, su nueva vida como empleado transcurría con normalidad.

Aquel día, Edward y Gina salieron a almorzar. Mientras iban saliendo de la empresa, de un vehículo lujoso salió uno de los ejecutivos cercanos a Edward, quien por motivos de vacaciones no se había enterado de su extraño plan ni de toda la estrategia que se armó para que este fuera conserje allí sin que nadie sospechara.

—Pero, señor Edward, ¿Qué hace usted vestido así? —lo abordó con desconcierto en su expresión—. No lo entiendo. ¿Qué le sucedió? Aparte de que tampoco ha estado presente en las juntas.

Edward se quedó petrificado mientras lo miraba con marcado nerviosismo. Estaba tan asustado que su corazón empezó a palpitar muy rápido. Deseaba escapar pronto de allí antes de ser descubierto.

—Disculpe, señor, creo que me está confundiendo de persona. —Fue lo primero que se le ocurrió decir. No solo mintió para que Gina no se enterara, también le hizo gestos a su subordinado con el rostro, para que este dejara de insistir.

—No entiendo nada. ¿Cómo es eso de que lo estoy confundiendo? —replicó el ejecutivo, al no saber descifrar las gesticulaciones de parte de su jefe.

—¡Vaya! Si me disculpa, tengo un dolor incómodo en el estómago, debido a que estoy famélico. —Se puso las manos sobre el abdomen y fingió malestar. Luego miró a su compañera con cara de ruego—. Gina, ¿podrías adelantarte y pedir por mí, por favor?

—Pero, ¿por qué no vendrás conmigo? —replicó ella.

—Necesito que te adelantes, por favor, es que se me olvidó algo. Ve y pide para que no tengamos que esperar a que se desocupe una mesa, que yo te encuentro allá.

—Te noto muy nervioso, Edward —insistió. Después de unos segundos de silencio, ella esbozó un suspiro y relajó el semblante con una expresión de rendición—. Bueno, me iré adelantando. Allá me explicas mejor.

—Gracias. Tranquila, que yo solo entraré a la empresa para buscar lo que se me quedó y de una vez te alcanzaré en el comedor.

Desde que Gina se alejó, él le topó el hombro al ejecutivo y le explicó deprisa todo lo acontecido en torno a su plan.

—Señor Edward, disculpe mi metida de patas. Nadie me informó acerca de su estrategia, así que no sabía nada.

—Casi me echas a perder el plan. Solo espero que me guardes el secreto y, si queda alguien que aún no conoce el plan, háganle saber, por favor.

—Así lo haré. Cuente conmigo, señor. Pero ¿qué es lo que quiere lograr con todo esto?

—Ahora mismo no te puedo explicar con detalles, pero confórmate con saber que necesito conocer de cerca a todos los empleados que trabajan para mí.

El ejecutivo se quedó pensativo, puesto que esa explicación no lo dejó satisfecho; no obstante, ignoró por completo su curiosidad y asintió complaciente a su jefe.

  —Me parece una buena estrategia, señor. Usted es un CEO muy sabio—dijo el lambiscón—. Por supuesto que cuenta con mi silencio y colaboración.

Después de que Edward terminó de hablar con su empleado, se dirigió hacia donde Gina se encontraba, quien lo estaba esperando con ojos curiosos y a la expectativa de esas explicaciones, que deseaba escuchar desde que lo conoció.

—Edward, ¿ahora sí me dirás quién eres en realidad? Ese señor, que parece ser de clase alta y de un rango superior en la empresa, te habló con tanto respeto que me dio la sensación de que tienes autoridad por encima de él, aparte de que te abordó como si te conociera desde hace mucho tiempo.

—Gina, ese extraño solo me confundió con alguien más. Créeme que no tengo ni la más mínima idea de quién es ni por qué creyó que yo era su amigo. Quizás solo me parezco mucho a esa otra persona. Él juraba que era yo, así que me costó mucho convencerlo de lo contrario.

Ella suspiró con decepción, puesto que esperaba otra respuesta de su parte.

—Bueno, olvidemos ese tonto asunto, entonces. De todas formas, quiero compartirte algo muy importante para mí, dado que necesito de tu consejo.

—Sí, claro, dime.

—Hay una persona que conocí hace unas semanas y que me gusta. Empezamos a salir hace poco y hemos desarrollado un interés romántico el uno por el otro. El asunto es que él me pidió que sea su novia ayer.

»No le he respondido porque su propuesta me ha dejado nerviosa, debido al poco tiempo que llevamos saliendo. Pero me gusta mucho, de verdad, así que no me decido qué responderle.

En ese momento, el corazón de Edward empezó a palpitar muy rápido y una extraña molestia le provocó un nudo en el estómago. No entendía el porqué de sentirse tan enojado y dolido.

 «¿Qué me pasa? ¿Por qué esa noticia me está haciendo sentir tan miserable? No lo entiendo», se recriminaba en su interior

—Edward, ¿por qué te quedas callado? Dime qué me recomiendas hacer, por favor.

—Oh, lo siento. —ÉL salió de su trance y esbozó un suspiro—. Si él te gusta, ¿por qué me preguntas a mí qué hacer? Ya eso es decisión tuya, por lo que no tengo que opinar en un asunto que no me incumbe —respondió con tono tosco.

—Edward, te lo comento porque lo conocí hace poco, así que, para mi entender, empezar una relación con él sería ir muy rápido.

—Lo siento, pero yo no puedo darte ningún consejo acerca de eso. Es tu vida, por lo tanto, lo que sea que hagas con ella es solo asunto tuyo y de nadie más. Yo me largo de aquí, ya perdí el apetito.

Él se levantó de la silla y empezó a caminar lejos de ella, con pasos bruscos y expresión molesta.

—Edward, espera —rogó Gina mientras se ponía de pies para seguirlo—. ¿Qué es lo que te sucede? No entiendo la razón de haberte enojado de la nada. Si te sientes incómodo con escucharme, te pido disculpas, como mi amigo, creí que podía compartir mis preocupaciones contigo y que estarías dispuesto a aconsejarme. Es lo que yo hubiese hecho por ti.

—No estoy molesto contigo ni me sucede nada, Gina. Es solo que ya es tarde, por lo que nos toca regresar al trabajo —replicó, antes de marcharse.

El resto del día transcurrió cargado de tensión, pero por fin ya había terminado y él podría irse a casa. En todo el trayecto, no dejaba de pensar en las palabras de Gina y en su tonta reacción; pero lo que más lo preocupaba era esa sensación amarga en el paladar y la decepción que le quemaba el pecho.

—Estoy jodido. ¿Qué me pasa con Gina? No puedo creer que se deba a que ella me guste. Pero… ¿será normal que me sienta de esta manera en torno a su relación con aquel extraño? —hablaba consigo mismo.

Edward se pasó la noche despierto, puesto que no podía conciliar el sueño, debido a todo lo transcurrido con Gina. Pronto amaneció y él se dirigió a su trabajo, allí se encontró con su amiga como de costumbre.

—Buenos días, Gina. ¿Cómo estás? —la saludó con naturalidad, aunque se sentía arrepentido por la manera en la que le habló el día anterior.

—Si te soy sincera, no estoy bien. Ayer me sentí muy mal porque te enojaste conmigo sin ninguna razón, todo porque tuve la confianza de contarte un asunto importante para mí.

—Gina, cuando salgamos a comer te contare con lujos y detalles la razón por la que me molesté —se limitó a decir. Sin añadir más, Edward se dirigió a su área de trabajo y empezó a hacer sus labores.

La hora del almuerzo llegó, por lo tanto, Edward le recordó a Gina que tenían que irse almorzar.

—Ahora sí, Gina. Ya que estamos a solas es momento de que charlemos acerca de mi comportamiento de ayer. Yo sé que mi proceder contigo estuvo muy mal; sin embargo, mi molestia se debió a lo que me está sucediendo en mi interior. Es algo nuevo para mí y ni siquiera sabía que me sentía de esa manera hasta ayer —confiesa con nerviosismo.

—¿A qué te refieres? —preguntó confundida.

—Te lo explicaré todo, no te preocupes. —Suspiró—. Antes de continuar, debo aclararte que, lo que te voy a confesar, no lo haré esperando algo de ti, solo te lo diré porque soy una persona honesta y sincera, a quien le gusta hablar con claridad y evitar los malos entendidos.

Edward volvió a suspirar y se atrevió a mirarla, pero al instante sintió el estrago en su estómago y pecho, al quedarse contemplando la belleza de sus ojos ambarinos.

Gina, aunque era una chica sencilla que no iba a embellecerse a un spa, tampoco podía lucir joyería lujosa ni vestuario hecho por un diseñador famoso, era una mujer hermosa.

Le encantaba su belleza natural, su cuerpo esbelto y con lindas curvas. Sabía que su cabello no tenía el trato adecuado, pero aun así era hermoso, de un color chocolate que combinaba a la perfección con su mirada melosa. Este era largo y lacio, y le cubría la mitad de los brazos.

El, en cambio, tenía el cabello rubio, abundante y ondulado. Lo llevaba un poco largo, así que muchas veces se lo recogía en una coleta para poder trabajar sin que estos le molestaran. Él heredó la gran estatura de su padre, razón por la que siempre sobresalía por encima de los demás.

A diferencia de Gina, Edward nació privilegiado con una fortuna que había sido traspasada desde décadas atrás, así que desde que terminó sus estudios universitarios empezó a dirigir la empresa de su padre, quien se mudó al extranjero para manejar los negocios que tenía allá.

Esta era la razón de ser el CEO y dueño de una empresa exitosa siendo tan joven. Sin embargo, pese a la diferencia entre él y Gina, asimismo, de que ambos pertenecían a distintas clases sociales, había algo en ella que le fascinaba y que lo mantenía interesado. Él estaba seguro de que ella era una buena mujer, también, de que podría desarrollarse como persona y en lo profesional.

—Gina —dijo al fin, después de que se creara un silencio incómodo entre ellos—. Estoy enamorado de ti —soltó sin más—. Gina, no sé cómo ni cuándo surgió este sentimiento dentro de mí, como tampoco estaba consciente de ello. Fue cuando supe que había otro hombre en tu vida, que me di cuenta de que me gustas… y mucho…

 Él respiró profundo y luego dejó salir todo el aire por la boca. Su piel blanca se puso roja y su mirada verde evadió la de ella con vergüenza.

»Sin embargo, no quiero que nada entre nosotros cambie ni que terminemos nuestra amistad. Respeto tus sentimientos por ese chico y te apoyo sin importar la decisión que tomes. No tienes por que corresponderme a mí ni sentirte cohibida con él. Yo acepto mi derrota, aunque nunca he dado la batalla.

Edward sonrió nervioso y con semblante triste. Se había quitado ese peso incómodo de encima, al ser sincero con ella; no obstante, ahora se sentía ridículo y muy avergonzado.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo