El tiempo transcurrió rápido. Debido a la convivencia y la buena química, Gina y Edward se hicieron grandes amigos. En cuanto al trabajo, ya Edward estaba adaptado a sus labores. En esas tres semanas, él había tenido un buen desenvolvimiento en la empresa, asimismo, su nueva vida como empleado transcurría con normalidad.
Aquel día, Edward y Gina salieron a almorzar. Mientras iban saliendo de la empresa, de un vehículo lujoso salió uno de los ejecutivos cercanos a Edward, quien por motivos de vacaciones no se había enterado de su extraño plan ni de toda la estrategia que se armó para que este fuera conserje allí sin que nadie sospechara.
—Pero, señor Edward, ¿Qué hace usted vestido así? —lo abordó con desconcierto en su expresión—. No lo entiendo. ¿Qué le sucedió? Aparte de que tampoco ha estado presente en las juntas.
Edward se quedó petrificado mientras lo miraba con marcado nerviosismo. Estaba tan asustado que su corazón empezó a palpitar muy rápido. Deseaba escapar pronto de allí antes de ser descubierto.
—Disculpe, señor, creo que me está confundiendo de persona. —Fue lo primero que se le ocurrió decir. No solo mintió para que Gina no se enterara, también le hizo gestos a su subordinado con el rostro, para que este dejara de insistir.
—No entiendo nada. ¿Cómo es eso de que lo estoy confundiendo? —replicó el ejecutivo, al no saber descifrar las gesticulaciones de parte de su jefe.
—¡Vaya! Si me disculpa, tengo un dolor incómodo en el estómago, debido a que estoy famélico. —Se puso las manos sobre el abdomen y fingió malestar. Luego miró a su compañera con cara de ruego—. Gina, ¿podrías adelantarte y pedir por mí, por favor?
—Pero, ¿por qué no vendrás conmigo? —replicó ella.
—Necesito que te adelantes, por favor, es que se me olvidó algo. Ve y pide para que no tengamos que esperar a que se desocupe una mesa, que yo te encuentro allá.
—Te noto muy nervioso, Edward —insistió. Después de unos segundos de silencio, ella esbozó un suspiro y relajó el semblante con una expresión de rendición—. Bueno, me iré adelantando. Allá me explicas mejor.
—Gracias. Tranquila, que yo solo entraré a la empresa para buscar lo que se me quedó y de una vez te alcanzaré en el comedor.
Desde que Gina se alejó, él le topó el hombro al ejecutivo y le explicó deprisa todo lo acontecido en torno a su plan.
—Señor Edward, disculpe mi metida de patas. Nadie me informó acerca de su estrategia, así que no sabía nada.
—Casi me echas a perder el plan. Solo espero que me guardes el secreto y, si queda alguien que aún no conoce el plan, háganle saber, por favor.
—Así lo haré. Cuente conmigo, señor. Pero ¿qué es lo que quiere lograr con todo esto?
—Ahora mismo no te puedo explicar con detalles, pero confórmate con saber que necesito conocer de cerca a todos los empleados que trabajan para mí.
El ejecutivo se quedó pensativo, puesto que esa explicación no lo dejó satisfecho; no obstante, ignoró por completo su curiosidad y asintió complaciente a su jefe.
—Me parece una buena estrategia, señor. Usted es un CEO muy sabio—dijo el lambiscón—. Por supuesto que cuenta con mi silencio y colaboración.
Después de que Edward terminó de hablar con su empleado, se dirigió hacia donde Gina se encontraba, quien lo estaba esperando con ojos curiosos y a la expectativa de esas explicaciones, que deseaba escuchar desde que lo conoció.
—Edward, ¿ahora sí me dirás quién eres en realidad? Ese señor, que parece ser de clase alta y de un rango superior en la empresa, te habló con tanto respeto que me dio la sensación de que tienes autoridad por encima de él, aparte de que te abordó como si te conociera desde hace mucho tiempo.
—Gina, ese extraño solo me confundió con alguien más. Créeme que no tengo ni la más mínima idea de quién es ni por qué creyó que yo era su amigo. Quizás solo me parezco mucho a esa otra persona. Él juraba que era yo, así que me costó mucho convencerlo de lo contrario.
Ella suspiró con decepción, puesto que esperaba otra respuesta de su parte.
—Bueno, olvidemos ese tonto asunto, entonces. De todas formas, quiero compartirte algo muy importante para mí, dado que necesito de tu consejo.
—Sí, claro, dime.
—Hay una persona que conocí hace unas semanas y que me gusta. Empezamos a salir hace poco y hemos desarrollado un interés romántico el uno por el otro. El asunto es que él me pidió que sea su novia ayer.
»No le he respondido porque su propuesta me ha dejado nerviosa, debido al poco tiempo que llevamos saliendo. Pero me gusta mucho, de verdad, así que no me decido qué responderle.
En ese momento, el corazón de Edward empezó a palpitar muy rápido y una extraña molestia le provocó un nudo en el estómago. No entendía el porqué de sentirse tan enojado y dolido.
«¿Qué me pasa? ¿Por qué esa noticia me está haciendo sentir tan miserable? No lo entiendo», se recriminaba en su interior
—Edward, ¿por qué te quedas callado? Dime qué me recomiendas hacer, por favor.
—Oh, lo siento. —ÉL salió de su trance y esbozó un suspiro—. Si él te gusta, ¿por qué me preguntas a mí qué hacer? Ya eso es decisión tuya, por lo que no tengo que opinar en un asunto que no me incumbe —respondió con tono tosco.
—Edward, te lo comento porque lo conocí hace poco, así que, para mi entender, empezar una relación con él sería ir muy rápido.
—Lo siento, pero yo no puedo darte ningún consejo acerca de eso. Es tu vida, por lo tanto, lo que sea que hagas con ella es solo asunto tuyo y de nadie más. Yo me largo de aquí, ya perdí el apetito.
Él se levantó de la silla y empezó a caminar lejos de ella, con pasos bruscos y expresión molesta.
—Edward, espera —rogó Gina mientras se ponía de pies para seguirlo—. ¿Qué es lo que te sucede? No entiendo la razón de haberte enojado de la nada. Si te sientes incómodo con escucharme, te pido disculpas, como mi amigo, creí que podía compartir mis preocupaciones contigo y que estarías dispuesto a aconsejarme. Es lo que yo hubiese hecho por ti.
—No estoy molesto contigo ni me sucede nada, Gina. Es solo que ya es tarde, por lo que nos toca regresar al trabajo —replicó, antes de marcharse.
El resto del día transcurrió cargado de tensión, pero por fin ya había terminado y él podría irse a casa. En todo el trayecto, no dejaba de pensar en las palabras de Gina y en su tonta reacción; pero lo que más lo preocupaba era esa sensación amarga en el paladar y la decepción que le quemaba el pecho.
—Estoy jodido. ¿Qué me pasa con Gina? No puedo creer que se deba a que ella me guste. Pero… ¿será normal que me sienta de esta manera en torno a su relación con aquel extraño? —hablaba consigo mismo.
Edward se pasó la noche despierto, puesto que no podía conciliar el sueño, debido a todo lo transcurrido con Gina. Pronto amaneció y él se dirigió a su trabajo, allí se encontró con su amiga como de costumbre.
—Buenos días, Gina. ¿Cómo estás? —la saludó con naturalidad, aunque se sentía arrepentido por la manera en la que le habló el día anterior.
—Si te soy sincera, no estoy bien. Ayer me sentí muy mal porque te enojaste conmigo sin ninguna razón, todo porque tuve la confianza de contarte un asunto importante para mí.
—Gina, cuando salgamos a comer te contare con lujos y detalles la razón por la que me molesté —se limitó a decir. Sin añadir más, Edward se dirigió a su área de trabajo y empezó a hacer sus labores.
La hora del almuerzo llegó, por lo tanto, Edward le recordó a Gina que tenían que irse almorzar.
—Ahora sí, Gina. Ya que estamos a solas es momento de que charlemos acerca de mi comportamiento de ayer. Yo sé que mi proceder contigo estuvo muy mal; sin embargo, mi molestia se debió a lo que me está sucediendo en mi interior. Es algo nuevo para mí y ni siquiera sabía que me sentía de esa manera hasta ayer —confiesa con nerviosismo.
—¿A qué te refieres? —preguntó confundida.
—Te lo explicaré todo, no te preocupes. —Suspiró—. Antes de continuar, debo aclararte que, lo que te voy a confesar, no lo haré esperando algo de ti, solo te lo diré porque soy una persona honesta y sincera, a quien le gusta hablar con claridad y evitar los malos entendidos.
Edward volvió a suspirar y se atrevió a mirarla, pero al instante sintió el estrago en su estómago y pecho, al quedarse contemplando la belleza de sus ojos ambarinos.
Gina, aunque era una chica sencilla que no iba a embellecerse a un spa, tampoco podía lucir joyería lujosa ni vestuario hecho por un diseñador famoso, era una mujer hermosa.
Le encantaba su belleza natural, su cuerpo esbelto y con lindas curvas. Sabía que su cabello no tenía el trato adecuado, pero aun así era hermoso, de un color chocolate que combinaba a la perfección con su mirada melosa. Este era largo y lacio, y le cubría la mitad de los brazos.
El, en cambio, tenía el cabello rubio, abundante y ondulado. Lo llevaba un poco largo, así que muchas veces se lo recogía en una coleta para poder trabajar sin que estos le molestaran. Él heredó la gran estatura de su padre, razón por la que siempre sobresalía por encima de los demás.
A diferencia de Gina, Edward nació privilegiado con una fortuna que había sido traspasada desde décadas atrás, así que desde que terminó sus estudios universitarios empezó a dirigir la empresa de su padre, quien se mudó al extranjero para manejar los negocios que tenía allá.
Esta era la razón de ser el CEO y dueño de una empresa exitosa siendo tan joven. Sin embargo, pese a la diferencia entre él y Gina, asimismo, de que ambos pertenecían a distintas clases sociales, había algo en ella que le fascinaba y que lo mantenía interesado. Él estaba seguro de que ella era una buena mujer, también, de que podría desarrollarse como persona y en lo profesional.
—Gina —dijo al fin, después de que se creara un silencio incómodo entre ellos—. Estoy enamorado de ti —soltó sin más—. Gina, no sé cómo ni cuándo surgió este sentimiento dentro de mí, como tampoco estaba consciente de ello. Fue cuando supe que había otro hombre en tu vida, que me di cuenta de que me gustas… y mucho…
Él respiró profundo y luego dejó salir todo el aire por la boca. Su piel blanca se puso roja y su mirada verde evadió la de ella con vergüenza.
»Sin embargo, no quiero que nada entre nosotros cambie ni que terminemos nuestra amistad. Respeto tus sentimientos por ese chico y te apoyo sin importar la decisión que tomes. No tienes por que corresponderme a mí ni sentirte cohibida con él. Yo acepto mi derrota, aunque nunca he dado la batalla.
Edward sonrió nervioso y con semblante triste. Se había quitado ese peso incómodo de encima, al ser sincero con ella; no obstante, ahora se sentía ridículo y muy avergonzado.
Anonadada por lo que acababa de escuchar, Gina se tapó la boca con las manos. No podía negar que Edward era un hombre apuesto, parecido a los galanes de televisión y a los modelos de revistas; asimismo, que era un chico interesante, caballeroso y muy inteligente, razón por la que se sintió halagada de que un hombre como él estuviera interesado en ella.Y esa era la razón para tratarlo como a un amigo y ni siquiera pensar en tener una relación con él fuera de la amistad, ya que este era demasiado bueno para ser real y los chicos como Edward tenían las expectativas muy altas. Así que ella no se esperaba aquella confesión de parte de él.—Guau, Edward, de verdad me toma por sorpresa todo lo que me dices, puesto que ni siquiera me pasaba por la cabeza nada de eso. Me siento fatal por haberte contado lo que me sucede con otro chico.—Espera, tampoco quiero que te incomodes por mi causa. Solo te digo lo que siento para que no creas que no me interesa escucharte o darte un consejo. Esta es m
Un mes después… Aquel día Gina llegó llorando a la empresa, lo que captó la atención de Edward.—Gina, ¿qué te sucede? ¿Por qué estas llorando? —indagó él con preocupación.—No pasa nada, Edward, tranquilo. —Restó importancia.—No me digas que no pasa nada cuando es claro que sí. Te ves muy mal, Gina. Puedes confiar en mí, para eso somos los amigos. Habla conmigo, aunque sea para que te desahogues. Es más, ¿por qué no vamos a almorzar hoy y así conversamos? Yo te invito.—Está bien, iré a almorzar contigo para que hablemos. —Ella suspiró más calmada y le sonrió—. Gracias, eres una persona tan especial en mi vida que te has convertido en mi mejor amigo —añadió conmovida.En ese momento, Gina recibió una llamada de parte de su jefe, quien le pidió que pasara por su oficina antes de empezar sus labores. Ella obedeció a su mandato y, antes de traspasar la puerta, se limpió las lágrimas y suspiró profundo para recuperar la compostura.—Buen día, jefe, ¿me mandó a llamar? —inquirió con tim
Edward llegó a uno de los bares que pertenecían a su familia y pidió un trago bien cargado. Se sentía impotente ante su irónica situación.—Esto debe ser una broma del destino. Aquí estoy yo, todo pendejo. ¿Cómo es que te aconsejo y te escucho cuando yo me muero por ti? ¿Cómo fue que caí en la zona de amigo? —dijo sarcástico.Arrugó el rostro cuando el alcohol le inundó el paladar, pero aquella sensación de quemazón le pareció excitante.En ese momento, su celular timbró.—¿Sí? —contestó con cansancio.—Si yo no te llamo nunca hablamos —respondió la voz gruesa desde la otra línea.—Papá, sabes lo ocupado que he estado con la expansión de la empresa —se excusó con voz quejumbrosa.—Yo estoy más ocupado que tú y aun así saco tiempo para saber cómo está mi hijo. Querer es poder, Edward —le reclamó.—Lo siento, papá… —Resopló—. Me han pasado muchos eventos incómodos y eso me ha distraído; pero tienes razón. Te prometo que te llamaré más seguido.—Eso espero. Ahora dime, ¿cómo va todo con
Gina lo encaró con valentía y decidida a no dejarse amedrentar por aquel pervertido sin escrúpulos.—No acepto su propuesta. Nunca lo haré, así que no pierda su tiempo conmigo.El hombre se le acercó con una sonrisa maliciosa, aunque sus ojos expresaban mucha rabia.—Muchacha, no te conviene llevarme la contraria y, con ello, perder tu empleo. Mira que encontrar un buen trabajo es muy difícil, en especial si no te damos una buena recomendación.—Su amenaza no tiene peso. Yo he sido una buena empleada, así que no hay razón para despedirme y, en caso de que eso suceda, ustedes no tienen ningún criterio válido para darme una mala recomendación.—Bueno, eso lo veremos —respondió con cara de disgusto—. Te daré tiempo para pensarlo, pero mi paciencia tiene un límite.—No tengo nada qué pensar. La que le advierte a usted soy yo, si me sigue acosando, lo voy a reportar.La carcajada del hombre la sacó de sus casillas, pero ella no tenía tiempo para lidiar con ese depravado, así que salió de l
Gina se aclaró la garganta con obvio disgusto y caminó directo a los estantes en un silencio tenso.—Puedo ayudarte con eso —se ofreció Edward, y de inmediato le quitó los utensilios de la mano y los colocó en su lugar.Él la miró extrañado y un poco nervioso, puesto que presentía que estaba molesta, pero ni idea de cuál sería la razón.—Edward, te invito a mi casa. Tengo cervezas frías y cocino riquísimo —lo invitó la chica con una sonrisa pícara.Él se rascó la cabeza al notar la mirada asesina que le atinó Gina.—Lo siento, hoy no puedo —rechazó la invitación con voz amable—. Otro día será, pero gracias por invitarme.—¿Estás seguro? —La mujer hizo un puchero—. La vamos a pasar muy bien.Edward se puso rojo, debido al tono sensual que ella utilizó.—¡Qué patético! —masculló Gina entre dientes. Ella se volvió a aclarar la garganta y se cruzó de brazos.—Lo siento, estaré ocupado hoy. —Él miró a Gina por inercia y se asustó cuando descubrió su mirada asesina.—Bueno… —musitó decepcio
Esa noche, Edward casi no durmió debido a que el recuerdo de lo sucedido en el almacén lo ponía ansioso.—Es la primera vez que tengo una relación real, donde mi novia me quiere por mi esencia y no por mi dinero ni estatus. Soy tan feliz.Al día siguiente, Edward se vistió de ejecutivo y su chofer lo llevo directo a su estacionamiento privado. Pese a que había trabajado en esa oficina por varios años, se sentía extraño estando allí, como si ese no fuera su lugar.—Edward —lo saludó uno de sus gerentes—. ¿Qué has descubierto?—No mucho, pero seguiré con mi investigación de campo por un tiempo más.—¿Cuánto? —interpeló preocupado—. Ya tienes varios meses allí. Esto es una locura, amigo.—No te pedí una opinión, continuaré hasta lograr mi cometido.—Ni siquiera veo un avance en tu “plan” —resaltó, ignorando el reclamo de su jefe.—En el informe verás que sí. Por cierto, creo que tendré que pedirle a los de recursos humanos que despidan al jefe desgraciado de mantenimiento.—¿Descubriste
Gina trataba de contener las lágrimas y de resistir el mal rato, así que salió junto al hombre de seguridad en dirección a recursos humanos, mientras que Edward la veía marcharse en silencio cuando ella cruzó el umbral de la oficina de su jefe.Sentía un nudo en el pecho que lo ahogaba, debido a la impotencia que le provocaba el no poder hacer nada para ayudarla, dado que debía continuar con su plan.Por fin Gina salió de la empresa, y sintió un poco de alivio del bochorno anterior. Por su parte, Edward corrió detrás de ella y le dio un abrazo.—Tranquila, mi amor, ya resolveremos este asunto. Por favor no te vayas aún; espérame por los alrededores hasta la hora del almuerzo, puesto que hay algo que quiero proponerte, a ver si te interesa.—Ok, me sentaré en el parque a esperarte —respondió con desdén.Edward sonrió satisfecho y le dio un corto beso en los labios, entonces se regresó a la empresa para continuar con sus labores.Llegó la hora del almuerzo y ellos se reunieron en el com
Después de que su turno terminó, Edward y Gina se fueron para el apartamento en taxi, puesto que él no sabía irse en bus, debido a que siempre era llevado a la empresa en su vehículo y dejado en un lugar distante desde donde caminaba hasta allá. El taxi los dejó frente al complejo lujoso, donde fueron recibidos por un guardia.—Buenas tardes, señor —lo saludó el hombre, quien lo observaba sorprendido, gracias a su vestimenta y porque era la primera vez que lo veía llegar con una mujer.—Buenas tardes, Julio, le presento a Gina, ella estará habitando el apartamento de ahora en adelante.—Mucho gusto, joven —la saludó con amabilidad.—El gusto es mío. —Ella le correspondió el saludo.—Bueno, nosotros subiremos, Julio, solo quería que supiera que ella se encargará del apartamento.—Claro, señor.Ellos entraron al ascensor y pronto llegaron al piso de Edward.—Vaya, hasta te dicen “señor” —bromeó ella con una sonrisa maravillada.—Eso es porque soy el encargado del apartamento y amigo de