Ellos se quedaron en silencio por unos segundos que se sintieron eternos y un poco incómodos, pero Gina, al percatarse que lo estaba mirando de manera inadecuada y que su mutismo ya era extraño, decidió romper el hielo:
—Bien, señor, como ya sabe, mi nombre es Gina y voy ayudarlo en lo que sea que necesite. Aunque, puesto que es un hombre, lo que más le tocará hacer son los trabajos que requieran mucha fuerza, así como, cargar agua en tanques para la limpieza, los productos que vamos a utilizar, entre otras cosas.
—Gracias, Gina —le respondió con cortesía—. Usted solo dígame lo que tengo que hacer y obedeceré.
—Ja, ja, ja, ja… —Ella estalló en una sonora carcajada—. Tranquilo. Yo solo soy una empleada con el mismo puesto que usted. Lo estoy orientando porque me pidieron recibirlo para ayudarlo con su trabajo, pero usted y yo tenemos el mismo cargo aquí y ganamos lo mismo, por lo tanto, deje de hablarme como si yo fuera su jefa, que nada que ver.
—Aun así, usted tiene más tiempo que yo en la empresa, por lo que ya sabe todo lo que se tiene que hacer. De alguna manera, siento que le debo un respeto especial por ello y que su tiempo y experiencia le da autoridad sobre mí.
»Pero, cambiando un poco de tema, puesto que hoy es mi primer día de trabajo, le pido que se quede a mi lado debido a que necesitaré mucho de su compañía —respondió con una sonrisa ladina. De inmediato se recriminó en sus adentros porque sintió que la había coqueteado.
—Por supuesto, cuente conmigo —le dijo con voz nerviosa.
Ese día todo transcurrió con normalidad y el joven hizo su trabajo, tal cual como se le había indicado. Sin embargo, dado que él no estaba acostumbrado a ese tipo de tarea, le fue difícil adaptarse, sumándole que los demás compañeros se burlaban en silencio, al ver que no se manejaba con la misma destreza con que lo hacían los demás. Pero a pesar de ese inconveniente, logró cumplir con su día de trabajo. Aquella noche él se durmió muy temprano, debido al cansancio y al dolor que tenía en todo el cuerpo.
***
Pronto amaneció y Edward fue despertado por la alarma. Maldijo y golpeó la cama al caer en cuenta que debía levantarse, pese al dolor en los músculos y la pesadez. Definitivamente, iría a una sesión de masajes en cuanto tuviera tiempo. Después de una ducha reparadora, el entusiasmo por su pequeño proyecto le regresó, entonces se fue a trabajar con el ánimo renovado.
—Buen día, Gina —saludó a la hermosa y simpática joven—. Aquí estoy de nuevo. Solo me dices qué hacer y empezamos.
—Buen día, Edward. —Le sonrió—. Hoy vamos a limpiar todas las oficinas, los cristales y las mesas. Me temo que tendremos un día muy afanado.
—Perfecto. Déjame ir por mis equipos de limpieza. —Le guiñó un ojo. Por alguna razón, aquel gesto la puso nerviosa.
—Sí, pero ¿puedo hacerte una pregunta si me disculpas?
—Sí, claro, dime.
—Desde ayer he notado que tu nivel de educación es muy elevado, aparte de que parece que eres una persona bastante inteligente. Incluso tus manos se encuentran bien cuidada, a diferencia de los demás trabajadores. ¿De dónde eres y por qué estás trabajando aquí de conserje, cuando tu perfil luce como si tuvieras otro nivel de formación?
Edward se tensó.
Miró a Gina con un poco de fascinación, debido a lo observadora que era.
—No sé por qué me percibes así —replicó nervioso porque no quería que ella ni nadie indagara sobre su identidad, puesto que aquello atentaba contra su plan.
—Ummm… —balbuceó ella escéptica—. Dime qué haces aquí y por qué no buscas otro puesto de trabajo. Y me disculpas, pero desde ayer tenía esa inquietud y no lo entiendo
—Bueno, no quiero hablar acerca de mí. No me mal interpretes y creas que soy grosero, es solo que tengo situaciones difíciles. Créeme que necesito estar en este trabajo.
—En fin, tú tendrás tus razones. Otra vez, disculpa mi atrevimiento.
—No te preocupes, no pasa nada. Mejor ya vamos a trabajar.
—Sí, tienes razón. Por cierto, recuerda que al medio día tenemos hora de almuerzo. Puedo llevarte al negocio de comida donde solemos comer los casi todos los empleados.
—Me parece perfecto. Muchas gracias. Solo que me lo recuerdes con tiempo y listo.
Llegó el medio día, por lo que ellos salieron almorzar junto a los demás empleados. Gina llevó a Edward al puesto de comida que solía frecuentar para almorzar.
—Bien, Edward, este es el menú del plato del día. ¿Qué vas a elegir?
—No, tranquila, querré lo mismo que tú pidas, ya que no tengo preferencia. Pide por mí.
—Bueno yo comeré pescado con arroz y guandules guisados. Para beber, optaré por un jugo de chinola. ¿Te parece bien?
—Sí, perfecto, quiero eso mismo.
Ordenaron la comida, pero Gina se sorprendió al ver que Edward tomó los cubiertos con destreza y una elegancia que resaltaba entre los demás. Además, la postura que tomó para comer no le pareció característica de clase baja. A su parecer, Edward tenía porte, apariencia y comportamientos de una persona que pertenece a la clase alta.
La curiosidad la estaba consumiendo; sin embargo, le daba vergüenza empezar a interrogarlo acerca de lo mismo, puesto que él le había dicho que no quería hablar de su vida. Ellos terminaron el almuerzo, por lo que Gina pidió la cuenta. Por inercia, Edward sacó su billetera para pagar, pero Gina no lo dejó hacerlo.
—No, Edward, no te preocupes. Esta vez yo invito.
—Pero Gina, no puedo permitirlo. Una dama nunca le paga la cuenta a un caballero. Por favor, permítame pagar a mí.
—No, Edward —refutó con firmeza—. Apenas empezaste a trabajar y ya quieres pagar ambas cuentas. Tranquilo, somos compañeros de trabajo y, como tal, me siento bien invitándote.
»Además, no comparto esas posturas caballerosas de algunos hombres, que creen que solo ellos deben tener ciertos detalles. Más bien, creo en la reciprocidad, por lo tanto, si vamos hacer amigos no me trates con tanta cortesía.
»En nuestra amistad podemos turnarnos; por ejemplo, hoy yo pago y otro día lo haces tú. Siendo así, dado que fui yo quien te invitó a almorzar, esta vez me toca a mí asumir la cuenta —replicó sonriente.
—Gina, te agradezco mucho el gesto. —Le sonrió de vuelta—. Pero para la próxima, pagaré yo —concluyó. Ella asintió con una sonrisa amplia, que por alguna razón que él desconocía le provocó un leve estremecimiento en todo el cuerpo.
El tiempo transcurrió rápido. Debido a la convivencia y la buena química, Gina y Edward se hicieron grandes amigos. En cuanto al trabajo, ya Edward estaba adaptado a sus labores. En esas tres semanas, él había tenido un buen desenvolvimiento en la empresa, asimismo, su nueva vida como empleado transcurría con normalidad.Aquel día, Edward y Gina salieron a almorzar. Mientras iban saliendo de la empresa, de un vehículo lujoso salió uno de los ejecutivos cercanos a Edward, quien por motivos de vacaciones no se había enterado de su extraño plan ni de toda la estrategia que se armó para que este fuera conserje allí sin que nadie sospechara.—Pero, señor Edward, ¿Qué hace usted vestido así? —lo abordó con desconcierto en su expresión—. No lo entiendo. ¿Qué le sucedió? Aparte de que tampoco ha estado presente en las juntas.Edward se quedó petrificado mientras lo miraba con marcado nerviosismo. Estaba tan asustado que su corazón empezó a palpitar muy rápido. Deseaba escapar pronto de allí a
Anonadada por lo que acababa de escuchar, Gina se tapó la boca con las manos. No podía negar que Edward era un hombre apuesto, parecido a los galanes de televisión y a los modelos de revistas; asimismo, que era un chico interesante, caballeroso y muy inteligente, razón por la que se sintió halagada de que un hombre como él estuviera interesado en ella.Y esa era la razón para tratarlo como a un amigo y ni siquiera pensar en tener una relación con él fuera de la amistad, ya que este era demasiado bueno para ser real y los chicos como Edward tenían las expectativas muy altas. Así que ella no se esperaba aquella confesión de parte de él.—Guau, Edward, de verdad me toma por sorpresa todo lo que me dices, puesto que ni siquiera me pasaba por la cabeza nada de eso. Me siento fatal por haberte contado lo que me sucede con otro chico.—Espera, tampoco quiero que te incomodes por mi causa. Solo te digo lo que siento para que no creas que no me interesa escucharte o darte un consejo. Esta es m
Un mes después… Aquel día Gina llegó llorando a la empresa, lo que captó la atención de Edward.—Gina, ¿qué te sucede? ¿Por qué estas llorando? —indagó él con preocupación.—No pasa nada, Edward, tranquilo. —Restó importancia.—No me digas que no pasa nada cuando es claro que sí. Te ves muy mal, Gina. Puedes confiar en mí, para eso somos los amigos. Habla conmigo, aunque sea para que te desahogues. Es más, ¿por qué no vamos a almorzar hoy y así conversamos? Yo te invito.—Está bien, iré a almorzar contigo para que hablemos. —Ella suspiró más calmada y le sonrió—. Gracias, eres una persona tan especial en mi vida que te has convertido en mi mejor amigo —añadió conmovida.En ese momento, Gina recibió una llamada de parte de su jefe, quien le pidió que pasara por su oficina antes de empezar sus labores. Ella obedeció a su mandato y, antes de traspasar la puerta, se limpió las lágrimas y suspiró profundo para recuperar la compostura.—Buen día, jefe, ¿me mandó a llamar? —inquirió con tim
Edward llegó a uno de los bares que pertenecían a su familia y pidió un trago bien cargado. Se sentía impotente ante su irónica situación.—Esto debe ser una broma del destino. Aquí estoy yo, todo pendejo. ¿Cómo es que te aconsejo y te escucho cuando yo me muero por ti? ¿Cómo fue que caí en la zona de amigo? —dijo sarcástico.Arrugó el rostro cuando el alcohol le inundó el paladar, pero aquella sensación de quemazón le pareció excitante.En ese momento, su celular timbró.—¿Sí? —contestó con cansancio.—Si yo no te llamo nunca hablamos —respondió la voz gruesa desde la otra línea.—Papá, sabes lo ocupado que he estado con la expansión de la empresa —se excusó con voz quejumbrosa.—Yo estoy más ocupado que tú y aun así saco tiempo para saber cómo está mi hijo. Querer es poder, Edward —le reclamó.—Lo siento, papá… —Resopló—. Me han pasado muchos eventos incómodos y eso me ha distraído; pero tienes razón. Te prometo que te llamaré más seguido.—Eso espero. Ahora dime, ¿cómo va todo con
Gina lo encaró con valentía y decidida a no dejarse amedrentar por aquel pervertido sin escrúpulos.—No acepto su propuesta. Nunca lo haré, así que no pierda su tiempo conmigo.El hombre se le acercó con una sonrisa maliciosa, aunque sus ojos expresaban mucha rabia.—Muchacha, no te conviene llevarme la contraria y, con ello, perder tu empleo. Mira que encontrar un buen trabajo es muy difícil, en especial si no te damos una buena recomendación.—Su amenaza no tiene peso. Yo he sido una buena empleada, así que no hay razón para despedirme y, en caso de que eso suceda, ustedes no tienen ningún criterio válido para darme una mala recomendación.—Bueno, eso lo veremos —respondió con cara de disgusto—. Te daré tiempo para pensarlo, pero mi paciencia tiene un límite.—No tengo nada qué pensar. La que le advierte a usted soy yo, si me sigue acosando, lo voy a reportar.La carcajada del hombre la sacó de sus casillas, pero ella no tenía tiempo para lidiar con ese depravado, así que salió de l
Gina se aclaró la garganta con obvio disgusto y caminó directo a los estantes en un silencio tenso.—Puedo ayudarte con eso —se ofreció Edward, y de inmediato le quitó los utensilios de la mano y los colocó en su lugar.Él la miró extrañado y un poco nervioso, puesto que presentía que estaba molesta, pero ni idea de cuál sería la razón.—Edward, te invito a mi casa. Tengo cervezas frías y cocino riquísimo —lo invitó la chica con una sonrisa pícara.Él se rascó la cabeza al notar la mirada asesina que le atinó Gina.—Lo siento, hoy no puedo —rechazó la invitación con voz amable—. Otro día será, pero gracias por invitarme.—¿Estás seguro? —La mujer hizo un puchero—. La vamos a pasar muy bien.Edward se puso rojo, debido al tono sensual que ella utilizó.—¡Qué patético! —masculló Gina entre dientes. Ella se volvió a aclarar la garganta y se cruzó de brazos.—Lo siento, estaré ocupado hoy. —Él miró a Gina por inercia y se asustó cuando descubrió su mirada asesina.—Bueno… —musitó decepcio
Esa noche, Edward casi no durmió debido a que el recuerdo de lo sucedido en el almacén lo ponía ansioso.—Es la primera vez que tengo una relación real, donde mi novia me quiere por mi esencia y no por mi dinero ni estatus. Soy tan feliz.Al día siguiente, Edward se vistió de ejecutivo y su chofer lo llevo directo a su estacionamiento privado. Pese a que había trabajado en esa oficina por varios años, se sentía extraño estando allí, como si ese no fuera su lugar.—Edward —lo saludó uno de sus gerentes—. ¿Qué has descubierto?—No mucho, pero seguiré con mi investigación de campo por un tiempo más.—¿Cuánto? —interpeló preocupado—. Ya tienes varios meses allí. Esto es una locura, amigo.—No te pedí una opinión, continuaré hasta lograr mi cometido.—Ni siquiera veo un avance en tu “plan” —resaltó, ignorando el reclamo de su jefe.—En el informe verás que sí. Por cierto, creo que tendré que pedirle a los de recursos humanos que despidan al jefe desgraciado de mantenimiento.—¿Descubriste
Gina trataba de contener las lágrimas y de resistir el mal rato, así que salió junto al hombre de seguridad en dirección a recursos humanos, mientras que Edward la veía marcharse en silencio cuando ella cruzó el umbral de la oficina de su jefe.Sentía un nudo en el pecho que lo ahogaba, debido a la impotencia que le provocaba el no poder hacer nada para ayudarla, dado que debía continuar con su plan.Por fin Gina salió de la empresa, y sintió un poco de alivio del bochorno anterior. Por su parte, Edward corrió detrás de ella y le dio un abrazo.—Tranquila, mi amor, ya resolveremos este asunto. Por favor no te vayas aún; espérame por los alrededores hasta la hora del almuerzo, puesto que hay algo que quiero proponerte, a ver si te interesa.—Ok, me sentaré en el parque a esperarte —respondió con desdén.Edward sonrió satisfecho y le dio un corto beso en los labios, entonces se regresó a la empresa para continuar con sus labores.Llegó la hora del almuerzo y ellos se reunieron en el com