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Después de más o menos una hora, volvimos a casa, yo llevé a Alma a su habitación, ya que estaba dormida.

—No debiste decir eso — me regañó mi madre detrás de mí.

— No debiste hacer ese tipo de comentario — le respondí.

Me di la vuelta y la miré.

— Amo a Muriel, aún no estoy listo para una relación. Y no sé si lo estaré en algún momento — le contesté.

Ella se acercó a mí y me abrazó con fuerza.

—Lo siento, es solo que odio verte vagar por la casa como un alma en pena. Me duele verte así — me dijo.

Yo la separé y le sonreí.

— Soy un hombre guapo, rico, encantador, buscar pareja no será un problema, así que por favor no hagas de celestina, yo puedo conquistar a una mujer solo — le dije.

Mi madre asintió con la cabeza. Pía entró a la habitación y nos sonrió a ambos.

— Señor Mikhail, quería pedirle permiso para ir a buscar algunas cosas a mi casa, regresaré en horas de la tarde — me dijo.

Yo asentí y le di el permiso. Mi madre se podía hacer cargo de alma hasta entonces. Salí de la habita
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