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Cuando llegamos a la casa, mi madre corrió hacia mí y me abrazó fuertemente. Yo le di un dulce beso en la coronilla.

—¿Por qué me preocupas tanto? ¿Es tan difícil llamarme? No pude dormir en toda la noche —me regañó.

Yo la abracé y la llené de besos.

—Tu hijo no es capaz de dejarlas solas. Te recuerdo que un día te prometí que siempre estaría contigo, ¿por qué tienes esos malos pensamientos? —le pregunté.

Mi madre se apartó de mí y miró a Nerea.

—¿Tu hermano? —le preguntó mamá a Nerea. Ella negó con la cabeza.

—Es mi hijo —le contestó ella.

Mamá me miró a mí y yo asentí. No pude evitar reírme un poco; era un tanto extraordinario pensar en Nerea como una madre, pero por lo que he visto es una muy buena.

—El niño no se parece a ti —le dijo mi madre. Ella sonrió y asintió.

—Se parece al papá —contestó.

Yo miré a Nerea y era cierto. Denis era rubio, con los ojos verdes, piel bastante clara, todo lo contrario a Nerea: morena, piel bronceada y ojos marrones.

—¿Y dónde está el papá? —le preg
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