38

Cuando salí de la habitación, Vladislav estaba afuera esperando. Él se acercó a mí y miró mi cuello. Yo le sonreí un poco. No quería que se preocupara.

—¿Estás bien? —me preguntó con preocupación. Después salió Mikhail y él arrugó el entrecejo. Yo me di la vuelta y comprendí el porqué de su expresión. Se veía a punto de explotar; la vena en su cuello estaba inflamada y su rostro, rojo de furia.

—¿Mikha, estás bien? —le preguntó Vladislav lentamente. Yo le sonreí a Mikhail. Él me fulminó con la mirada; sus ojos, color plata líquida, brillaban de manera anómala. Definitivamente, lo había cabreado demasiado.

—Voy a encontrar tu punto de quiebre y, cuando eso pase, voy a disfrutar jodiéndote —me dijo lentamente. Yo me mordí el labio inferior. Este tipo, tonto y a la vez tan agresivo, era un pequeño animalito frente a mí.

—Puedes intentarlo, pero yo... ya encontré el tuyo y te voy a joder cuántas veces quiera —le dije con una sonrisa en los labios.

Mikhail se acercó a mí y me apretó el bra
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