Acuerdo e información (II)

Soltó una risa interna ante el entusiasmo de su lobo. Sabía que tendría que mantener a Zeus bajo control, pero también debía admitir que su propio autocontrol estaba tambaleándose desde que Amira apareció en su vida.

—No te preocupes —dijo con determinación—. Yo me encargaré de hacer que se quede. Amira no podrá resistirse a mis encantos de hombre. La haremos nuestra, pero a su tiempo, de la forma correcta, tú déjamelo a mí.

Zeus, aunque impaciente, pareció satisfecho con la promesa.

—Lo que sea, David, tenemos un trato, pero no podemos perderla. Ella es nuestra.

—No la perderemos —pensó David, seguro de sus palabras—. Haré lo que sea necesario para que ella elija estar con nosotros. Amira no será una conquista fácil, pero lo valdrá todo.

Con esa última reflexión, David decidió que, a partir de ese momento, cada paso que diera sería calculado para conquistarla, sin importar el costo. Porque, como bien lo había dicho, Amira valía cada esfuerzo.

Zeus:

-Bueno y ahora vamos al baño, que no puedo quedarme sólo con el recuerdo. Tengo suficiente material en mi mente, para explotar más de una vez. No dejo de alucinar con el día que pueda poner mis garras sobre ese adorable trasero. -dijo.

David soltó una carcajada ante la desesperación de Zeus, pero no pudo negar que su lobo tenía razón. Ambos estaban al límite, y el recuerdo de Amira en ese enterizo, con su espalda desnuda y esa actitud desafiante, lo había dejado en un estado que necesitaba liberar.

—Zeus, no eres el único que no puede quitarse esa imagen de la cabeza —murmuró mientras se dirigía al baño, sintiendo la tensión acumulada en su cuerpo. El deseo había estado creciendo desde el primer encuentro, y ahora que Amira estaba en su vida, sabía que su autocontrol sería puesto a prueba constantemente.

Te dije que es nuestra, y pronto será completamente nuestra —gruñó Zeus en su mente, satisfecho de que su Alfa finalmente cediera un poco a los impulsos que ambos compartían—. Ese trasero… esos labios… No puedo esperar a marcarla.

David sonrió mientras cerraba la puerta del baño detrás de él.

—Tendrás que esperar, Zeus —respondió mentalmente, aunque sabía que él mismo estaba igual de impaciente—. Pero por ahora, supongo que esto tendrá que ser suficiente.

Mientras el agua corría, David se dejó llevar por los pensamientos sobre Amira, el deseo casi insoportable que sentía por ella, y la inevitable conexión que tarde o temprano los uniría. Aunque lo que sucediera después aún estaba por verse, por ahora, hombre y bestia se preparaban para enfrentarse a lo que ambos sabían que era solo el comienzo de algo mucho más grande.

Zeus volvió a gruñir en la mente de David, no de rabia, sino de pura terquedad licantrópica.

La nalga derecha es mía —insistió, como si estuviera marcando territorio—. Ni se te ocurra tocarla.

David soltó una carcajada genuina, disfrutando del momento.

Las dos son mías, lobo mal pensado —respondió, con tono divertido—. Así que tendrás que conformarte con mirar desde el asiento de copiloto, mientras las nalgueo.

Zeus gruñó de nuevo, aunque esta vez con un dejo de resignación.

Por ahora, hombre —replicó, su voz resonando en la mente de David—. Pero te lo advierto, cuando tengamos a nuestra Luna, será mejor que no te pongas en mi camino.

David se rió una vez más, dejando que el agua caliente relajara su cuerpo, sabiendo que el verdadero desafío estaba por venir. Con Zeus en su interior tan posesivo y dominante, conquistar a Amira sin asustarla sería como caminar sobre una cuerda floja.

David Stone.

Son las nueve de la mañana, ya es viernes, estoy en el comedor de la mansión Smith es una bonita mañana, para variar, hoy no está lloviendo, el sol baña con su luz todo el espacio. Los elegantes muebles y la vista hacia el jardín proporcionaban una atmósfera de tranquilidad que contrastaba con la tensión que siento por dentro. Román y Vanessa desayunaban plácidamente, mientras yo apenas  toco mi café.

Vanessa, me lanzó una mirada directa, consciente de mi agitación interna, mientras jugaba con su tenedor antes de hablar.

Alfa, no se preocupe —me dijo en un tono tranquilizador—. Amira atribuyó su desmayo a la falta de descanso y el exceso de trabajo. No sospecha nada. De hecho, le comenté que fue usted quien la sostuvo antes de que cayera al suelo, y ella parece haberlo tomado bien. Ahora todo depende de usted.

Yo fruncí el ceño, no del todo convencido. Sabía que Amira no era una mujer fácil de impresionar, y que cualquier movimiento en falso podría empeorarme las cosas.

¿Eso le dijiste? —pregunté, tratando de sonar calmado, aunque por dentro sabía que Zeus estaba más que complacido con la idea de ser el “salvador” de su Luna—. No creo que eso cambie nada. Ella es terca y fuerte. No será fácil...

Vanessa sonrió con suavidad, tomando un sorbo de su té.

Oh, David, primero, no le dije mentira en ese punto, tú fuiste el que la sostuvo cuando se desmayó, y segundo, Amira es una mujer fuerte, sí, pero al final, sigue siendo una mujer. Y nosotras siempre valoramos esos pequeños gestos de protección, aunque no lo admitamos fácilmente. No pierda la oportunidad de acercarse a ella, usa esta información a tu favor.

Román, que había estado observando en silencio, intervino con una sonrisa cómplice:

Tienes razón, hermano. Aprovecha esta ventaja. Nadie espera que seas un caballero todo el tiempo, pero si le muestras ese lado protector, quizá logres acercarte más de lo que piensas. - me dijo mi amigo animándome.

-Pero eso sí, controlarte y a Zeus también, porque no puedes estar todo el tiempo haciendo lo de anoche, esto te lo digo como tu Beta y amigo. - me advirtió muy serio

Zeus no lo tomó muy bien, porque, aunque Román es mi amigo y mi Beta. Eso de la jerarquía a Zeus no le gusta que se pierda. Pero entendía que tenía razón.

Cuando Amira hizo acto de presencia en el comedor, todos sonreímos de inmediato, incapaces de evitarlo ante su radiante energía. Su sonrisa mágica iluminaba la habitación, y su cabello suelto rebelde y sexy, mientras su rostro apenas llevaba un toque de rímel y brillo labial, esos pequeños detalles que una mujer segura de sí misma siempre lleva consigo.

Vanessa, consciente de que Amira no tenía un cambio de ropa, la había invitado a usar su enorme guardarropa. Sin embargo, lo que parecía un gesto de amabilidad terminó demostrándome que fue un total "ERRO". Porque mi bella Amira no sabe ser discreta al vestir. En lugar de optar por algo simple, eligió un vestido para oficina, azul marino, de escote en V y ajustado como un guante a su figura, que, aunque el vestido le pasaba de las rodillas, gracias a que Vanessa es más alta, la abertura frontal dejaba al descubierto una de sus esbeltas piernas con cada paso que daba. Bueno no era tan grande la abertura, pero sus piernas son lo máximo.

Me quedé observando desde mi asiento, la triunfal entrada mi futura Sra. Stone, sintiendo un golpe en el pecho al verla. Zeus, en mi interior, aullaba de puro deleite. Su Luna se veía absolutamente irresistible, y él lo sabía. No importaba cuántos esfuerzos hiciera por mantener el control, la realidad era evidente. Mi vida con la señora Stone sería todo menos sencilla en ese aspecto.

Mientras todos intentaban retomar la conversación, yo, con los ojos clavados en Amira, no pudo evitar murmurar en voz baja para mí mismo:

Diosa Luna, apiádate de mí...

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