7- Secreto desvelado y elección mágica

Salieron de la ciudad, tomaron una autopista, sumidos ambos en un silencio que los llevaba a sus propios pensamientos, pero sin que fuera incomodo, luego de conducir durante una hora David tomó un camino a su derecha, que era más angosto, aunque le carretera estaba muy bien conservada, llegando a una villa, prácticamente en el medio del bosque.

Amira se dejó envolver por el ambiente mágico de la villa. Todo allí parecía sacado de un cuento, desde el paisaje verde salpicado de flores silvestres hasta el aire fresco que le llenaba los pulmones con cada respiración. La paz que sentía era casi irreal, como si por un momento el bullicio del mundo exterior desapareciera, dejándola en un remanso de tranquilidad.

David, a su lado, lucía más relajado que nunca. Con el viento jugando con su cabello suelto, parecía completamente en su elemento, como si la naturaleza misma lo reconociera como parte de ella. Amira lo notó, y aunque no comprendía exactamente por qué, algo en él parecía diferente. Había una serenidad y una fuerza que irradiaban de su presencia, como si aquel lugar lo revitalizara de una manera especial.

David la observó, con una suave sonrisa en los labios. Sabía que Amira estaba disfrutando del lugar, y eso lo complacía. Sin decir una palabra, permitió que ella absorbiera cada detalle, cada sonido y cada aroma del entorno. La conexión entre ambos era palpable, aunque ninguno de los dos quería romper la armonía con palabras innecesarias.

Mientras caminaban hacia el centro de la villa, Amira se sentía extrañamente conectada no solo con el lugar, sino también con David. Había algo primitivo, algo salvaje en él que emergía en este entorno, pero no de una manera amenazante, sino reconfortante. David pertenecía a este lugar, y de alguna manera, por más extraño que pareciera, ella sentía que también lo hacía.

—Es hermoso aquí —dijo Amira, rompiendo suavemente el silencio mientras miraba a su alrededor.

David asintió, con los ojos dorados brillando bajo la luz suave de la tarde.

—Lo es —respondió—. Este lugar es especial para mí. Quería compartirlo contigo.

Amira sonrió, agradecida por el gesto y la intimidad del momento. Por un instante, olvidó el juego de poder entre ellos, los negocios, las tensiones, y solo se permitió disfrutar de lo que parecía ser una pausa en medio de todo aquello.

—Gracias por traerme —dijo ella, y por primera vez desde que se conocieron, su tono no tenía ni un ápice de sarcasmo o desafío. Solo sinceridad.

Amira quedó pasmada al entrar en lo que parecía ser una casa de campo, sólo para descubrir que en realidad era una joyería. La sorpresa la dejó sin palabras, mientras sus ojos recorrían los vitrales llenos de joyas brillantes y exquisitas. No podía evitar preguntarse por qué David la habría llevado allí. Justo cuando las dudas comenzaron a formarse en su mente, él pareció leer sus pensamientos y habló antes de que pudiera preguntar.

—No, no te voy a comprar joyas —dijo David rápidamente, su tono calmado y con una leve sonrisa en sus labios—. Quiero que veas algo más.

El alivio que sintió Amira al escuchar esas palabras fue inmediato, pero la curiosidad se avivó aún más. ¿Qué era lo que David quería mostrarle en un lugar tan inusual? Antes de poder formular otra pregunta, él hizo algo que la tomó completamente desprevenida: la tomó de la mano. El contacto, aunque breve, desató una corriente de energía entre ambos que fue imposible ignorar. Por un instante, el mundo se detuvo, y la electricidad en el aire fue palpable.

Amira notó cómo su corazón se aceleraba, pero se obligó a mantener la compostura. Sabía que lo que había ocurrido entre ellos no era algo que pudieran simplemente ignorar, pero por el momento, ambos parecían estar de acuerdo en no mencionarlo. El toque de David había sido algo más que un simple gesto de cortesía; había una conexión allí, una que no podía explicarse tan fácilmente.

David, por su parte, también parecía luchar por controlar la intensidad de sus propios sentimientos. Apretó ligeramente la mano de Amira, como si ese breve contacto le diera el control necesario para seguir adelante sin perderse en lo que claramente los estaba envolviendo. La condujo por un pasillo lateral que se alejaba del área principal de la joyería, y ambos hicieron un esfuerzo por no reaccionar a la magia de ese instante.

El pasillo era angosto, con paredes decoradas de manera rústica pero elegante. Amira caminaba en silencio, confiando en David, aunque aún no tenía ni idea de hacia dónde la llevaba ni qué debía esperar.

—Confía en mí —dijo él suavemente, como si hubiera sentido la ligera tensión en su mano—. Esto es algo que debes ver.

Finalmente, llegaron al final del pasillo, y David empujó una puerta de madera que revelaba un salón, en el cual se sentía un fresco natural, tal vez frio si estabas mucho tiempo, pero era silencioso y tranquilizante. Decorado con buen gusto, a Amira le pareció un lujoso taller de joyería.

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