Secreto desvelado y elección mágica (III)

Amira envuelta en tanta emoción, para ella sin sentido, pero super fuertes, trató de enfriar la atmosfera, con una pregunta.

-Dime, David, dijiste cuando llegamos que hacía tiempo que no venias aquí por inspiración. -hizo una pausa para continuar, - Asumo entonces que hoy estas inspirado y que vas a comenzar algo.

David observó a Amira con una sonrisa, apreciando su intento de aliviar la intensidad del momento. Sin embargo, sus ojos dorados seguían reflejando esa profundidad que parecía imposible de eludir.

-Sí, Amira, tienes razón —respondió mientras caminaba hacia una mesa cercana, donde había herramientas y materiales esparcidos, claramente esperando ser usados—. Hoy me siento inspirado, aunque, para ser honesto, la inspiración no surgió hasta que llegaste tú.

Sus palabras fueron directas, pero su tono era suave. No parecía querer intimidarla, sino más bien compartir algo personal. Se quedó en silencio por un momento, recogiendo un pequeño trozo de metal que comenzó a moldear entre sus manos.

—Mi padre me enseñó a canalizar mis pensamientos y emociones en esta práctica. La joyería no es solo una forma de arte; es una manera de dominar el caos interno, de encontrar equilibrio. Pero no siempre es fácil encontrar ese estado mental... hasta hoy.

David comenzó a trabajar el metal con una destreza que hablaba de años de experiencia, pero esta vez, su atención seguía en Amira, como si ella fuera la verdadera fuente de esa inspiración.

—Cada pieza que hago tiene un propósito, una intención —continuó—. Y aunque no había venido aquí en mucho tiempo, hoy siento que estoy creando algo más que una joya.

Amira lo observó en silencio, procesando lo que había dicho. El ambiente en la sala seguía siendo íntimo, cargado de una energía palpable, pero ahora había una conexión más clara entre ellos. Era como si David le estuviera mostrando una parte de sí mismo que pocos conocían.

—Entonces, ¿qué es lo que te inspira ahora? —preguntó Amira, más curiosa que nunca.

David levantó la mirada, y sus ojos dorados la estudiaron con una intensidad que la hizo estremecerse.

—Tú, Amira Gutiérrez. Hoy me inspiras tú.

Amira sintió un cosquilleo recorrer su piel, una mezcla de vulnerabilidad y poder, como si en ese preciso momento se desvaneciera cualquier máscara que ambos pudieran haber llevado. Era una sensación tan pura y profunda que la sorprendió, haciéndola sentir expuesta, pero no en la manera en que habría esperado. David no la miraba con lujuria, sino con algo mucho más intenso y genuino, como si viera su alma desnuda ante él, y eso le provocaba un calor inexplicable.

Se quedó quieta, observándolo trabajar con una concentración tan profunda que parecía olvidarse del mundo exterior. Pero sabía que, aunque sus manos estuvieran ocupadas en la creación de algo físico, toda su atención seguía puesta en ella. Esa conexión silenciosa entre ellos era abrumadora, pero también increíblemente liberadora.

Amira intentó romper el hechizo que la envolvía, carraspeando ligeramente antes de hablar.

—Nunca pensé que… me sentiría tan… —comenzó, pero se detuvo, sin saber cómo poner en palabras lo que estaba experimentando—. Esto es diferente.

David sonrió sin apartar la vista de su trabajo.

—Lo sé. Esto no es lo que imaginaba cuando te conocí. —Hizo una pausa, levantando la mirada hacia ella—. Pero a veces las mejores cosas en la vida son aquellas que no planeamos.

Amira no pudo evitar reír suavemente. La ironía de que el imponente "Gran Alfa" la estuviera desarmando sin siquiera intentar seducirla la descolocaba. Ella, que siempre había tenido el control, que sabía cómo jugar el juego de los negocios y las relaciones, se encontraba en un territorio desconocido. Pero, extrañamente, le gustaba.

—¿Siempre eres así de profundo o es solo porque estamos aquí en tu refugio? —bromeó, intentando aligerar el ambiente.

David dejó a un lado la pieza en la que trabajaba y se acercó a ella con una mirada tranquila.

—Solo cuando encuentro algo que realmente me importa —respondió, su tono tan sincero que hizo que Amira sintiera una ola de calidez que la recorrió de pies a cabeza.

Por primera vez en mucho tiempo, Amira se permitió estar presente en ese momento, sin pensar en el futuro, los negocios, o las barreras que había levantado. Y mientras David volvía a tomar sus herramientas, ella supo que algo profundo había comenzado a cambiar entre ellos.

Amira sintió el calor envolvente del cuerpo de David, la suave presión de su brazo firme alrededor de ella mientras despertaba camino al automóvil. Por un breve instante, el miedo la invadió, pero pronto se disipó al notar la delicadeza con la que él la acomodaba en el asiento del copiloto. Su fragancia —una mezcla de naturaleza salvaje y algo misteriosamente masculino— la reconfortaba, envolviéndola en una sensación de seguridad que no había experimentado en mucho tiempo.

David, por su parte, notó el momento exacto en que Amira abrió los ojos, pero decidió no decir nada. Fingió estar concentrado en el camino, permitiéndole a ella disfrutar de ese instante íntimo. Una sonrisa apenas visible curvó sus labios, mientras sentía cómo Amira se relajaba contra él, dejando que su propio instinto de protección surgiera de manera natural. Zeus, su lobo interior, estaba más calmado que nunca, disfrutando también de la cercanía de su compañera destinada.

Amira se permitió un suspiro suave, entrelazando sus propios pensamientos. "¿Cómo llegamos a este punto?", se preguntó. La tarde había sido emocionalmente intensa, y el hecho de estar hace unos instantes en los brazos de David, aún con todo lo que desconocía de él, extrañamente la hacía sentir… bien.

—Gracias —susurró, rompiendo el silencio sin mirar directamente a David.

David mantuvo la mirada en la carretera, pero su tono reflejaba una calma cálida.

—No hay de qué. Solo quería que descansaras un poco más.

Amira sonrió para sí misma. Tal vez las cosas con David Stone, el hombre impenetrable de negocios, estaban comenzando a tomar un giro que jamás imaginó. Y por primera vez en mucho tiempo, no quiso anticipar el siguiente movimiento; prefirió simplemente disfrutar del presente.

Eran las diez de la noche cuando David detuvo su auto frente a la entrada del hotel en el que Amira se hospedaba. Él se bajó del auto, para abrir la puerta de Amira. Ella con el corazón palpitante como una adolescente, nerviosa y emocionada, solo atino a besarle la mejilla, muy, muy cerca de los labios de David y se alejó, sin correr, pero sin dar tiempo a que el lobo reaccionara. -Buenas noches David Stone. -dijo.

David la observó alejarse, con una sonrisa suave que apenas pudo contener. El beso inesperado, tan cerca de sus labios, había dejado una chispa en su piel. El lobo dentro de él, Zeus, rugió de frustración, pero David respiró profundo, luchando por mantener el control.

—Buenas noches, Amira Gutiérrez —murmuró, mientras la veía desaparecer en el vestíbulo del hotel.

Amira, por su parte, caminaba sin voltear, pero su corazón latía con más fuerza. Se sentía como una adolescente, incapaz de controlar las emociones que David despertaba en ella. Había sido una jugada atrevida, pero necesaria. "Era hora de dejarle una marca", pensó, sonriendo para sí misma.

Al llegar a su habitación, Amira se recostó sobre la cama, mirando el hermoso aro de oro que brillaba en su dedo anular, repasando mentalmente cada detalle de la tarde. La química entre ellos era indudable, pero más allá de la atracción física, había algo más profundo que la inquietaba. A pesar de su desconcierto, se sentía emocionada por lo que podría venir.

David, de vuelta en su auto, apoyó la cabeza en el volante por un momento, cerrando los ojos y permitiendo que el aroma de Amira —canela, miel y mar— lo invadiera. -Ella es nuestra, -susurró Zeus, pero David se limitó a sonreír. Sabía que la paciencia sería la clave.

—Paso a paso, amigo —murmuró David, arrancando el auto nuevamente.

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