Si me permiten, me gustaría quedarme (II)

El ambiente en la sala cambió drásticamente con las palabras de Amira, su voz, aunque suave, resonó con una autoridad innegable que dejó a todos en silencio. David sintió cómo su corazón se llenaba de orgullo al verla enfrentarse los ancianos con una dignidad que pocos podrían igualar.

El anciano Marcos, un hombre de cabello canoso y rasgos cansados, no pudo evitar sentirse abrumado por la energía de Amira. La mención de la palabra "Alfa" había impactado no sólo a él, sino a todos los presentes. Había algo en su presencia que hacía eco de poder y respeto, y él lo sintió de inmediato.

—Mis disculpas, Srta. Gutiérrez, —respondió Marcos, con una voz más baja—. No era mi intención faltarle al respeto.

David no pudo evitar sonreír al ver cómo el anciano se retractaba ante su compañera. Era un giro inesperado que le daba más peso a la posición de Amira en la reunión, pero lo hacía pensar si lo del brillo dorado en los ojos de ella tenía algo que ver.

—Agradezco su comprensión, anciano, —dij
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