La cita, digo el almuerzo (IV)

David la miró sorprendido por la forma en que Amira había dirigido la conversación. No podía evitar sonreír ante su picardía y el tono juguetón de sus palabras. Ella sabía exactamente cómo girar la situación a su favor, y eso lo fascinaba aún más.

— Touché, Amira, me has pillado. -dijo con una sonrisa de medio lado.

-Creo que los resultados son... impresionantes —respondió sin poder ocultar el ligero tono seductor en su voz—. Se nota que pones mucho esfuerzo en todo lo que haces, no solo en el gimnasio. Tu determinación es evidente.

David hizo una pausa, cruzando las manos sobre la mesa mientras mantenía su mirada fija en ella.

—Y tienes razón, definitivamente eres directa. Algo que aprecio mucho. Aunque debo admitir que aquella primera vez en el ascensor… —soltó una leve risa—, bueno, fue algo inesperado, pero digamos que dejaste una impresión bastante duradera en mí.

Amira arqueó una ceja, satisfecha con su pequeña victoria.

—Duradera, ¿eh? —dijo, fingiendo inocencia—. Me alegra saber que me recuerdas tan bien, Sr. Stone. Aunque debo decir, creo que esta vez me verás con otra perspectiva.

David la observó, con una mezcla de diversión y admiración en sus ojos dorados.

—Definitivamente —respondió, inclinándose un poco hacia adelante—, pero debo advertirte, Amira, que siempre estaré dispuesto a aceptar cualquier reto que me pongas. Porque si algo he aprendido de ti es que no te rindes... y yo tampoco.

La tensión entre ambos era palpable, pero esta vez era una mezcla de atracción y respeto mutuo, un juego en el que ambos parecían disfrutar mientras medían sus fuerzas.

Amira:

-Si, me lo voy a comer, solo y sin ensaladas, hoy no las necesito, pero el vino si, blanco, porque es pescado. - dijo y su conversación hizo que David se pusiera duro solo de oírla, pues estaba claro que lo que Amira, acababa de decir era más que una simple elección para almorzar.

David trago duro y trató de mantener la compostura mientras las palabras de Amira resonaban en su mente, cargadas de un doble sentido que no pasó desapercibido para él. Se aclaró la garganta y sonrió, aunque debajo de esa calma aparente, su cuerpo reaccionaba de una manera que solo él y Zeus conocían.

—Parece que sabes exactamente lo que quieres, Amira —respondió, tratando de que su voz no traicionara el efecto que ella estaba causando—. Un vino blanco será perfecto para acompañar tu elección.

David hizo una señal al mesero para que trajera el mejor vino blanco disponible. Mientras tanto, sus pensamientos giraban alrededor de la energía irresistible que ella emanaba. Amira jugaba su propio juego y aunque él estaba acostumbrado a ser el que controlaba la situación, esta vez era diferente.

—Y en cuanto a mí —continuó, con una sonrisa ligeramente torcida—, creo que seguiré siendo más... básico. Carne, en término medio, pero sin dejar de disfrutar de este almuerzo contigo. Aunque debo admitir que parece que en esta comida tú ya tienes el control.

Amira lo miró a los ojos con esa chispa traviesa que la caracterizaba, consciente de cómo sus palabras y acciones afectaban a David. Estaba disfrutando ver cómo el poderoso hombre de negocios, que acostumbraba a intimidar y dominar, ahora parecía estar desarmado frente a ella.

—David, me parece que en esta ocasión ambos sabemos lo que estamos haciendo —respondió con una sonrisa cómplice, saboreando el juego entre ellos—. Y a veces, dejarse llevar es la mejor manera de disfrutar.

David soltó una suave risa, reconociendo la verdad en sus palabras. Sin embargo, en su mente, Zeus rugía, ansioso por tomar el control. "Ten paciencia", pensó David, "tenemos que jugar bien nuestras cartas."

David:

-Amira quiero que la tarde no termine con este almuerzo. Ahora soy yo, quien te invita a un lugar más espacial, si estás de acuerdo claro, - ¿Confías en mis elecciones?

Amira levantó una ceja, intrigada por mi propuesta. Hubo algo en mi tono, una mezcla de desafío y sinceridad, que la hizo sentirse aún más curiosa. Creo que sus instintos de empresaria le decían que debía mantener las cosas bajo control, pero la curiosidad, que yo le generaba pudo más, y eso la atraía a mi como un imán

—Bueno, David, debo admitir que hasta ahora tus elecciones no han sido malas —respondió juguetonamente, mientras llevaba la copa de vino a sus labios—. Y como mujer de negocio, suelo ser cautelosa, pero… me gusta vivir el momento, así que... acepto. —Me miró directamente a los ojos, sosteniéndome la mirada con confianza y me dijo: —Sorpréndeme.

Sonreí con satisfacción y algo más profundo, algo que Amira aún no podía comprender. Sentí cómo la química entre nosotros se hacía más palpable con cada palabra y cada gesto. La tarde recién comenzaba, y yo tenía planes que irían más allá de un simple almuerzo.

—Perfecto, Amira —le dije, dejando un billete sobre la mesa para cubrir la cuenta—. Prometo que será una experiencia que recordarás.

Me levanté y le ofrecí mi mano, con una mezcla de anticipación y algo más que yo sentía, pero no me atrevía a mencionar.

Pero ella no tomo mi mano, miró en la mesa el billete que yo había puesto y con una sonrisa maliciosa me dijo:

- David, discúlpame, pero soy una mujer de palabra y yo te invité hoy.

- Ya tendrás tiempo de invitarme tú. -me devolvió mi billete, dejando el suyo en el lugar, a la vez que me decía con la mirada, -"Te descubrí"

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