Bien, te invito a almorzar (II)

Amira sonrió, sintiéndose más cómoda con la cercanía que David había establecido al pedirle que lo llamara por su nombre.

Gracias por la recomendación, prometo que no te decepcionaré con mi elección de vestuario, y también me puede llamar por mi nombre. —agregó con una sonrisa confiada, sintiendo que ese encuentro podría ser el comienzo de algo interesante entre ellos.

Sintió que la atmósfera se estaba aligerando, y eso la motivaba aún más para prepararse adecuadamente. La idea de un almuerzo en un ambiente relajado le gustaba, y estaba decidida a hacer que fuera un momento memorable.

David asintió, complacido con su respuesta, y ambos sabían que estaban construyendo una conexión que iba más allá de lo profesional.

Román y Vanessa, sentados en la mesa, intercambiaron miradas cómplices mientras observaban la interacción entre David y Amira. Era evidente que había una chispa entre ellos, una química palpable que casi podían sentir en el aire.

Mira cómo se miran, —susurró Román, una sonrisa en sus labios—. Esto podría volverse interesante.

Vanessa asintió, disfrutando del momento. La conexión entre el Alfa y su Luna parecía estar floreciendo, y ella se preguntaba qué pasaría después de su almuerzo.

Tienen una dinámica especial, —respondió Vanessa, sin poder contener su emoción—. Es como si estuvieran bailando al mismo compás.

Ambos se quedaron en silencio, disfrutando de la escena como si fuera una película. Sabían que era un momento significativo, el inicio de algo que podría cambiar sus vidas y la de su manada para siempre.

Después de terminar el desayuno con los Smith, Amira se despidió amablemente y salió de la mansión. El mismo chofer que la había llevado la noche anterior estaba esperándola para llevarla de vuelta al hotel. Mientras David la observaba marcharse, sintió una fuerte tentación de ofrecerse para llevarla personalmente. Sin embargo, sabía que hacerlo sería demasiado intenso, especialmente considerando lo que había pasado la noche anterior.

No tan rápido, —se dijo a sí mismo, intentando controlar sus emociones y el deseo que latía en su interior—. No quiero asustarla.

Amira, por su parte, se acomodó en el coche, mirando por la ventana mientras pensaba en todo lo ocurrido. Su mente no dejaba de repasar los momentos con David y la extraña conexión que parecía tener con él, aunque trataba de restarle importancia. Estaba agradecida por el trato amable de los Smith, pero una sensación persistente la hacía preguntarse si había algo más detrás de la actitud de David Stone.

Mientras el auto la alejaba de la mansión, David observaba desde la ventana de la sala, tratando de convencerse de que había tomado la decisión correcta al no intervenir. Zeus, su lobo interior, protestaba:

Debiste llevarla tú, ¡es nuestra Luna!

David respiró profundamente, intentando calmarse.

Ya habrá tiempo, Zeus. Por ahora, debemos ser pacientes, recuerda que acordamos que esto lo haríamos a mi forma, con mucho tacto. Amira no es de las mujeres que puedes forzar solo porque sí. Nuestro objetivo es lograr que nos acepte, con todo lo que eso conlleva, no olvides que “Luna Dorada” también la necesita, ella es vital para nuestra manada y su futuro. Así, que te ruego que por favor te calmes.

—Tienes razón, David —respondió Zeus, aunque su tono seguía cargado de impaciencia—. Pero es difícil contenerme cuando la siento tan cerca, tan perfecta.

David asintió, reconociendo la verdad en las palabras de su lobo. La conexión que sentía con Amira era única, casi mágica. Era un sentimiento que lo desarmaba y lo llenaba de anhelo a la vez.

—Confía en mí —dijo David, esforzándose por mantener el control—. Conocerla más y permitirle abrirse a nosotros es parte del proceso. Hoy es solo el comienzo, y aunque puede que no lo parezca, estoy seguro de que todo irá bien.

Zeus hizo un ruido de descontento, pero finalmente cedió. —Está bien, pero no dejaré de querer marcarla. Es nuestra, y quiero que sepa que lo es.

—Lo sé —respondió David, sintiendo la mezcla de ansias y determinación en su interior—. Pero lo haremos a nuestra manera. Amira debe sentir que tiene el control, que puede decidir su destino con nosotros. Es lo que la hará nuestra verdadera Luna.

Con esas palabras resonando en su mente, David se centró en el momento presente, recordando la mirada de Amira, su risa, y la forma en que había capturado su atención desde el primer instante. No podía esperar a que ese día diera forma a un futuro que ambos parecían estar destinados a compartir.

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