-¿Anabelle?, ¿Anabelle? –Escuche una voz femenina que me volvía de nuevo a la realidad, mis ojos se abrieron y quede un poco encandilada por el rayo de sol que entraba por la ventana de la habitación.
-¿Sí? –Pregunté confusa, buscando el origen de la voz. Fue entonces cuando choque con sus ojos grises, los cuales me miraban de manera expectante, incrédula, curiosa.
-¿Aún no recuerdas nada? –Inquirió ladeando su cabeza. Por una pequeña fracción de segundo tuve la impresión de que los anteojos que se hallaban posando en su cabello iban a caer al suelo.
-No, todo sigue siendo un misterio en mi mente. –Solté un suspiro mientras volvía a recostar mi cabeza en el sillón en el que me encontraba, me dispuse a mirar el techo.
Era frustrante no poder recordar absolutamente nada de lo que sucedió antes del accidente. Parecía que esos últimos seis meses habían sido borrados por completo de mi memoria. El doctor que me atendió en el hospital dijo que había recibido un golpe muy fuerte en mi cabeza durante aquel extraño choque, que era normal el haber perdido la memoria, y no paraba de decirme que con el tiempo volverían los recuerdos, sin embargo, acá me encontraba, casi tres meses después de aquel día, asistiendo a terapia para tratar de recuperarlos, sin éxito alguno.
Vi de reojo como Emma bajaba su vista hacía la libreta que reposaba sobre su regazo y comenzaba a anotar en ella, solía preguntarle que escribía allí con exactitud pero solo lanzaba una pequeña risa y negaba con su cabeza. La conocía desde hace dos meses, el tiempo que llevaba de haber salido del hospital, por ende habíamos establecido ya cierta confianza. Incluso, si lo pensaba con detenimiento, podía considerarla más una amiga que mi terapeuta, de las pocas que me quedaban, cabe mencionar.
-Por favor vuelve a contarme lo último que recuerdas. –Dijo alzando su vista de la libreta y posándola sobre mí.
-¿En verdad debo hacerlo nuevamente? –Refunfuñe de mala gana.
-Es una de las mejores maneras de que tu mente busque esos recuerdos. –Comentó con tranquilidad.
-¿Y si no quiero recordar?, quizás ni siquiera valga la pena hacerlo. –Respondí encogiéndome de hombros.
-Si no quisieras hacerlo habrías dejado de venir a tus consultas, sin embargo, acá estas. –Culmino con tono triunfante. Demonios, me había jodido. Suspire con frustración mientras rodaba mis ojos. Comencé a relatar de nuevo aquel día.
Abril 15, 2019.
-Papá, ya te dije que no quiero ir. –Dije algo cruda a la idea de tener que salir a cenar con sus jefes y sus hijos.
-Anabelle, por favor. –Suplicó mientras hacia un pésimo intento de puchero. –Ya te dije que solo será hoy, sé que ese tipo de reuniones no te gustan en lo absoluto, y que mis jefes no te agradan, pero en serio necesito –Hizo énfasis en esta última palabra– que me acompañes hoy. ¿O acaso piensas dejarme solo en un día como hoy? –Dijo con un tono bastante fingido de indignación mientras se llevaba su mano derecha hacia su pecho, simulando un dolor inexistente.
-William Miller, eres un adulto –Dije haciendo hincapié en la palabra. –, ya deberías poder hacer ese tipo de cosas tu solo. –Dije con un tono realmente sarcástico.
-No me vengas con eso ahora. –Dijo mientras soltaba una pequeña risa. Luego añadió– ¿En verdad no estarás conmigo para celebrar mi ascenso? –Volvió a hacerse el indignado y a su vez abrió los ojos con sorpresa, era un gesto muy divertido a decir verdad, sin embargo hubo algo en su tono de voz, y sobre todo en su argumento, que me hizo conmover, por ello no pude hacer más que soltar una pequeña risa y rodar mis ojos, hasta allí había llegado mi coraza.
Amaba a mi padre, a pesar de ser un dramático sin remedio. Sus malos chistes nunca pasaban de moda, y jamás quedaba sin una buena historia para contar, poseía un carisma increíble, y siempre hacía reír a los demás, era como su súper poder. La mayoría de las veces deseaba haber sido su hija biológica y haber podido heredar esa cualidad suya, pues era algo de lo que yo carecía inmensamente, sin embargo, a pesar de no haber corrido con esa suerte, igual agradecía tener al mejor padre del mundo, fuese como fuese.
-Está bien, pesado, iré contigo. –Dije soltando otra pequeña risa y rodando nuevamente mis ojos.
-¡Bingo! –Celebro con entusiasmo cual niño pequeño, su acción solo me hizo reír aún más. Luego añadió– Te aseguro que no te arrepentirás de acompañarme. Hablando de eso... –Dijo sonriente mientras se levantaba del sillón y comenzaba a caminar hacía su habitación. –Te tengo una sorpresa. Cierra los ojos. –Añadió mientras traspasaba la puerta. Quede extrañada con la situación, papá no solía darme “sorpresas”, era algo que en realidad no se le daba muy bien. Me disponía a preguntar de que se trataba cuando vi como la cabeza de mi padre se asomaba por la puerta– ¿Se puede saber por qué no tienes los ojos cerrados? –Preguntó encarnando una ceja.
-¿De qué se trata? –Inquirí con curiosidad.
-No sabrás si no cierras los ojos. ¡Duh! –Respondió con mucho sarcasmo.
-Si cierro los ojos, literalmente –Hice énfasis en la palabra–, no poder saber de qué se trata, ¡Duh! –Dije imitando su gesto mientras que sacaba mi lengua en su dirección.
-Oh vamos, ¿Puedes cerrar los ojos y ya? –Dijo con más seriedad. Di un suspiro y seguí sus instrucciones. Escuche como sus pasos atravesaban el pasillo que conducía hasta la sala, sentí cuando se detuvo justo frente a mí, fue en ese momento cuando habló. –Listo, los puedes abrir.
-Papá… –Fue lo único que alcancé a decir luego de ver lo que traía consigo. Quede completamente atónita mientras él solo sonreía en mi dirección– ¿Es…, es..., es en serio? –Dije sorprendida, sin poder creer lo que tenía frente a mí.
-Completamente. –Dijo con seguridad mientras tendía el vestido en mi dirección. Mientras yo lo tomaba con duda, él volvió a hablar. –Sé que fue el vestido que les gusto tanto a ti y a tu madre aquel día en el centro. –Dijo con algo de nostalgia mientras bajaba su mirada hacia el regalo que acaba de obsequiarme. No pude evitar sentir de nuevo aquella punzada en el estómago, sentí como un nudo se formaba en mi garganta y como mis ojos eran inundados por unas pequeñas lágrimas.
-Gracias papá. –Alcancé a decir, las palabras fueron acompañadas por una pequeña sonrisa, de esas que transmitían tristeza. Sin pensarlo mucho me acerque y lo abracé, él correspondió mi acción y luego de un par de segundos se alejó mientras soltaba un suspiro.
-Ve a arreglarte, debemos estar allá a las 8:00 pm. –Dijo con una serenidad que de seguro fingía, luego se dio media vuelta y se retiró a su habitación. Sabía que recordar a mamá le afectaba, a ambos nos pasaba, era una herida que aún no lográbamos cerrar, quizás nunca íbamos a poder hacerlo.
Después de perder a mi padre de vista solté un suspiro y decidí ir a mi habitación, al entrar me percaté que el reloj sobre mi cama marcaba las 6:30 pm así que debía ir a bañarme de inmediato para poder estar lista a tiempo. Luego de secar mi cabello, y darle la forma que quería, me coloque el vestido que mi padre me había obsequiado. Era de color rojo vivo, con un escote que abarcaba toda la espalda, largo pero con una abertura en la pierna izquierda que lo hacía ser realmente cómodo y elegante a su vez, en la parte de al frente era bastante discreto y amaba eso, por ultimo decidí acompáñalo con unos tacones de color beige claro que mi madre me había obsequiado hace unos meses y con un poco de maquillaje.
Antes de salir de mi habitación me detuve frente al espejo. A decir verdad no me veía para mal, el vestido daba forma a mi cintura y sobre todo resaltaba mi cadera. Mi cabello había quedado algo ondulado y la textura lisa del vestido hacía que este resaltará de una forma bastante natural. Todo lucía perfecto en realidad.
-Anny, ya debem… –Dijo mi padre abriendo la puerta de mi habitación, sin embargo se detuvo en seco al verme. –Wow. –Dijo atónito. –Eres tan hermosa como tu madre. –Añadió con una pequeña sonrisa.
-Gracias, papá. –Respondí mientras le devolvía levemente la sonrisa. A pesar de que ella tampoco era mi madre biológica, amaba que papá me comparase con ella. Me hacía sentir que en verdad era hija de una gran mujer como ella lo había sido. –Tú también estás muy guapo, ¿Acaso quieres quitarle la esposa a tu jefe? –Añadí entre risas, y él imito mi acción con una carcajada. Aunque no mentía, el traje le sentaba muy bien, además, a sus treinta y siete años, mi padre era un hombre muy apuesto y carismático.
-Por Dios, no. –Respondió algo ofendido mientras continuaba riendo. Sabía porque lo decía, conocía a la señora Wayne, y la verdad no era precisamente la mujer más deseada del mundo, no por su físico, el cual era en realidad admirable para su edad, sino por su horrenda personalidad. –Ya debemos irnos, pequeña. –Dijo él recobrando la postura. –Se nos hace un poco tarde. –Añadió ladeando su cabeza en dirección a la entrada principal de la casa. Yo solo me dispuse a asentir con tranquilidad, busque mi bolso de mano y salí detrás de él.
La noche era algo extraña, había algo en el ambiente que me transmitía una sensación fuera de lo común, no sabía si se trata del clima o que más pudiese ser. Abril solía ser un mes bastante cálido o al menos así lo había sido, hasta hoy. Íbamos llegando a la sexta avenida cuando mi padre detuvo el automóvil frente a un lujoso restaurant, llevaba por nombre “Blue Moon”.
-Aquí es según la dirección que Wayne me envió. –Dijo mi padre revisando el GPS. – ¿Lista para lo que seguramente será una excelente y perfecta cena? –Añadió con un inmenso sarcasmo mientras terminaba de estacionar el automóvil, no pude evitar reír ante su comentario.-¡Dios te oiga! –Dije riendo mientras comenzábamos a bajar del mismo.Ambos sabíamos que la familia del señor Wayne era peculiarmente extraña. Él era un hombre de negocios bastante reconocido en la industria de las finanzas, su empresa formaba parte del top 5 de las más reconocidas del país, su vida profesional era un éxito, sin embargo la personal tenía algunas cosas fuera de lo común por lo que mi padre solía contar.Los Wayne solían desaparecer una vez al mes, todos los meses, durante tres días exactos
-Se los dije, este era el hombre que le hacía falta a la compañía. –Dijo él chico que acababa de llegar mientras sonreía en dirección de mi padre.-Lo sé, Thomas, yo tampoco dudo de ello. –Respondió el señor Nicholas al joven. Mierda, ¿Ese era su hijo menor?, mi padre al darse cuenta de quien se trataba se levantó para saludarlo, mientras yo seguía completamente congelada en mi asiento, no podía dejar de mirar al tal Thomas. “¿Por qué carajos te pones así?, ¡Ni si quiera le conoces!, ¡Al menos trata de disimular!” me regañé internamente.-Muchísimas gracias, Thomas. –Dijo mi padre mientras le tendía la mano al recién llegado, a lo que este correspondió de inmediato. –Es un gusto conocerte, muchacho.-Lo mismo digo, señor William. –Respondió él mostrando su sonrisa con perfecta dentadura. Mi-er-da. Luego de saludar a mi padre, quien volvió a tomar asiento, se dispuso a ocupar el puesto restante en la mesa, justo a mi lado, aunque a decir verdad parecía no percatarse
-¿Estas segura que no quieres que los lleve?, ya te dije que no tengo ningún problema con hacerlo. –Insistía Thomas nuevamente.-Y yo te dije que sé manejar, no te preocupes. –Repetí por séptima vez mientras rodaba mis ojos. Desde que anuncie que ya debíamos marcharnos Thomas había comenzado a insistir en que él podía llevarnos, debido al estado de ebriedad de mi padre. A decir verdad tenía algo de encantador su gesto, además de que su preocupación se veía genuina, sin embargo no había necesidad de eso, yo podía hacerlo sin ningún problema, mi padre me había enseñado a manejar a los catorce, incluso ya había conseguido mi licencia de conducir. Además, no quería dar la impresión, por mucho que me gustase la idea, de que entre él y yo podía surgir algo, una situación así podría afectar el puesto que del cual mi padre recién se iba a hacer cargo.-Está bien, si quieres puedes manejar tú, pero entonces ¿Me dejas acompañarte? –Pregunto con cierta ternura, había en sus ojos al
-Agh, no, aún nada. –Dije negando con mi cabeza mientras llevaba unas cuantas papas a mi boca. –Es como si hubiese desaparecido de la faz de la tierra. ¿Estás seguro que los meses antes del accidente los pase con él? –Inquirí frunciendo mi ceño.-¿No te cansas de preguntar eso? –Dijo rodando sus ojos. –Ya te dije que sí, estoy completamente seguro de que así fue. –Añadió con sequedad.-Disculpa si te molesto con mis preguntas, es que ya no hallo la manera de recuperar la memoria. –Dije con frustración. –Es que no puedo creer que la única persona que pudiese ayudarme a recuperar la memoria sea precisamente alguien que no aparece. Es una estúpida ironía.-Perdón. –Dijo soltando un suspiro. –Me encantaría poder ser de más ayuda, en serio, pero de momento solo puedo traerte papas fritas e intentar que te sientas meramente normal. –Dijo encogiéndose de hombros.-No es tu culpa, tranquilo. –Dije exhalando un aire que sin saber retenía. –Me estoy volviendo loc
18 de abril, 2019.Eran alrededor de las 9 am, me encontraba trotando a la mitad del Central Park con mis auriculares a todo volumen mientras escuchaba “Bomm Clap” de Charlie XCX. A decir verdad me gustaba como se veía Central Park a estas horas, se convertía en un lugar bastante pintoresco, de lo habitual, además, el clima fresco de hoy le sumaba más puntos al lugar. Me encontraba sumergida en mis pensamientos, en la canción, en el entorno a mí alrededor, tanto que no me percaté que me llamaban a mis espaldas, fue cuando sentí que tocaron mi hombro que caí nuevamente en la realidad.-Por Dios, no eres fácil de alcanzar en ningún aspecto. –Dijo él colocando las manos en su cintura mientras luchaba por recuperar el aliento. Se encontraba con ropa formal, de traje para ser exacta, su cabello se hallaba complemente despeinado, sin mencionar que se le veían algunas gotas de sudor en la frente.-¿Thomas? –Dije por inercia frunciendo mi ceño mientras me
“¿Qué carajos iba a colocarme?” Era el interrogante más grande en este preciso momento. Ya me había probado absolutamente todos los jeans, las blusas, suéteres, franelillas y demás prendas de ropa que tenía y nada, había colocado mi closet patas arriba y aún no hallaba una combinación que me convenciera como outfit para mi cita con Thomas. Me deje caer boca arriba sobre mi cama completamente frustrada, ¿Por qué no podía vestirme con equis cosa y ya? ¿Por qué me importaba tanto vestir bien para ir a ver a Thomas?, “Porque te gusta, duh” respondió la voz de mi interior, di un suspiro de resignación. Escuche como mi celular comenzó a sonar desde la sala, respire hondo y me levante para ir a contestar, quizás se trataba de mi padre, o de Thomas. Al ver la pantalla descubrí que era Noah quien llamaba. Oh, mierda.-¿Ya estas lista? –Pregunto al otro lado de la línea apenas conteste. –Ya casi voy saliendo a buscarte.-Noah, perdón, perdón, perdón. –Dije de inmediato. –Me
Presente.-¿Thomas? –Pregunté al verle allí parado frente a mí. Era él sin duda alguna, aunque la verdad se veía bastante diferente al recuerdo que conservaba del día que lo conocí. En esta ocasión se encontraba despeinado y tenía algo de barba, la cual lo hacía ver desaliñado, el brillo de sus ojos se había perdido por completo, el gris era opaco, oscuro. Vestía una franela gris con un estampado que decía “STOP”, un jean negro que estaba algo roto a la altura de las rodillas y unas VANS clásicas.-Hola, An. –Dijo curvando un poco la comisura de sus labios, más que una sonrisa su gesto era de nostalgia. Noté como sus ojos se humedecieron un poco, su tono de voz era apagado, lo cual hizo que mi estómago diera un vuelco, en definitiva no estaba ni cerca de ser el Thomas que recordaba.-¿Qué te paso? –Pregunte con una mezcla de confusión y sorpresa. Una parte de mí quiso acercarse a él y abrazarlo, darle consuelo a lo que fuese que pasase por su mente
La noche era bastante fría, sin embargo eso no parecía importarles a las personas que iban y veían por las aceras de Brooklyn. A veces solía preguntarme sobre qué rumbo tendrían esas personas, incluso me gustaba pensar que todos iban ya a sus casas a descansar después de un día de trabajo, o quizás se dirigían hacia algún restaurante a tener una cita con el amor de sus vidas, o tal vez simplemente a reunirse con amigos o familiares. A decir verdad trataba de no pensar en las cosas malas, hacía lo posible por dejar ese tipo de cosas a un lado, como si no existiesen, a pesar de que en el fondo sabía que la verdad era otra, el mal, la desdicha, la mala suerte y sobre todo las malas situaciones siempre iban a existir. Yo era el claro ejemplo de eso.Pase los primeros cinco años de mi vida en el orfanato “Santa Marta”, planeando todas las noches sobre cómo encontraría a mis padres biológicos, planes que fui dejando de lado cuando me volví miembro oficial de la familiar Miller