-¿Estas segura que no quieres que los lleve?, ya te dije que no tengo ningún problema con hacerlo. –Insistía Thomas nuevamente.
-Y yo te dije que sé manejar, no te preocupes. –Repetí por séptima vez mientras rodaba mis ojos. Desde que anuncie que ya debíamos marcharnos Thomas había comenzado a insistir en que él podía llevarnos, debido al estado de ebriedad de mi padre. A decir verdad tenía algo de encantador su gesto, además de que su preocupación se veía genuina, sin embargo no había necesidad de eso, yo podía hacerlo sin ningún problema, mi padre me había enseñado a manejar a los catorce, incluso ya había conseguido mi licencia de conducir. Además, no quería dar la impresión, por mucho que me gustase la idea, de que entre él y yo podía surgir algo, una situación así podría afectar el puesto que del cual mi padre recién se iba a hacer cargo.
-Está bien, si quieres puedes manejar tú, pero entonces ¿Me dejas acompañarte? –Pregunto con cierta ternura, había en sus ojos algo que nuevamente no podía descifrar.
-Thomas, lo siento, no creo que sea lo correcto… –Dije mirándolo a los ojos mientras negaba con mi cabeza. Comenzaba a sentirme cansada y ya quería marcharme a casa.
-¿Por qué? –Pregunto extrañado y desconcertado. Podría jurar que incluso le había dolido mi comentario, a lo cual no le veía sentido alguno.
-Podría enumerar una variedad de motivos si gustas. –Comencé a marcar con mis dedos cada una de las cosas que iba diciendo. –A ver… Eres el hijo del jefe de mi padre, mi padre es el nuevo gerente de la empresa de tu familia, y creo que la más importante es que en realidad no te conozco. –Finalicé con crudeza. Note como sus ojos se abrieron de par en par, esta vez pude notar perfectamente lo que ellos reflejaban: Dolor. De inmediato me arrepentí de lo que había dicho.
-Ja, ¿Sabes?, ese el segundo golpe bajo de la noche. –Dijo bajando su mirada al suelo. Después de un corto silencio volvió a mirarme. –Es que, pensé que… –Pareció dudar de lo que quería decir, luego soltó un suspiro de resignación mientras negaba con su cabeza. Por ultimo añadió. –Está bien, tienes toda la razón, no me conoces y obviamente no te conozco, pero dame la oportunidad de hacerlo, una sola oportunidad, y te aseguro que no te vas a arrepentir. –Dijo con firmeza, hablaba con seriedad y determinación, había algo en su tono de voz y su postura que me decía que no aceptaría un “no” como respuesta, y a decir verdad, sin importar los motivos que acababa de mencionar, yo tampoco quería darle una respuesta de ese tipo.
Presente.
Al salir de la consulta con Emma me dirigí al cementerio para visitar la tumba de mi madre, había tomado por costumbre hacerlo después de cada terapia. Estar allí me daba una tranquilidad inexplicable, en el fondo sabía que ella estaba ahí conmigo, me acompañaba y consolaba mientras yo pasaba las tardes mirando el cielo de Manhattan, pensando una y otra vez “¿Por qué eso era lo último que recordaba?”, “¿Por qué, a tres meses del accidente, aún no podía recuperar la memoria?”, “¿Qué carajos sucedió en esos seis meses?”, por desgracia aún no obtenía respuestas.
Mi padre era de poca ayuda para mi memoria pues, por lo que él mismo me contó mientras estaba en el hospital, luego de recibir de manera oficial su asenso comenzó a viajar con más frecuencia de la que imaginaba y pocas veces se hallaba en casa, esto logré corroborarlo en el último mes transcurrido. Él no pasaba ni siquiera dos noches seguidas en casa, siempre tenía que salir a reuniones o debía viajar de un lado a otro sin previo aviso. Lo que más me dolía era que ya no teníamos la misma comunicación, e incluso sentía un gran abismo en la confianza que durante tantos años habíamos construido.
Emma tenía razón al decirme que de no querer recodar entonces habría dejado de asistir a sus consultas, la verdad era que sí quería hacerlo, necesitaba hacerlo, necesitaba entender porque mi padre había cambiado tanto conmigo, o si había sido yo quien lo había hecho, necesitaba obtener respuesta a muchas cosas, y esas respuestas solo las conseguiría con mis recuerdos.
-Si tan solo estuvieses acá... –Dije con un gran nudo en mi garganta en dirección a la tumba de mi madre. Luego de esto di media vuelta y me marché a casa.
Me encontraba acostada en el sillón viendo tv, mientras comía un tazón de cereal de chocolate, cuando tocaron la puerta principal de la casa. No recordaba haber quedado con alguien en particular y por lo que sabía mi padre no llegaría hasta el día siguiente, así que me dirigí a abrir con gran curiosidad para ver de quien se trataba. Quede sorprendida al verlo parado frente a mi puerta, vestía un jean oscuro y su chaqueta del equipo de futbol americano del instituto.
-Que mal te ves. –Dijo Noah frunciendo el ceño– ¿Sabías que hay mascaras que dan menos miedo que tu cara?
-Se dice “Hola” antes de insultar a una persona. –Dije rodando mis ojos mientras me daba media vuelta y entraba de nuevo a mi casa. –Además, ¿Qué haces aquí?, ¿Tú no tenías juego hoy? –Pregunte confundida en lo que caminaba hacia el sillón.
-Y aparte de verte mal también cargas un pésimo humor, terrible combinación. –Dijo cerrando la puerta detrás de él. –Tú lo has dicho, “tenía”, fue suspendido porque a todos del equipo adversario les dio mala digestión. –Respondió encogiéndose de hombros. Por ultimo añadió–Traje papas fritas, ¿Quieres?, ¿O prefieres lanzármelas a la cara?
-Te las acepto solo porque ya me cansé de comer cereal. –Dije mientras me volvía a sentar en el sillón. Noah soltó una pequeña risa mientras abría su bolso, de allí saco una bolsa de McDonald’s y se sentó a mi lado.
-¿Tú padre tampoco está hoy? –Pregunto extrañado mientras tendía en mi dirección una cajita con papas. Dios, hasta él notaba la ausencia excesiva de mi padre.
-No, me llamo temprano para avisarme que llegaba mañana. –Respondí encogiéndome de hombros. Tome una de las papas y la lleve hacía mi boca. –Por Dios, McDonald’s es lo mejor del mundo. –Dije degustando el sabor de la papita frita.
-Yo soy lo mejor del mundo. –Corrigió Noah dándome un guiño acompañado por una sonrisa.
-A veces me pregunto cómo es que elegí de mejor amigo a alguien tan egocéntrico como tú. –Dije negando con mi cabeza mientras llevaba otra papa a mi boca. Él solamente lanzó una carcajada.
-Sabes que me amas, no lo niegues. –Dijo aun riendo. –Y hablando de amor, termine con Madison. –Añadió con cierta indiferencia mientras llevaba un puñado de papitas a su boca.
-Primero, claro que te amo, idiota. –Dije golpeando suavemente su hombro. –Y segundo, ¿Cómo que terminaron?, ¿Por qué? –Pregunté– Pensé que todo estaba bien entre ustedes. –Añadí frunciendo el ceño.
-Todo estaba bien, o al menos todo lo estaba hasta que descubrí que también salía que Stuart Evans. –Dijo encogiéndose de hombros.
-¿Ese no es el corredor de tu equipo? –Pregunte confundida, a decir verdad era el único Stuart que conocía, y además se suponía era gran amigo de Noah.
-Ese mismo. –Dijo soltando un suspiro mientras dejaba caer su cabeza en el espaldar del sillón. –Hoy llegue temprano al campus y los vi besándose en las gradas.
-Mi-er-da. –Dije realmente sorprendida. –Jamás pensé algo así de ella. –Añadí desconcertada. Madison y Noah habían sido novios desde el segundo año de secundaria, eran la pareja favorita de todos en el instituto. Su relación era tan formal que en más de una ocasión había escuchado a Noah hablar de que estaba buscando una habitación que pudiesen alquilar para vivir juntos después de graduarse. ¿Qué tantas cosas más habían cambiado en estos últimos meses?
-Yo menos. –Fue todo lo que Noah respondió, su tono de voz era algo apagado, lo cual era realmente entendible: Él la consideraba el amor de su vida, y ella lo había traicionado. –Pero bueno –Dijo recomponiéndose–, dejemos de lado mis desgracias amorosas, las tuyas son más divertidas. ¿Aún no sabes nada de Thomas? –Pregunto mirándome con curiosidad, había algo más en su mirada que no logré descifrar.
-Agh, no, aún nada. –Dije negando con mi cabeza mientras llevaba unas cuantas papas a mi boca. –Es como si hubiese desaparecido de la faz de la tierra. ¿Estás seguro que los meses antes del accidente los pase con él? –Inquirí frunciendo mi ceño.-¿No te cansas de preguntar eso? –Dijo rodando sus ojos. –Ya te dije que sí, estoy completamente seguro de que así fue. –Añadió con sequedad.-Disculpa si te molesto con mis preguntas, es que ya no hallo la manera de recuperar la memoria. –Dije con frustración. –Es que no puedo creer que la única persona que pudiese ayudarme a recuperar la memoria sea precisamente alguien que no aparece. Es una estúpida ironía.-Perdón. –Dijo soltando un suspiro. –Me encantaría poder ser de más ayuda, en serio, pero de momento solo puedo traerte papas fritas e intentar que te sientas meramente normal. –Dijo encogiéndose de hombros.-No es tu culpa, tranquilo. –Dije exhalando un aire que sin saber retenía. –Me estoy volviendo loc
18 de abril, 2019.Eran alrededor de las 9 am, me encontraba trotando a la mitad del Central Park con mis auriculares a todo volumen mientras escuchaba “Bomm Clap” de Charlie XCX. A decir verdad me gustaba como se veía Central Park a estas horas, se convertía en un lugar bastante pintoresco, de lo habitual, además, el clima fresco de hoy le sumaba más puntos al lugar. Me encontraba sumergida en mis pensamientos, en la canción, en el entorno a mí alrededor, tanto que no me percaté que me llamaban a mis espaldas, fue cuando sentí que tocaron mi hombro que caí nuevamente en la realidad.-Por Dios, no eres fácil de alcanzar en ningún aspecto. –Dijo él colocando las manos en su cintura mientras luchaba por recuperar el aliento. Se encontraba con ropa formal, de traje para ser exacta, su cabello se hallaba complemente despeinado, sin mencionar que se le veían algunas gotas de sudor en la frente.-¿Thomas? –Dije por inercia frunciendo mi ceño mientras me
“¿Qué carajos iba a colocarme?” Era el interrogante más grande en este preciso momento. Ya me había probado absolutamente todos los jeans, las blusas, suéteres, franelillas y demás prendas de ropa que tenía y nada, había colocado mi closet patas arriba y aún no hallaba una combinación que me convenciera como outfit para mi cita con Thomas. Me deje caer boca arriba sobre mi cama completamente frustrada, ¿Por qué no podía vestirme con equis cosa y ya? ¿Por qué me importaba tanto vestir bien para ir a ver a Thomas?, “Porque te gusta, duh” respondió la voz de mi interior, di un suspiro de resignación. Escuche como mi celular comenzó a sonar desde la sala, respire hondo y me levante para ir a contestar, quizás se trataba de mi padre, o de Thomas. Al ver la pantalla descubrí que era Noah quien llamaba. Oh, mierda.-¿Ya estas lista? –Pregunto al otro lado de la línea apenas conteste. –Ya casi voy saliendo a buscarte.-Noah, perdón, perdón, perdón. –Dije de inmediato. –Me
Presente.-¿Thomas? –Pregunté al verle allí parado frente a mí. Era él sin duda alguna, aunque la verdad se veía bastante diferente al recuerdo que conservaba del día que lo conocí. En esta ocasión se encontraba despeinado y tenía algo de barba, la cual lo hacía ver desaliñado, el brillo de sus ojos se había perdido por completo, el gris era opaco, oscuro. Vestía una franela gris con un estampado que decía “STOP”, un jean negro que estaba algo roto a la altura de las rodillas y unas VANS clásicas.-Hola, An. –Dijo curvando un poco la comisura de sus labios, más que una sonrisa su gesto era de nostalgia. Noté como sus ojos se humedecieron un poco, su tono de voz era apagado, lo cual hizo que mi estómago diera un vuelco, en definitiva no estaba ni cerca de ser el Thomas que recordaba.-¿Qué te paso? –Pregunte con una mezcla de confusión y sorpresa. Una parte de mí quiso acercarse a él y abrazarlo, darle consuelo a lo que fuese que pasase por su mente
La noche era bastante fría, sin embargo eso no parecía importarles a las personas que iban y veían por las aceras de Brooklyn. A veces solía preguntarme sobre qué rumbo tendrían esas personas, incluso me gustaba pensar que todos iban ya a sus casas a descansar después de un día de trabajo, o quizás se dirigían hacia algún restaurante a tener una cita con el amor de sus vidas, o tal vez simplemente a reunirse con amigos o familiares. A decir verdad trataba de no pensar en las cosas malas, hacía lo posible por dejar ese tipo de cosas a un lado, como si no existiesen, a pesar de que en el fondo sabía que la verdad era otra, el mal, la desdicha, la mala suerte y sobre todo las malas situaciones siempre iban a existir. Yo era el claro ejemplo de eso.Pase los primeros cinco años de mi vida en el orfanato “Santa Marta”, planeando todas las noches sobre cómo encontraría a mis padres biológicos, planes que fui dejando de lado cuando me volví miembro oficial de la familiar Miller
Los abuelos de Dylan nos recibieron con gran cariño y amabilidad, como si fuésemos conocidos de toda la vida, aunque si lo pensaba bien quizás Thomas lo era, “¿Y si yo los había conocido también?” fue un pregunta que no pude evitar formularme. Luego de atravesar la puerta principal nos condujeron hacía la cocina de la cabaña, donde nos ofrecieron un poco de chocolate caliente acompañado de unas tostadas con tocino, no me había dado cuenta del hambre que tenía hasta que las probé, estaban realmente deliciosas. El lugar era bastante acogedor, por lo que había alcanzado a notar contaba con un sinfín de fotografías familiares que decoraban las paredes de madera, del techo colgaban candelabros que brindaban una luz tenue, se notaba como los muebles habían sido bien elegidos, pues combinaban perfectamente con todo el entorno.-¿Te gusta el lugar? –Pregunto con tranquilidad la señora Caroline, abuela de Dylan, en mi dirección.-Es un hogar muy acogedor. –Respondí dirigién
Abril 30, 2019.-¿Crees en el destino o en las casualidades? –Pregunto Thomas mientras tomábamos un café en “Yellow Coffe”.-Que pregunta tan profunda. –Dije riendo mientras le daba un sorbo a mi café, él soltó una pequeña risa. –Debo confesarte que en realidad nunca lo había pensado. –Admití. –Sin embargo, me inclinaría un poco más por las casualidades que por el destino. –Añadí luego de pensarlo un poco.-¿Por qué? –Pregunto él con curiosidad al mismo tiempo que ladeaba su cabeza y posaba sus codos sobre la mesa.-Todos decidimos quienes ser y que hacer según las situaciones que se nos van presentando en la vida, no creo que seamos robots siguiendo un manual de instrucciones. –Respondí con tranquilidad encogiéndome de hombros– ¿Y tú, en que crees? –Pregunte imitando su acción al colocar mis codos sobre la mesa.-Yo creo en el destino, aunque sinceramente no lo veo como un “Manual de instrucciones” –Respondió él con una pequeña risa.&n
-Disculpa que te deje esperando tanto tiempo. –Dijo Thomas mientras tomaba asiento, al mismo tiempo me dirigió una pequeña sonrisa. –Mi padre quería contarme unas cosas sobre la empresa y bueno, debía escucharlo si no quiero quedar despedido antes de siquiera comenzar a trabajar. –Añadió encogiéndose de hombros con ternura.-Tranquilo, aunque es una lástima por tu café, estoy completamente segura de que ya se enfrió. –Dije con un tono de tristeza fingido mientras negaba con mi cabeza.-¿Completamente? –Dijo Thomas mientras alzaba una de sus cejas de una manera muy divertida. –Eso significa que probaste mi café mientras yo hablaba por teléfono ¿Eh? –Añadió con humor.-Un poco nada más, es que tenía curiosidad de porque te gustaba el Latte en vez del Capuccino, y la verdad déjame decirte que no le encontré nada bueno. –Dije frunciendo el ceño mientras trataba de contener la risa.-¡Oh por Dios!, ¡No puedo creer que no te guste el Latte! –Dijo