Lujuria

Me levanté en medio de la noche cuando noté que Nathan aún estaba a mi lado durmiendo plácidamente como un bebé. Se lo veía tan sexy y encantador que no pude evitar contemplarlo en silencio. Muchas veces le picaba la nariz y se rascaba, me reía cuando lo hacía parecía todo un infante. Me acerqué más y podía sentir su respiración sobre mi rostro, sus labios estaban un poco resecos, pero muy provocativos, definitivamente su boca no era pequeña. No pude aguantar las ganas de besarlo, ni siquiera abrió los ojos, como si lo estuviera esperando, y me dejó que lo besara, me rodeó con los brazos mientras me sobaba la espalda.

—¿Qué hace señorita Adriana? —dijo con la respiración entrecortada.

—Lo he soñado algunas veces…

—¿Soñado? —preguntó confundido—. Adriana, ¿usted?

—Me gustas Nathan… —Se sentó en frente de mí y me acarició la mejilla—. No tienes que corresponder, sé que no valgo…

—No digas eso, estoy obsesionado contigo, Adriana.

—¿Obsesionado conmigo o con mi caso? Son dos cosas distint
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