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No existen las coincidencias

—Solo diré que estuviste en el momento y lugar equivocado, no se suponía que deberías estar ahí.

—¡Demonios, Adriana! —alzó su voz más de lo normal—. Siento que me hablas en códigos.

—Fue un pillaje, los directivos de la ceremonia de arte no le pagaron a mi jefe y el saqueo fue una forma de cobrar las deudas.

—Aunque eso incluyera vidas inocentes, y obras de valor, mis piezas y las de mi hermano.

—Solo era una nueva forma de transportar drogas, ¿quién dudaría de una pintura?

— ¡Es suficiente!, no quiero oír más.

—¡Tienes qué oírme! Emmanuel nunca fue tu amigo. Él siempre fue y seguirá siendo un policía encubierto, que audazmente conocía todos nuestros movimientos, tanto él como parte de su gente actuaron como si fueran nuestros amigos, pero solo lo hicieron para sacarnos toda la información que buscaban —Alex se quedó atónito por unos minutos antes de responder.

—Yo lo creía…

—… ¿Tu amigo?, pues no. Te equivocaste, el que se hiciera pasar como tu amigo era parte del plan.

—Pero ¿cómo puede ser posible que no lo haya notado? —tomó mi mano—. ¿Por qué no puedo recordar más?, ¿por qué siento que te conozco desde antes?

—No es coincidencia, Alex —apreté su mano con más fuerza—. Mi jefe tenía una sospecha de que no le pagarían y me envió a estudiar en la institución como una advertencia. Yo solo te conocí por nuestra clase en común, la pintura, solo era una materia y por eso sabía que no tenías conocimiento de lo que estaba sucediendo. Nunca te preguntaste, ¿por qué Emmanuel apareció en nuestra clase como estudiante de intercambio luego de que nos volvimos más cercanos?

—Nunca me lo pregunté, pero eso no… —se detuvo.

—Yo de verdad te quiero…

—No seas cínica, cómo puedes…—me interrumpió.

—Porque después de ese incidente fuiste trasladado a emergencias, estabas a punto de morir, y no lo iba a permitir, no después de que fuera culpa de él.

—Pero es imposible, casi lo he olvidado todo.

—No puedes recordar con claridad, porque luego del ataque tuviste pérdida de memoria, y me aseguré de que recibieras toda la ayuda médica posible. Estuve atenta a cada momento de tu mejoría, aún estando en la cárcel. Fue parte del trato con ellos. De otro modo hubieses muerto, tus padres no tenían el dinero suficiente en ese momento.

Se escuchó nuevamente una voz a través del megáfono, con un tono amenazante.

—¡DINOS LA UBICACIÓN EXACTA DE JAIME O LOS MATAREMOS A AMBOS!

—¿Jaime?, ¿de quién están hablando? —preguntó confundido.

—Él fue mi jefe —respondí—. ¡No lo sé!, nunca supe donde estábamos.

—¿Tu jefe?

Embistieron la puerta de un solo envión que nos hicieron levantar de golpe. Alex inconscientemente se colocó delante de mí para protegerme.

—¿Qué ocurre? —pregunté

—¡Quédate detrás de mí!, no dejaré que… —pero fue interceptado por Emmanuel quien se le aproximó bruscamente para tirarlo del brazo hacia fuera del cuarto.

—Espero que sepas nadar —dijo Edison provocando un silencio inquietante en Alex.

—¡Déjenlo!, él no tiene nada que ver en esto —un policía que no dejaba ver el rostro, pero sí su placa, me sujetó por detrás y me obligó a seguirlos. Nos llevaron hasta un pozo y nos echaron al agua. Demoré algunos segundos en reaccionar antes de que pudiera sacar mi cabeza fuera del agua. Enseguida busqué a Alex, pero no encontraba. Buceé hasta el fondo del pozo, estaba intentando nadar, pero sin éxito. Halé de su brazo y lo saqué fuera del agua.

—Adriana —dijo entre cortado mientras tosía intentando sacar toda el agua de sus pulmones.

—¡Gracias a Dios, estás bien!, creí que te había perdido —intenté sostenerme de uno de los bloques del pozo que sobresalían—. Necesito que me ayudes moviendo tus piernas.

—Buscaré otro bloque del que me pueda sostener —se apartó de mí sin decir otra palabra.

—¡Ten cuidado!

—Estaré bien.

Mi cuerpo se debilitaba conforme pasaban las horas. Alex y yo comenzamos a dudar de que nos sacarían del pozo. Sentía fatiga y hambre por lo que algunas veces me soltaba.

—¡Adriana, mírame! Saldremos de esto, solo tienes que darles lo que piden.

—No puedo Alex, en verdad no lo sé. Antes de ingresar al colegio nos cambiamos de casa y desde ese momento sus guardias no me permitían que supiera la nueva ubicación. Sabían que sería arriesgado.

—Pero debe haber algo; un sonido, voces, incluso un silencio. Intenta recordar.

—Se me es difícil. Cuando estuve presa, me torturaron tantas veces, que lo único que recuerdo era el dolor que sentía —giré mi cuello dejando a la vista las marcas de mi pasado.

—¿Qué son esas marcas en el cuello? —me miró con tanto asombro como si hubiese recordado lo que le faltaba a su rompecabezas.

—No tiene importancia —Alex aún se mantenía en silencio—. ¿Qué ocurre?

—Es imposible…

—Me estás asustando.

—Te puedo recordar.

—¿De qué estás hablando? —pregunté sin poder creerle del todo.

—No sé cómo, pero cuando mencionaste las marcas en el cuello, te pude recordar. Lo que tuvimos fue…

—…hermoso.

—Lo fue, pero ¿cómo es posible?

—¿Recuerdas exactamente todo?

—No, solo recuerdo que un día llegaste con marcas en el cuello cuando estábamos en el colegio.

—Eso es imposible, eso pasó hace mucho…—el cansancio y el hambre que me consumían no me dejaba pensar con claridad—. Necesito dormir.

—¡Adriana, escúchame!, debes mantenerte despierta no puedes dejarme… —Todo se nubló mientras sentía como el agua entraba a mis pulmones.

—Adriana ¿me escuchas?

—¿Alex? —pregunté mientras escupía el agua de mis pulmones.

—¡Gracias a Dios!

—¿Qué pasó?

—Después de que te desvaneciste, grité con todas mis fuerzas para que me pudieran escuchar. Demoraron, pero nos ayudaron después de que les rogué. Los oí hablar entre ellos y alguien más a quien no pude reconocerle la voz.

—¿Qué oíste? —pregunté mientras me incorporaba y me sentaba frente a él.

—Al parecer encontraron el paradero, o al menos tienen una pista y Carlos, él… —se detuvo.

—Carlos ¿qué?, dime —sacudí su brazo.

—Carlos fue quien convenció a alguien de nombre Luis, de que nos salvaran, de que se estaba pasando de la raya y que no serviría si te dejaban morir.

—¿Luis?

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