El bus paró en frente de mí dejando pasajeros. Subí y me senté en el cuarto puesto de atrás. Quería evitar las miradas de los demás y quería concentrarme en lo más importante, la salida. Mi alarma de las seis en el celular sonó y me levantó de un solo golpe, nos estábamos acercando a mi parada, y aún permanecía sentada.
—¡Espere! —apreté el botón de parada y me bajé—. ¡Gracias!
Di un traspié por estar muy volada, pero por suerte no me di de bruces contra el inmaculado suelo de la calle. Caminé lo más rápido que pude hacia el centro de convenciones. Emmanuel y Alex estaban esperando, estaban relajados conversando entre ellos, de seguro no era la primera mujer que los había hecho esperar.
—Disculpen la demora, mi bus se retrasó y el tráfico era un desastre —agaché un poco mi cabeza por la vergüenza, tenía esa costumbre asiática que Carlos nunca comprendió por qué lo hacía.
—No te preocupes, acabamos de llegar también —mintió Alex.
—Mencionabas que el restaurante quedaba cerca de aquí —dijo Emmanuel.
—Sí, solo debemos caminar unas cuadras —miré con cuidado las luces del semáforo antes de cruzar—. Puedo preguntarles ¿de dónde son exactamente?
—De la parroquia Jipijapa, aunque mi amigo Emmanuel es del extranjero.
—Siempre he querido visitar la capital, pero no se me ha dado la oportunidad —dirigí mi mirada a Emmanuel fingiendo asombro—, ¿eres del extranjero?
—Sí, soy de México.
—¿Dónde se conocieron? —pregunté.
—En la secundaria —respondió Alex.
—He oído que al tener un amigo por más de diez años ya se lo puede considerar como una amistad duradera y transparente.
—Sí, eso dicen —respondió Emmanuel.
—El local es ese —señalé el restaurante de la esquina de enfrente. El semáforo cambió a rojo—. Crucemos.
El lugar estaba repleto, Emmanuel encontró una mesa para nosotros cerca del mostrador, mientras que con Alex nos colocábamos en la fila.
—Se conocen tanto que sabes lo que tu amigo pedirá de comer.
—Sí, una amistad de más de diez años te da esos privilegios —respondió Alex—. Pensé que vendrías con Carlos…
—No esta vez —dirigí mi mirada hacia el cajero—. No pudo dormir la noche anterior. Se sentía muy cansado —mentí.
Antes de que pudiéramos proseguir con la conversación nos llegó el turno de pedir. El cajero nos preguntó si pediríamos juntos en una sola factura, le dije que no. Pedí mi plato favorito y luego Alex pidió el suyo junto al de su amigo. Nos dirigimos a la mesa.
—Has sido muy amable con nosotros Adriana, muchas gracias —añadió Alex al sentarse a lado de Emmanuel—. ¿Su equipo de trabajo ha salido del país?
—No hemos tenido la oportunidad de salir del país… —Alex me interrumpió en medio de la conversación para contestar una llamada.
—Debo comentarte algo Adriana, aprovechando de que se fue —dijo Emmanuel—. Como te habrás dado cuenta de que, a pesar de los acercamientos, Alex no te recuerda y…
—No entiendo qué intentas decir —le interrumpí.
—Adriana, aunque Alex no lo recuerde, el brillo en sus ojos sigue siendo el mismo que el de hace seis años.
—Lo siento, era una llamada importante —interrumpió Alex al sentarse a mi lado—. ¿Te importaría pasarme mi plato de comida? —Emmanuel deslizó el plato hacia Alex.
—Gracias.
Continuamos con la conversación y Emmanuel tuvo que regresar a la habitación del hotel por unos asuntos, por lo que nos quedamos solos. Mientras Alex continuaba contándome sobre sus trabajos con las productoras, no podía evitar admirarlo por los grandes logros que cosechó después de tanto tiempo. Salimos del local y nos dirigimos al Malecón del Salado, me hubiese gustado negarme a irme con él, pero no pude resistirme, quería estar a su lado. Hicimos parar el primer taxi que se nos cruzó, él se ofreció en pagar la carrera, pero le insistí en compartir el gasto. No había notado lo cerca que se había sentado junto a mí, por lo que cuando quise preguntarle sobre su familia, mi respiración se había entrecortado. Él me sonrió, y luego de unos minutos formulé mi pregunta sin que se notara mi nerviosismo.
—Cuando les ha tocado realizar estos trabajos pesados para las productoras, ¿aún tienen tiempo para sus familias?
—Si, claro que sí —agachó su mirada—, mantenemos la comunicación a través de videollamadas —respondió rápidamente como si tratara de evadir mi pregunta.
—Lamento si mi pregunta te incomodó —me sonrió.
Miré hacia la ventana mientras pensaba en todos los posibles escenarios, en algún momento tendría que ocurrir alguno de ellos. Los minutos pasaron y llegamos a nuestro destino. Ambos le pagamos al taxista y él se ofreció a ayudarme a salir del auto. Caminábamos rumbo al malecón cuando las personas que circulaban entre nosotros nos miraban disimuladamente. Una mujer pasó a mi lado empujándome con tanta fuerza que perdí el equilibrio y di un traspié, pero Alex me rodeó con su brazos para que evitara darme de bruces contra el cemento. El aroma de su perfume era muy embriagador. Reposé mi cabeza en su pecho hasta que mi corazón dejara de dispararme y se regularizara con el ritmo de mis pulmones trabajando.
—¡Debes observar por dónde caminas ladrona! —gritó la mujer ataviada con una camisa holgada, falda con huecos y chancletas .
—¿Estás bien, Adriana? —me preguntó sin tomar en cuenta lo que la mujer había vociferado junto a las miradas que recaían sobre nosotros.
—Sí, lamento que hayas tenido que oírla —alejé mi cabeza de su pecho.
—Descuida, apliqué la de oídos sordos —me ayudó a levantarme—, ¿segura que no te lastimaste?
—Sí, estoy bien, no tienes de que preocuparte.
—¿Segura? Tu corazón sonaba igual que una metralleta —bromeó.
—Soy despistada, es todo —mis mejillas se ruborizaron y podía sentir el calor bailando en ellas.
—Creo que debo cerciorarme primero —me rodeó nuevamente con sus brazos.
Cruzamos el puente que unía las dos partes del Malecón del Salado y se detuvo por un momento para colocarse en frente de mí.
—¿Puedo tomarte una foto? —preguntó mientras sacaba de su maleta una cámara semiprofesional—. Te ves perfecta desde este ángulo.
—No sabía que también fueras fotógrafo —dije.
—Solo soy un aficionado.
Me indicaba cómo posar para cada foto, al principio sentía vergüenza, todas las personas fijaban sus miradas en nosotros, pero luego observé el mismo brillo en sus ojos cuando hablaba sobre su trabajo que me dio más confianza frente a su cámara.
—Gracias por hacer de mi noche la mejor —besó mi mejilla. Luego de tomarme la última foto, guardó su cámara.
Sentí como me quemaban las mejillas por lo que lo miré fijamente a los ojos. Nos miramos por unos segundos hasta que él tocó mis cachetes con sus manos frías, y me propinó un beso en la comisura de mis labios. Por un momento mantuve los ojos abiertos, me sentía confundida. Luego él dirigió su boca más hacia mis labios y cerré mis ojos. Ambos nos apartamos para recuperar la respiración y nos reímos.
—Eso fue…inesperado —suspiré—. No está nada bien.
—Adriana —acarició mis mejillas.
—Claro que no está nada bien —dijo una voz que conocía perfectamente, era Carlos, pero no venía solo.
—¡Carlos!, me has estado siguiendo —dije sin pensarlo.—¡Claro que sí! ¿con qué derecho sales a solas con él? —preguntó como si esperaba que Alex perdiera el control.—Te dije que todas son iguales, Alex —dijo Emmanuel e intentó colocarse entre los dos.—¡Deja de meterte en mis asuntos, Emmanuel! —me miró—. ¿Estás saliendo con él?—No, no lo escuches. Él no tiene ningún derecho de hablarme de esa forma.—¿Por qué no le dices la verdad Adriana? Ayúdalo a recordar —dijo Emmanuel.—¿De qué está hablando? —me preguntó confundido.—Debemos irnos —dije mientras halaba de su mano.—¡Adriana, detente! —gritó Carlos, pero no obedecí.Sin embargo, al girar en un rincón oscuro, tres hombres encapuchados bloquearon nuestro camino. Nos miraron con ira en sus ojos. El que se encontraba frente a Alex golpeó su cara con el puño. Cayó inconsciente al suelo de inmediato. Mientras que el que estaba a mi lado me embistió con un golpe en mi estómago, me desvanecí junto a él. Podía sentir como nos llevaro
—Solo diré que estuviste en el momento y lugar equivocado, no se suponía que deberías estar ahí.—¡Demonios, Adriana! —alzó su voz más de lo normal—. Siento que me hablas en códigos.—Fue un pillaje, los directivos de la ceremonia de arte no le pagaron a mi jefe y el saqueo fue una forma de cobrar las deudas.—Aunque eso incluyera vidas inocentes, y obras de valor, mis piezas y las de mi hermano.—Solo era una nueva forma de transportar drogas, ¿quién dudaría de una pintura?— ¡Es suficiente!, no quiero oír más.—¡Tienes qué oírme! Emmanuel nunca fue tu amigo. Él siempre fue y seguirá siendo un policía encubierto, que audazmente conocía todos nuestros movimientos, tanto él como parte de su gente actuaron como si fueran nuestros amigos, pero solo lo hicieron para sacarnos toda la información que buscaban —Alex se quedó atónito por unos minutos antes de responder.—Yo lo creía…—… ¿Tu amigo?, pues no. Te equivocaste, el que se hiciera pasar como tu amigo era parte del plan.—Pero ¿cómo
Ahora pude relacionar la voz del personaje misterioso que se rehusaba a demostrar su verdadera identidad, aquel hombre que solo provocó en mi secuelas irreparables, y que, si Jaime se enterara, él sería capaz de matarlo y disfrutar de cada segundo como una sinfonía de orquesta.—Sí, puedo estar seguro de que dijeron Luis, sabes ¿quién es él?—No, no sé quién es —aparté mi vista.—Adriana —tomó mis mejillas con sus manos—, necesito que me digas la verdad, sé que estás mintiendo.—No sé quién es, déjame en paz —me levanté bruscamente y aparté sus manos.—¿Qué ocurre contigo?, solo mencioné un nombre y reaccionas de esta forma. Estás siendo muy irracional en estos momentos —Se levantó y me rodeó con los brazos— ¡Mírame, por favor!—No quiero hablar de él —agaché mi cabeza.—Entonces lo conoces.—Sí.—No te obligaré a que me digas quién es el si eso te hace sentir mejor —elevó mi barbilla para que lo mirara—. Te haré otra pregunta si no te molesta, sabes ¿dónde estamos? estoy seguro de qu
Muchos recuerdos vinieron a mi mente cuando vi las fotos sobre la mesa. Eran retratos de las víctimas sobre sus propios charcos de sangre. Solo una de ellas llamó mi atención y esperaba que Alex no la notara. Cuando él la miró, quedó inmóvil por unos minutos hasta que sus lágrimas comenzaron a deslizarse sobre sus mejillas. Una de mis peores pesadillas cobró vida.—Alex, lo la… —dije.—No puedo creer lo que estoy viendo, sabías lo importante que era mi hermano para mí y ahora él está muerto y todo por tu culpa —me interrumpió.—Alex no digas eso, no fue mi intención.—Prefiero no oírte —se levantó de la silla y nos dio la espalda.—Nadie te detiene Alex, puedes irte. No tienes ninguna obligación en acompañarnos, Adriana estará bien con nosotros —añadió Emmanuel.—¡Qué demonios haces! —susurró Carlos a Emmanuel— sabes que no lo podemos dejar ir.—Solo espera.—Se lo prometí —dijo Alex para sí mismo—, ¿por qué lo hiciste Adriana?, ¡porqué!—Entiéndelo, fui obligada a matar a tu hermano.
Pasaron las horas y escuchamos un sonido fuerte en la puerta junto a unos pasos que se aproximaban a toda velocidad. El ruido provocó que nos levantáramos de golpe. Carlos con Emmanuel sostuvieron a Alex de los brazos por detrás, mientras que Luis se acercaba eufóricamente hacia mí. Cogió de mis brazos y los colocó detrás de mi espalda bruscamente y empujó con fuerzas mi cuerpo contra la mesa haciendo presión en mi cabeza.—¡Déjenla! —gritaba Alex.—Me dirás en este momento dónde está Jaime o juro que lo pagarás con tu vida —dijo Luis mientras hacía más presión.—Mi cabeza…Con la misma fuerza que sostenía mis brazos contra mi espalda me arrojó hacia el piso. Golpeé mi cabeza con la esquina de una de las sillas. Entre inconsciente y con sangre que salía de mi frente, miraba como Alex intentaba deshacerse de Carlos y Emmanuel, pero sin éxito, mientras que Luis se acercaba por segunda vez, me levantó sujetando del cuello.—¡Dime dónde está!—¡No lo sé! —dije entrecortado.—Lo estás llev
—Él me pegaba y abusaba de mí —completé la frase entre sollozos.—¡Dios que impotencia!—Alex, estoy rota por dentro, desde hace tiempo me siento así.—Adriana, nada de esto es tu culpa —me abrazó con más fuerzas.—Sé que no es mi culpa, lo sé muy bien. Todo es culpa de Jaime.—De eso no cabe duda, todos sabemos que él…—No es mi verdadero padre.—Eso no iba a decir, espera un momento —me miró consternado—. ¿Qué quieres decir?—Él se convirtió en mi padrastro, pero no es mi verdadero padre —tomé un suspiro antes de continuar—. Mi verdadero progenitor le debía dinero y no tenía cómo pagarle y si no lo hacía nos mataría a todos, incluyendo a su amante. —¿Tenía una amante?, ¿por qué nunca me hablaste de ella?—Porque cuando nos conocimos solo vivía con Jaime, y no supe más de ellos —lo miré a los ojos por un momento—. Él me obligó a quedarme callada y si te decía algo a ti o a alguien más, lo pagaría muy caro.—¿Te pudo haber matado? —noté el miedo en sus ojos y a
—Jefe, no podemos quedarnos aquí para siempre. Debemos hallar la forma de salir de aquí —dijo Emmanuel a Luis.—Estoy pensando en eso —observó a los alrededores—. Debemos dividirnos, Emmanuel ve con Carlos y Alex, Adriana vendrás conmigo. Hay unas escaleras al final del pasillo que llevan a una salida alterna. No podemos permitir que se la lleven porque perderíamos la oportunidad de capturarlo.—Luis, hay más de diez hombres allá afuera. Lo conozco bien. Si salimos así nomás, los matarán a todos —dije.—Tienes razón, por eso te cogeremos a ti como escudo —dijo Emmanuel.—¡Están locos!, eso sería arriesgado —dijo Alex. Se giró a verme y notó mi expresión de tranquilidad ante la descabellada idea— ¿No estarás pensando en hacerlo?—Alex, es la única forma —le respondí mientras lo callaba con un beso en su mejilla.—Lo que dice Emmanuel es verdad, y debemos asegurarnos de qué lado se esconden —dijo Carlos—. Podemos deslizar una silla en el pasillo y escuchar de dónde provienen los disparo
—Cuídate mucho, te amo Alex.Fueron las palabras que escuchó Alex cuando recuperó la conciencia. Cuando notó que ya no estaba con él, sus lágrimas comenzaron a recorrer su rostro, estaba más que seguro de que las palabras que escuchó fueron consecuencias del envión que recibió en el rostro e intentó remover la sangre de la comisura de sus labios. Carlos, Emmanuel y Luis permanecían inconscientes a unos metros, y eran los únicos que quedaban en el lugar.—¡Levántense, vamos!—¡Otra vez caímos en la trampa! —añadió Emmanuel—. Fue un error ir a esa cabaña, gracias a eso Jaime y sus hombres sabían dónde nos escondíamos.—No fue del todo un error. Fue un poco tonto de su parte si te pones a pensar —dijo Luis.—¿A qué se refiere, señor? —preguntó Carlos.—Adriana nos mencionó sobre la historia que su padre le contaba, debe tener alguna relación relevante —dijo Alex.—¡Exacto! Él creyó que Adriana no recordaría nada después de tantos años, pero lo hizo —dijo Luis.—¿Qué haremos ahora? ¿Qué h