La única forma de salir de este lugar es pagar la gran deuda que tengo, según Fernando. Es una deuda millonaria; prácticamente tendría que trabajar toda mi vida para liquidarla. Entro a la oficina de Fernando, decidida a exigir lo que muchas no se atreven por miedo.
—Quiero que reduzcas mi deuda —le suelto de golpe—. Te he dado mucho dinero, creo que merezco que la bajes.
—Ay, preciosa, veo que no entiendes cómo funcionan las cosas —responde mientras posa su mano en mi cuello. Con temor, siento cómo empieza a apretarlo.
—¡Me lastimas! —digo, tratando de soltarme.
—Nunca podrás pagar esa deuda porque eres mía —me suelta de repente, haciéndome golpear contra la puerta—. Ahora te saldrá un moretón por idiota. ¡Lárgate, ya me hiciste enojar!
Salgo del lugar con un dolor de cabeza horrible y entro al camerino.
—¡Por Dios! ¿Qué te pasó? —pregunta Mila, espantada al ver mi rostro.
—Tuve un problema con Fernando.
—¿Le volviste a pedir que baje tu deuda?
—Sí, pero el maldito se niega.
—Ven, te voy a poner algo ahí, se ve feo y tenemos que salir a bailar.
Mila me maquilla y logra tapar el golpe que me hizo el imbécil. Luego nos cambiamos y salimos al show. Puedo sentir las miradas de los hombres, cargadas de lujuria, mientras me muevo en el escenario. Me quito el sostén, dejando mis pechos expuestos, aunque los pezones están cubiertos con dos corazones. Sin embargo, sigo sintiéndome vulnerable… hasta que lo veo.
Él está aquí. Ese hombre de mirada penetrante que me pone nerviosa.
—Lo hiciste increíble, mi Cristal, pero hoy tendrás un show privado. Así que arréglate.
Tomo el sostén y me lo coloco para dirigirme a los reservados, donde está sentado el hombre que parece un dios griego.
—Hermosa como siempre. Aunque preferiría que solo yo pudiera verte. No me gusta que otros lo hagan —dice, apretando el vaso que tiene en la mano.
—¿Crees que lo hago porque me gusta? —respondo.
Él se levanta y se acerca a mí hasta quedar demasiado cerca.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? - Comete el error de poner su mano justo donde Fernando me golpeó, y suelto un gemido de dolor —¿Qué pasó? —pregunta, preocupado.
—No es nada.
—Claro que sí - Se acerca aún más a mi rostro y nota el golpe. Se tensa por completo.
—¿Quién lo hizo?
—Eso no importa.
—¡Nadie puede tocarte, y menos así! —protesta con furia. Pero, ¿qué le pasa? Él es solo un cliente. ¿Por qué actúa así conmigo?
—Cálmate —le digo, tocando su pecho y notando cómo su corazón late acelerado—. Ven.
Tomo su mano y lo llevo hasta el sillón, haciéndolo sentarse. Luego me siento encima de él. Me mira y coloca sus manos en mi cintura.
—Ya no importa. ¿Quieres el show?
—No. Quiero esto.
Toma mi nuca y junta nuestros labios en un beso fogoso que hace que mi cuerpo vibre. Sin pensarlo, paso mis brazos por su cuello y me acerco más a él, disfrutando del calor de su cuerpo. Mi cuerpo comienza a moverse solo, provocando que nuestras partes se rocen de una forma que nos tortura a ambos, arrancándonos gemidos.
—Joder, nena…
Cuando dice eso, me enciendo aún más, así que decido seguir moviéndome. No quiero parar. Él coloca su mano en mi espalda y suelta el broche de mi sostén. Con mi ayuda, me lo quita, dejando expuestos mis pechos, ya que antes me había quitado los corazones. Se separa de mis labios y observa mis pechos desnudos.
—Eres preciosa —dice mientras los toma entre sus manos y comienza a masajearlos, haciéndome perder la cabeza.
—Ahh... —arqueo mi espalda para que mis pechos se eleven más y él tenga mejor acceso. Lo siento duro, así que bajo mi mano y desabrocho su cremallera. Él me ayuda a bajarle los pantalones y los bóxers, dejando libre su enorme amigo.
—¿Te gusta? —pregunta mirándome con deseo.
—Sí, me gusta mucho —respondo. Se deshace de mis bragas, lanzándolas a algún lugar que no alcanzo a ver. Luego me siento sobre él, permitiendo que su miembro entre lentamente en mí, disfrutando de la sensación de ser llenada.
—Ahh, Luciano...
—Mi Cristal... —susurra con los dientes apretados—. Muévete, nena, vamos.
Comienzo a moverme sobre él, disfrutando cada parte de su cuerpo, hasta que me toma en brazos, me lleva a la pared y me empotra contra ella. Me penetra más fuerte, llevándome al clímax.
—¡Ahhh, sí, sí! —arrullo mientras abrazo su espalda. Me dejo llevar por el orgasmo, seguida por él. Ambos quedamos con las respiraciones agitadas, y entonces deja un beso suave en mis labios.
—Eres maravillosa.
Es en ese momento cuando caigo en cuenta de todo. Me acosté con un cliente. Hice lo que juré que nunca haría. Me convertí en una prostituta.
—¿Qué pasa? —pregunta.
Me bajo de golpe y siento algo resbalando por mis piernas. ¡Mierda, no usamos condón!
—Esto fue un error. Yo no me acuesto con clientes. No soy una puta.
Él me mira incrédulo.
—No, no lo eres. Nunca vuelvas a decir eso, Cristal.
No sé por qué, pero unas ganas de llorar me invaden, y sin que lo espere, comienzo a sollozar.
—Preciosa... —dice mientras se acerca y me abraza, dándome una sensación de seguridad que no sentía desde hace mucho tiempo.
—No soy una puta, no lo soy...
—No lo eres, Cristal. Eres una mujer preciosa.
Cuando estoy a punto de decir algo más, tocan la puerta.
—Angélica - Él me mira sin entender —Mi nombre es Angélica. Para proteger mi identidad, el idiota de Fernando me llamó Cristal.
Él sonríe con suavidad.
—Bueno, en ese caso, me presento, Angélica. Un placer, soy Luciano De Lucca —dice mientras extiende su mano.
Yo la tomo, dedicándole una sonrisa.
—Un placer - Cuando va a decir algo más, vuelven a tocar la puerta.
—Se acabó el tiempo.
—Quiero volver a verte, pero no aquí —¿Qué? ¿Quieres verme?
—Por favor, quiero volver a verte, Angélica.
—No puedo. Los matones de Fernando siempre me están vigilando. Si él se entera de que estoy saliendo con un cliente, me matará a golpes, como hoy...
Al decirlo, me doy cuenta de lo que acabo de revelar y me arrepiento al instante.
—¿Él fue? ¿Ese imbécil fue quien te dejó así el rostro?
—Cálmate, Luciano, ya déjalo así.
—Pásame tu dirección. Buscaré la forma de sacarte sin que ellos te vean - No estoy segura, pero de todas formas le doy mi dirección —¿Cuándo podemos vernos?
—Mañana descanso.
—Perfecto. Nos vemos por la noche - Deja un beso casto en mis labios y se va, dejándome sola.
—Dios, esto es una locura...
—Estás linda —menciona Mila.—Gracias, Mila. —Escucho que tocan la puerta de mi apartamento y ahí mi corazón comienza a latir con fuerza—. Oh por Dios, es él —digo entrando en pánico.—Hey, tranquila, relájate o lo vas a espantar. —Tomo aire y luego cojo mi bolso para ir a la puerta. Cuando la abro, me encuentro con Luciano, que está perfectamente arreglado, y al verme, repasa mi cuerpo.—Estás bellísima —toma mi mano y deja un casto beso en ella.—Tú estás muy guapo. —Él me sonríe—. Ahora dime, ¿cómo voy a salir sin que los gorilas se den cuenta?—Ya lo sabrás. —Salimos del apartamento, bajamos las escaleras y entramos a otro departamento. Mi sorpresa fue que no salimos por la entrada principal.—¿Por qué entramos a este departamento? —Veo que él tira una cuerda por el balcón, lo que me alarma, ya que empiezo a saber cuáles son sus intenciones—. Ni lo sueñes.—Es la única forma, son solo dos pisos.—¿Y si nos descubren?—No va a pasar. Este apartamento da para la parte de atrás; los h
LUCIANO DE LUCCANo puedo creer que estoy loco por una bailarina de tubo. Definitivamente, Angélica tiene algo que, con solo verla, hace que todo mi cuerpo se active. Necesito sacarla de ese lugar, sea como sea. No quiero que otros hombres miren lo que es mío, porque desde el momento en que la hice mía, ella se convirtió en mi mujer... solo que ella aún no lo sabe.—Luciano, ¿me estás escuchando? —pregunta Carlos, mi mejor amigo y mano derecha en este negocio de la mafia.—Disculpa, estaba pensando en otra cosa.—¿En la bailarina de tubo? —pregunta con una sonrisa pícara—. Te dejó loco la chiquita.—Esa mujer es Afrodita. Cuando la conozcas, te darás cuenta de por qué lo digo.—Ya tengo deseos de conocerla.—Hoy la conocerás. —Él me mira sin entender—. Hoy la sacaremos de ese prostíbulo.—¿¡Qué!? ¡Estás loco! ¿Acaso quieres una guerra con Fernando? Sabes que ese hombre no soporta que le toquen lo que es suyo, y esa pequeña está en su negocio; es decir, es de su propiedad.—¡NO DIGAS ES
AngélicaVivir con Luciano no es del todo tan malo; él nos trata a Mila y a mí como a unas reinas y ha estado pendiente de mi recuperación, que ha sido rápida gracias a sus cuidados. Pero ahora lo que me preocupa es Fernando; sé que está muy enojado y tiene sed de venganza. Lo único que me tiene tranquila es que Luciano es un mafioso con gran poder en Europa, pero no quiero que él se arriesgue por mi culpa.—¿Amiga, ya estás lista? —Hoy, después de varios días, Mila y yo vamos a salir, aunque acompañadas de los guardaespaldas de Luciano.—Sí, ya. —Tomo el bolso y bajamos, encontrándonos con ambos hombres que nos miran como si fuéramos sus presas.—Saben que tienen la misma mirada de los pervertidos del bar —suelta de golpe Mila. Cuando dice eso, ambos hombres comienzan a toser y se sonrojan.—Disculpen, es que están muy hermosas —dice Carlos, algo apenado. Ella le sonríe.—Gracias. —Veo cómo Luciano se acerca a mí.—¿Segura que ya te sientes bien para salir? —dice, acariciando mi rostr
Siento como si la cabeza me fuera a estallar. Al abrir los ojos, me doy cuenta de que estoy en la habitación de Luciano... ¡Un momento! ¡ESTOY EN LA HABITACIÓN DE LUCIANO! Automáticamente miro si tengo ropa y me doy cuenta de que llevo puesta una camisa de él.-Ay, Dios mío, que no sea lo que yo pienso - aunque bueno, ya he tenido sexo con él, pero se supone que estoy enojada. Veo como la puerta se abre y aparece Luciano en pantalones, pero sin camisa.-Hola, ¿cómo te sientes? - Camina hasta la cama y se sienta a mi lado.-Me duele la cabeza.-Es normal, después de todo lo que tomaste.-Lo siento, no sé en qué momento perdí la cuenta. Lo de Fernando me afectó. - Al verme tan afligida, se acerca a mí y me abraza.-Tranquila, yo no dejaré que te pase nada.-He pensado en las cosas y lo mejor que puedo hacer es irme del país con Mila. - Veo cómo él se pone completamente tenso.-Eso no va a pasar - dice serio.-¿Por qué no? Nosotras ya somos libres, podemos irnos para empezar una nueva vid
Esto tiene que ser una broma... Luciano no pudo haber dicho eso en plena reunión, esto tiene que ser una pesadilla. Creo que mi cara ahora es un poema, nunca esperé que él fuera a decir eso. Yo solo logré escuchar los aplausos y felicitaciones de la gente.-¡Felicidades! - Esa voz la conozco.-¡Gregorio! - Digo algo tímida.-No pensé que te fueras a casar con Lucca.-Para que veas, ahora esta mujer pronto será mía legalmente. - Luciano toma mi cintura y me pega a su cuerpo, dejando un beso en mi hombro desnudo, pero yo lo único que quiero es estar lo más lejos de él.-Les pido un permiso, voy al baño. - Me suelto de su agarre y camino lo más rápido que puedo al baño. Al llegar, mojo mi cara y, cuando levanto la vista, tengo a una mujer detrás de mí.-No entiendo qué tienes tú para que él te pidiera matrimonio, es decir, mírate, no eres nadie. - ¿Quién se cree esa m*****a?-Algo debo tener.-No durará, él siempre volverá a mí.-Sasha, ya basta. - Dice Luciano, haciendo que ambas nos que
Despierto con un fuerte dolor de cabeza. Cuando abro mis ojos, estos me pesan, y me doy cuenta de que estoy en la habitación de Luciano. En ese momento, me acuerdo de nuestra discusión, de sus amenazas, y de golpe me llega la ganas de vomitar, así que salgo disparada al baño.-Ángel, ¿estás bien? - M****a, es Luciano. Termino de vomitar y me levanto para lavarme los dientes. Salgo del baño encontrándome con Luciano.-¿Qué quieres? - respondo seria.-Estás muy pálida, ¿te sientes bien?-¿Importa?-Claro que sí, no quiero que nada malo te pase. - Luego de amenazarme, quiere fingir que le importo.-¿Qué quieres?-Necesito que te arregles.-¿Para qué?-Hoy vas a la tienda, Mila te está esperando. - M****a, se me había olvidado por completo la tienda.-Me bañaré. - Entro al baño y me ducho en 15 minutos, tomo la ropa que necesito, luego me maquillo y me peino.Cuando bajo, veo que Luciano está desayunando y, como no quiero desayunar sola con él, sigo derecho, pero su voz me detiene.-¿A dón
ANGÉLICAEstábamos más que contentas con nuestra llegada a Rusia. Es bastante frío, pero nos sentimos felices porque, al fin, somos libres.—Ya llegamos. Esta es la casa de mi amigo Robert —dijo, tocando el timbre. Segundos después, mi amigo abrió la puerta y, al verme, quedó sorprendido.—Ángel, ¿qué haces aquí?—Lo siento por llegar sin avisar, pero ocurrieron algunas cosas. ¿Podemos pasar? Hace frío —respondí. Él salió de su asombro y nos dejó entrar a ambas.—Les prepararé algo caliente. Pónganse cómodas —dijo. La casa de Robert era pequeña, pero muy acogedora. Para nosotras, cualquier lugar era maravilloso ahora. Al rato, Robert llegó con té caliente—. Ahora sí, dime, ¿a qué debo su visita?Mila y yo comenzamos a contarle nuestra historia en el bar y luego con Luciano. A medida que relatábamos todo, Robert quedó pasmado.—Querida, no puedo creer que hayan pasado por todo eso.—Pero logramos escapar —respondí.—Sí, y obvio que se pueden quedar aquí el tiempo que necesiten. Es peque
Estoy sentado junto con Carlos en la sala de espera, esperando que termine la cirugía del trasplante de pulmón. No quisiera aceptar esto, pero si no hubiera sido por el contacto del maldito de Fernando, no habría sido posible conseguir ese pulmón.Después de varias horas, me empiezo a desesperar, así que me levanto de golpe.—Voy a entrar —digo mientras intento abrir la puerta, pero soy detenido por Carlos.—Cálmate, Luciano. Tenemos que esperar; no hay más que hacer.—Llevan horas ahí metidos y nada que salen a darnos noticias. ¡Mierda! —Creo que Dios escuchó mis plegarias porque el médico sale. —Doctor, ¿cómo salió todo?—Salió bien, pero todavía tenemos que esperar a ver cómo reacciona su cuerpo al nuevo trasplante. Hay que estar atentos para que no rechace el pulmón. —Suelto un largo suspiro de alivio y asiento.—Está bien, gracias, doctor.Luego de algunas horas, me permiten entrar a ver a Angélica. Al entrar, la encuentro pálida. Me acerco a donde está y tomo su mano, llevándola