capitulo 2

 

La única forma de salir de este lugar es pagar la gran deuda que tengo, según Fernando. Es una deuda millonaria; prácticamente tendría que trabajar toda mi vida para liquidarla. Entro a la oficina de Fernando, decidida a exigir lo que muchas no se atreven por miedo.

—Quiero que reduzcas mi deuda —le suelto de golpe—. Te he dado mucho dinero, creo que merezco que la bajes.

—Ay, preciosa, veo que no entiendes cómo funcionan las cosas —responde mientras posa su mano en mi cuello. Con temor, siento cómo empieza a apretarlo.

—¡Me lastimas! —digo, tratando de soltarme.

—Nunca podrás pagar esa deuda porque eres mía —me suelta de repente, haciéndome golpear contra la puerta—. Ahora te saldrá un moretón por idiota. ¡Lárgate, ya me hiciste enojar!

Salgo del lugar con un dolor de cabeza horrible y entro al camerino.

—¡Por Dios! ¿Qué te pasó? —pregunta Mila, espantada al ver mi rostro.

—Tuve un problema con Fernando.

—¿Le volviste a pedir que baje tu deuda?

—Sí, pero el maldito se niega.

—Ven, te voy a poner algo ahí, se ve feo y tenemos que salir a bailar.

Mila me maquilla y logra tapar el golpe que me hizo el imbécil. Luego nos cambiamos y salimos al show. Puedo sentir las miradas de los hombres, cargadas de lujuria, mientras me muevo en el escenario. Me quito el sostén, dejando mis pechos expuestos, aunque los pezones están cubiertos con dos corazones. Sin embargo, sigo sintiéndome vulnerable… hasta que lo veo.

Él está aquí. Ese hombre de mirada penetrante que me pone nerviosa.

—Lo hiciste increíble, mi Cristal, pero hoy tendrás un show privado. Así que arréglate.

Tomo el sostén y me lo coloco para dirigirme a los reservados, donde está sentado el hombre que parece un dios griego.

—Hermosa como siempre. Aunque preferiría que solo yo pudiera verte. No me gusta que otros lo hagan —dice, apretando el vaso que tiene en la mano.

—¿Crees que lo hago porque me gusta? —respondo.

Él se levanta y se acerca a mí hasta quedar demasiado cerca.

—Entonces, ¿por qué estás aquí? - Comete el error de poner su mano justo donde Fernando me golpeó, y suelto un gemido de dolor —¿Qué pasó? —pregunta, preocupado.

—No es nada.

—Claro que sí - Se acerca aún más a mi rostro y nota el golpe. Se tensa por completo.

—¿Quién lo hizo?

—Eso no importa.

—¡Nadie puede tocarte, y menos así! —protesta con furia. Pero, ¿qué le pasa? Él es solo un cliente. ¿Por qué actúa así conmigo?

—Cálmate —le digo, tocando su pecho y notando cómo su corazón late acelerado—. Ven.

Tomo su mano y lo llevo hasta el sillón, haciéndolo sentarse. Luego me siento encima de él. Me mira y coloca sus manos en mi cintura.

—Ya no importa. ¿Quieres el show?

—No. Quiero esto.

Toma mi nuca y junta nuestros labios en un beso fogoso que hace que mi cuerpo vibre. Sin pensarlo, paso mis brazos por su cuello y me acerco más a él, disfrutando del calor de su cuerpo. Mi cuerpo comienza a moverse solo, provocando que nuestras partes se rocen de una forma que nos tortura a ambos, arrancándonos gemidos.

—Joder, nena…

Cuando dice eso, me enciendo aún más, así que decido seguir moviéndome. No quiero parar. Él coloca su mano en mi espalda y suelta el broche de mi sostén. Con mi ayuda, me lo quita, dejando expuestos mis pechos, ya que antes me había quitado los corazones. Se separa de mis labios y observa mis pechos desnudos.

—Eres preciosa —dice mientras los toma entre sus manos y comienza a masajearlos, haciéndome perder la cabeza.

—Ahh... —arqueo mi espalda para que mis pechos se eleven más y él tenga mejor acceso. Lo siento duro, así que bajo mi mano y desabrocho su cremallera. Él me ayuda a bajarle los pantalones y los bóxers, dejando libre su enorme amigo.

—¿Te gusta? —pregunta mirándome con deseo.

—Sí, me gusta mucho —respondo. Se deshace de mis bragas, lanzándolas a algún lugar que no alcanzo a ver. Luego me siento sobre él, permitiendo que su miembro entre lentamente en mí, disfrutando de la sensación de ser llenada.

—Ahh, Luciano...

—Mi Cristal... —susurra con los dientes apretados—. Muévete, nena, vamos.

Comienzo a moverme sobre él, disfrutando cada parte de su cuerpo, hasta que me toma en brazos, me lleva a la pared y me empotra contra ella. Me penetra más fuerte, llevándome al clímax.

—¡Ahhh, sí, sí! —arrullo mientras abrazo su espalda. Me dejo llevar por el orgasmo, seguida por él. Ambos quedamos con las respiraciones agitadas, y entonces deja un beso suave en mis labios.

—Eres maravillosa.

Es en ese momento cuando caigo en cuenta de todo. Me acosté con un cliente. Hice lo que juré que nunca haría. Me convertí en una prostituta.

—¿Qué pasa? —pregunta.

Me bajo de golpe y siento algo resbalando por mis piernas. ¡Mierda, no usamos condón!

—Esto fue un error. Yo no me acuesto con clientes. No soy una puta.

Él me mira incrédulo.

—No, no lo eres. Nunca vuelvas a decir eso, Cristal.

No sé por qué, pero unas ganas de llorar me invaden, y sin que lo espere, comienzo a sollozar.

—Preciosa... —dice mientras se acerca y me abraza, dándome una sensación de seguridad que no sentía desde hace mucho tiempo.

—No soy una puta, no lo soy...

—No lo eres, Cristal. Eres una mujer preciosa.

Cuando estoy a punto de decir algo más, tocan la puerta.

—Angélica - Él me mira sin entender —Mi nombre es Angélica. Para proteger mi identidad, el idiota de Fernando me llamó Cristal.

Él sonríe con suavidad.

—Bueno, en ese caso, me presento, Angélica. Un placer, soy Luciano De Lucca —dice mientras extiende su mano.

Yo la tomo, dedicándole una sonrisa.

—Un placer - Cuando va a decir algo más, vuelven a tocar la puerta.

—Se acabó el tiempo.

—Quiero volver a verte, pero no aquí —¿Qué? ¿Quieres verme?

—Por favor, quiero volver a verte, Angélica.

—No puedo. Los matones de Fernando siempre me están vigilando. Si él se entera de que estoy saliendo con un cliente, me matará a golpes, como hoy...

Al decirlo, me doy cuenta de lo que acabo de revelar y me arrepiento al instante.

—¿Él fue? ¿Ese imbécil fue quien te dejó así el rostro?

—Cálmate, Luciano, ya déjalo así.

—Pásame tu dirección. Buscaré la forma de sacarte sin que ellos te vean - No estoy segura, pero de todas formas le doy mi dirección  —¿Cuándo podemos vernos?

—Mañana descanso.

—Perfecto. Nos vemos por la noche - Deja un beso casto en mis labios y se va, dejándome sola.

—Dios, esto es una locura...

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