capitulo 5

Angélica

Vivir con Luciano no es del todo tan malo; él nos trata a Mila y a mí como a unas reinas y ha estado pendiente de mi recuperación, que ha sido rápida gracias a sus cuidados. Pero ahora lo que me preocupa es Fernando; sé que está muy enojado y tiene sed de venganza. Lo único que me tiene tranquila es que Luciano es un mafioso con gran poder en Europa, pero no quiero que él se arriesgue por mi culpa.

—¿Amiga, ya estás lista? —Hoy, después de varios días, Mila y yo vamos a salir, aunque acompañadas de los guardaespaldas de Luciano.

—Sí, ya. —Tomo el bolso y bajamos, encontrándonos con ambos hombres que nos miran como si fuéramos sus presas.

—Saben que tienen la misma mirada de los pervertidos del bar —suelta de golpe Mila. Cuando dice eso, ambos hombres comienzan a toser y se sonrojan.

—Disculpen, es que están muy hermosas —dice Carlos, algo apenado. Ella le sonríe.

—Gracias. —Veo cómo Luciano se acerca a mí.

—¿Segura que ya te sientes bien para salir? —dice, acariciando mi rostro.

—Sí, Luciano, tranquilo. —Él deja un casto beso en mis labios, como siempre, y luego Mila y yo nos vamos.

Al llegar al centro comercial, empezamos a ver qué comprar.

—¿Sabes algo? Quiero comprar algo recatado; ya no quiero ropa vulgar de burdel —dice Mila mientras mira un vestido muy hermoso.

—Sí, lo sé, pero recuerda que este dinero también lo debemos disponer para el negocio que teníamos en mente cuando saliéramos de ese lugar.

—Lo sé. Tenemos que empezar a mirar lugares donde podamos poner la tienda de ropa de nuestros sueños.

—Ayer hablé con Luciano y dijo que nos iba a prestar capital para comprar lo que necesitemos.

—Vaya, sí que está enamorado de ti.

—Mmm... No lo sé, creo que es solo deseo.

—Amiga, no cualquiera hace lo que él hizo por nosotras, y todo fue por ti.

—Tal vez le di lástima, no sé.

—No creo, pero allá tú.

Se hace de noche, así que decidimos ir a tomar unas copas. Por primera vez, vamos a estar en un bar sin ser las que atienden.

—Me siento tan libre, amiga —dice Mila mientras chocamos nuestras copas.

—Yo igual. Tenía años sin saber lo que era ir a un bar solo a disfrutar. —Pasamos un rato agradable, pero ese momento se arruina al ver a Luciano y Carlos con dos mujeres bastante guapas, sentadas encima de ellos mientras estos les dan caricias.

—¿Aún crees que está enamorado de mí? —le digo a Mila, señalando a la mesa de ellos.

—Son unos hijos de puta.

—Déjalos. Igual nosotras no somos nada de ellos, así que no debemos reclamar.

—Pero esos malditos mantienen detrás de nosotras; son unos desgraciados.

—Ya olvídalo. —Cuando me volteo, choco con el cuerpo de un hombre que, al verme, me sonríe.

—Qué hermosa mujer. —Es bonito, hay que aceptarlo. —¿Cuál es tu nombre?

—Me llamo Angélica, ¿y usted?

—Me llamo Gregorio. —Vaya, es un hombre bastante imponente.

—Emmm... Hola, soy Mila. —Joder, se me había olvidado Mila.

—Un placer. ¿Qué hacen unas hermosas damas tan solas?

—Queríamos tomar unas copas. —En ese momento se me prende el bombillo. —¿Nos acompañas? —Mila me mira sin entender hasta que capta lo que quiero hacer.

—Claro, sería un honor. —Nos sentamos todos en la mesa y pedimos nuestras bebidas.

El tiempo con Greg se va volando. Es un gran conversador. Nos contó que tiene una empresa de eventos, que tiene 27 años y es soltero.

—¿Me podrías dar tu número?

—Claro, pásame tu celular. —Él me lo pasa y yo lo anoto.

—Espero volver a verte.

—Así será.

—¿Qué hacen ustedes aquí? —Mierda... Al voltear, veo a Luciano y a Carlos mirándonos con mala cara y, al ver a Greg, lo miran con cara de asesinos.

—Pues estábamos divirtiéndonos, así como lo estaban ustedes —dice Mila, y ambos se miran, como queriendo decir "fuimos pillados".

—No es lo que parece —dice Luciano, mirándome.

—Luciano, tú no debes explicarme nada. Tú y yo no somos nada, así que tranquilo. —Veo cómo este se pone completamente serio.

—Vámonos ya —toma mi brazo y Carlos, veo que está igual de serio, junto con Mila.

Al llegar a casa, Mila y yo nos metemos a nuestra habitación, bastante enojadas.

—¿Puedes creer que el maldito me dijo que él podía hacer lo que se le diera la gana?

—Es un maldito —digo, quitándome el vestido. —Los dos son unos idiotas.

—Lo sé. Mejor vamos a dormir, que mañana vamos a empezar con nuestro plan empresarial.

—Sí, tenemos que estar bien activas para lo que se viene.

—Al fin podremos hacer lo que siempre hemos querido.

—¡SÍ! ¡Soy tan feliz! —digo mientras las dos nos abrazamos, cayendo a la cama riéndonos, sin darnos cuenta de que estamos en ropa interior, hasta que la puerta se abre de golpe, dejándonos ver a Carlos y a Luciano, que al vernos así, se les oscurece la mirada.

—¿No les enseñaron a tocar? —dice Mila, molesta.

—Pensábamos que les pasó algo —dice Carlos mientras observa nuestros cuerpos desnudos, pero en ese momento Luciano le da un golpe en la cabeza.

—¡No la mires! —camina hacia mí y me pone su abrigo para tapar mi desnudez, y Carlos hace lo mismo con Mila. —No deberían estar así —dice, señalando nuestros cuerpos.

—Estamos en nuestra habitación, podemos estar como queramos —digo, molesta, mientras me quito el saco y se lo tiro, volviendo a quedar casi desnuda. Entonces, él me toma en brazos y sale conmigo de la habitación, sin importar mis gritos.

—¡Oye imbécil, suéltame!

—Quédate quieta. —Abre la puerta de su habitación y me tira en la cama para luego tirarse encima de mí. —No quiero que vuelvas a hablar con ningún hombre.

—Claro, pero tú sí puedes estar con otras.

—Soy mafioso, Angélica. Tengo que mantener una reputación. Además, nosotros no tenemos nada. —Hago que se quite de encima de mí, bastante enojada.

—Perfecto, sigue con tu reputación, pero a mí no me vuelvas a buscar. Te recuerdo que ya no soy puta. —Este se para y se acerca a mí, tomándome de la cintura.

—Te recuerdo que yo les di su libertad, así que me la debes.

Cuando dice esas palabras, siento como si me hubieran dado millones de puñaladas. Qué idiota fui Pensé que él me había ayudado porque sentía algo por mí, pero me equivoqué... Claro, ¿quién sentiría algo por una prostituta? Noto cómo este cambia su cara a una de arrepentimiento.

—Ángel, yo no...

—Tranquilo, nosotras le pagaremos cada centavo que gastaste en nosotras, y luego nos iremos. No queremos darles más problemas.

—Saben que es peligroso; Fernando la busca.

—Ya será nuestro problema. —Camino hacia la entrada, pero antes me despido. —Feliz noche.

Ya pasó un mes desde lo ocurrido con Luciano y Carlos. Desde ese día, las cosas cambiaron: todos los días traían a mujeres, y ahora nosotras tenemos que aguantar su desfile todas las noches. Lo bueno es que hoy es la inauguración de nuestra tienda de ropa y estamos muy felices las dos.

—¿Amiga, ya estás lista?

—Sí, amiga. —Tomo mi cartera y me miro por última vez para darme cuenta de que el vestido es precioso.

Cuando bajamos, nos llevamos la sorpresa de que ambos hombres están arreglados y nos miran.

—Están hermosas —dice Carlos. —¿Listas para ir a la inauguración? —¿Ellos irán?

—¿Ustedes piensan ir? —pregunto mirando a Luciano.

—Ahí también hay capital de nosotros, así que sí, vamos a ir. —Mierda, tenía razón.

—Está bien, vamos.

Al llegar al lugar, todo está perfectamente decorado como queríamos, y hay mucha gente con su respectivo cóctel de bienvenida.

—La tienda quedó perfecta —dice Carlos.

La tienda tiene dos plantas: la primera es para todos los clientes, y la segunda, para clientes VIP. Sabemos que esta tienda será todo un éxito, de eso estamos seguras.

—Luciano, querido, qué bueno verte —una mujer bastante operada se acerca a él y deja un beso cerca de sus labios.

—Sasha, dichoso los ojos que te ven. —Es un hijo de perra; ¿cómo se atreve a coquetear justo en un día tan importante para mí?

—Los dejo para que hablen.

—Espera. —Toma mi brazo. —Sasha, ella es Angélica, una de las dueñas de la tienda.

—Oh, te felicito, tienen una tienda hermosa y además venden cosas preciosas. Ya compré varias cosas.

—Me alegra que te haya gustado. Aquí eres bienvenida siempre que gustes.

—Gracias. —Me sonríe y vuelve a posar su mirada en Luciano. —Ahora sí, cuéntame, Luciano, ¿cuándo repetiremos? —Genial, no tengo por qué escuchar esto. Solo doy media vuelta y me voy de ahí.

—¿Usted es la señorita Angélica? —dice un chico con un ramo enorme de flores.

—Sí.

—Aquí le mandan. —Tomo el ramo y le agradezco al chico, dejo el ramo en la mesa y miro quién envió las flores. Pero al ver quién es, me quedo de piedra.

"Espero sean de tu agrado, mi adorado cristal. Pronto nos volveremos a ver, y tú, junto con la zorra de tu amiguita, pagarán con sangre su traición. Disfruta el tiempo que te queda de libertad. F."

Mila, al ver mi cara de espanto, se acerca a mí y mira la nota.

—Jamás nos dejará —digo, al borde de las lágrimas.

—Tranquila, Ángel, no llores.

—Él no nos dejará tranquilas; nunca podremos ser felices porque estamos marcadas por ese pasado. Ese maldito burdel nos marcó de por vida. —Dejo a Mila sola y camino al bar. —Sírvame uno doble. —El chico me entrega el vaso, lo tomo de golpe y luego pido otro más. —Así tal vez logré olvidar mis penas...

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo