Despierto con un fuerte dolor de cabeza. Cuando abro mis ojos, estos me pesan, y me doy cuenta de que estoy en la habitación de Luciano. En ese momento, me acuerdo de nuestra discusión, de sus amenazas, y de golpe me llega la ganas de vomitar, así que salgo disparada al baño.-Ángel, ¿estás bien? - M****a, es Luciano. Termino de vomitar y me levanto para lavarme los dientes. Salgo del baño encontrándome con Luciano.-¿Qué quieres? - respondo seria.-Estás muy pálida, ¿te sientes bien?-¿Importa?-Claro que sí, no quiero que nada malo te pase. - Luego de amenazarme, quiere fingir que le importo.-¿Qué quieres?-Necesito que te arregles.-¿Para qué?-Hoy vas a la tienda, Mila te está esperando. - M****a, se me había olvidado por completo la tienda.-Me bañaré. - Entro al baño y me ducho en 15 minutos, tomo la ropa que necesito, luego me maquillo y me peino.Cuando bajo, veo que Luciano está desayunando y, como no quiero desayunar sola con él, sigo derecho, pero su voz me detiene.-¿A dón
ANGÉLICAEstábamos más que contentas con nuestra llegada a Rusia. Es bastante frío, pero nos sentimos felices porque, al fin, somos libres.—Ya llegamos. Esta es la casa de mi amigo Robert —dijo, tocando el timbre. Segundos después, mi amigo abrió la puerta y, al verme, quedó sorprendido.—Ángel, ¿qué haces aquí?—Lo siento por llegar sin avisar, pero ocurrieron algunas cosas. ¿Podemos pasar? Hace frío —respondí. Él salió de su asombro y nos dejó entrar a ambas.—Les prepararé algo caliente. Pónganse cómodas —dijo. La casa de Robert era pequeña, pero muy acogedora. Para nosotras, cualquier lugar era maravilloso ahora. Al rato, Robert llegó con té caliente—. Ahora sí, dime, ¿a qué debo su visita?Mila y yo comenzamos a contarle nuestra historia en el bar y luego con Luciano. A medida que relatábamos todo, Robert quedó pasmado.—Querida, no puedo creer que hayan pasado por todo eso.—Pero logramos escapar —respondí.—Sí, y obvio que se pueden quedar aquí el tiempo que necesiten. Es peque
Estoy sentado junto con Carlos en la sala de espera, esperando que termine la cirugía del trasplante de pulmón. No quisiera aceptar esto, pero si no hubiera sido por el contacto del maldito de Fernando, no habría sido posible conseguir ese pulmón.Después de varias horas, me empiezo a desesperar, así que me levanto de golpe.—Voy a entrar —digo mientras intento abrir la puerta, pero soy detenido por Carlos.—Cálmate, Luciano. Tenemos que esperar; no hay más que hacer.—Llevan horas ahí metidos y nada que salen a darnos noticias. ¡Mierda! —Creo que Dios escuchó mis plegarias porque el médico sale. —Doctor, ¿cómo salió todo?—Salió bien, pero todavía tenemos que esperar a ver cómo reacciona su cuerpo al nuevo trasplante. Hay que estar atentos para que no rechace el pulmón. —Suelto un largo suspiro de alivio y asiento.—Está bien, gracias, doctor.Luego de algunas horas, me permiten entrar a ver a Angélica. Al entrar, la encuentro pálida. Me acerco a donde está y tomo su mano, llevándola
Siento cómo la sangre abandona mi cara ante tremenda confesión por parte de Luciano. No sé lo que pasó ni qué fue lo que lo llevó a hacerlo, pero sí quiero saber la historia.-A mi padre. Él siempre fue un hombre correcto, siempre fue un hombre de hacer las cosas bien, pero cuando se enteró de lo que hacía su hijo, le dio un infarto que le causó la muerte. Mi padre fue secuestrado por uno de mis tantos enemigos en ese tiempo. Cuando fui a su rescate, él, muy hijo de puta, le contó toda la verdad a mi padre y él no soportó la verdad de que su hijo era un mafioso, el que tanto había deseado que yo fuera un hombre de bien, y mírame... - Por primera vez veo a un hombre vulnerable que se encuentra mortificado por la muerte de su padre. - ¿Sabes qué fue lo último que me dijo cuando murió? Me dijo que me amaba, pero sentía una profunda decepción hacia mí, y luego murió en mis brazos. Mi alma se partió en mil pedazos al tener a mi padre muerto en mis brazos a causa de mis malas decisiones. Lo
Veo que los ojos de Luciano destellan furia al observar mi rostro golpeado, pero yo no siento dolor. Ahora lo último que quiero es que se forme una guerra entre Luciano y Fernando. Bueno, en realidad, ya hay una, pero no quiero que se maten justo en este momento.—Cálmate, Luciano, vámonos ya —le suplico.—No, le partiré la cara a ese hijo de puta.—Por Dios, ya le dejé claras las cosas. Ahora vámonos, no quiero estar más aquí —le insisto, y él solo suelta un bufido.—Está bien, vamos.Me subo al auto y, antes de que él lo haga, les dice a los muchachos:—Luego hablaré con ustedes.Se sube al auto y arranca. Sé que está tenso, pero no quiero que despida a los chicos. Solo hicieron lo que yo les pedí.—¿Los vas a despedir?—Yo no despido, Angélica.¡Ay, no! Los matará.—No los mates, ellos no hicieron nada. Solo cumplieron con lo que les pedí, aunque no estaban de acuerdo.—Vámonos antes de que me arrepienta. Pero ya vendrá la mía.Cuando pienso que todo se ha terminado, veo salir a Fer
ANGÉLICADespierto con un tremendo dolor de cabeza. Al abrir mis ojos me doy cuenta de que estoy en la habitación de Luciano, pero no sé en qué momento llegué si yo estaba en casa de Mila.—M****a, ¿qué me dio Carlos que me tiene tan mal? —Todo me da vueltas, así que salgo corriendo al baño a vomitar lo poquito que tenía en el estómago. Cuando me miro al espejo, me veo horrible: pálida y con el cabello revuelto—. M****a, necesito un baño ahora mismo.Entro a la ducha y dejo que el agua caliente relaje mis músculos, que se encuentran tensos por la noche de ayer. Ahora no sé con qué cara voy a ver a la señora Luciana o a los amigos de Luciano.Cuando salgo del baño, busco algo que ponerme y opto por unos jeans y una blusa.Por más que me maquille, me sigo viendo más pálida que el papel, y me siento horrible. No sé qué tengo, pero no quiero preocupar a Luciano. Bastante tengo con lo que pasó ayer.—Veo que ya estás despierta —al voltearme, este tiene una preciosa sonrisa, pero esta se bor
Despierto al escuchar ruidos provenientes de la parte de abajo. Al extender la mano hacia el lugar de Luciano, me doy cuenta de que no está ahí, pero unos gritos me alertan. Me pongo algo rápidamente y bajo para ver qué sucede.—¡Vete de aquí, Leandro! Después de lo que hiciste en mi casa, no quiero volver a verte la cara. —Ya, primito. Sabías que Fernando ya puso precio a quien le lleve a tu puta. —¿Qué? No, eso no puede ser. —¿Quién te dijo eso? —El mismo Fernando. Sabes que frecuento su burdel, ahí me contó todo. Además, él sabe que tú no eres santo de mi devoción. —¿Entonces qué piensas hacer? - Leandro sonríe de forma macabra.—Unirme a la cacería.Cuando dice eso, Luciano intenta lanzarse sobre él, pero Leandro saca un arma y le apunta. En ese momento, el pánico me invade y decido intervenir.—¡Basta! - Luciano, al verme, se tensa, mientras Leandro me sonríe de manera lasciva.—Pero mira nada más a quién tenemos aquí, a tu putita personal. —¡Cállate, imbécil! —Pero si es la
Hoy es el día de elegir el vestido de novia. La verdad es que siento algo de emoción, aunque no debería, ya que esto, en parte, no es lo que quiero… Oh, bueno, sí lo quiero, pero deseaba que algunas cosas fueran diferentes.—Amiga, ¿ya estás lista? —pregunta Mila desde mi habitación.—Sí, ya salgo.—Vamos por ese vestido de novia —dice, regalándome una sonrisa cómplice.Llegamos al lugar y nos encontramos con la señora Lucía, quien parece más emocionada que yo. Entramos a una tienda exclusiva de vestidos de novia. El lugar es enorme y sofisticado. Jamás en mi vida pensé que llegaría a tener un vestido tan costoso.—Bueno, ¿quién es la novia? —pregunta la asesora.—Soy yo —digo algo tímida.—Pero qué hermosa y qué cuerpo tan lindo. Seguro todos los vestidos te quedarán preciosos —dice, y siento cómo mis mejillas se ruborizan por tanto halago—. ¿Cuál es tu nombre?—Angélica —respondo. Ella me sonríe.—Angélica, yo soy Sofía, tu asesora de hoy. Dime, ¿cómo quieres tu vestido?—Me gustaría