LUCIANO DE LUCCA
No puedo creer que estoy loco por una bailarina de tubo. Definitivamente, Angélica tiene algo que, con solo verla, hace que todo mi cuerpo se active. Necesito sacarla de ese lugar, sea como sea. No quiero que otros hombres miren lo que es mío, porque desde el momento en que la hice mía, ella se convirtió en mi mujer... solo que ella aún no lo sabe.
—Luciano, ¿me estás escuchando? —pregunta Carlos, mi mejor amigo y mano derecha en este negocio de la mafia.
—Disculpa, estaba pensando en otra cosa.
—¿En la bailarina de tubo? —pregunta con una sonrisa pícara—. Te dejó loco la chiquita.
—Esa mujer es Afrodita. Cuando la conozcas, te darás cuenta de por qué lo digo.
—Ya tengo deseos de conocerla.
—Hoy la conocerás. —Él me mira sin entender—. Hoy la sacaremos de ese prostíbulo.
—¿¡Qué!? ¡Estás loco! ¿Acaso quieres una guerra con Fernando? Sabes que ese hombre no soporta que le toquen lo que es suyo, y esa pequeña está en su negocio; es decir, es de su propiedad.
—¡NO DIGAS ESO! —grito enojado cuando menciona que Angélica es propiedad de ese infeliz.
—Oye, tranquilo.
—La vamos a sacar. No me importan las consecuencias que eso traiga.
—Dios, ¿por qué será que las mujeres siempre nos ponen estúpidos?
—Solo haz lo que te digo, Carlos. Prepara a los hombres. —Me levanto y subo a mi habitación. Necesito estar tranquilo para la noche. Todo debe salir a la perfección.
Me encuentro con mi pequeña, pero me lleno de ira al verla golpeada. Juro que mataré a ese maldito por haberla tocado. Quise hacer las cosas por las buenas, pero el imbécil se negó a dármela. Ahora no le daré dinero y lo dejaré sin sus esclavas. De un momento a otro, todo se vuelve un caos. Mis hombres empiezan a disparar a los de Fernando, hasta que escucho el grito de una mujer. Al voltear, me doy cuenta de que mi ángel está en el suelo, y a su lado está su amiga llorando.
—¡Ángel! —Su amiga me mira extrañada, pero no deja de llorar—. Ella estará bien. —La tomo en brazos mientras veo cómo el maldito de Fernando me apunta.
—Si te las llevas, te juro que te mato y luego la mato a ella.
—Escúchame bien, infeliz. Te ofrecí pagar sus deudas, pero no quisiste. Ahora te quedarás sin tu dinero y sin ellas, porque no las pienso dejar aquí. —Cuando está a punto de dispararme, Carlos se adelanta y le dispara en la pierna.
—¡Hijo de puta! —Caminamos hacia la salida y subimos a la camioneta.
—Luciano, no la podemos llevar al hospital —dice Carlos angustiado al ver a Angélica herida.
—¿Cómo que no? Ella necesita un médico —dice su amiga entre lágrimas.
—Llama al médico de siempre. Dile que se le pagará muy bien. —Cuando llegamos a mi casa, la subimos a mi habitación y la acuesto en mi cama. En ese momento, ella abre un poco los ojos.
—Luciano...
—Tranquila, ya viene el médico. —Le dejo un casto beso en los labios.
—Mila... ¿Dónde está Mila? —Angélica comienza a desesperarse.
—Ella está bien. Está en el baño. Tranquila. —En ese momento llega el médico y comienza a revisarla.
—La bala no está muy profunda; voy a sacarla.
—Espere, ¿no le va a colocar algún anestésico?
—Solo tengo anestesia local. —¡Mierda! Eso le va a doler como el infierno.
—¡Debí pedir que trajera todo lo necesario! —grito enojado.
—No importa —dice Angélica—. Yo aguantaré.
—Cariño, no sabes lo que dices. —El médico le aplica la anestesia local y luego desinfecta la zona. Ella toma mi mano con fuerza.
—Señorita, inhale fuerte. Voy a retirar la bala. —Angélica me mira con miedo; le tomo la mano.
—Hágalo ya. —Al momento del procedimiento, se escucha un grito desgarrador.
—¡Ahhhhhhhhhh... duele... ahhhh...!
—Doctor, hágalo rápido —le grito desesperado.
—Eso intento, pero debe quedarse quieta.
—Tranquila, cariño, ya casi termina. —Acaricio su cabello mientras ella sigue sufriendo.
—Ya terminé. —Saca la bala, y veo cómo Angélica se desvanece.
—Es normal. Su cuerpo no aguantó más dolor. Ahora solo debe descansar. —El médico me explica cómo cambiar el vendaje. Al salir, su amiga está pálida.
—¿Cómo está?
—Lograron sacar la bala. Ahora debe descansar. Ayúdame a ponerle algo más cómodo.
—Claro. —Cuando va a entrar, se detiene—. Gracias por lo que hizo por nosotras.
Le dedico una pequeña sonrisa. Camino al bar y me sirvo un whisky.
—¿Cómo está ella? —pregunta Carlos.
—Sabes cómo duele que te saquen una bala. Se desmayó del dolor, pero está bien.
—Menos mal. ¿Quién es la chica que venía con ella?
—Su amiga, Mila. Otra víctima de la trata.
—Es muy hermosa. —Lo miro y reconozco esa cara.
—Te gustó, ¿verdad?
—Solo me parece linda, no exageres.
—Claro... —Suena mi teléfono. Número desconocido —¿Quién habla?
—Me las pagarás, De Lucca. Me vengaré por haberme robado a mis putas. Son mi mercancía.
—Entonces, si no valen la pena, ¿para qué las quieres?
—Voy a ir por ellas.
—No te las llevarás. Lo harás sobre mi cadáver.
—Tú y esa zorra pagarán las consecuencias. Que empiece la cacería ¡Mierda!
AngélicaVivir con Luciano no es del todo tan malo; él nos trata a Mila y a mí como a unas reinas y ha estado pendiente de mi recuperación, que ha sido rápida gracias a sus cuidados. Pero ahora lo que me preocupa es Fernando; sé que está muy enojado y tiene sed de venganza. Lo único que me tiene tranquila es que Luciano es un mafioso con gran poder en Europa, pero no quiero que él se arriesgue por mi culpa.—¿Amiga, ya estás lista? —Hoy, después de varios días, Mila y yo vamos a salir, aunque acompañadas de los guardaespaldas de Luciano.—Sí, ya. —Tomo el bolso y bajamos, encontrándonos con ambos hombres que nos miran como si fuéramos sus presas.—Saben que tienen la misma mirada de los pervertidos del bar —suelta de golpe Mila. Cuando dice eso, ambos hombres comienzan a toser y se sonrojan.—Disculpen, es que están muy hermosas —dice Carlos, algo apenado. Ella le sonríe.—Gracias. —Veo cómo Luciano se acerca a mí.—¿Segura que ya te sientes bien para salir? —dice, acariciando mi rostr
Siento como si la cabeza me fuera a estallar. Al abrir los ojos, me doy cuenta de que estoy en la habitación de Luciano... ¡Un momento! ¡ESTOY EN LA HABITACIÓN DE LUCIANO! Automáticamente miro si tengo ropa y me doy cuenta de que llevo puesta una camisa de él.-Ay, Dios mío, que no sea lo que yo pienso - aunque bueno, ya he tenido sexo con él, pero se supone que estoy enojada. Veo como la puerta se abre y aparece Luciano en pantalones, pero sin camisa.-Hola, ¿cómo te sientes? - Camina hasta la cama y se sienta a mi lado.-Me duele la cabeza.-Es normal, después de todo lo que tomaste.-Lo siento, no sé en qué momento perdí la cuenta. Lo de Fernando me afectó. - Al verme tan afligida, se acerca a mí y me abraza.-Tranquila, yo no dejaré que te pase nada.-He pensado en las cosas y lo mejor que puedo hacer es irme del país con Mila. - Veo cómo él se pone completamente tenso.-Eso no va a pasar - dice serio.-¿Por qué no? Nosotras ya somos libres, podemos irnos para empezar una nueva vid
Esto tiene que ser una broma... Luciano no pudo haber dicho eso en plena reunión, esto tiene que ser una pesadilla. Creo que mi cara ahora es un poema, nunca esperé que él fuera a decir eso. Yo solo logré escuchar los aplausos y felicitaciones de la gente.-¡Felicidades! - Esa voz la conozco.-¡Gregorio! - Digo algo tímida.-No pensé que te fueras a casar con Lucca.-Para que veas, ahora esta mujer pronto será mía legalmente. - Luciano toma mi cintura y me pega a su cuerpo, dejando un beso en mi hombro desnudo, pero yo lo único que quiero es estar lo más lejos de él.-Les pido un permiso, voy al baño. - Me suelto de su agarre y camino lo más rápido que puedo al baño. Al llegar, mojo mi cara y, cuando levanto la vista, tengo a una mujer detrás de mí.-No entiendo qué tienes tú para que él te pidiera matrimonio, es decir, mírate, no eres nadie. - ¿Quién se cree esa m*****a?-Algo debo tener.-No durará, él siempre volverá a mí.-Sasha, ya basta. - Dice Luciano, haciendo que ambas nos que
Despierto con un fuerte dolor de cabeza. Cuando abro mis ojos, estos me pesan, y me doy cuenta de que estoy en la habitación de Luciano. En ese momento, me acuerdo de nuestra discusión, de sus amenazas, y de golpe me llega la ganas de vomitar, así que salgo disparada al baño.-Ángel, ¿estás bien? - M****a, es Luciano. Termino de vomitar y me levanto para lavarme los dientes. Salgo del baño encontrándome con Luciano.-¿Qué quieres? - respondo seria.-Estás muy pálida, ¿te sientes bien?-¿Importa?-Claro que sí, no quiero que nada malo te pase. - Luego de amenazarme, quiere fingir que le importo.-¿Qué quieres?-Necesito que te arregles.-¿Para qué?-Hoy vas a la tienda, Mila te está esperando. - M****a, se me había olvidado por completo la tienda.-Me bañaré. - Entro al baño y me ducho en 15 minutos, tomo la ropa que necesito, luego me maquillo y me peino.Cuando bajo, veo que Luciano está desayunando y, como no quiero desayunar sola con él, sigo derecho, pero su voz me detiene.-¿A dón
ANGÉLICAEstábamos más que contentas con nuestra llegada a Rusia. Es bastante frío, pero nos sentimos felices porque, al fin, somos libres.—Ya llegamos. Esta es la casa de mi amigo Robert —dijo, tocando el timbre. Segundos después, mi amigo abrió la puerta y, al verme, quedó sorprendido.—Ángel, ¿qué haces aquí?—Lo siento por llegar sin avisar, pero ocurrieron algunas cosas. ¿Podemos pasar? Hace frío —respondí. Él salió de su asombro y nos dejó entrar a ambas.—Les prepararé algo caliente. Pónganse cómodas —dijo. La casa de Robert era pequeña, pero muy acogedora. Para nosotras, cualquier lugar era maravilloso ahora. Al rato, Robert llegó con té caliente—. Ahora sí, dime, ¿a qué debo su visita?Mila y yo comenzamos a contarle nuestra historia en el bar y luego con Luciano. A medida que relatábamos todo, Robert quedó pasmado.—Querida, no puedo creer que hayan pasado por todo eso.—Pero logramos escapar —respondí.—Sí, y obvio que se pueden quedar aquí el tiempo que necesiten. Es peque
Estoy sentado junto con Carlos en la sala de espera, esperando que termine la cirugía del trasplante de pulmón. No quisiera aceptar esto, pero si no hubiera sido por el contacto del maldito de Fernando, no habría sido posible conseguir ese pulmón.Después de varias horas, me empiezo a desesperar, así que me levanto de golpe.—Voy a entrar —digo mientras intento abrir la puerta, pero soy detenido por Carlos.—Cálmate, Luciano. Tenemos que esperar; no hay más que hacer.—Llevan horas ahí metidos y nada que salen a darnos noticias. ¡Mierda! —Creo que Dios escuchó mis plegarias porque el médico sale. —Doctor, ¿cómo salió todo?—Salió bien, pero todavía tenemos que esperar a ver cómo reacciona su cuerpo al nuevo trasplante. Hay que estar atentos para que no rechace el pulmón. —Suelto un largo suspiro de alivio y asiento.—Está bien, gracias, doctor.Luego de algunas horas, me permiten entrar a ver a Angélica. Al entrar, la encuentro pálida. Me acerco a donde está y tomo su mano, llevándola
Siento cómo la sangre abandona mi cara ante tremenda confesión por parte de Luciano. No sé lo que pasó ni qué fue lo que lo llevó a hacerlo, pero sí quiero saber la historia.-A mi padre. Él siempre fue un hombre correcto, siempre fue un hombre de hacer las cosas bien, pero cuando se enteró de lo que hacía su hijo, le dio un infarto que le causó la muerte. Mi padre fue secuestrado por uno de mis tantos enemigos en ese tiempo. Cuando fui a su rescate, él, muy hijo de puta, le contó toda la verdad a mi padre y él no soportó la verdad de que su hijo era un mafioso, el que tanto había deseado que yo fuera un hombre de bien, y mírame... - Por primera vez veo a un hombre vulnerable que se encuentra mortificado por la muerte de su padre. - ¿Sabes qué fue lo último que me dijo cuando murió? Me dijo que me amaba, pero sentía una profunda decepción hacia mí, y luego murió en mis brazos. Mi alma se partió en mil pedazos al tener a mi padre muerto en mis brazos a causa de mis malas decisiones. Lo
Veo que los ojos de Luciano destellan furia al ver mi rostro golpeado, pero yo no siento dolor, y ahora lo ultimo que quiero es que se forme una guerra entre Luciano y Fernando aunque bueno ya hay una, pero no quiero que se maten justo en este momento - cálmate Luciano vámonos ya - le suplico - no, le partiré la cara a ese hijo de p**a - por dios ya le dejé claro las cosas, ahora vámonos no quiero estar más aqui - le suplico y este solo suelto un bufido - está bien, vamos - me monto al auto y antes de que este se suba le dice a los muchachos - luego hablaré con ustedes - se sube al auto y arranca, se que está tenso, pero no quiero que despida a los chicos el solo hicieron lo que yo les pedí - ¿los vas a despedir? - yo no despido Angélica - ay no los matará - no los mates, e