capitulo 3

—Estás linda —menciona Mila.

—Gracias, Mila. —Escucho que tocan la puerta de mi apartamento y ahí mi corazón comienza a latir con fuerza—. Oh por Dios, es él —digo entrando en pánico.

—Hey, tranquila, relájate o lo vas a espantar. —Tomo aire y luego cojo mi bolso para ir a la puerta. Cuando la abro, me encuentro con Luciano, que está perfectamente arreglado, y al verme, repasa mi cuerpo.

—Estás bellísima —toma mi mano y deja un casto beso en ella.

—Tú estás muy guapo. —Él me sonríe—. Ahora dime, ¿cómo voy a salir sin que los gorilas se den cuenta?

—Ya lo sabrás. —Salimos del apartamento, bajamos las escaleras y entramos a otro departamento. Mi sorpresa fue que no salimos por la entrada principal.

—¿Por qué entramos a este departamento? —Veo que él tira una cuerda por el balcón, lo que me alarma, ya que empiezo a saber cuáles son sus intenciones—. Ni lo sueñes.

—Es la única forma, son solo dos pisos.

—¿Y si nos descubren?

—No va a pasar. Este apartamento da para la parte de atrás; los hombres de Fernando están en la parte delantera del edificio. Mis hombres los tienen en la mira, así que tenemos que movernos. —Luciano estira su mano y yo la tomo, algo insegura—. Agárrate bien. —Con destreza, me sube encima de él y, en menos de dos segundos, ya estamos tocando el suelo—. No era tan difícil —menciona regalándome una sonrisa mientras veo que le pasan las llaves del auto.

—Claro. —Me subo al auto con él y este comienza a manejar—. ¿A dónde vamos?

—Es una sorpresa. —Luciano maneja por media hora hasta que llegamos a una pequeña casa.

—¿Aquí vives? —pregunto maravillada al ver la pequeña pero hermosa casa.

—Vivía aquí cuando era pequeño. Ahora vivo en una casa más grande, pero quería compartir este lugar tan especial contigo. —Me quedo sorprendida, nunca esperé que él fuera a compartir algo así conmigo.

—No entiendo por qué me tienes tanta confianza. Soy una prostituta.

—¡No digas eso! —dice algo enojado—. Si tú me lo pides, yo te ayudaré a salir de ahí. —Al principio pienso que lo decía en broma, pero al ver lo serio que estaba, me doy cuenta de que no era así—. ¿Cuánto tienes que pagarle a tu proxeneta?

—Luciano, eso no es de tu incumbencia. Estoy trabajando para pagarle esa deuda.

—¿Acaso no entiendes que entre más tiempo estés ahí, más te va a cobrar ese imbécil? Así nunca podrás salir.

—¿Qué tanto me miras? —le pregunto con una sonrisa.

—Es que eres todo un ángel, Angélica. Definitivamente, le haces honor a tu nombre.

—¿Te parece que soy un ángel? —pregunto de forma coqueta.

—Sí, aunque tengo que admitir que a veces se te sale esa diablilla que llevas dentro. —Se acerca y junta nuestros labios en un beso apasionado. Paso mis brazos por su cuello y, en un rápido movimiento, me alza, haciendo que enrolle mis piernas en sus caderas. Luciano nos lleva a una habitación y me deposita en la cama—. ¿Estás segura? ¿Lo deseas?

—Sí, te deseo, Luciano. Hazme tuya.

Despierto por los fuertes rayos del sol… Espera, ¿rayos del sol?

—¡Mierda! —Me levanto de golpe, haciendo que Luciano se asuste.

—¿Qué pasa, ángel? —dice con voz adormilada, pero muy sexy.

—No debí quedarme. A estas horas, Fernando ya debe haberse dado cuenta de que me escapé. M****a, me va a moler a golpes. —Me visto rápido mientras Luciano también lo hace.

—Te voy a llevar, pero tranquila.

—¡No puedo calmarme, Luciano! ¡No entiendes! Fernando es un hombre de poca paciencia, y si se da cuenta de esto, él…

—¿Él qué? —Prefiero no decir nada.

—Nada, solo vámonos ya. —Luciano me lleva a casa y entro por la puerta secreta. Pero, para mi mala suerte, cuando entro a mi apartamento, veo a Fernando sentado en el sillón, mirándome con odio.

—¿Te divertiste, putita? —Mierda, se enteró.

—Fernando, yo… —Este rompe con fuerza la mesa de vidrio, haciendo que todo mi cuerpo empiece a temblar.

—Así que estabas de puta con el señor De Lucca. —Se acerca rápidamente y me toma del cabello con fuerza, haciéndome gemir de dolor.

—¡Déjame! ¡Me lastimas!

—Eres una puta. Siempre serás mi puta personal. —La ira me llena y le doy un golpe fuerte en la cara. Mala idea. Se abalanza hacia mí y comienza a darme golpes en la cara y el cuerpo.

—¡Eres una perra! —Golpe tras golpe, luego me da una fuerte patada en las costillas, haciendo que el aire se me escape por completo.

—No más… Te lo suplico… Fer… ¡No!

—Te lo tienes bien merecido por ser una perra. Ahora escúchame bien: si te vuelvo a ver con ese hombre fuera del prostíbulo, te juro que no seré tan benevolente. —Se arregla el traje y, cuando siento que todo ha terminado, se detiene y se da la vuelta—. Creo que tengo tiempo, así que sería bueno disfrutar de ti un rato.

—¡No, no! —Este levanta mi vestido y rasga mis bragas. Escucho cómo abre la bragueta de su pantalón. Mis ojos se llenan de lágrimas porque sé lo que va a pasar, y sé que nadie podrá ayudarme.

—Borraré cualquier marca que te haya dejado ese hombre. ¿Quieres ser puta? Serás solo mía.

Estoy acostada en el suelo, mientras veo cómo Fernando se arregla para irse después de haber abusado de mí varias veces.

—Fue maravilloso, mi Cristal. Quiero que te cures esos golpes y vayas a trabajar esta noche.

—No creo que pueda bailar —digo, adolorida.

—Solo cumple con ir. Necesito mantenerte vigilada, porque veo que mis hombres no pudieron cumplir su tarea. —Cuando se va, saco fuerzas de donde no las tengo, me arrastro hasta el baño, me meto en la bañera y dejo que el agua caiga sobre mí mientras lloro.

—¿Por qué…? ¿Por qué a mí? ¿Qué hice mal? —Lloro hasta que veo que es hora de ir al prostíbulo. Sé que Fernando sería capaz de venir a buscarme y matarme si no voy. Aunque, según él, soy su mina de oro, así que lo peor sería otra golpiza.

Cuando llego, Mila me ve horrorizada y se acerca a darme un abrazo. Hasta eso me duele.

—Fue él, ¿verdad? —dice con los ojos llenos de lágrimas.

—Se enteró de que me fui con Luciano y me dio una golpiza tremenda.

—¿Solo te pegó? —Bajo la cabeza mientras lágrimas comienzan a caer.

—Ay, Dios… Dime que no… él… te…

—Sí, Mila. Lo hizo. Y no fue solo una vez, fueron varias.

—¡Hijo de perra! —Me abraza, tratando de no hacerme daño.

—Llegará el día en que nos venguemos de él, Mila. De eso puedes estar segura.

Esa noche me arreglo con dificultad y, al salir, me sorprendo al ver a Luciano hablando con Fernando. Los dos parecen tensos. Cuando Fernando me ve, me hace una seña para que me acerque.

—Mira, aquí está mi preciosa Cristal. —Me pega contra su cuerpo, haciendo que haga una mueca de dolor. Luciano lo nota.

—Me gustaría pagar la noche por Cristal —dice Luciano. Siento cómo el agarre de Fernando se hace más fuerte.

—El precio aumentó para ella.

—Sabes que el dinero no es problema.

—Mucho cuidado con lo que haces. Recuerda que tu cuerpo me pertenece —Fernando me susurra al oído—. Es solo baile. Esta belleza me pertenece. —Dirige su mirada a Luciano.

Siento cómo Fernando toca mi cuerpo de manera obscena y las ganas de llorar regresan. Veo a Luciano, que está tenso.

—¿Me la puedo llevar? —pregunta Luciano, apretando los dientes.

—Claro. Atiende bien a nuestro cliente, querida Cristal. —Tomo el brazo de Luciano, y él me lleva al reservado de siempre. Al entrar, enciende la luz y se acerca a mí, tocando mi rostro.

—Ese infeliz te golpeó, ¿verdad?

—Nunca debí salir. —No quería que supiera la gravedad de mis heridas, pero fue imposible ocultarlo cuando me sentó en su regazo. Solté un gemido de dolor.

—¡Ahh! —Luciano tocó la parte afectada y, al levantar mi prenda, quedó horrorizado.

—Esto se ve muy mal, Angélica. Tengo que llevarte a un hospital.

—No puedes. Él me matará… y volverá a… —Me callo al darme cuenta de que casi le cuento del abuso.

—¿Te violó ese hijo de puta?

—Luciano, yo… —Él se levanta, decidido.

—Voy a darte tu jodida libertad. No permitiré que sigas aquí un día más.

—¡No, Luciano! ¡No entiendes! —Me levanto con dificultad y lo tomo del brazo—. Ese hombre está obsesionado conmigo. No puedes enfrentarlo solo. Además… no puedo dejar a Mila.

Luciano se detiene un momento, su mirada dura como el acero.

—Entonces también me la llevaré.

—¡No! —intento detenerlo, pero él se suelta y sale de la habitación. A duras penas me pongo de pie y lo sigo, mi corazón latiendo a mil por hora. Sé que esto no terminará bien. Cuando llego a la sala, ya es demasiado tarde: Luciano ha declarado la guerra.

—Voy a pagar la deuda de Cristal y Mila. Quiero sus libertades ahora. —La voz de Luciano resuena con autoridad.

La cara de Fernando se transforma en pura ira. Sus ojos se vuelven dos pozos oscuros de odio.

—¡Sobre mi cadáver!

Luciano sonríe de una forma que nunca había visto. Es una sonrisa fría, peligrosa.

—Bueno, así tendrá que ser.

El sonido de disparos rompe el silencio. Todo sucede en un instante. Los hombres de Luciano irrumpen en el lugar. Fernando, en su desesperación, saca una pistola y me apunta.

—¡Eres una m*****a perra! —grita. El disparo resuena, y un dolor intenso me atraviesa el costado. Caigo al suelo, llevándome una mano a las costillas.

—¡Amiga! —Mila corre hacia mí, sus ojos llenos de pánico—. ¡Angélica, todo estará bien! ¡Te lo prometo!

Las lágrimas corren por mis mejillas mientras la miro.

—Sálvate, Mila… Salva tu vida y haz una nueva… —Mi voz es apenas un susurro—. Sé feliz…

Mila llora conmigo, pero sé que debe irse. Luciano se acerca, su rostro lleno de horror al verme.

—¡Angélica! —me toma en brazos—. ¡No te voy a dejar morir aquí!

—No puedes… —susurro—. Fernando…

—Ya no más. —Su voz está llena de furia. Se vuelve hacia Fernando, que está herido pero aún de pie.

Fernando ríe, una risa llena de sangre y locura.

—¿Crees que esto acaba aquí, De Lucca? Ella siempre será mía…

Luciano lo mira con un odio tan profundo que me estremezco.

—No volverás a tocarla.

Un último disparo resuena en la habitación. Fernando cae, su cuerpo desplomándose como una marioneta sin hilos. Todo queda en silencio.

—Luciano… —mi voz es débil. La oscuridad comienza a invadirme.

—Aguanta, ángel. —Me sostiene con fuerza—. Todo esto… todo esto terminó.

—¿Terminó…? —Las lágrimas caen por mis mejillas. Por primera vez en mucho tiempo, siento una pequeña esperanza.

—Te prometo que nunca más volverás a sufrir.

Mientras todo se desvanece, lo último que veo es la mirada de Luciano, llena de promesas y dolor. Y en ese instante, decido aferrarme a la vida, por mí… y por Mila.

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