—Estás linda —menciona Mila.
—Gracias, Mila. —Escucho que tocan la puerta de mi apartamento y ahí mi corazón comienza a latir con fuerza—. Oh por Dios, es él —digo entrando en pánico.
—Hey, tranquila, relájate o lo vas a espantar. —Tomo aire y luego cojo mi bolso para ir a la puerta. Cuando la abro, me encuentro con Luciano, que está perfectamente arreglado, y al verme, repasa mi cuerpo.
—Estás bellísima —toma mi mano y deja un casto beso en ella.
—Tú estás muy guapo. —Él me sonríe—. Ahora dime, ¿cómo voy a salir sin que los gorilas se den cuenta?
—Ya lo sabrás. —Salimos del apartamento, bajamos las escaleras y entramos a otro departamento. Mi sorpresa fue que no salimos por la entrada principal.
—¿Por qué entramos a este departamento? —Veo que él tira una cuerda por el balcón, lo que me alarma, ya que empiezo a saber cuáles son sus intenciones—. Ni lo sueñes.
—Es la única forma, son solo dos pisos.
—¿Y si nos descubren?
—No va a pasar. Este apartamento da para la parte de atrás; los hombres de Fernando están en la parte delantera del edificio. Mis hombres los tienen en la mira, así que tenemos que movernos. —Luciano estira su mano y yo la tomo, algo insegura—. Agárrate bien. —Con destreza, me sube encima de él y, en menos de dos segundos, ya estamos tocando el suelo—. No era tan difícil —menciona regalándome una sonrisa mientras veo que le pasan las llaves del auto.
—Claro. —Me subo al auto con él y este comienza a manejar—. ¿A dónde vamos?
—Es una sorpresa. —Luciano maneja por media hora hasta que llegamos a una pequeña casa.
—¿Aquí vives? —pregunto maravillada al ver la pequeña pero hermosa casa.
—Vivía aquí cuando era pequeño. Ahora vivo en una casa más grande, pero quería compartir este lugar tan especial contigo. —Me quedo sorprendida, nunca esperé que él fuera a compartir algo así conmigo.
—No entiendo por qué me tienes tanta confianza. Soy una prostituta.
—¡No digas eso! —dice algo enojado—. Si tú me lo pides, yo te ayudaré a salir de ahí. —Al principio pienso que lo decía en broma, pero al ver lo serio que estaba, me doy cuenta de que no era así—. ¿Cuánto tienes que pagarle a tu proxeneta?
—Luciano, eso no es de tu incumbencia. Estoy trabajando para pagarle esa deuda.
—¿Acaso no entiendes que entre más tiempo estés ahí, más te va a cobrar ese imbécil? Así nunca podrás salir.
—¿Qué tanto me miras? —le pregunto con una sonrisa.
—Es que eres todo un ángel, Angélica. Definitivamente, le haces honor a tu nombre.
—¿Te parece que soy un ángel? —pregunto de forma coqueta.
—Sí, aunque tengo que admitir que a veces se te sale esa diablilla que llevas dentro. —Se acerca y junta nuestros labios en un beso apasionado. Paso mis brazos por su cuello y, en un rápido movimiento, me alza, haciendo que enrolle mis piernas en sus caderas. Luciano nos lleva a una habitación y me deposita en la cama—. ¿Estás segura? ¿Lo deseas?
—Sí, te deseo, Luciano. Hazme tuya.
Despierto por los fuertes rayos del sol… Espera, ¿rayos del sol?
—¡Mierda! —Me levanto de golpe, haciendo que Luciano se asuste.
—¿Qué pasa, ángel? —dice con voz adormilada, pero muy sexy.
—No debí quedarme. A estas horas, Fernando ya debe haberse dado cuenta de que me escapé. M****a, me va a moler a golpes. —Me visto rápido mientras Luciano también lo hace.
—Te voy a llevar, pero tranquila.
—¡No puedo calmarme, Luciano! ¡No entiendes! Fernando es un hombre de poca paciencia, y si se da cuenta de esto, él…
—¿Él qué? —Prefiero no decir nada.
—Nada, solo vámonos ya. —Luciano me lleva a casa y entro por la puerta secreta. Pero, para mi mala suerte, cuando entro a mi apartamento, veo a Fernando sentado en el sillón, mirándome con odio.
—¿Te divertiste, putita? —Mierda, se enteró.
—Fernando, yo… —Este rompe con fuerza la mesa de vidrio, haciendo que todo mi cuerpo empiece a temblar.
—Así que estabas de puta con el señor De Lucca. —Se acerca rápidamente y me toma del cabello con fuerza, haciéndome gemir de dolor.
—¡Déjame! ¡Me lastimas!
—Eres una puta. Siempre serás mi puta personal. —La ira me llena y le doy un golpe fuerte en la cara. Mala idea. Se abalanza hacia mí y comienza a darme golpes en la cara y el cuerpo.
—¡Eres una perra! —Golpe tras golpe, luego me da una fuerte patada en las costillas, haciendo que el aire se me escape por completo.
—No más… Te lo suplico… Fer… ¡No!
—Te lo tienes bien merecido por ser una perra. Ahora escúchame bien: si te vuelvo a ver con ese hombre fuera del prostíbulo, te juro que no seré tan benevolente. —Se arregla el traje y, cuando siento que todo ha terminado, se detiene y se da la vuelta—. Creo que tengo tiempo, así que sería bueno disfrutar de ti un rato.
—¡No, no! —Este levanta mi vestido y rasga mis bragas. Escucho cómo abre la bragueta de su pantalón. Mis ojos se llenan de lágrimas porque sé lo que va a pasar, y sé que nadie podrá ayudarme.
—Borraré cualquier marca que te haya dejado ese hombre. ¿Quieres ser puta? Serás solo mía.
Estoy acostada en el suelo, mientras veo cómo Fernando se arregla para irse después de haber abusado de mí varias veces.
—Fue maravilloso, mi Cristal. Quiero que te cures esos golpes y vayas a trabajar esta noche.
—No creo que pueda bailar —digo, adolorida.
—Solo cumple con ir. Necesito mantenerte vigilada, porque veo que mis hombres no pudieron cumplir su tarea. —Cuando se va, saco fuerzas de donde no las tengo, me arrastro hasta el baño, me meto en la bañera y dejo que el agua caiga sobre mí mientras lloro.
—¿Por qué…? ¿Por qué a mí? ¿Qué hice mal? —Lloro hasta que veo que es hora de ir al prostíbulo. Sé que Fernando sería capaz de venir a buscarme y matarme si no voy. Aunque, según él, soy su mina de oro, así que lo peor sería otra golpiza.
Cuando llego, Mila me ve horrorizada y se acerca a darme un abrazo. Hasta eso me duele.
—Fue él, ¿verdad? —dice con los ojos llenos de lágrimas.
—Se enteró de que me fui con Luciano y me dio una golpiza tremenda.
—¿Solo te pegó? —Bajo la cabeza mientras lágrimas comienzan a caer.
—Ay, Dios… Dime que no… él… te…
—Sí, Mila. Lo hizo. Y no fue solo una vez, fueron varias.
—¡Hijo de perra! —Me abraza, tratando de no hacerme daño.
—Llegará el día en que nos venguemos de él, Mila. De eso puedes estar segura.
Esa noche me arreglo con dificultad y, al salir, me sorprendo al ver a Luciano hablando con Fernando. Los dos parecen tensos. Cuando Fernando me ve, me hace una seña para que me acerque.
—Mira, aquí está mi preciosa Cristal. —Me pega contra su cuerpo, haciendo que haga una mueca de dolor. Luciano lo nota.
—Me gustaría pagar la noche por Cristal —dice Luciano. Siento cómo el agarre de Fernando se hace más fuerte.
—El precio aumentó para ella.
—Sabes que el dinero no es problema.
—Mucho cuidado con lo que haces. Recuerda que tu cuerpo me pertenece —Fernando me susurra al oído—. Es solo baile. Esta belleza me pertenece. —Dirige su mirada a Luciano.
Siento cómo Fernando toca mi cuerpo de manera obscena y las ganas de llorar regresan. Veo a Luciano, que está tenso.
—¿Me la puedo llevar? —pregunta Luciano, apretando los dientes.
—Claro. Atiende bien a nuestro cliente, querida Cristal. —Tomo el brazo de Luciano, y él me lleva al reservado de siempre. Al entrar, enciende la luz y se acerca a mí, tocando mi rostro.
—Ese infeliz te golpeó, ¿verdad?
—Nunca debí salir. —No quería que supiera la gravedad de mis heridas, pero fue imposible ocultarlo cuando me sentó en su regazo. Solté un gemido de dolor.
—¡Ahh! —Luciano tocó la parte afectada y, al levantar mi prenda, quedó horrorizado.
—Esto se ve muy mal, Angélica. Tengo que llevarte a un hospital.
—No puedes. Él me matará… y volverá a… —Me callo al darme cuenta de que casi le cuento del abuso.
—¿Te violó ese hijo de puta?
—Luciano, yo… —Él se levanta, decidido.
—Voy a darte tu jodida libertad. No permitiré que sigas aquí un día más.
—¡No, Luciano! ¡No entiendes! —Me levanto con dificultad y lo tomo del brazo—. Ese hombre está obsesionado conmigo. No puedes enfrentarlo solo. Además… no puedo dejar a Mila.
Luciano se detiene un momento, su mirada dura como el acero.
—Entonces también me la llevaré.
—¡No! —intento detenerlo, pero él se suelta y sale de la habitación. A duras penas me pongo de pie y lo sigo, mi corazón latiendo a mil por hora. Sé que esto no terminará bien. Cuando llego a la sala, ya es demasiado tarde: Luciano ha declarado la guerra.
—Voy a pagar la deuda de Cristal y Mila. Quiero sus libertades ahora. —La voz de Luciano resuena con autoridad.
La cara de Fernando se transforma en pura ira. Sus ojos se vuelven dos pozos oscuros de odio.
—¡Sobre mi cadáver!
Luciano sonríe de una forma que nunca había visto. Es una sonrisa fría, peligrosa.
—Bueno, así tendrá que ser.
El sonido de disparos rompe el silencio. Todo sucede en un instante. Los hombres de Luciano irrumpen en el lugar. Fernando, en su desesperación, saca una pistola y me apunta.
—¡Eres una m*****a perra! —grita. El disparo resuena, y un dolor intenso me atraviesa el costado. Caigo al suelo, llevándome una mano a las costillas.
—¡Amiga! —Mila corre hacia mí, sus ojos llenos de pánico—. ¡Angélica, todo estará bien! ¡Te lo prometo!
Las lágrimas corren por mis mejillas mientras la miro.
—Sálvate, Mila… Salva tu vida y haz una nueva… —Mi voz es apenas un susurro—. Sé feliz…
Mila llora conmigo, pero sé que debe irse. Luciano se acerca, su rostro lleno de horror al verme.
—¡Angélica! —me toma en brazos—. ¡No te voy a dejar morir aquí!
—No puedes… —susurro—. Fernando…
—Ya no más. —Su voz está llena de furia. Se vuelve hacia Fernando, que está herido pero aún de pie.
Fernando ríe, una risa llena de sangre y locura.
—¿Crees que esto acaba aquí, De Lucca? Ella siempre será mía…
Luciano lo mira con un odio tan profundo que me estremezco.
—No volverás a tocarla.
Un último disparo resuena en la habitación. Fernando cae, su cuerpo desplomándose como una marioneta sin hilos. Todo queda en silencio.
—Luciano… —mi voz es débil. La oscuridad comienza a invadirme.
—Aguanta, ángel. —Me sostiene con fuerza—. Todo esto… todo esto terminó.
—¿Terminó…? —Las lágrimas caen por mis mejillas. Por primera vez en mucho tiempo, siento una pequeña esperanza.
—Te prometo que nunca más volverás a sufrir.
Mientras todo se desvanece, lo último que veo es la mirada de Luciano, llena de promesas y dolor. Y en ese instante, decido aferrarme a la vida, por mí… y por Mila.
LUCIANO DE LUCCANo puedo creer que estoy loco por una bailarina de tubo. Definitivamente, Angélica tiene algo que, con solo verla, hace que todo mi cuerpo se active. Necesito sacarla de ese lugar, sea como sea. No quiero que otros hombres miren lo que es mío, porque desde el momento en que la hice mía, ella se convirtió en mi mujer... solo que ella aún no lo sabe.—Luciano, ¿me estás escuchando? —pregunta Carlos, mi mejor amigo y mano derecha en este negocio de la mafia.—Disculpa, estaba pensando en otra cosa.—¿En la bailarina de tubo? —pregunta con una sonrisa pícara—. Te dejó loco la chiquita.—Esa mujer es Afrodita. Cuando la conozcas, te darás cuenta de por qué lo digo.—Ya tengo deseos de conocerla.—Hoy la conocerás. —Él me mira sin entender—. Hoy la sacaremos de ese prostíbulo.—¿¡Qué!? ¡Estás loco! ¿Acaso quieres una guerra con Fernando? Sabes que ese hombre no soporta que le toquen lo que es suyo, y esa pequeña está en su negocio; es decir, es de su propiedad.—¡NO DIGAS ES
AngélicaVivir con Luciano no es del todo tan malo; él nos trata a Mila y a mí como a unas reinas y ha estado pendiente de mi recuperación, que ha sido rápida gracias a sus cuidados. Pero ahora lo que me preocupa es Fernando; sé que está muy enojado y tiene sed de venganza. Lo único que me tiene tranquila es que Luciano es un mafioso con gran poder en Europa, pero no quiero que él se arriesgue por mi culpa.—¿Amiga, ya estás lista? —Hoy, después de varios días, Mila y yo vamos a salir, aunque acompañadas de los guardaespaldas de Luciano.—Sí, ya. —Tomo el bolso y bajamos, encontrándonos con ambos hombres que nos miran como si fuéramos sus presas.—Saben que tienen la misma mirada de los pervertidos del bar —suelta de golpe Mila. Cuando dice eso, ambos hombres comienzan a toser y se sonrojan.—Disculpen, es que están muy hermosas —dice Carlos, algo apenado. Ella le sonríe.—Gracias. —Veo cómo Luciano se acerca a mí.—¿Segura que ya te sientes bien para salir? —dice, acariciando mi rostr
Siento como si la cabeza me fuera a estallar. Al abrir los ojos, me doy cuenta de que estoy en la habitación de Luciano... ¡Un momento! ¡ESTOY EN LA HABITACIÓN DE LUCIANO! Automáticamente miro si tengo ropa y me doy cuenta de que llevo puesta una camisa de él.-Ay, Dios mío, que no sea lo que yo pienso - aunque bueno, ya he tenido sexo con él, pero se supone que estoy enojada. Veo como la puerta se abre y aparece Luciano en pantalones, pero sin camisa.-Hola, ¿cómo te sientes? - Camina hasta la cama y se sienta a mi lado.-Me duele la cabeza.-Es normal, después de todo lo que tomaste.-Lo siento, no sé en qué momento perdí la cuenta. Lo de Fernando me afectó. - Al verme tan afligida, se acerca a mí y me abraza.-Tranquila, yo no dejaré que te pase nada.-He pensado en las cosas y lo mejor que puedo hacer es irme del país con Mila. - Veo cómo él se pone completamente tenso.-Eso no va a pasar - dice serio.-¿Por qué no? Nosotras ya somos libres, podemos irnos para empezar una nueva vid
Esto tiene que ser una broma... Luciano no pudo haber dicho eso en plena reunión, esto tiene que ser una pesadilla. Creo que mi cara ahora es un poema, nunca esperé que él fuera a decir eso. Yo solo logré escuchar los aplausos y felicitaciones de la gente.-¡Felicidades! - Esa voz la conozco.-¡Gregorio! - Digo algo tímida.-No pensé que te fueras a casar con Lucca.-Para que veas, ahora esta mujer pronto será mía legalmente. - Luciano toma mi cintura y me pega a su cuerpo, dejando un beso en mi hombro desnudo, pero yo lo único que quiero es estar lo más lejos de él.-Les pido un permiso, voy al baño. - Me suelto de su agarre y camino lo más rápido que puedo al baño. Al llegar, mojo mi cara y, cuando levanto la vista, tengo a una mujer detrás de mí.-No entiendo qué tienes tú para que él te pidiera matrimonio, es decir, mírate, no eres nadie. - ¿Quién se cree esa m*****a?-Algo debo tener.-No durará, él siempre volverá a mí.-Sasha, ya basta. - Dice Luciano, haciendo que ambas nos que
Despierto con un fuerte dolor de cabeza. Cuando abro mis ojos, estos me pesan, y me doy cuenta de que estoy en la habitación de Luciano. En ese momento, me acuerdo de nuestra discusión, de sus amenazas, y de golpe me llega la ganas de vomitar, así que salgo disparada al baño.-Ángel, ¿estás bien? - M****a, es Luciano. Termino de vomitar y me levanto para lavarme los dientes. Salgo del baño encontrándome con Luciano.-¿Qué quieres? - respondo seria.-Estás muy pálida, ¿te sientes bien?-¿Importa?-Claro que sí, no quiero que nada malo te pase. - Luego de amenazarme, quiere fingir que le importo.-¿Qué quieres?-Necesito que te arregles.-¿Para qué?-Hoy vas a la tienda, Mila te está esperando. - M****a, se me había olvidado por completo la tienda.-Me bañaré. - Entro al baño y me ducho en 15 minutos, tomo la ropa que necesito, luego me maquillo y me peino.Cuando bajo, veo que Luciano está desayunando y, como no quiero desayunar sola con él, sigo derecho, pero su voz me detiene.-¿A dón
ANGÉLICAEstábamos más que contentas con nuestra llegada a Rusia. Es bastante frío, pero nos sentimos felices porque, al fin, somos libres.—Ya llegamos. Esta es la casa de mi amigo Robert —dijo, tocando el timbre. Segundos después, mi amigo abrió la puerta y, al verme, quedó sorprendido.—Ángel, ¿qué haces aquí?—Lo siento por llegar sin avisar, pero ocurrieron algunas cosas. ¿Podemos pasar? Hace frío —respondí. Él salió de su asombro y nos dejó entrar a ambas.—Les prepararé algo caliente. Pónganse cómodas —dijo. La casa de Robert era pequeña, pero muy acogedora. Para nosotras, cualquier lugar era maravilloso ahora. Al rato, Robert llegó con té caliente—. Ahora sí, dime, ¿a qué debo su visita?Mila y yo comenzamos a contarle nuestra historia en el bar y luego con Luciano. A medida que relatábamos todo, Robert quedó pasmado.—Querida, no puedo creer que hayan pasado por todo eso.—Pero logramos escapar —respondí.—Sí, y obvio que se pueden quedar aquí el tiempo que necesiten. Es peque
Estoy sentado junto con Carlos en la sala de espera, esperando que termine la cirugía del trasplante de pulmón. No quisiera aceptar esto, pero si no hubiera sido por el contacto del maldito de Fernando, no habría sido posible conseguir ese pulmón.Después de varias horas, me empiezo a desesperar, así que me levanto de golpe.—Voy a entrar —digo mientras intento abrir la puerta, pero soy detenido por Carlos.—Cálmate, Luciano. Tenemos que esperar; no hay más que hacer.—Llevan horas ahí metidos y nada que salen a darnos noticias. ¡Mierda! —Creo que Dios escuchó mis plegarias porque el médico sale. —Doctor, ¿cómo salió todo?—Salió bien, pero todavía tenemos que esperar a ver cómo reacciona su cuerpo al nuevo trasplante. Hay que estar atentos para que no rechace el pulmón. —Suelto un largo suspiro de alivio y asiento.—Está bien, gracias, doctor.Luego de algunas horas, me permiten entrar a ver a Angélica. Al entrar, la encuentro pálida. Me acerco a donde está y tomo su mano, llevándola
Siento cómo la sangre abandona mi cara ante tremenda confesión por parte de Luciano. No sé lo que pasó ni qué fue lo que lo llevó a hacerlo, pero sí quiero saber la historia.-A mi padre. Él siempre fue un hombre correcto, siempre fue un hombre de hacer las cosas bien, pero cuando se enteró de lo que hacía su hijo, le dio un infarto que le causó la muerte. Mi padre fue secuestrado por uno de mis tantos enemigos en ese tiempo. Cuando fui a su rescate, él, muy hijo de puta, le contó toda la verdad a mi padre y él no soportó la verdad de que su hijo era un mafioso, el que tanto había deseado que yo fuera un hombre de bien, y mírame... - Por primera vez veo a un hombre vulnerable que se encuentra mortificado por la muerte de su padre. - ¿Sabes qué fue lo último que me dijo cuando murió? Me dijo que me amaba, pero sentía una profunda decepción hacia mí, y luego murió en mis brazos. Mi alma se partió en mil pedazos al tener a mi padre muerto en mis brazos a causa de mis malas decisiones. Lo