BAILA PARA MI
BAILA PARA MI
Por: sara o
capitulo 1

Hola, mi nombre es Angélica Torres, tengo 22 años, vivo en España y soy stripper. 

No lo hago porque quiera... Cuando tenía 20 años, me topé con una persona a la que ojalá nunca hubiera conocido: Fernando de la Rosa. Es el jefe de la mafia blanca, una organización que se encarga de la prostitución en toda Europa. Una noche, mientras estaba de fiesta con mis amigas, desafortunadamente llamé su atención. Desde entonces, estoy obligada a bailar en un tubo frente a las miradas lujuriosas de los hombres.  A todas las chicas como yo las obligan a tener relaciones con los clientes. Yo soy la excepción. 

Fernando siempre me dice que soy muy cotizada entre los hombres. 

—¡Angi, otra noche a tope! Hoy te vas a llenar de dinero —dice Mila. 

Ella también baila aquí; es otra víctima de la mafia blanca. Una vez intentamos escapar, pero nos dieron una golpiza tan fuerte que se nos quitaron las ganas de intentarlo otra vez. A pesar de todo, mi sueño siempre ha sido ser libre. 

—¿De qué me sirve llenarme de dinero si no puedo gastarlo en lo que quiero? —le respondo. 

—Tienes razón —dice con una mirada triste. 

—Lo siento, no quise... Mejor vamos a bailar. 

Cuando llegamos al escenario, comienza nuestro show. Todos los hombres nos miran; algunos intentan tocarnos, pero yo no lo permito. Además, sé que Fernando está vigilando para asegurarse de que nadie se sobrepase conmigo. 

Desde lejos, veo a un hombre alto y musculoso. Su rostro está algo borroso por las luces, pero siento su mirada clavada en mí. Al terminar el show, bajo las escaleras. Algunos hombres dejan dólares en mi ropa y otros me gritan cosas obscenas, pero no les presto atención. Solo quiero saber quién es ese hombre que está hablando con Fernando. Veo que ambos me miran, y Fernando hace un gesto para que me acerque a ellos. 

—Cristal, querida, te presento a Luciano de Lucca —dice Fernando. Su nombre suena imponente. 

—Un placer, señor De Lucca. 

—El señor De Lucca ha pagado por un show privado, así que ve al lugar de siempre —me dice Fernando. Asiento y miro al hombre. 

—Por aquí. 

Luciano me sigue hasta las habitaciones dispuestas para encuentros privados, ya sea sexo o bailes. Ahora puedo verlo mejor: este hombre es un dios griego, con un rostro esculpido por los dioses. 

—¿Quieres beber algo, Cristal? —pregunta con una voz sensual. 

—No tengo permitido beber. 

—Solo será uno. No le diré nada a Fernando. 

—Solo uno - Me pasa un trago de whisky, que bebo de golpe. 

—Creo que lo necesitabas —dice con una sonrisa. 

—No sabe cuánto - Ambos nos quedamos mirándonos —¿Quieres que empiece? —rompo el hielo. 

—Háblame de ti - ¿Qué? ¿Qué clase de petición es esa? 

—Señor, usted pidió un servicio de baile, no para hablar. 

—¿Te han dicho que eres muy hermosa? 

—A diario, señor De Lucca —respondo, seca, mientras le regalo una sonrisa falsa. 

—Tienes carácter —dice, mostrándome una leve sonrisa que deja ver algunos dientes. 

—Creo que ya es suficiente. ¿Quiere que baile o no? 

—Por supuesto. 

Luciano toma el control y enciende la música. No sé por qué, pero quiero bailar de forma muy sensual. Muevo mis caderas de un lado a otro y luego me acerco a él, sentándome con decisión sobre sus piernas. Siento cómo su respiración se acelera, y cuando sus manos se posan en mi cintura, una descarga eléctrica recorre mi cuerpo. Creo que él también lo sintió. 

—Quiero hacer algo —dice, mirándome intensamente. 

—¿Qué cosa? —pregunto sin dejar de moverme. 

De repente, toma mi cabeza y junta sus labios con los míos. Es la primera vez que beso a un cliente, y lo peor de todo es que me gusta. Mucho. Luciano muerde mi labio inferior, arrancándome un gemido que solo aviva la llama de la pasión, hasta que tocan la puerta anunciando que el tiempo terminó. Me separo de él y este no deja de mirarme fijamente. 

—Te volveré a ver —susurra, dejando un beso en mis labios antes de irse. Me quedo sorprendida y confundida. 

—Dios, ¿qué acaba de pasar aquí...? 

Cuando llego a mi casa, después de ser escoltada por los hombres de Fernando, me acuesto en la cama. No puedo dejar de pensar en Luciano y en ese beso. 

—Dios, ¿en qué estoy pensando? ¡Deja de pensar en él, es solo un cliente más! 

Despierto por un ruido en la cocina. Me levanto perezosa y veo que es Mila. 

—Mila, ¿qué haces levantada tan temprano? 

—No podía dormir —dice, sirviéndose un café—. ¿Cómo te fue anoche? Dicen que Fernando canceló a todos los clientes que te habían pedido por uno solo. 

—Pasó algo - Le comienzo a contar mi baile con Luciano De Lucca. 

—Vaya, ¿y quién es? 

—Un tal Luciano De Lucca - Veo cómo se pone pálida. 

—¿Qué pasa? 

—Amiga, ese hombre es un mafioso. Es dueño de la mafia europea. 

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