85 - Desgracia.

El centro comercial bullía de vida. Familias paseaban, parejas tomaban café y los escaparates brillaban con luces y decoraciones. Anaís caminaba junto a Elena, observando las pequeñas prendas para bebé con una sonrisa serena.

— Sabes que ya tengo demasiadas cosas en casa — dijo Anaís con un suspiro mientras Elena sostenía un conjunto diminuto de lana.

Elena la miró con incredulidad y negó con la cabeza.

— Nada es suficiente para este bombón — replicó, sosteniendo una manta de tonos pastel —. Estaría mejor si nos dijeras si es niña o niño… comprar colores neutros aburre, más bien, deprime.

Anaís rió con suavidad, colocando una mano sobre su vientre.

— No lo diré.

Elena bufó con frustración.

— En ese caso, no importa. Igual vives en una mansión fuera de la ciudad. Tienes espacio suficiente para una tienda entera.

Anaís negó con la cabeza, su mirada perdida en la vidriera de una tienda de juguetes.

— Aún no nos hemos mudado allí. Sabes cómo es tu primo de paranoico… Dice que es demasiado
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