Un mensaje llegó al teléfono de Libi justo cuando estaba por salir de la habitación, lista para la guerra. Era Marcelo, avisando que estaba afuera. Sus hombros se relajaron y devolvió el b4te a su escondite. —Todo está bien. Veré qué quiere el tío Marcelo. Ya vuelvo. Espi asintió, no muy convencida. Parado en la entrada, Marcelo oyó cómo Libi corría el sillón para desbloquear la puerta. —Me diste un gran susto. ¿Pasó algo?—Tal vez no debería estar aquí. Iba de camino a juntarme con unos amigos, pero he estado pensando en esto todo el día, desde ayer de hecho y... No quiero asustarte más.—Habla, Marcelo. Lo que sea, puedo enfrentarlo. —Tiene que ver con lo que dijo Leonardo sobre el auto negro. Cuando llegué aquí, también me seguía un auto negro. Pensé que eran delirios míos y no le di importancia, luego lo olvidé, hasta ahora. Libi no se vio sorprendida en lo absoluto. Al contrario, era una confirmación que la hacía sentir menos loca por bloquear la puerta con el sillón y dorm
«¿Sorpresa?», se preguntaba Irum luego de recibir aquel mensaje. No había manera en que ella pudiera sorprenderlo cuando su actuar completo era al amparo de las directrices que él dictaminaba para ella, del mismo modo en que un programa de computadora no podía sorprender a su programador. Pese a ello fue a verla, le hacía falta una reprimenda por salirse del «guion» y contactarlo cuando era él quien debía contactarla.Contra todo pronóstico y luego de cuatro años viviendo en la insustancialidad de la monotonía basada en la rutina, Irum Klosse se sorprendió.—¡¿Qué está haciendo ella aquí?! —exigió saber al ver a la niña. Sentada sobre la alfombra, con las letras que formaban su nombre revueltas frente a ella, Espi miraba con confusión.—¡¿Qué hiciste?! —Irum interrogó a Miranda, cogiéndola con firmeza de los brazos.—La traje aquí para ti. ¿No estás feliz? —le sonrió.—¡¿Y Libertad?!—Está dormida. La pobre estaba muy cansada. No grites o la despertarás.Irum se llevó las manos a la
—Éste es el menú de la banquetera para que escojas lo que quieres que se sirva en el cóctel y ésta es mi recomendación —Marcelo le tendió a Libi su tableta. —Todo se ve muy rico, me encantan estos alimentos en miniatura. Los tragos se me dan mucho mejor, yo escogeré los tragos —dijo Libi.A dos semanas de la exposición, trabajan en los últimos detalles de la orgnización. En el primer piso, sentada tras una mesita, Espi dibujaba. —Ese perro está muy bonito. Vas a ser una gran artista, igual que tu mamá —comentó Leonardo.—No es un perro, es un dinosaurio y yo quiero ser actriz.—De seguro serás una muy buena.—Así es, practico mucho.—¿Tomas clases de actuación?Espi se quedó pensando.—Te falta escribir un discurso —le recordó Marcelo a Libi mientras bajaban las escaleras.—Hablar de mi trabajo se me da bien, será pan comido.—Mami, quiero tomar clases de actuación —le dijo Espi en cuanto la vio.La petición tomó a Libi desprevenida, a veces le parecía que su hija era muy madura p
Libi se quedó con la sillita para el auto en la mano. Era la segunda vez que Miranda le pedía salir con Espi y nuevamente había aceptado al ver el entusiasmo de su hija, pero que la mujer hubiera conseguido su propia silla para ella le produjo una molesta sensación de incomodidad. —Estás celosa —concluyó brillantemente Lucy cuando Libi le contó dónde andaba Espi. —Eso es absurdo, yo soy su madre, ese vínculo no se puede comparar con el que pueda establecer con Miranda.—Cierto, pero aquello no te libra de sentir celos y estás celosa. —Tonterías. ¿Y por qué estás aquí bebiendo conmigo en vez de estar con K luego de dejarlo solo por tanto tiempo?—Porque K no se puede ni levantar después de que me pasé con él toda la noche.Libi la miró con horror. —Creí que me volvería loca. Dos semanas sin sexo es mucho más de lo que mi salud mental puede aguantar —dijo con liviandad hasta que recordó que Libi llevaba cuatro años sin acción—. Lo siento.—Descuida, el sexo está muerto para mí. No e
Las estaciones habían ido cambiando de color a través de la ventana de la habitación donde se hallaba Irum postrado. Era invierno cuando se despertó y para la primavera ya pudo ponerse de pie. Al abrir sus ojos y encontrarse con Alejandro, sus primeras palabras estuvieron llenas de preocupación. —Libi está encerrada en la habitación... Debe tener hambre.La verdad de lo ocurrido no pudo explicársela Alejandro, pero le dio la versión que había deducido a gotas de rocío, pequeñas dosis de lo que para Irum era veneno.Había perdido a Libi, la había perdido para siempre. Se pasó todo el invierno sin querer hablarle a Alejandro, mirando por la ventana la pureza de la nieve corrompida por sus ojos impuros. Había pecado y seguir vivo era su castigo.¿Cuándo se hizo consciente de que dentro de su cuerpo había un órgano que no era suyo? No fue cuando Alejandro le contó que le había donado un riñón, ¿a quién le importaban los riñones? Su función era silenciosa, ellos no se hacían notar hast
Doppelgänger es el vocablo alemán utilizado para designar al doble fantasmagórico de alguien vivo, un concepto muy abundante en mitología antigua y sobre el que Libi había investigado en su estadía en la universidad para aplicarlo en un trabajo. En aquella ocasión había usado a Lucy como modelo. Muchas Lucy, de hecho, cada una desprendida de la original y ubicadas en distintos lugares al mismo tiempo, algo muy útil para personas ocupadas.«Podría follar con varios hombres a la vez y comparar sus desempeños en tiempo real», había dicho ella. «Podría trabajar, estudiar y dormir al mismo tiempo», dijo Libi.En la mitología, ver al doppelgänger propio o de algún conocido era sinónimo de mal augurio y Libi acababa de encontrarse con el suyo. De una bofetada, Libi le borró la sonrisa a Miranda. Fue tan potente el golpe que le despegó hasta unas pestañas y le quitó todas las ganas de seguir mintiendo.〜✿〜Lucy estacionó afuera de la casa de Libi con las bolsas de las compras para el fin d
—Vamos a tener una conversación de madre a hija —le dijo Libi a Espi cuando la llamó a la sala. La niña se sentó junto a ella, abrazando a su conejito, y la miró con atención. Se había quedado con Lucy mientras su madre salía y ahora regresaba con los ojos rojos y el cabello despeinado. Quiso ordenárselo con los dedos, pero no se atrevió. —Yo confío en ti porque eres una niña muy buena y quiero que me digas la verdad, no voy a enojarme. Espi asintió. Con su teléfono, Libi le mostró una foto de Irum. La claridad cristalina de los ojos de Espi se oscureció con el dilatar de sus pupilas. —¿Lo conoces?La niña miró a Libi con su cara de póker, que no daba una respuesta negativa ni afirmativa. Era una mueca de incomprensión, como si le estuvieran hablando en otro idioma. —Quiero la verdad, Espi. ¿Lo habías visto antes?—En la cafetería —recordó ella.—¿Y después de eso? ¿Con Miranda, tal vez?Espi negó. Tanto había deseado Libi que llegara el día en que su hija dijera sus primeras pal
—¿Por qué mi hija te llama padre? ¿Desde cuándo tú y ella se conocen?Con esas preguntas, que tras el sosegado tono de voz de Libi guardaban una furia incontenible, comenzó ella el titánico propósito de desenredar la madeja que los indescifrables motivos de Irum habían enmarañado. La cordialidad, en la medida en que le fuera posible manifestarla, sería su primera línea de defensa. —La conocí al poco tiempo de que la trajeras a vivir contigo. Cuando la vi, sentí de inmediato una conexión especial.Tal y como le había pasado a ella. Sus destinos, conectados por un hilo invisible, habían terminado entrelazados, por doloroso que resultara. Era una trampa de la que no había podido escapar, Irum se las arreglaba para llevar Lituania a donde fuera. —Ella se parece tanto a ti y creo que también se parece un poco a mí, esa cara que pone cuando está concentrada dibujando es como la mía cuando reviso documentos en el trabajo.Libi ahogó un chillido del llanto que se le desbordaba. Claro que