Capítulo 7
El viaje de la villa a la mansión duraba una hora, en esta hora Lucía sentía que estaba desplomada. El bebé de Lorena y la mirada de Cristian, antes de irse, la dejaron sin aire. Sentía una depresión tan fuerte que le dio ganas de vomitar cuando el auto se detuvo en frente de la mansión antigua de la familia Castillo. Salió apresurada, y se agachó por un gran rato al lado de los macizos. Sin embargo, no logró vomitar nada.

—Luego de ser unos días la señora Castillo, ya es tan delicada que ni aguanta el viaje del auto y ¿vomita de esta manera?

Una voz llena de disgusto y desprecio sonó desde la puerta de la mansión. Ni hacía falta mirar y ya sabía quién era. Don Castillo tuvo dos hijos. El hijo mayor: Óscar Castillo, y el menor; Rafael Castillo. Óscar falleció junto a su esposa en un accidente, dejando solo a su hijo único Cristian Castillo.

Esas palabras venían de la boca de Laura Toledo, la esposa de Rafael, en otras palabras, era la tía de Cristian. Las familias adineradas siempre tenían muchos problemas, Lucía ya estaba acostumbrada. Por eso intentó reprimir el malestar y respetuosamente la saludó.

—¡Hola, tía!

Laura siempre la miraba de reojo. Probablemente sea porque ella era pobre, pero Don Castillo la apreciaba demasiado. O capaz fue porque el anciano estimaba mucho a su nieto, y hasta le dio todo el poder de la familia Castillo a él. Por todo esto, Laura no estaba convencida, por lo que toda su ira fue volcada en Lucía. Laura vio que no había nadie más en el auto y su expresión se oscureció.

—¿Qué? ¿El nieto mayor de la familia Castillo ni siquiera vino al funeral de su abuelo?

Con tantas personas presentes, la ausencia de Cristian era demasiada irrespetuosa. Lucía sonrió levemente.

—Cris está ocupado en este momento, más tarde vendrá. — Laura se echó a reír con sarcasmo.

—Esa es la persona que aprecia el anciano.

A pesar de que disgustaba de Lucía, debido a la multitud de ricos que estaban presentes, y por la reputación de la familia, dejó de burlarla. Entraron a la mansión juntas. En el centro de la sala estaba la tabilla del difunto, el cuerpo ya era incinerado en cenizas. El arcón estaba frente de la tabilla con inciensos y tributo. Alrededor de la sala estaba lleno de flores blancas.

Las personas venían una tras otra. Debido a la fama del anciano, las personas eran también de alta categoría. Rafael junto a Laura los atendía desde afuera hacia adentro, y Lucía los saludaba dentro de la sala.

—Señorita Torres. —La tía Paula se acercó a saludarla con una caja de sándalo.

—¿Qué pasa tía Paula?

A pesar de que la familia Castillo era rica, no tenía demasiados hijos, por lo que la relación familiar era bien simple. A Don Castillo le gustaba el silencio, y esa fue la razón por la cual solo dejó a tía Paula a su lado para cuidarlo. Ella le entregó la caja de sándalo y con expresión triste le comentó.

—Esto me lo dio Don Castillo antes de fallecer, guárdalo. —Hizo una pausa y siguió.

—El Señor sabe que una vez que fallezca, Cristian seguro va a obligarte a divorciarse. Si usted no quiere divorciarse, dele esta caja a su marido, él al verlo no tendrá los escrúpulos, y no se divorciará fácilmente de usted. —Lucía miró hacia la caja con cerradura que tenía en mano y preguntó.

—¿Y las llaves?

—El Señor ya se lo entregó a Cristian. —Paula la miró y dijo—. Te ves cada vez más flaca y pálida. Tienes que cuidarte. Cuando el señor estaba, tenía el deseo de ver al hijo de ustedes. Ahora que él se fue, no dejes a la familia Castillo sin descendencia.

Al escuchar que mencionaba descendencia, Lucía pensó en el bebé en su vientre, se quedó atónita por un momento, le sonrió y no dijo nada. Luego de terminar el culto, el cofre de Don Castillo debía ser trasladado al cementerio. Después de terminar todo el proceso, al llegar al cementerio ya era de tarde. Sin embargo, su esposo todavía no aparecía. Al terminar la ceremonia del entierro, Cristian seguía sin aparecer. Rafael de la mano de Laura dijo.

—Luci, no existe la resurrección. Vuelve y habla bien con Cris, que no siga enojado con el abuelo, el abuelo no le debe nada.
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