Capitulo 2
No llegó a pensar demasiado cuando se abrió la puerta de la habitación. Cristian estaba empapado, ni le dio una vista a Lucía y se metió de inmediato al baño. Luego se escuchó el agua correr. La llegada del hombre la despertó. Se levantó, se puso la ropa, sacó el pijama del hombre del armario y lo colgó en la puerta del baño. Al terminar esto, se fue al balcón. Era época de lluvias y estaba lloviendo ligeramente. El cielo se encontraba oscuro y se oía la lluvia golpeando los tejos.

Al notar el movimiento en la recámara, se dio media vuelta y vio a Cristian envuelto con una toalla en la parte inferior de su cuerpo. Tenía el cabello todo mojado, gotas de agua caía en su perfecto cuerpo. Era una imagen encantadora. Apenas que sintió la vista de Lucía, la miró, frunció las cejas.

—¡Ven aquí!

Habló el hombre en un tono indiferente. Ella obedeció y caminó hacia él. Este le tiró la toalla que tenía en la mano y ordenó.

—Sécame el pelo.

Él siempre fue así, y ella ya estaba acostumbrada. El hombre se había sentado al borde de la cama, Lucía se subió a la cama y media arrodillada detrás de él comenzó a secarle el cabello.

—Mañana es el funeral del abuelo. Debemos llegar temprano a la mansión antigua.

Lucía le recordó, porque temía que el hombre se concentrara demasiado en Lorena y se olvidara del funeral.

—¡Ya lo se!— Respondió y no dijo nada más.

Sabiendo que él no quería hablar demasiado, le seco el pelo en silencio y se volvió a acostar para dormir. Probablemente era porque estaba embarazada, por lo que estaba todo el tiempo tan cansada. Después de la ducha, Cristian solía irse a la sala de estudio y quedarse allí hasta la medianoche. Pero hoy se puso el pijama y se acostó junto a ella. Era raro, pero Lucía no le preguntó, de pronto el hombre la abrazó y comenzó a besarla levemente. Ella lo miró de manera extraña.

—Cristian…

—¿No quieres?

Preguntó, sus ojos se veían bien oscuros con una mirada feroz. Ella bajó la mirada. No tenía ganas, pero no podía evitarlo.

—¿Puedes ser más ligero?

El bebé nada más tiene seis semanas. En caso de que sea bruto, este tendrá peligro, él frunció las cejas sin decir nada. La lluvia era cada vez más fuerte, de repente cayeron truenos y relámpagos, y las luces fluctuaban. Luego de un rato, el hombre se levantó y se metió en el baño. Lucía sudaba del dolor que tenía. Quería tomar unos analgésicos para aliviarlo. Sin embargo, pensando en el bebé que tenía, abandonó ese pensamiento.

«Ugh...» Sonó el celular de Cristian que estaba en la mesita de luz. Lucía miró la hora, ya eran las once de la noche. La única que iba a llamarlo era Lorena. Él cerró la canilla y salió envuelto en una toalla, se secó las manos y atendió la llamada. No se sabe que había dicho la persona del otro lado. Frunció las cejas y dijo.

—¡Lore, deja de hacer alboroto!

Terminó de hablar, colgó el teléfono y se cambió la ropa para irse. Si era antes, Lucía seguro iba a fingir que nada pasaba. Sin embargo, esta vez lo agarró y le rogó en voz baja.

—¿Puedes quedarte? —Cristian con las cejas fruncidas, con frialdad y disgusto habló.

—¿Acabo de tratarte bien y ya comienzas a hacer demandas?

Sus palabras eran satíricas y heladas. Lucía quedó petrificada, se sintió graciosa, levantó la vista y mirándolo, dijo.

—Mañana es el funeral del abuelo. Sé que no la puedas dejar, sin embargo, ¿no deberías de tener cierta moderación?

—¿Me estás amenazando?

Entrecerró sus ojos oscuros, la agarró bruscamente de la barbilla y con una voz llena de furia con los dientes apretados, comentó.

—Lucía ¿quién te dio la autorización para decirme que debo hacer y qué no?
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