—Nunca supe que el cambio de expresión de la señorita Peralta fuera tan rápida. Lucía la miró levemente, agarró su bolso y estaba preparándose para ir a la mansión de la familia Castillo. Aunque Cristian no iba, ella debía ir de todas maneras. Justo al llegar a la puerta, Lorena la detuvo. Cristian ya no estaba y no tenía por qué de seguir fingiendo ser inocente. —¿Cuándo vas a divorciarte? —Lucía se veía sorprendida, sonrió antes de hablar. —¿Señorita Peralta me está obligando a divorciarme siendo una colada? —¡Tú eres la colada! —Se notaba que no le gustaba que la llamaran colada, por lo que su expresión se oscureció—. Lucía, si no fuera por tu culpa, yo debería ser la dueña de esta villa, no tú. Ahora Don Castillo ya falleció, nadie podrá protegerte. Si yo fuera tú, me divorciaría y me iría lejos con el dinero que me daría Cris. —¡Señorita Peralta, que lástima que usted no sea la señora de esta villa!Dijo indiferentemente ignorando su expresión. La esquivó y se dirigió a
El viaje de la villa a la mansión duraba una hora, en esta hora Lucía sentía que estaba desplomada. El bebé de Lorena y la mirada de Cristian, antes de irse, la dejaron sin aire. Sentía una depresión tan fuerte que le dio ganas de vomitar cuando el auto se detuvo en frente de la mansión antigua de la familia Castillo. Salió apresurada, y se agachó por un gran rato al lado de los macizos. Sin embargo, no logró vomitar nada. —Luego de ser unos días la señora Castillo, ya es tan delicada que ni aguanta el viaje del auto y ¿vomita de esta manera?Una voz llena de disgusto y desprecio sonó desde la puerta de la mansión. Ni hacía falta mirar y ya sabía quién era. Don Castillo tuvo dos hijos. El hijo mayor: Óscar Castillo, y el menor; Rafael Castillo. Óscar falleció junto a su esposa en un accidente, dejando solo a su hijo único Cristian Castillo. Esas palabras venían de la boca de Laura Toledo, la esposa de Rafael, en otras palabras, era la tía de Cristian. Las familias adineradas siemp
Laura resopló con furia e irónicamente comentó. —Es un desagrado, no sabe agradecer, la atención que le dio Don Castillo fue todo en vano. —¡Cállate! —Rafael le pegó un vistazo y le dijo a Lucía. —Ya es tarde, el abuelo ya se encuentra descansando en paz, tú también vuelve temprano a casa.—Gracias, tío. Sus tíos ya tenían más de cincuenta años y no tuvieron hijos, pero igual vivían bien con la acción que tenían de la compañía Castillo. A pesar de que Laura era una persona que le encanta ironizar a la gente, era una buena persona dentro de todo. Por lo que la vida de ellos siempre fue envidiada por los demás. Lucía siguió con la vista la imagen de los dos alejándose. Se puso frente a la sepultura del abuelo, estaba media distraída. La muerte del anciano significaba que la vinculación de ella con Cristian también había terminado. El viento parará, la lluvia se secará, el sol se irá y al fin y al cabo ella lo perderá. —Abuelo, cuídate, otro día volveré a visitarte. Lucía,
Lucía no podía adivinar qué era lo que el hombre estaba pensando y asintió con la cabeza. Había momentos que la gente podía ser humilde sin ninguna razón. Lucía parece que ya se había acostumbrado a obedecer de cualquier modo las órdenes de Cristian. El hombre manejaba hacia el centro de la ciudad. Ella no tenía pensado que la iba a traer directo al hospital. Ella odiaba el olor de la desinfección del hospital. Pero no le quedaba otra que seguir los pasos del hombre. Lorena estaba tomando una infusión. Acostada en la cama blanca del hospital, con una mirada distraída, parecía ser aún más débil de lo que era. Al verlos entrar juntos, le clavo una mirada helada a Lucía y le dijo a Cristian. —¡No quiero verla! ¡Dile que se vaya!Al parecer, la pérdida del bebé hizo que su postura delicada y hermosa también desapareciera. A cambio de eso, tenía odio y la frialdad. Cristian caminó hacia ella, la abrazó y frotándole la cabeza como gesto de consuelo, dijo. —Déjala que te cuide unos día
Cristian, quien vio toda la escena, entró con una expresión oscura y en un tono frío preguntó a Lorena. —¿Por qué sigues despierta? Lorena fingió no haber notado la presencia del hombre anteriormente. Al verlo entrar, le tiró de la ropa y lo hizo sentarse a un costado de la cama. —Ya descansé demasiado de día, ¿qué haces aquí? —¡Vine a verte! —Mientras hablaba miró hacia la mano herida de Lucía—. ¡Ve y soluciona eso!Su voz era indiferente y fría, no había nada de cariño o preocupación. La mujer lo abrazó y con disculpas dijo. —Fue sin querer. No tenía la intensión de quemarla. Cristian le acomodó su largo cabello. Su expresión decía que no la iba a culpar. A Lucía le dolía tanto el corazón que no lograba respirar. Por lo que salió de inmediato de la habitación. Desde el principio ella sabía que iba a perder la apuesta. Pero deseaba que por lo menos le preguntase si le dolía o no, lo que le ayudaría a seguir estando de pie a su lado. Sin embargo, ni siquiera recibió una
Cuando Lucía llegó a la sala de Lorena, ella ya estaba durmiendo. Había una enfermera de mediana edad que fue contratada por Cristian para cuidar a la enferma. Al verla, la mujer la saludó. Le dijo que el señor le ordenó a que se quedara a cuidar a la paciente, por lo que ella no necesitaba seguir ahí. Al salir del hospital, Lucía tomó un taxi para volver a la villa.Luego de la larga noche, se sentía muy cansada, al llegar a la villa ya era de madrugada. Probablemente, sea porque estaba embarazada y por eso tenía mucho sueño. Al entrar al dormitorio se metió directo a la cama. Fue despertada por un fuerte olor a cigarrillo, al abrir los ojos y vio una figura negra sentada al lado de la cama, se pegó un susto y al verlo bien, notó que era Cristian.No sabían en qué momento había vuelto. La habitación estaba toda cerrada y lleno de humo espeso. El hombre todavía tenía un cigarrillo encendido entre sus dedos. A juzgar por la situación, seguro fumó un montón.—Has vuelto.Lucía se lev
Durante este tiempo sucedieron demasiados asuntos. Lucía no sabía cómo solucionar esto, así que se fue a buscar a Julieta Vázquez. Al día siguiente se fue a el bar del Tiempo. Era temprano, el bar estaba tranquilo. Su amiga ordenó un cóctel y se lo entregó.—¿Qué haces acá a esta hora? ¿Estás en problemas?Viendo la danza del escenario, escuchando la música aturdidora acompañada de los gritos fuertes, Lucía sacudió la cabeza ligeramente. Dejó a un lado el cóctel que iba a tomar y dijo.—Nada, solo vine a verte.—¿Cristian te humilló de nuevo? —Preguntó Julieta con impaciencia—. Si en serio no la pasas bien, divórciate y ya. Con lo hermosa que eres y el cuerpo perfecto que tienes, ¿qué hombre no se va a enamorar de ti? ¿Qué necesidad hay de seguir estando junto a un estúpido por toda la vida? ¿No te cansa? Julieta siempre fue directa. Ellas eran amigas de corazón, por eso no soportaba ver a Lucía colgarse en un hombre como Cristian. Por eso le acercó el informe de embarazo y come
—¿Y? ¿Qué hay? — Dijo el gánster que acababa de ser golpeado. Miró con una sonrisa malvada a Lucía y preguntó—. ¿Tú fuiste quien me golpeo? —Ella asintió con la cabeza.—Fue un accidente, ¡perdón, eh!—¡Mierda! ¡¿Cómo te atreves?! Mientras hablaba, levantó el palo y lo pegó hacia ella. Las dos chicas lo esquivaron y de inmediato agarraron la botella de cerveza y se lo arrojaron hacia el hombre. Los gánsteres que al principio solo estaban mirando, al ver que las dos chicas contraatacaban, enseguida levantaron sus palos y golpearon hacia ellas. Lucía y Julieta sabían algo de pelea, por lo que no les costaba mucho enfrentarse con los gánsteres. Cuando llegó la policía, estaban todos heridos, por suerte no era nada grave. Al final, fueron todos arrestados a la comisaria y registraron el asunto sucedido. A pesar de que ellas eran las víctimas, pero participaron de la pelea. Por eso necesitaban que alguien viniera a retirarlas bajo fianza. Juliana era huérfana y la única amiga que ten