Capítulo 5
Al escuchar las palabras de Lucía, la expresión de Lorena estaba llena de asombro, su mirada se oscureció, miró hacia Cristian y tirando levemente de su ropa, le susurró.

—Cris, anoche fui demasiado caprichosa y les causé demasiada molestia. ¿Puedes hacer que Luci se quede a desayunar con nosotros? Es para disculparme de mi hecho, ¿vale?

Lucía… Evidentemente, hay personas que ni siquiera necesitan trabajar mucho, con solo coqueterías ya pueden obtener lo que los otros nunca podrán tener. Al principio, Cristian ni siquiera le dio importancia a la presencia de Lucía. Sin embargo, cuando Lorena habló, él miró hacia ella y ordenó.

—¡Ven a comer juntos!

Era un tono indiferente y autoritario. ¿Duele? Ya estaba acostumbrada. Lucía sonrió y asintió sin importar lo que sentía, con el paso de los meses, había aprendido a construir una coraza.

—¡Gracias!

Nunca pudo refutarle al hombre, era imposible soltar a alguien que lo amas a primera vista. Era la primera vez que comía algo hecho por el hombre. Era algo normal y al mismo tiempo raro. Ella siempre pensaba que un hombre como Cristian, que era querido por Dios, sus manos eran para controlar el mundo.

—Luci, proba los huevos fritos de Cris. Son muy ricos. Cuando estamos juntos, él siempre me cocina.

Mientras hablaba le ponía un huevo en el plato de Lucía. Después puso uno en el plato de Cristian.

— Cris, me prometiste ir a Palermo a ver las flores, vas a ir ¿verdad?

—¡Hmm!

Asintió el hombre, mientras desayunaba delicadamente. Él siempre era una persona de pocas palabras, pero las solicitudes y preguntas de Lorena él siempre las respondía. Iván parecía estar acostumbrado de la situación, desayunó lentamente y miraba hacia Lucía como un transeúnte.

Lucía con la cabeza baja y las cejas fruncidas pensaba: «Hoy es el funeral del abuelo. Si Cristian se va con Lorena, ¿qué debería hacer con la gente de la mansión antigua de Castillo?» No podía comer tranquila, comió unos bocados y al ver que él terminó de desayunar y subió a cambiarse la ropa, ella se levantó y lo siguió. En el dormitorio. El hombre sabía que ella estaba detrás de él e indiferentemente dijo.

—¿Pasa algo?

Mientras se quitaba la ropa como si nada. Su hermoso cuerpo quedó al aire, por instinto Lucía se dio media vuelta y habló.

—¡Hoy es el funeral del abuelo! —Se escuchaban sonidos al ponerse la ropa, e incluso el cinturón.

—Con que vos vayas es suficiente. —Ella con las cejas fruncidas habló.

—Cristian, él es tu abuelo.

Siendo el hijo mayor de la familia Castillo, si él no aparecía, ¿qué pensarán los demás integrantes de la familia?

—Ya mandé a Marcos para que se encargue del funeral. Cualquier cosa comunícate con él.

Sus palabras eran tan distantes como si el asunto no tenía nada que ver con él. Lucía, al ver al hombre caminar hacia la sala de estudio, levantó la voz con furia y preguntó.

—Cristian, ¿es verdad que solo te interesa Lorena y los demás no son importantes? ¿Qué es la familia para ti? —El hombre se detuvo y la miró, entrecerró sus ojos y con un aura fuerte soltó su ira.

—¿Quién eres tú para hablar de los asuntos de la familia Castillo? —Luego de un largo silencio y con una sonrisa sarcástica dijo—. ¡No te lo mereces!

Sus palabras fueron un balde de agua helada que caía de cabeza a pie. Lucía sentía un frío inexplicable. Al escuchar los pasos que se alejaban del hombre, ella sonrió. «¡No lo merezco!» Volvió a sonreír por asombro. Pasaron dos años y todavía no fue capaz de calentar a la piedra helada. Eso era él, un muro de concreto sin sentimientos para con ella.

—Pensé que solo eras una mujer cara dura, pero nunca pensé que te gustaba meterte en los asuntos de los otros.

Una voz irónica sonó a su lado. Al darse la vuelta, Lucía se encontró con Lorena apoyada en el marco de la puerta con las manos cruzadas. Su expresión ya no era inocente, en cambio, de eso, solo quedaba violencia.
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