No llegó a pensar demasiado cuando se abrió la puerta de la habitación. Cristian estaba empapado, ni le dio una vista a Lucía y se metió de inmediato al baño. Luego se escuchó el agua correr. La llegada del hombre la despertó. Se levantó, se puso la ropa, sacó el pijama del hombre del armario y lo colgó en la puerta del baño. Al terminar esto, se fue al balcón. Era época de lluvias y estaba lloviendo ligeramente. El cielo se encontraba oscuro y se oía la lluvia golpeando los tejos.Al notar el movimiento en la recámara, se dio media vuelta y vio a Cristian envuelto con una toalla en la parte inferior de su cuerpo. Tenía el cabello todo mojado, gotas de agua caía en su perfecto cuerpo. Era una imagen encantadora. Apenas que sintió la vista de Lucía, la miró, frunció las cejas.—¡Ven aquí! Habló el hombre en un tono indiferente. Ella obedeció y caminó hacia él. Este le tiró la toalla que tenía en la mano y ordenó.—Sécame el pelo.Él siempre fue así, y ella ya estaba acostumbrada.
Lucía tenía claro en mente que era imposible detenerlo. Sin embargo, quería intentarlo al menos por una sola vez. Miró hacia el hombre y dijo. —No tengo problemas en divorciarme, pero hoy te tienes que quedar sí o sí. Una vez que mañana termine el funeral, de inmediato firmo el contrato. —Cristian entrecerró los ojos, con una sonrisa irónica comentó.—Intenta complacerme. — Se acercó hacia su oído. —Lucía, tienes que ganártelo y no solo con decir dos palabras. El hombre seducía en un tono helado. Ella entendió lo que quería, entonces lo abrazó de la cintura, levantó la cabeza, e hizo lo posible para acercarse. Sus estaturas eran muy diferentes, por lo que esa posición la hacía verse ridícula. No sabía cómo describir lo que sentía en el fondo del corazón. Era realmente triste que tuviera que detener a su esposo de esa manera. Lucía deslizó su mano, cuando de repente el hombre la agarró fuertemente. La chica levanto la vista y se encontró con la mirada oscura del hombre.—¡Ya basta
El pasillo era angosto, Iván estaba asombrado al encontrarse con Lucía. Se acomodó la ropa y dijo. —Señorita Torres, vine a ver a Lore. Iván era uno de los mejores amigos de Cristian. Había un dicho que decía si quieres saber si el hombre te ama o no, solo tienes que ver la actitud de sus amigos. Ni hacía falta ver la actitud, con solo escuchar cómo la nombraba ya era evidente. Al parecer, ella solo tenía un título: Señorita Torres.¡Un título bien respetuoso y distante! No deberíamos prestar demasiada atención en detalles, si no sentiríamos mucha amargura. Lucía sonrió y se apartó del camino. —¡Están en la habitación!Hay veces que en serio envidiaba a Lorena. Con solo unas gotas de lágrimas podía tener el cariño que ella no podría tener ni gastando media vida. Una vez que volvió al dormitorio, sacó del armario un conjunto de ropa que Cristian nunca había usado. Salió de la habitación y se fue a la sala del primer piso. Iván revisó a Lorena con rapidez. Le tomó la temperatur
Al escuchar las palabras de Lucía, la expresión de Lorena estaba llena de asombro, su mirada se oscureció, miró hacia Cristian y tirando levemente de su ropa, le susurró. —Cris, anoche fui demasiado caprichosa y les causé demasiada molestia. ¿Puedes hacer que Luci se quede a desayunar con nosotros? Es para disculparme de mi hecho, ¿vale?Lucía… Evidentemente, hay personas que ni siquiera necesitan trabajar mucho, con solo coqueterías ya pueden obtener lo que los otros nunca podrán tener. Al principio, Cristian ni siquiera le dio importancia a la presencia de Lucía. Sin embargo, cuando Lorena habló, él miró hacia ella y ordenó. —¡Ven a comer juntos!Era un tono indiferente y autoritario. ¿Duele? Ya estaba acostumbrada. Lucía sonrió y asintió sin importar lo que sentía, con el paso de los meses, había aprendido a construir una coraza. —¡Gracias!Nunca pudo refutarle al hombre, era imposible soltar a alguien que lo amas a primera vista. Era la primera vez que comía algo hecho por
—Nunca supe que el cambio de expresión de la señorita Peralta fuera tan rápida. Lucía la miró levemente, agarró su bolso y estaba preparándose para ir a la mansión de la familia Castillo. Aunque Cristian no iba, ella debía ir de todas maneras. Justo al llegar a la puerta, Lorena la detuvo. Cristian ya no estaba y no tenía por qué de seguir fingiendo ser inocente. —¿Cuándo vas a divorciarte? —Lucía se veía sorprendida, sonrió antes de hablar. —¿Señorita Peralta me está obligando a divorciarme siendo una colada? —¡Tú eres la colada! —Se notaba que no le gustaba que la llamaran colada, por lo que su expresión se oscureció—. Lucía, si no fuera por tu culpa, yo debería ser la dueña de esta villa, no tú. Ahora Don Castillo ya falleció, nadie podrá protegerte. Si yo fuera tú, me divorciaría y me iría lejos con el dinero que me daría Cris. —¡Señorita Peralta, que lástima que usted no sea la señora de esta villa!Dijo indiferentemente ignorando su expresión. La esquivó y se dirigió a
El viaje de la villa a la mansión duraba una hora, en esta hora Lucía sentía que estaba desplomada. El bebé de Lorena y la mirada de Cristian, antes de irse, la dejaron sin aire. Sentía una depresión tan fuerte que le dio ganas de vomitar cuando el auto se detuvo en frente de la mansión antigua de la familia Castillo. Salió apresurada, y se agachó por un gran rato al lado de los macizos. Sin embargo, no logró vomitar nada. —Luego de ser unos días la señora Castillo, ya es tan delicada que ni aguanta el viaje del auto y ¿vomita de esta manera?Una voz llena de disgusto y desprecio sonó desde la puerta de la mansión. Ni hacía falta mirar y ya sabía quién era. Don Castillo tuvo dos hijos. El hijo mayor: Óscar Castillo, y el menor; Rafael Castillo. Óscar falleció junto a su esposa en un accidente, dejando solo a su hijo único Cristian Castillo. Esas palabras venían de la boca de Laura Toledo, la esposa de Rafael, en otras palabras, era la tía de Cristian. Las familias adineradas siemp
Laura resopló con furia e irónicamente comentó. —Es un desagrado, no sabe agradecer, la atención que le dio Don Castillo fue todo en vano. —¡Cállate! —Rafael le pegó un vistazo y le dijo a Lucía. —Ya es tarde, el abuelo ya se encuentra descansando en paz, tú también vuelve temprano a casa.—Gracias, tío. Sus tíos ya tenían más de cincuenta años y no tuvieron hijos, pero igual vivían bien con la acción que tenían de la compañía Castillo. A pesar de que Laura era una persona que le encanta ironizar a la gente, era una buena persona dentro de todo. Por lo que la vida de ellos siempre fue envidiada por los demás. Lucía siguió con la vista la imagen de los dos alejándose. Se puso frente a la sepultura del abuelo, estaba media distraída. La muerte del anciano significaba que la vinculación de ella con Cristian también había terminado. El viento parará, la lluvia se secará, el sol se irá y al fin y al cabo ella lo perderá. —Abuelo, cuídate, otro día volveré a visitarte. Lucía,
Lucía no podía adivinar qué era lo que el hombre estaba pensando y asintió con la cabeza. Había momentos que la gente podía ser humilde sin ninguna razón. Lucía parece que ya se había acostumbrado a obedecer de cualquier modo las órdenes de Cristian. El hombre manejaba hacia el centro de la ciudad. Ella no tenía pensado que la iba a traer directo al hospital. Ella odiaba el olor de la desinfección del hospital. Pero no le quedaba otra que seguir los pasos del hombre. Lorena estaba tomando una infusión. Acostada en la cama blanca del hospital, con una mirada distraída, parecía ser aún más débil de lo que era. Al verlos entrar juntos, le clavo una mirada helada a Lucía y le dijo a Cristian. —¡No quiero verla! ¡Dile que se vaya!Al parecer, la pérdida del bebé hizo que su postura delicada y hermosa también desapareciera. A cambio de eso, tenía odio y la frialdad. Cristian caminó hacia ella, la abrazó y frotándole la cabeza como gesto de consuelo, dijo. —Déjala que te cuide unos día