Capítulo 2.

15 años después

— La huérfana está llamando la atención de nuevo— La voz llena de asco que decía estas palabras era la de Amelia, una chica hermosa, rubia y usualmente prepotente que siempre creía tener la razón.

En este caso Elisa estaba en el lavabo en un  intento por detener la sangre que corría de manera incansable por su nariz.

Cada veintiocho días,  su sangre brotaba y por más doctores a los que había recurrido ninguno había dado con una solución real a su problema. Este mismo problema era el responsable, según sus varios padres adoptivos de cancelar las adopciones y regresarla a los servicios de adopción.

 Sí… la regresaban como mercancía defectuosa.

“Lo siento pero es muy complicado”

 “Lamento todo esto pero seguro encontraras a las personas correctas”

“La verdad no es justo estarme desvelando si ya estás grandecita”

“Además de no ser de nosotros de sangre, no podemos cargar con tu enfermedad misteriosa”

Desde que tenía uso de razón Elisa había estado en servicios de gobierno, toda su infancia y parte de su adolescencia, deseó ser parte de una familia y estar rodeada de amor y cariño, cosa que en el lugar donde había crecido escaseaba.

Cada pareja de adoptantes había seguido el mismo patrón, se comportaban amables y cariñosos hasta que se la llevaban a su “nuevo hogar”.

Donde al estar en las noches siempre nerviosa por las pesadillas de varios lobos gigantes luchando entre ellos, además de otras donde estaban  buscándola en medio del bosque, cada mes se enfrentaban al sangrado sin razón de su parte.

Al principio se mostraban atentos cariñosos incluso comprensivos, pero tener a una pequeña o una joven que cada noche llora y grita por las pesadillas con una enfermedad no identificada, llega a ser desgastante, y así era como tomaban la decisión de regresarla.

Sin miramientos, sin justificaciones.

— Ella seguro quiere causar lástima, aunque no entiendo para que lo hace, si lastima ya da, solo mírala existir. — Respondió Tamara una joven, alta de piel oscura y llamativos ojos negros, era como ver el rostro de la inocencia, pero ocultaba dentro de ella un ser vil y horrible que nadie conocía solo…Elisa.

“No les respondas” Pensaba Elisa “Recuerda las cuentas que pagar y este  es el último restaurante en el que puedo intentar comenzar de nuevo” se decía al saber que por su forma de estar siempre a la defensiva, la tachaban de problemática y por ello había perdido varios trabajos antes.

— Solo… quiero… mantenerme…— Elisa no terminó de explicarse cuando siente las manos de alguien más en su hombro.

— No quiero que estés con tu carita de inocente rondando a mis clientes— El susurro de Amelia era una amenaza clara— No quiero tener que repetirlo.

Al terminar de decir esto  la rubia, jala papeles que estaba utilizando Elisa para contener el sangrado, provocando que la hemorragia llegara directamente a su camisa.

— ¡Demonios!— Grita Elisa preocupada por no tener otro uniforme más que ese.

Después de pasar un rato en el baño quitando la mancha de sangre, termina su turno sin inconvenientes para encontrarse con Alex, su novio desde unos meses atrás.

Elisa estaba emocionada ya que él había sido el único en mucho tiempo que la trataba como  persona normal y no como una paria.

— Espero que hoy te haya ido mejor. — Le comenta su novio al momento de ver a Elisa subir a la camioneta.

Todos los días él iba a dejarla en el cuartito que era su hogar, lo único que alcanzaba a pagar con todos los gastos que tenía al desear saber ¿por qué ella y solamente ella era la que sangraba?

Elisa estaba ensimismada en sus pensamientos, sin alcanzar a notar cual era el camino que seguía Alex, hasta que al sentir que el motor se apagaba y levantar la vista nota que no está en su hogar, sino en…

— Alex, ¿qué hacemos aquí?— Pregunta ella con la voz temblorosa al ver por el cristal el bosque, ese que era el escenario de todas y cada una de sus pesadillas.

Su respiración comienza a agitarse y ella no puede tranquilizarla por más que lo intente.

— Sabes que… no puedo… no pudo… estar aquí, menos de noche…— Entre los sollozos que su desesperación le exigían ella intentaba explicarse.

Pero a pesar de su estado su acompañante no prestaba atención a eso.

— Hace meses que me he comportado bien contigo Elisa— comenzó a decir Alex— Todos los días he ignorado cada una de tus locuras, pero ¿esto?  ¡ja!— Se ríe de manera burlona—Pero esta tontería de las malditas pesadillas… — Guarda silencio un momento  y continúa— Es una estupidez, ya no eres una niña para estar llorando por los lugares oscuros como este.

Y apunta al horizonte donde es poco lo que puede verse excepto arboles cerrando el paso.

— Alex… de verdad, llévame…— Elisa estaba horrorizada por el comportamiento y sobre todo actitud de su novio, siempre se había comportado amable y comprensivo pero ahora…

— ¡No!— Alex se abalanza sobre ella, haciéndola gritar por lo inesperado de la acción, su mirada ya no era la de un hombre enamorado sino de algo más — Ya he cumplido con el tiempo, es hora que seas buena conmigo y me des un poco de atención.

Sin esperar a que Elisa procesara sus palabras o llegara a entender a qué se refería. Él tomó la blusa con sus manos y desgarró cada uno de los botones que la mantenían cerrada.

— Perfecto — Susurra el ignorando los lloros y suplicas de Elisa por que se detenga, colocando sus manos en los pechos de ella.

En un ataque de adrenalina, Elisa alcanza a tener la fuerza necesaria para apartarlo un poco y abrir la puerta de la camioneta.

 El olor a pino, brisa fresca y un poco de tierra húmeda la inundó, era la combinación olores que recordaba perfectamente.

— ¡Aléjate!— Grita ella al momento de darle un puñetazo directamente en el ojo.

El dolor del impacto hace que el hombre se retire de ella, permitiéndole escapar de esa camioneta, al tener poco control de su cuerpo Elisa cae de frente en la tierra, pero eso no le impide avanzar en la dirección que la aleje de su agresor lo más rápido posible.

Y corre… corre llena de miedo, llena de dudas, pero solo tiene una seguridad, siempre se mantendrá luchando por sobrevivir.

Hasta que se encuentra con un claro entre tanto árbol, por fin un lugar para estar rodeada de la luz de la luna, la cual la hacía sentir segura.

Elisa al llegar ahí levanta  la cara al cielo y con los ojos cerrados suspira profundamente.

“Finalmente estoy a salvo” Piensa para tranquilizarse un poco.

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