Las flores de primavera se hacen visibles en el valle; nunca había visto tantas flores en mi corta vida. La manada de mi familia habla amigablemente; todo está en paz. Es la primera vez que estaré tan cerca de la manada. Observo cómo los cachorros corren en su forma lobuna jugando, mientras los adultos hablan entre ellos en su forma humana.
—Iris. — alzo mi mirada hacia la procedencia de la voz que ha dicho mi nombre.
No me siento confiada estando tan cerca de lo que se supone sea mi manada. Solo está la familia de mi madre y ellos dan miedo. Me pego más a la persona que está a mi lado y aprieto su mano, entrelazada junto a la mía.
—Dime, mami.
Por alguna razón, mis padres no permitieron que me acercara mucho a mi manada cuando era más pequeña. No recuerdo por qué, pero siento que hice algo para que ahora quieran que me acerque a ella, o más bien, que saque al lobo que tengo dentro.
—Obsérvalos con detenimiento; tal vez así aprendas a sacar a tu lobo interior.
Otra vez lo mismo, giro mis ojos para luego cerrarlos, buscando por lo menos una pizca de un lobo en mí. Pero no encuentro nada, solo un vacío en mi corazón como si algo en mi mente faltara. Me quedo en silencio para que no vea que no encuentro nada y no tener más presión sobre ese tema. A lo lejos observo cómo una niña con el pelo negro se acerca a nosotros emocionada.
—¡Killa! — grito contenta por ver a mi prima mayor en la manada.
Los ojos oscuros de Killa brillan al verme y alza su mano saludándome. Le devuelvo el saludo con emoción y soltando la mano de mi madre corro hacia donde ella, pero unas manos se interponen. Alzo la mirada para ver a la abuela de Killa, Anastasia, deteniéndome.
—Iris, tienes que convertirte en loba para que juegues con los niños. — sus ojos negros emiten un aura oscura como si quisiera saber si puedo convertirme en loba o no.
—No quiero. — le contesto frunciendo mi ceño e ignorándola.
Mi madre toca mi hombro y niega decepcionada de mí. Me siento mal al verla tan triste, no sé qué he hecho para que esté tan decepcionada. Killa llega donde nos encontramos agitada y sus padres acarician su cabello oscuro con cariño.
—Madre, deja que juegue con Iris; es la primera vez que está tan cerca de la manada. —dice la madre de Killa a Anastasia, sonriendo, y mi prima asiente, poniendo carita de cachorro suplicante.
—Yo quiero jugar con ella, abuelita. —Killa toma mi mano y me arrastra sin importarle lo que su abuela diga. —Vamos, Iris.
Corremos por el monte buscando al grupo de cachorros lobos. Estos me miran extrañados, moviendo la cabeza de un lado a otro, ya que soy nueva. Killa me presenta y sus colas se mueven de emoción. Hay muchos lobos de diferentes tonalidades en su pelaje, tamaños, clases, etc.
—Iris, tienes que contar y buscarnos. —dicen ellos, poniendo su pose de juegos y dando vueltas.
Asiento algo tímida, caminando hacia un árbol para contar. Killa se convierte en una loba blanca y se esconde junto a los otros. Escucho cómo todos empiezan a correr para esconderse, lo que me hace sonreír de lado.
—Uno, dos... —comienzo a contar mientras agudizo mi oído y olfato. —Veinte. ¡Ya los voy a buscar! —grito a todo pulmón.
Empiezo a caminar por el monte y olfateo el lugar. Desde que tengo memoria, tengo un buen sentido del olfato, la audición y la capacidad de percibir la presencia de otros seres cerca. También los animales me ayudan cuando salen de su hábitat, gracias a que he sido tomada por otro ser.
—Ay, no te metas, este es mi lugar. —escucho a lo lejos cómo se quejan unos cachorros.
—Los encontré. —digo, viendo por un agujero que hay en el suelo y riendo.
Los cachorros chichan y empiezan a pelear, culpándose uno al otro. Encuentro a unos cuantos y sigo buscando. Muevo mis manos y unos ratones salen corriendo de un matorral. Me acerco, escucho una respiración y percibo la presencia de otro cachorro.
—Sé que estás ahí, sal. —notifico al lobo que está escondido en el matorral.
—Es trampa, Iris. —dice el lobo, saliendo del matorral, sacudiéndose y enojado. —Tienes que ser una loba para jugar. —observo cómo otros cachorros se acercan.
—No es trampa; además, sus sentidos se agudizan si son lobos, sería más fácil para mí encontrarlos. —expongo, haciendo que sus hocicos se cierren al ver que es verdad.
—Pero, de todos modos, tienes que sacar a tu loba, te ves fuera de lugar como humana, y más con ese traje blanco.
—Iris... — me llama Killa acercándose a mí con precaución.
Giro los ojos al escuchar siempre lo mismo: "Tienes que ser loba...". Observo mi traje blanco, hecho por mi bisabuela paterna. Nunca la he visto, pero es realmente hermoso y lo aprecio.
—Es un traje lindo, no le veo nada de malo. —trato de cambiar el tema de ser una loba, pero recibo gruñidos de su parte. —Ok...— frunzo el ceño ya algo enojada. —No necesito transformarme en loba para ser mejor que ustedes, además, tener a un lobo es de tontos.
Sus orejas se inclinan hacia atrás por el asombro de escuchar eso de mi parte, y yo le saco la lengua. Ya estoy cansada de lo mismo, junto con sus cosas de lobos. No necesito a ningún lobo; les demostraré que puedo ser más que ellos.
—Tener un lobo es lo más importante, si no tienes uno no eres parte de la manada. —giro mi cabeza ignorando sus comentarios.
—Yo no quiero ser parte de la manada. —comento, haciendo que estos se asombren más. Escucho cómo todos empiezan a gruñir y cuando noto que están adoptando una pose de ataque... —¡Ah! —grito para salir corriendo a toda velocidad por el monte, tratando de no ensuciar el traje.
—Pues no puedes estar con nosotros.
Aprieto mi mandíbula al ver que se acercan a mí. Levanto mis manos y del suelo salen unas raíces atrapando a unos cuantos por sus pequeñas patas. Se supone que nunca demuestre estas cosas según mis padres, pero no lo puedo evitar, y más cuando unos lobos me están siguiendo.
—¡Iris! —escucho cómo otros me llaman enojados.
—No entienden... nada. —ahora sí me estoy enojando, no necesito un lobo; estoy bien siendo así. Siento cómo una presencia se acerca mucho a mí; ambos caemos al suelo. Miro el traje, que ahora está algo sucio gracias a la tierra, y luego al lobo culpable de esto. —¡Yo no tengo nada de loba!
Un aura azul sale de mi brazo y del suelo aparecen más raíces que envuelven al cachorro poco a poco. Siento cómo otra presencia se acerca, una que es opuesta a la mía.
—¡Iris! —me detengo al ver a mi prima preocupada por mí. —Prima, suéltalo.
La mordida del cachorro lobo se debilita mientras más las raíces lo aprietan. No quiero ser un monstruo; si la manada se entera, me... Trato de alejar las raíces del lobo, pero no puedo. Sale de mí un sonido de desesperación y tristeza.
—No puedo. —trato de arrancarlas con mis propias manos mientras me hago daño y sollozo, haciendo que Killa gruña un poco.
—Entonces lo haré yo. —Killa empieza a aullar, logrando que las raíces se alejen poco a poco, haciendo que el lobo empiece a respirar.
Caigo al suelo con dificultad para respirar. "¿Soy un monstruo?" me pregunto, mirando mis manos temblorosas mientras contengo mi energía. Niego, no, no hay nada de malo en ser así y no tener un lobo. Observo a los cachorros, que me miran con algo de miedo, mientras me muerdo los labios. Debo irme antes de que los demás lleguen; no pueden saber esto de mí. Me giro y choco con alguien; unos ojos oscuros me miran con reproche, pero también con asombro. Me van a encerrar en una jaula como a un perro mal portado.
—Tú... — Anastasia trata de tomarme del brazo, pero lo esquivo rápido. —No te acerques, Killa; podría hacerte daño. No está bendecida por la Luna.
Doy un paso hacia atrás. Es lo mismo que he escuchado de mi madre cuando habla con mi padre. Siento ganas de llorar, así que decido salir corriendo, alejándome de la posibilidad de que mi madre y mi padre lleguen con caras decepcionadas.
—¡Iris, espera! — escucho cómo grita Killa, pero luego sus pisadas se detienen.
No es mi culpa nacer defectuosa, de no tener un lobo dentro de mí. Lo busco, pero no lo encuentro; no tengo alma de lobo. Escucho cómo las olas chocan con la arena y sigo corriendo hasta encontrarme con un mar azul. Me detengo, respirando con dificultad, y me toco el estómago que ahora me arde. Camino poco a poco hasta la orilla, mojando mi vestido blanco, e inhalo hondo, limpiando mis pulmones.
—Tonta, tonta, tonta... — sigo diciéndome mientras me doy en la cabeza.
Mis ojos se llenan de lágrimas y observo en el reflejo del mar cómo han cambiado de color; ahora son coloridos. Me arrodillo, dejando que el agua me arrope hasta las caderas. Observo cómo detrás de mí aparece la imagen de un lobo colorido, lo he visto en algún lugar. Me giro, pero me sorprendo aún más cuando veo quién realmente es.
—Alfa. — me levanto, limpiando mis lágrimas, y ella me mira seriamente por llamarla así. —Mamá. — le digo a la loba blanca que está delante de mí, mi bisabuela materna.
Ella me toma del cuello del traje con su gran hocico y me lleva de vuelta a la orilla; no me había dado cuenta de que seguía adentrándome en el mar. Al sentarnos en el suelo, escucho cómo hace su transformación y me toma en sus brazos. Alzo la mirada y encuentro sus ojos azules, los comparo con la luz que producen las estrellas.
—¿Por qué lloras? — pregunta, sentándome en su falda, mientras observo cómo las olas suaves se forman.
—No fui bendecida por la Luna, mamá. — le notifico, y siento cómo se pone rígida. —No tengo ningún lobo dentro de mí.
Mi alfa hace un sonido para que me calle, lo cual hago sin pensarlo dos veces. Nos quedamos horas calladas ahí, ella pensando y yo observando cómo el color del cielo cambia hasta la noche.
—Sabes... — alzo mi cabeza observando su rostro tranquilo y perfecto. — No me interesa si no te bendijo la Luna. — me sorprendo al escuchar eso ya que ella es una luna. —No eres un error por si piensas eso. Creo que tienes algo más grande en ti, algo más grande que una luna como yo. — esta me mira con profundidad. —Lucha Iris, aunque tengas que ir contra la misma Luna.
Miro el cielo estrellado que está acompañado por la luna. Siento como mi bisabuela acaricia mi cabello mientras trato de comprender lo que me ha dicho. ¿Algo más grande que la...?
—Luna. — menciono con respeto.
—Te entrenaré. — me toma el rostro y hace que mire sus ojos azules brillantes. —Mi querida bisnieta, serás algo grande en un futuro. — me sonríe haciendo que me sienta más confiada. —Todo estará bien.
Eso creía, que todo estaría bien. No todo pasó como ella quería, muchas cosas sucedieron... Entre esas cosas mi corazón se cerró por completo y junto a ella se esfumaron los recuerdos de esos años. Haciendo que le dé la espalda por completo a este mundo lleno de anormales. Ignorando el hecho de que tengo una familia de licántropos, que existen vampiros y otros seres en mi mundo. Ignorando que en realidad tengo algo que no se puede ignorar por completo... Una cosa que no tengo idea que existe.
Diez años después: Mientras estudio física, golpeo varias veces el libro con el lápiz. Estiro mi cuello y mi espalda después de horas sentada. Mis ojos se desvían hacia el recipiente donde he preparado mi nuevo experimento. Me pregunto quién podría ser el sujeto ideal para probar mi hipótesis, aunque en esta casa tengo más de una opción. Tomo un trozo de carne del plato y dejo caer mi mano, esperando a que llegue una presa. Pocos minutos después, escucho la puerta de mi habitación abrirse sin hacer mucho ruido y a alguien olfateando el aire, persiguiendo el exquisito olor de la carne. Suelto el lápiz con disimulo y agarro mi experimento. Siento cómo la presa se acerca cada vez más a mi mano, y en un instante de acción, giro mi silla y... ¡pam! —Ay, Iris —mi hermano menor se queja mientras tomo su brazo—. Suéltame, duele —trata de zafarse de mi agarre, pero no puede. —Quieto, Peter, solo necesito tu ayuda para algo —suplico, mientras forcejeo con él. Lo dejo inmovilizado y,
Es la loba que menos soporto, la que se cree que va por encima de todos y la que a veces aparece en mis pesadillas. Aprieto mis manos formando puños al verla como si nada, pero debo ignorar lo que siento. Miro el reloj, siento como si hubieran pasado horas y ni siquiera han pasado cinco minutos.—Ya lo veremos el sábado —contesto.Ambas nos miramos desafiantes y sonreímos de lado. Si no estuvieran todos aquí, creo que nos lanzaríamos una sobre la otra. Observo cómo mi prima asoma la cabeza por la ventana. Su pelaje uniforme de color blanco brilla bajo la luz del día. Me mira y sus ojos negros le brillan.—Iris, ve y búscanos algo de beber —manda la muy descarada de mi alfa.—Sí, alfa —contesto, mordiéndome la lengua. No soporto que me mande.Mientras le doy la espalda, escucho cómo gruñe. No nos soportamos. Voy a la cocina, sirvo dos vasos de agua, uno normal y al otro le echo sal. "Espero que se dé cuenta y…" sigo hablando en mi mente mientras llevo el vaso hacia mi tía. Le doy el vas
—Es hora de ir a la escuela —exclamo, levantándome llena de energía. Llego a mi escuela, que es para "normales". Tengo que admitir que en todas partes encontraré seres del mundo que los humanos no conocen que existen. Camino entre los estudiantes con agilidad; tantos olores juntos hacen que no use tanto mi sentido del olfato. Pero puedo lograr distinguir la presencia de una joven particular y familiar. —¡Iris! —escucho que me llaman, haciendo que mire hacia la procedencia de mi llamado. —¡Iris! —grita la pelirroja, pero la ignoro para seguir con mi misión esencial en el día de hoy. —¿Qué quieres, Carly? —cuestiono deteniéndome, haciendo que chocara conmigo y le sacara un gruñido. —A mí no me gruñas, Iris —regaña señalándome molesta, haciendo que yo baje su dedo inquisidor. —¿Qué tienes en mente hacer hoy? Veo en tus ojos que tienes un objetivo peculiar. —Y yo pensé que no usarías tus cosas —le contesto, haciendo que frunza su ceño. —Bueno... —carraspeo un poco para que mis trafic
Respiro agitada por la carrera que he hecho para encontrar a mi bisabuela. No sé dónde está... Me detengo, miro por todos lados, no la encuentro. Siento cómo mi cabeza empieza a doler gracias a que la luz de la Luna toca mi piel; tal vez si he sido maldecida por ella. Escucho un aullido, lo que me hace reaccionar nuevamente. Tiene que ser mi bisabuela. Corro lo más rápido posible, con lágrimas bajando por mis húmedas mejillas.—¡Iris, vamos, levántate! — exclama mi madre, haciendo que salga de la pesadilla que me atormenta casi todas las noches.Escucho cómo abren la puerta de mi cuarto, y el olor de la persona que la ha abierto entra. Cierro rápidamente mis ojos para que mi hermano menor crea que sigo durmiendo. Él me toca con la punta de su dedo, como si fuera suficiente para despertarme.—Es sábado... — susurra, y yo pongo mi almohada sobre mi cabeza y gruño. —La escuela de lobos, Iris. — saco la almohada para mirar la ventana que está a mi lado; todavía está oscuro. —¡Vamos, levánt
Observo el edificio hecho de ladrillos viejos y con una torre que tiene un gran reloj. No ha cambiado nada este lugar desde que me fui. Sigue siendo un lugar oscuro, húmedo y lleno de secretos. Siento como alguien me observa a lo lejos, haciendo que me gire y me encuentre con un monte inmenso. Llego a ver cómo el monte se mueve solo, logrando que me sienta algo mareada. Qué raro es esto. No siento ninguna presencia... Muevo mi cabeza haciendo caso omiso y sigo mi camino hacia la escuela de licántropos.Mientras más me acerco, siento una mezcla de olores... ¿Qué olores? Apesta a otros lobos. Toco mi mochila, esperando que no huelan el paquete que tengo. Lobos fuera de la manada de mi familia me olfatean, buscando mi esencia. Desde niña no tengo olor o aroma como ellos lo llaman, según ellos. De por sí, nací con un aroma que no es igual al de los licántropos normales. Los miro por encima de mis hombros, ganándome gruñidos de parte de ellos. Otra de mis características es que ningún licán
Miro por los alrededores de la escuela, asegurándome de que nadie esté cerca. Al ver que estoy sola, salgo de mi escondite y me dirijo al bosque. "Tengo que lograr que cancelen las clases, pero ¿cómo?" Mientras me adentro en el bosque, pienso en lo que puedo hacer solo con una camisa.—Tengo que pensar esto bien —me digo a mí misma, sentándome en el suelo húmedo, abrazando mi mochila como si fuera mi vida.Me acuesto y cierro los ojos para pensar mejor, mientras inhalo y saboreo la humedad del monte. "Debo lograr que los alfas detecten la esencia, pero no debo ser yo quien acerque la camisa." Frunzo el ceño, imaginando cada posible escenario. Hago un sonido de desesperación al abrir los ojos, dándome cuenta de que esto no será tan fácil como pensaba.Escucho un riachuelo a lo lejos. Me levanto y sigo el sonido hasta encontrar un hermoso paisaje. El agua cristalina fluye libremente, y puedo oler lo pura que es. Los peces nadan como si estuvieran danzando.—Mamá, mira, peces —me llegan i
—Iris —escucho la voz de la alfa llamándome, haciendo que me detenga justo antes de salir de este mundo de anormales.—Nunca puedo ser feliz —susurro, girándome y enfrentándome a Anastasia.—Espero que tú no tengas nada que ver con esto —me advierte. Yo simplemente me encojo de hombros—. Usar esas habilidades... —sus palabras me hacen mirarla con un poco de miedo, al darme cuenta de que sabe sobre mi energía natural—. Solo trae muerte, Iris. —Su rostro no muestra ninguna emoción—. Sabes que no serás bienvenida en nuestra manada ni en las otras cuatro si usas esa energía. Estás m*****a por la Luna.—Es lo que siempre has querido, Alfa —le recuerdo con una sonrisa maliciosa. No logrará intimidarme con esas palabras—. Además... —me pongo seria—. ¿Crees que quiero ser parte de tu manada o de otra? —pregunto, viendo cómo la alfa frunce el ceño. Nadie ha oído mis opiniones sobre este mundo, ni siquiera mi familia nuclear—. No me interesa para nada... —Escucho a alguien correr hacia nosotras.
—Mucho gusto, Jafet. Me llamo Iris —digo, resolviendo mentalmente el problema que me había surgido.Extiendo mi mano y siento cómo mi piel se calienta al tocar la suya. No está helada como la de todos los vampiros, sino cálida y suave. Siento una energía fuerte en él, especialmente en sus ojos. Al ver mi expresión asombrada, él desvía la mirada.—Bueno, ¿quieres ir a un restaurante de pizza? —me pregunta, logrando que deje de mirarlo. Asiento y él hace lo mismo.—¿Cómo conduces? —pregunto para romper el incómodo silencio.—¿De verdad eres la mejor de tu clase? —responde con una sonrisa burlona, mirándome de reojo—. Claro que tengo licencia.Lo miro sorprendida, pero tiene razón, a los 16 años ya se puede tener una licencia, aunque sea de aprendizaje. Reflexiono sobre lo que ha dicho y surge otra pregunta en mi mente. Carraspeo un poco, acomodándome en el asiento.—¿Tienes más de 500 años? —susurro, temiendo que se moleste, pero en lugar de eso, se ríe.—Iris, tengo 17 años —responde, y