6. Salvador en el medio de la carraterra

—Iris —escucho la voz de la alfa llamándome, haciendo que me detenga justo antes de salir de este mundo de anormales.

—Nunca puedo ser feliz —susurro, girándome y enfrentándome a Anastasia.

—Espero que tú no tengas nada que ver con esto —me advierte. Yo simplemente me encojo de hombros—. Usar esas habilidades... —sus palabras me hacen mirarla con un poco de miedo, al darme cuenta de que sabe sobre mi energía natural—. Solo trae muerte, Iris. —Su rostro no muestra ninguna emoción—. Sabes que no serás bienvenida en nuestra manada ni en las otras cuatro si usas esa energía. Estás m*****a por la Luna.

—Es lo que siempre has querido, Alfa —le recuerdo con una sonrisa maliciosa. No logrará intimidarme con esas palabras—. Además... —me pongo seria—. ¿Crees que quiero ser parte de tu manada o de otra? —pregunto, viendo cómo la alfa frunce el ceño. Nadie ha oído mis opiniones sobre este mundo, ni siquiera mi familia nuclear—. No me interesa para nada... —Escucho a alguien correr hacia nosotras.

—¡Iris! —grita mi madre, acercándose a nosotras, algo fatigada—. Solo ve a casa —ordena. Nunca querrá que exprese mis verdaderos sentimientos.

—Lo que digas, mamá —respondo, resignada.

Por última vez, miro los ojos de mi tía, llenos de odio. Le gruño antes de girarme y seguir mi camino en paz. Al salir de la escuela, me adentro en el bosque y me encamino hacia la madriguera de los ratones.

—Hola... —susurro, esperando que me respondan, pero no hay nada.

Uno de ellos sale, olfateando el aire. Al ver que es seguro, sale por completo. Le sonrío, y hace un chillido llamando a los demás. Ninguno tiene la tela; parece que se la quitaron y los devolvieron a la naturaleza.

—Después de todo, no son tan malos —comento refiriéndome a los licántropos, mientras busco mi almuerzo en la mochila—. Por hacerme este favor, les daré algo de comer —saco un sándwich y lo pongo en el suelo cerca de su madriguera—. Buen provecho —les sonrío y acaricio a algunos antes de irme.

Mientras camino por el húmedo bosque, siento que alguien me observa, como esta mañana. Acelero el paso y empiezo a caminar en zigzag, sintiendo cada vez más esa mirada. Me detengo y miro hacia adelante, donde creo que podría estar la persona que me observa. "Bueno, no importa; si no me hace daño, no tengo por qué preocuparme", pienso, aunque lo hago más para tranquilizarme.

A lo lejos veo una carretera y corro hacia ella. Si tengo suerte, alguien me puede llevar cerca de mi casa. Como no tengo licencia, no puedo conducir, y además no tengo auto. Siento el calor fuera del bosque, así que me quito la camisa, quedándome solo con una camiseta de tirantes negra.

—Qué bien, por aquí no pasa nadie —susurro guardando mi camisa en la mochila—. ¡Esto no podría ser mejor! —grito acostándome en medio de la carretera.

Miro el cielo nuevamente y noto algo diferente en él. ¿Una aurora boreal? Mi corazón empieza a latir rápido mientras el cielo me hipnotiza. Escucho cómo una rama se rompe cerca, haciendo que deje de mirar la aurora. Me levanto del suelo y observo todo el lugar, pero no hay nadie. El viento choca contra mi rostro, llevándome un olor familiar. Miro hacia la copa de un árbol y veo a un vampiro con un pedazo de tela en la mano. Esto parece de película; la luz del sol no me permite ver su rostro claramente, m****a. Veo cómo flota un trozo de la camisa del vampiro.

—Es bueno que te relajes después de haber ganado este pequeño duelo contra los lobitos, pero mi camisa ha salido herida por ello —comenta el vampiro, bajando del árbol y cayendo sobre sus dos piernas como un experto.

—Eres tú —digo, relajándome al ver que él era quien me observaba, aunque frunce el ceño—. Ay, lo siento, solo que no tenía muchas opciones. Te juro que te compraré una camisa nueva.

Me arrodillo, juntando las manos en gesto de piedad. Él me mira serio, pero luego se ríe, mostrando sus dientes perfectos y sus ojos claros. Me extiende la mano como todo un caballero, haciéndome una señal para que me levante. Al tomar su mano, siento un ardor que nos obliga a alejarnos con una queja y nos miramos asombrados.

—Tengo que admitir que eres algo especial... —dice el vampiro, mirándose la mano y luego centrando su mirada en mí.

—¿Gracias? —respondo, aún sintiendo el ardor en la mano por nuestro contacto—. ¿Cómo llegaste aquí y cómo sabes que hice lo de los ratones?

—Eso no importa ahora —contesta, pero en sus ojos veo que me oculta algo que lo asusta. Mira hacia una dirección—. Sígueme —me ordena y empieza a caminar.

—¿Adónde? —pregunto, dudando si seguirlo o no.

—¿Quieres llegar tarde a casa? —cuestiona. Niego con la cabeza y él solo indica con la mano que lo siga.

Suspiro, no sé qué hacer. Muevo mis piernas por el desespero. "Bueno, qué más da, me voy con él". Lo sigo con algo de miedo, ya que podría hacerme algo. Mientras caminamos, diviso un auto a lo lejos.

—Ah... —exclamo riendo—. Creí que me querías asesinar o algo así —comento, relajándome. —

No me gusta el sabor de los licántropos —me notifica serio, abriendo la puerta del pasajero, haciendo que deje de sonreír por un minuto—. Es un chiste —dice, tratando de enmendar lo dicho, pero solo logra que abra más los ojos.

—No sé qué es peor... —le aclaro, levantando una mano—. Decir que no te gusta la sangre de licántropo o... —levanto la otra mano—. Que sí te guste.

—Lo siento, es la primera vez que hablo con un licántropo. No sé qué decir... —me mira un poco apenado, logrando que lo vea un poco adorable.

—Bueno, tienes suerte de que no soy un licántropo —respondo sonriendo, logrando que me mire con curiosidad—. Porque metes los colmillos bien adentro, vampirito —susurro rascándome la nuca.

Tengo que admitir que es un chico guapo y tierno. Puedo notar cómo su cabello, bajo los rayos del sol, parece rubio, aunque se ve castaño en la oscuridad.

—Lo siento —se disculpa y me hace una seña para que me suba al carro—. No temas, no soy un asesino —lo miro arqueando una ceja y él sonríe, haciendo que mi corazón lata rápido. Tomo su mano sin importar el ardor que produce nuestro contacto y me subo al carro—. Por ahora —escucho que comenta al cerrar la puerta.

—Eres un... —trato de salir, pero él se sube rápido y cierra con seguro.

—Ya, cálmate —trata de tranquilizarme, tomando mis manos.

—¡No me toques! —le exclamo molesta, haciendo que se ría—. ¡Haces que me moleste más!

—Ya, trataré de dejar de hacer malos chistes, ¿sí? —promete, levantando las manos derrotado. Yo solo asiento lentamente—. De todos modos, no puedo matar a la chica que me debe una camisa —comenta sonriendo mientras enciende el auto.

—Te odio —expreso, logrando que se ría a carcajadas.

¿Qué clase de vampiro es este? Puedo notar que tiene un aura alegre y pícara. Miro el cielo, mordiendo mis labios. Ay, esto me pasa por deberle algo a un vampiro.

—Oye... —el vampiro empieza a hablar, pero el sonido de mi estómago lo interrumpe.

Siento cómo mi rostro me arde por completo; creo que estoy hecha un tomate. Miro hacia todos los lados, menos donde se encuentra mi acompañante. Toso un poco para poder disimular que mi estómago está notificando que me estoy muriendo de hambre. Aunque vamos... aquí a mi lado tengo a un vampiro, es lo mismo que tener un licántropo junto a mí.

—Ríete, escucho cómo estás a punto de reír —le incito al escuchar cómo reprime una risa—. Vamos, hazlo —comento avergonzada, haciendo que el vampiro ría libremente, logrando que se me asome una sonrisa en el rostro.

—Vamos a comer algo, ya son las dos —expone el vampiro mirando el reloj del auto—. Te tengo que felicitar; antes de la una de la tarde saliste de la escuela. —Ignoro lo que ha dicho y miro el paisaje verde vivo tan característico de la nación central—. ¿Todavía sigues enojada porque no te he dicho cómo sé lo que hiciste? —No le contesto, recordando que no me ha dicho nada respecto a ese tema, aunque se me había olvidado por el hambre—. ¿O es porque tienes hambre? —Creo que me lee la mente.

—O tal vez son ambas —le contesto con sinceridad en un susurro—. Pero me dices lo que sabes cuando comamos. —Miro de arriba abajo al vampiro—. Aunque los vampiros no deben de comer. —Este se pone tenso al escuchar lo que he dicho.

El silencio se apodera por completo de la atmósfera. Analizo mejor al vampiro mientras conduce. Su cabello ondulado color miel le cae en la frente, sus brazos fuertes sostienen el volante con facilidad y sus ojos... no son para nada normales.

Siento cómo el auto se detiene, haciendo que aleje mi mirada del vampiro. Me fijo que estamos en un restaurante clásico. Lo puedo saber ya que su techo tiene tejado, sus ventanas se abren hacia afuera y sus paredes están hechas de rocas. Gracias a la gran rueda se puede saber que la energía que recibe el restaurante es gracias a la energía hidráulica.

—Sabes, no tienes que hacer como los libros o películas normales de vampiros —expongo admirando lo hermoso que es este restaurante.

—Bueno, qué pena, entonces vamos a un bar en la ciudad. Donde todos pueden escuchar cada cosa que te voy a decir —comenta con ironía abriendo su puerta.

—Pero yo quiero pizza o burritos —me quejo para que vayamos hacia otro lado.

—Iris, no iré a gastar gasolina hacia otro lado. Aquí hacen unas pastas excelentes y pescado... —responde doblándose, asomando su cabeza dentro del auto.

—¡Quiero pizza! —exclamo como una niña pequeña—. Y galleta con chispas de chocolate con helado. Apuesto que no venden estas cosas aquí, esto es un lugar fino.

Escucho cómo se queja y pasa sus manos sobre sus ojos, cansado. Lo piensa unos segundos para luego mirarme. Le sonrío para lograr convencerlo, este me devuelve la sonrisa para luego subirse y encender nuevamente el carro. Saliendo yo como la victoriosa.

—Gané, este... —comento, pero en realidad no sé el nombre del vampiro que me prestó su camisa.

—Jafet —se presenta, extendiendo su mano junto a una de sus hermosas sonrisas.

Miro su mano pálida y luego lo miro. En realidad, me va mal en la vida, subirme en un auto con un extraño y más un vampiro. Tengo que estar completamente loca o estaba muy preocupada por si descubrían que fui yo la que hizo la broma de los ratones.

—Mucho gusto, Jafet, me llamo Iris —contesto, arreglando ya el problema que surgió en mi mente.

Paola Gonzalez

¡Hola! Espero que se encuentren bien. Saben que pueden seguirme y darle me gusta a la historia.

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