3: ¿Normal?

Respiro agitada por la carrera que he hecho para encontrar a mi bisabuela. No sé dónde está... Me detengo, miro por todos lados, no la encuentro. Siento cómo mi cabeza empieza a doler gracias a que la luz de la Luna toca mi piel; tal vez si he sido maldecida por ella. Escucho un aullido, lo que me hace reaccionar nuevamente. Tiene que ser mi bisabuela. Corro lo más rápido posible, con lágrimas bajando por mis húmedas mejillas.

—¡Iris, vamos, levántate! — exclama mi madre, haciendo que salga de la pesadilla que me atormenta casi todas las noches.

Escucho cómo abren la puerta de mi cuarto, y el olor de la persona que la ha abierto entra. Cierro rápidamente mis ojos para que mi hermano menor crea que sigo durmiendo. Él me toca con la punta de su dedo, como si fuera suficiente para despertarme.

—Es sábado... — susurra, y yo pongo mi almohada sobre mi cabeza y gruño. —La escuela de lobos, Iris. — saco la almohada para mirar la ventana que está a mi lado; todavía está oscuro. —¡Vamos, levántate, Iris! — él grita y empieza a saltar sobre mi espalda.

—Ya... — comento con voz ronca, pero sigo pegada a mi querida cama. Siento cómo sigue saltando, y gruño. —¡Dije que ya! — grito, tomándolo de las piernas y haciendo que caiga en las mías. —Qué odioso. — pienso en la m*****a escuela de lobos, pero sonrío al recordar lo que voy a hacer hoy.

Me levanto con energía y tomo a mi hermano para bailar un poco. Hoy será un gran día, eso puedo pronosticar desde tan temprano en la mañana. Ansío tanto poder llevar a cabo mi plan con la camisa que me prestó el medio vampiro.

—Estás loca. — susurra mi hermano, mirándome como si de verdad estuviera loca.

—Tal vez sí lo esté. — comento, tocando su nariz con la punta de mi dedo. —Prepárate. — le advierto y me voy a preparar.

Al llegar al baño, observo el espejo y me encuentro con una joven con facciones femeninas, pero con actitud fuerte y con grandes cachetes por mi peso. Mi cabello marrón oscuro cae en cascada sobre mi espalda. Me acerco más al espejo al ver algo raro en mis ojos.

—Mis ojos... — susurro, apreciándolos más y observando cómo parte de mi iris tiene diferentes tonalidades de colores. —Qué rayos...

Me llegan recuerdos sobre mis ojos, pero los bloqueo rápidamente. No puedo sentir eso... no otra vez. Me giro, ignorando el hecho de que mis ojos están cambiando de color, otra vez. Entro a la bañera y me preparo para ir a la gran escuela de mi manada. Tengo que buscar mi gran tesoro vampírico antes de ir a la escuela y sin que nadie se dé cuenta.

Bajo a desayunar y encuentro a mi familia reunida en la mesa. Me acerco sigilosa y me escondo detrás de la pared. Todos comen tranquilos y algo cansados, parece que anoche fue de patrullaje por el territorio.

—¡Buenos días! —exclamo con mucha energía, haciendo que todos me miren de manera extraña.

Empiezo a comer y escucho cómo un silencio ameno se apodera del ambiente. Siento las miradas de todos sobre mí, pero las ignoro fácilmente. Aunque sé que pronto me preguntarán, tres, dos, uno... miro a mi padre sonriendo.

—¿Por qué tan feliz? —cuestiona mi madre, rompiendo el silencio ameno del comedor.

Trago lentamente, controlando mi alegría. Mi madre me conoce por completo, como si me hubiera dado a luz. Tal vez se dé cuenta de mi plan o de que ya tengo algo en mente para arruinar por completo este día para los lobitos. Miro sus ojos verdes oliva, que me miran sospechosos.

—Ay, madre, ¿no sabes que es sarcasmo? —le respondo con otra pregunta, pero esta vez con un tono aborrecido como siempre. —Sabes, aún puedes arrepentirte de que vaya a esa escuela apestosa. —comento, dándole la oportunidad de que no surja lo que quiero hacer.

Escucho cómo se ahoga con la comida, lo que me hace mirarla preocupada. Al ver que toma agua y tose respirando bien, sonrío un poco. Sí que da unos buenos sustos.

—No, eso para nada, jovencita. Vamos a ir todos como una familia normal. —comenta. Bueno, después de todo le di la oportunidad.

Me encojo de hombros, espera... ¿dijo normal? Parpadeo varias veces, ¿normal? No puedo creer que vea este maldito mundo como algo normal. Cierro las palmas de mis manos formando puños, es un mundo lleno de anormales que solo siguen su impulso animal, o lo que la Luna dice, tienen barreras y eso lo odio.

—Normal... —trato de morder mi labio para no hablar, pero fallo. —¡Normal es ir a ver una película, ir al parque, tener mascotas, ir a una escuela normal... —los señalo —tener familia normal! —exclamo, haciendo que me miren heridos. Me levanto de la silla enojada. —Esto no es para nada normal.

Me giro sin mirarlos y me largo, odio este mundo. Mis recuerdos están saliendo poco a poco, haciendo que lo odie más y más. Salgo de la casa dándome varias veces en la cabeza para que esa imagen macabra en mi mente se vaya. ¿Por qué ahora están saliendo? Observo cómo mi padre sale de la casa y sus ojos verdes claros me miran preocupados. Los dos somos iguales, no demostramos lo que sentimos a menos que sea enojo.

—Iris... —me llama mi padre, es el único que sabe lo que pasó por las noches. Mis ojos se llenan de lágrimas, así que lo ignoro y sigo mi camino.

—Nos vemos en la escuela. —comento antes de desaparecer de su vista.

Me dirijo hacia el monte donde enterré la camisa del medio vampiro. Observo el monte y agudizo mi olfato para encontrar el cofre donde escondí mi gran tesoro. Lo localizo en unos diez minutos y río como una lunática.

—No saben lo que les espera en realidad a estos anormales. —comento. Siento una punzada en mi pecho. Sé que me hiero a mí misma, pero quisiera, por una vez, ser normal, no tener este mundo cerca de mí. —Esto será muy divertido. —No volveré a ese lugar después de hoy, eso lo juro.

Empiezo a cavar un agujero en la tierra, cavando con rabia y determinación. Mis manos se manchan de tierra, pero no me importa. Este mundo de seres sobrenaturales me ha causado más dolor del que jamás había experimentado. Es como si cada paso que doy fuera un recordatorio constante de mi diferencia, de mi soledad. Pero hoy, hoy es diferente. Hoy tengo un plan para cambiar las cosas, al menos para mí.

Finalmente, saco la camisa del cofre y la sostengo frente a mí. Tiene el olor fuerte de la madera del cofre, pero el olor a vampiro aún persiste. Es un olor que me provoca una mezcla de repulsión y atracción, una sensación que me hace sentir viva de una manera extraña.

Guardo la camisa con cuidado y vuelvo a cubrir el cofre con tierra. Mientras camino de regreso a casa, mi mente está llena de pensamientos sobre lo que haré con mi nuevo "tesoro". La idea de al fin dejaré este mundo me llena de determinación. Esta vez, seré yo quien tome el control de mi destino.

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