**KLAUS**
Asentí ligeramente. Cada palabra suya, cada matiz de su respuesta, era confirmación de que mis cálculos no estaban equivocados. Mientras la noche continuaba y la música del club se hacía cómplice de nuestra confidencia, todo parecía caer en su lugar. Con la información recabada, cada variable se ajustaba en mi mente: la imagen de una Úrsula ansiosa por librarse de su padre, la propia ambición de un destino juntos, y la delicada red de influencias que, si manejada correctamente, me permitiría conquistar no solo su corazón, sino su libertad completa.
Con una arrogancia apenas disimulada, declaró: —Soy mucho mejor que mi prima, una completa inexperta en estas lides. Yo, en cambio, te ofrezco una noche de pasión desenfrenada, una experiencia que jamás olvidarás.
Dicho esto, se movió con una deliberada lentitud, acortando la distancia entre nosotros. Se sentó justo a mi lado, su presencia invadiendo mi espacio personal. Lentamente, con una audacia que parecía calculada, sus manos comenzaron a acariciar mi pecho, un contacto que sentí como una amenaza velada. El roce era peligroso, provocando una mezcla de incomodidad y una extraña curiosidad. Su tacto insinuaba intenciones que iban mucho más allá de una simple conversación.
—¿Qué haces?
—Déjame darte una probadita.
—No me interesas, Mirella.
—¿Qué tiene Úrsula que yo no? Vamos a un lugar más privado.
—Me interesa, Úrsula, no tú.
—¡Eso no es cierto! Yo te podría dar mucho más que Úrsula. ¡Muchísimo más!
—No te creo. Y aunque fuera cierto, no quiero.
Mirella se acercó, su perfume escandaloso inundando el aire. —No digas eso. Sé que en el fondo te mueres por mí. Todos se mueren por mí.
Suspire. —Estás equivocada. Ahora, si me disculpas, es mejor que te retires, tus amigas te esperan.
La noche había llegado a su desenlace en el club, el ambiente todavía cargado de risas y música, aunque para mí, la partida ya estaba ganada. Mirella, tan calculadora y persuasiva en otros momentos, había caído en el exceso. La vi, apoyada en sus amigas, su semblante descompuesto por las copas que se habían convertido en sus cómplices de un desenfreno inesperado. Sonreí al observar la escena, esa sonrisa discreta que solo la satisfacción bien medida puede provocar. Sus amigas la envolvían en una red de murmullos y miradas, llevándola con cuidado fuera del lugar, mientras ella se tambaleaba, perdiendo su habitual compostura.
Todo lo que había sucedido esta noche era un recordatorio de que los planes deben ajustarse constantemente, de que cada movimiento de las piezas en el tablero tiene consecuencias. Mirella había sido útil, sin darse cuenta, revelando más de lo que pretendía, y ahora, su vulnerabilidad era un contraste que no podía pasar desapercibido. Dejé el club con la certeza de que mi estrategia seguía avanzando como debía. Cada conversación, cada mirada, seguía alimentando el propósito que tenía en mente.
Una vez afuera, inhalé el aire fresco de la noche, permitiendo que el sonido distante de la música se desvaneciera detrás de mí. Saqué mi teléfono y marqué el número que ya estaba grabado en mi memoria. El tono sonó una vez, luego otra, antes de que finalmente escuchara la voz familiar que tanto buscaba.
—Úrsula, —dije con calma, dejando que mi tono transmitiera el alivio que la noche había dejado atrás. —¿Te desperté?
—No, —respondió, su voz suave pero cargada de sorpresa. —Estaba acostada, lista para dormir. ¿Qué pasa, Klaus?
Cerré los ojos por un instante, imaginándola en su habitación, lejos de la opresión que tanto la marcaba, pero aún atrapada en las mismas cadenas que intentábamos romper. —Quería escucharte, —admití, dejando que la sinceridad marcara el tono de la conversación. —La noche ha sido interesante, pero siempre encuentro la calma hablando contigo.
Su respuesta no fue inmediata, pero podía sentir cómo esas palabras se filtraban en su mente, cómo resonaban en el silencio de su habitación. La conexión que habíamos construido, paso a paso, mensaje tras mensaje, era ahora más tangible que nunca.
—¿Fue tan interesante? —preguntó, su tono curioso, aun así, con un matiz de preocupación que no podía ocultar.
Sonreí ligeramente, aunque sabía que ella no podía verlo. —Digamos que aprendí mucho. No obstante, lo más importante es que estaba pensando en ti. Espero que hayas tenido un día tranquilo, lejos de las miradas que siempre te siguen.
Su silencio, breve, lleno de significado, fue suficiente para confirmar lo que ya sabía: Úrsula comenzaba a entender que no estaba sola, que había alguien dispuesto a compartir el peso de su mundo. Y mientras la noche seguía su curso, esa llamada era la prueba de que, incluso en los momentos más simples, cada paso que daba nos acercaba más al objetivo que ambos comenzábamos a construir juntos.
La noche estaba tranquila, apenas rota por el leve susurro de su respiración al otro lado del teléfono. Cada palabra que intercambiábamos parecía cargada de un peso distinto, como si poco a poco las barreras que Úrsula había construido comenzaran a desmoronarse. Entonces, ocurrió. En medio de un silencio tenso, su voz tembló, apenas audible, pero suficiente para romper cualquier preconcepción que pudiera tener.
—Quiero huir.
Esas palabras resonaron en mi mente, como un eco que se expandía sin detenerse. Por un momento, no dije nada. Mi respiración se quedó suspendida en el aire mientras mi mente procesaba lo que acababa de escuchar. Úrsula, la misma mujer que llevaba una lucha interna entre la sumisión y la rebeldía, acababa de confesar su más profundo anhelo, su necesidad de escapar.
Me incliné hacia delante, como si acercarme físicamente al teléfono pudiera reducir la distancia que nos separaba. Sabía que lo que dijera en este momento sería crucial. Sus palabras no eran solo un deseo al aire, eran una declaración, un grito silencioso pidiendo un cambio.
—Úrsula, —dije con calma, modulando mi tono para que sintiera mi presencia, mi apoyo—. ¿Estás segura de lo que estás diciendo?
Hubo un breve silencio, y luego ella respondió, su voz temblorosa pero decidida. —No puedo más, Klaus. Me siento como si estuviera atrapada en una jaula, y no importa cuánto intente, no puedo escapar. Todo lo que hago, todo lo que soy, está bajo el control de alguien más. No quiero vivir así.
Mientras hablaba, podía sentir la profundidad de su desesperación, el peso de sus palabras golpeándome con fuerza. Pero también, en ese temblor de su voz, había algo más: determinación. La chispa de alguien que había llegado a su límite y estaba dispuesta a hacer lo impensable para recuperar el control de su vida.
**KLAUS**Sonreí, no porque sus palabras fueran motivo de alegría, sino porque sabía que este era el punto de inflexión que había estado esperando. El momento en que Úrsula finalmente estaba dispuesta a dejar atrás todo lo que la había mantenido atada. Y yo, más que nadie, sabía que este era el momento de actuar.—Entonces, hagámoslo, Úrsula, —dije, mi voz firme, pero suave, como si con esas palabras pudiera ofrecerle un refugio. —Si realmente quieres huir, si quieres dejar todo esto atrás, no tienes que hacerlo sola. Estoy aquí. Conozco el camino.Sus palabras, aunque breves, habían cambiado todo. En ese instante, supe que ya no se trataba solo de un plan, de un cálculo frío. Esto era algo más grande. Su confesión había puesto en marcha una cadena de eventos que cambiarían nuestras vidas para siempre. Y yo estaba dispuesto a asegurarme de que cada paso que diéramos fuera el correcto, llevándola hacia la libertad que tanto deseaba, y hacia el futuro que había imaginado para los dos.—
**ÚRSULA**Estoy harta. Harta de las interminables regañadas, de la forma en que mi padre me habla como si no tuviera derecho a tomar ni una sola decisión por mí misma. Y todo por Mirella. Por esa prima que no se quita de encima, que exagera cada detalle como si su único propósito en la vida fuera ponerme en problemas. Cada pequeño acto mío, cada palabra que digo o cada gesto que hago, termina convertido en una montaña de acusaciones que ella lleva directamente a los oídos de mi padre.Y él, por supuesto, no duda en creerle. Lo hace con esa facilidad que me desarma, como si no importara lo que yo diga para defenderme. Mirella siempre encuentra la manera de convertir lo insignificante en un drama monumental, y mi padre, tan rígido y controlador como siempre, solo ve en sus exageraciones una confirmación de que soy un desastre, una hija rebelde que necesita estar bajo su vigilancia constante.Cada regaño es un golpe, un recordatorio de que no tengo espacio para respirar, para ser. Es el
*KLAUS*Encendí un cigarrillo esta vez, dejando que el humo se elevara mientras mis pensamientos se ordenaban. Sabía que había un último obstáculo: su padre. Él no cedería fácilmente, y para convencerlo, necesitaría algo más que palabras. Necesitaba una estrategia que lo hiciera, creer que perder a Úrsula sería su mayor error. Pero eso era un problema para después. Por ahora, ella ya estaba casi donde la quería.Sonreí, una vez más, satisfecho. Era solo cuestión de tiempo.Me senté frente a mi escritorio, con un mapa extendido sobre la superficie. La luz tenue de la lámpara iluminaba los bordes de los países vecinos de Alemania, y mis ojos recorrían cada frontera con detenimiento. No quería irme demasiado lejos. La idea no era desaparecer para siempre, sino encontrar un lugar cercano, un refugio temporal donde Úrsula y yo pudiéramos esperar a que las aguas se calmaran. Sabía que su padre, con el tiempo, cedería. Y cuando lo hiciera, regresaríamos. Pero esta vez, con un plan más sólido
**KLAUS**Sonreí ligeramente mientras mi mente comenzaba a trabajar. Las piezas estaban en movimiento, y aunque Diego había intentado intimidarme, sus acciones solamente confirmaban que mi posición era más fuerte de lo que él pensaba. Su furia no era más que un reflejo de su miedo, de su incapacidad para aceptar que su hija estaba empezando a tomar sus propias decisiones.Con cada paso que daba, Úrsula se acercaba más a la libertad, más a un futuro en el que ella pudiera ser realmente ella misma. Y yo sabía que mi papel era crucial en ese proceso. No exclusivamente como su apoyo emocional, sino como alguien capaz de enfrentar a Diego y de hacerle entender que el control que él ejercía sobre su hija no era sostenible.La verdad era que Diego representaba el último gran obstáculo en mi plan. Si lograba manejarlo, si lograba demostrarle que no tenía otra opción más que aceptar mi presencia en la vida de Úrsula, entonces el camino hacia nuestro futuro estaría despejado. Pero, por ahora, d
**ÚRSULA**El sonido del cristal rompiéndose resonó en la sala como un grito contenido. Allí estaba él, Klaus Weber, de pie entre los fragmentos de una copa caída, con esa mirada que combinaba arrogancia y misterio. Desde el momento en que nuestros ojos se cruzaron, supe que mi vida, tan ordenada y predecible, estaba a punto de incendiarse. Pero lo que no sabía era si él sería la chispa que me consumiría o el fuego que finalmente me liberaría.Diego, mi padre, lanzó una mirada severa hacia Klaus, pero él no se inmutó. Parecía tan seguro de sí mismo, incluso mientras un camarero apresurado intentaba limpiar los cristales bajo sus pies. Mi padre siempre tenía una habilidad especial para juzgar a las personas, y con Klaus, su expresión era clara: desconfianza absoluta. Yo, sin embargo, no podía apartar la vista de él. Había algo en su manera de estar allí, como si no perteneciera, pero, al mismo tiempo, dominara por completo la sala.—¿Estás bien? —pregunté impulsivamente, ignorando la m
*KLAUS*En el mundo de los juegos me conocen como El Tiburón del Póker, un título ganado a pulso. Invencible y despiadado con los tramposos, mi éxito me ha otorgado riqueza y poder. Poseo una gran mansión, autos lujosos y una vida de excesos. Sin embargo, la felicidad me elude. El pasado me atormenta y, copa en mano frente al ventanal de mi mansión, el peso de mis decisiones me abruma.FLASHBACKEl recuerdo de aquel día permanece indeleble en mi mente, como si estuviera grabado a fuego. Fue un día que lo cambió todo, marcando un antes y un después en mi vida. Papá, sin previo aviso, sin darnos tiempo a reaccionar, tomó una decisión que alteraría el rumbo de nuestras vidas: eligió un camino diferente al nuestro. Y aunque la noticia me golpeó con la fuerza de un huracán, dejándome un profundo dolor en el alma, con el tiempo, llegué a comprender, al menos en parte, que la vida a menudo nos reserva sorpresas inesperadas, giros bruscos que no podemos prever ni controlar.Jamás imaginé, ni
*KLAUS*CONTINUACIÓN DEL FLASHBACKNo pude darle a mi madre un entierro digno. Un vecino improvisó un cajón con reglas, y yo le ayudé a elaborarlo. Lloré amargamente mientras lo hacía, sin encontrar consuelo. Nos regalaron un pedacito de tierra en el cementerio público para poder enterrarla. Todos se fueron cuando ella fue sepultada, pero yo me quedé de pie sobre el bulto de tierra, llorando con rabia como nunca antes. Esa fue la última vez que lloré; mi corazón murió en ese instante, y desde entonces, no existen emociones en mí.Tenía solo once años cuando esa desgracia me alcanzó. Trabajé de todo: lavando autos, botando basura, cortando sácate. A esa edad, mis manos ya estaban llenas de callos. En mi cabeza solo pensaba en vengarme del desgraciado de mi padre. Mi anhelo era encontrarlo y hacerle pagar por todo esto.Un día, no tenía nada que comer. Me senté en la acera frente a un club VIP nocturno, esperando alguna oportunidad para ganar dinero, algún mandado, lo que fuera. Ya habí
*KLAUS*Sabía todo sobre Úrsula Meyer antes de que nuestras miradas se cruzaran por primera vez. Sus gustos, sus rutinas, sus debilidades. Había dedicado semanas a estudiar cada detalle de su vida. Leía cada artículo sobre sus apariciones públicas, analizaba las fotos que publicaban los medios, e incluso aprendí cuáles eran sus flores favoritas: las orquídeas blancas, símbolo de pureza. ¡Qué ironía!Úrsula no era el tipo de mujer que me atraía. Rica, protegida por un padre omnipresente, viviendo en una burbuja de privilegios. No soportaba a las personas que creían que el mundo giraba a su alrededor, las que nunca habían tenido que pelear para tener algo. Pero no estaba allí para dejarme llevar por mis preferencias. Tenía un objetivo, y ella era el camino para conseguirlo.Cuando la vi por primera vez en ese evento de caridad, rodeada de lujos y aduladores, fue como presenciar a un pájaro dorado en su jaula. Se movía con gracia, pero había algo en sus ojos que contradecía su apariencia