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Todos los capítulos de Danza con el Diablo: Capítulo 1 - Capítulo 10
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Alina, entre el horror y la miseria
El aire de la habitación de Alina olía a humedad y desesperanza. La pequeña habitación de paredes mugrientas apenas podía ofrecerle refugio. Ella estaba acurrucaba en un rincón, tratando de volverse invisible. La cama, más que un lugar de descanso, era un simple trozo de madera cubierta con sábanas raídas. La luz del sol nunca alcanzaba a penetrar las rendijas de la ventana, que siempre estaba cerrada para evitar que el frío nocturno la invadiera. Aún así, el aire gélido parecía siempre colarse a través de las grietas en las paredes.—¡No sirves para nada! —gritó Adalberto, su padrastro en un tono de voz grave y venenosa, la cual resonaba en las cuatro paredes que la atrapaban.Antes de que Alina pudiera reaccionar, un bofetón cruzó su rostro. El impacto la hizo tambalear, y la sangre, cálida y espesa, resbaló por su labio partido, tiñendo de rojo su piel pálida. La sensación del dolor no era nueva; estaba acostumbrada a esos golpes, esos gritos, la humillación constante que la despoj
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Viktor Koval, el verdugo
La luz tenue del atardecer se filtraba a través de las enormes ventanas del ático, iluminando las elegantes líneas de un lugar diseñado para impresionar. Alfombras persas cubrían el suelo, muebles de madera oscura se alineaban con impecable simetría, y cuadros de artistas renacentistas adornaban las paredes. La perfección estaba en cada rincón de la estancia, pero lo que más destacaba era la quietud, el silencio absoluto que reinaba en ese espacio. La misma calma que caracterizaba a Viktor Koval.En la cama, una mujer sollozaba. Su cuerpo temblaba bajo las sábanas de seda, completamente desnuda, mientras sus ojos se llenaban de terror. Sus labios temblaban, pero no emitían sonido alguno. Viktor, de pie junto a la cama, la observaba con una fría indiferencia. Su mirada era helada, como si estuviera viendo a una simple pieza en un juego que no tenía reglas. Su rostro, impasible, reflejaba la perfección de un hombre que no tenía cabida para la compasión.—¿Pensaste que significabas algo
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Alimentar un sueño
La noche había caído pesada, como una manta de oscuridad que envolvía la ciudad. Alina corría, o más bien, caminaba sin rumbo fijo, mientras el viento frío le golpeaba la cara, haciendo que sus rubios cabellos volaran desordenados detrás de ella. Aquel era el primer paso hacia su libertad, pensó, sin miramientos. La huida.Miró su reloj de mano que estaba cubierto por el algodón del suéter que llevaba puesto para cubrirse del frío, comprobó que había transcurrido hora desde que abandonó el lugar que había considerado su hogar. Ni cuenta se dieron cuando ella no solo se dio el tiempo de recoger hasta la última prenda, hasta el último artículo personal que tenía de los pocos que Adalberto le había dejado, entre ellos el reloj que llevaba puesto, el último recuerdo que le dejó su hermano Efren antes de irse de casa por el mismo motivo que ella lo hizo minutos atrás, ella si aguantó, él no. Lleva tres años sin saber de él, no sabe donde encontrarlo, ni siquiera un número donde llamarlo
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Un sueño inalcanzable
En contra de lo que ella pensaba, esa primera noche después de hacer el proceso de registro de ella en la habitación que Laura pagó para ella, ambas subieron al tercer nivel donde se la asignaron, corrió con la suerte, que no esperaba tener, pues esta tenía un pequeño baño interno que le aportaba la privacidad que estaba requiriendo en esa nueva etapa de su vida. Si antes era reservada, en ese instante estaba sintiendose más aprensiva. El temor a lo desconocido le abrumaba. Con la ayuda de Laura organizó sus cosas, y luego se dio una ducha, y se sentaron a cenar mientras conversaban. Laura buscaba distraerla de sus pesares, en cierto modo lo logró hasta que Alina dio señas de caer rendida, lo que le dio a Laura la señal de que debía irse a casa. Intentó hacerlo pero Alina la detuvo.—No vas a tu trabajo hoy, quédate haciéndome compañía, la necesito —le pidió la chica de cabellos de oro en un susurro distraído, estaba más dormida que despierta. Laura dudó, aunque sabía que no tendría
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Una oferta inesperada
La tarde estaba teñida de un cielo gris y plomizo, como si el destino de Alina hubiera decidido sumergirse en la misma oscuridad que la rodeaba. Sentada en un banco de la vieja plaza, sus dedos nerviosos jugueteaban con los bordes de su falda mientras observaba el tráfico pasar. El frío se le colaba entre la ropa, pero más helada estaba su mente. Desde que tomó la decisión de salir de su casa, ha estado un poco más tranquila, no lo podía negar. En su nueva vida ya no hacían parte los gritos, las ofensas, el maltrato sin sentido, ni ese susto que constantemente sentía cuando se acercaba la hora de regresara casa después de un día de trabajo. Ese vivir del susto, del miedo por tener al enemigo dentro de su propia casa, quedó atrás. De no ser por estar sintiendo lejano el cumplimiento de su sueño, Alina pudiera sentirse en un momento de plenitud.Mirando a la distancia suspiró profundamente y abrazó su cuerpo. Era su día de descanso, y en lugar de quedarse encerrada en la habitación pre
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La primera noche
El espejo frente a ella reflejaba una versión de sí misma que no reconocía. Su cabello rubio, normalmente suelto y libre, ese día estaba recogido en un moño alto con mechones sueltos que enmarcaban su rostro pálido. Su mirada azul, antes, en breves momentos de su vida estuvo llena de sueños y nostalgia, en ese instante se dejaba ver opaca, teñida de miedo e incertidumbre. «¿De verdad iba a hacer esto?», era la constante que rondaba en su mente.Alina se abrazó a sí misma, sentada en el vestidor del club nocturno, mientras observaba su reflejo con una mezcla de horror y resignación. La ropa que le habían dado era mínima: un corsé negro ceñido que resaltaba su delgadez y una falda corta de tul que apenas le cubría las piernas. Un disfraz. Así se sentía. Una muñeca a la que vistieron para el entretenimiento de otros.—No pienses tanto, cariño. Solo es un trabajo.La voz despreocupada de una de las bailarinas la sacó de su trance. Era una mujer de cabello oscuro y labios rojos, con un a
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El hombre de la esquina
El club nocturno estaba repleto. La música vibraba en cada rincón, mezclándose con las risas, el humo de los cigarros y el tintineo de vasos contra la barra. Hombres de trajes caros y miradas depredadoras se apostaban en los sofás de cuero, observando a las bailarinas con una mezcla de deseo y aburrimiento, para unos mientras que otros deseosos de obtener más que una visión fantaseaban con ir más allá. Para los que todo era lo mismo, miraban el baile de las bailarinas como un desfile de cuerpos que se movían según la melodía, ofreciendo un espectáculo que, ya no tenía ningún misterio.Excepto para él.Desde su mesa en la penumbra, Viktor Koval permanecía con un vaso de whisky en la mano, observando la escena con la indolencia de quien ya lo ha visto todo. Sus ojos afilados escudriñaban a cada mujer que subía al escenario, analizándolas con frialdad quirúrgica. Sabía exactamente cómo se movían, cuándo sonreían por obligación y cuándo fingían una chispa de placer para alimentar el ego d
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El depredador y su presa
Las luces parpadeaban sobre el escenario cuando Alina dio su último giro, sintiendo cómo la tela escasa de su vestuario se pegaba a su piel sudorosa. Los aplausos no la llenaban de orgullo, sino de vergüenza. Su corazón latía desbocado cuando sus pies descalzos tocaron el suelo de madera. Caminó con torpeza, sintiendo el asco adherido a cada poro de su piel, y con los ojos clavados en el suelo, atravesó la densa humareda de tabaco y perfume barato.La pista de baile era un pozo de lujuria y decadencia. Hombres con miradas hambrientas se inclinaban hacia ella con billetes en la mano, sonrisas que ocultaban deseos turbios. —Estuviste bien —le dijo Renata en un susurro, la compañera que anteriormente le había estado dando ánimo.Alina solamente curvó sus finos labios en una forzada sonrisa, luego los apretó y escapó hacia el camerino, sintiendo el latido de su propio miedo en la garganta. El pasillo estaba mal iluminado y olía a sudor y alcohol rancio. Abrió la puerta y se encerró, deja
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La sombra de Viktor
Laura entró al camerino a toda prisa, con el ceño fruncido y el corazón martillándole en el pecho. Apenas empujó la puerta, el aire denso y sofocante la golpeó de lleno. En el ambiente se percibía una mezcla de perfume distinto al habitual, y algo más—una presencia invisible pero asfixiante— impregnaba la habitación.La tenue luz apenas iluminaba a Alina, encogida sobre sí misma junto al tocador. Sus brazos rodeaban su propio cuerpo con fuerza, como si intentara sostenerse antes de derrumbarse. Temblaba. Su piel, de por sí pálida, parecía ahora casi translúcida bajo el reflejo del espejo.—¡Alina! —exclamó Laura, cruzando la distancia en dos zancadas. Se arrodilló junto a ella, apoyando una mano en su hombro—. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?Alina alzó la mirada lentamente, como si sus pensamientos aún estuvieran atrapados en otro lugar, en otro tiempo. Sus ojos, de un azul helado, estaban dilatados por el miedo, aunque tuvo la valentía de enfrentar a Viktor, se derrumbó al saberlo lejos.
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La primera advertencia
El hedor a traición impregna el aire denso del almacén. Viktor permanece en el centro del área de la planta baja, su silueta se ve recortada contra la única bombilla oscilante que cuelga del techo. Sus ojos, dos abismos gélidos, se posaron sobre el hombre arrodillado frente a él: Ivan, un antiguo aliado, ahora convertido en traidor.—Nunca pensé que serías tan insensato —su voz erase escucha como un susurro afilado—. Robarme, mentirme… desaparecer como un cobarde. ¿Creíste que no te encontraría?El sonido de su voz es similar al de un ogro enfurecido, un rugido gutural que vibraba en las paredes y se incrusta en la piel de quienes lo rodean. Sus facciones están tan endurecidas que parecen talladas en piedra, con cada músculo de su rostro tensado al punto de la ruptura. Sus ojos parecen cuchillas afiladas que lanzan dardos envenenados, cada mirada es una advertencia, un aviso de que la furia lo domina. La esclerótica de sus ojos, enrojecida por la ira, lo hace parecer una bestia poseída
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