La noche había caído pesada, como una manta de oscuridad que envolvía la ciudad. Alina corría, o más bien, caminaba sin rumbo fijo, mientras el viento frío le golpeaba la cara, haciendo que sus rubios cabellos volaran desordenados detrás de ella. Aquel era el primer paso hacia su libertad, pensó, sin miramientos. La huida.Miró su reloj de mano que estaba cubierto por el algodón del suéter que llevaba puesto para cubrirse del frío, comprobó que había transcurrido hora desde que abandonó el lugar que había considerado su hogar. Ni cuenta se dieron cuando ella no solo se dio el tiempo de recoger hasta la última prenda, hasta el último artículo personal que tenía de los pocos que Adalberto le había dejado, entre ellos el reloj que llevaba puesto, el último recuerdo que le dejó su hermano Efren antes de irse de casa por el mismo motivo que ella lo hizo minutos atrás, ella si aguantó, él no. Lleva tres años sin saber de él, no sabe donde encontrarlo, ni siquiera un número donde llamarlo
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