Suspirando con pesadez, aclarándose un poco la garganta, a su padre le tomó varias veces hablar hasta que finalmente, estallando en llanto, lo hizo. Algo que su padre, desde que había quedado huérfana de madre desde niña, evitaba hacer en frente de ella. —Hoy, 31 de diciembre de 2016, he comenzado a grabar este archivo para mi hija, Alicia—dijo con la voz quebrada—estas son las memorias de mi declaración, como uno de los culpables del posible fin de la humanidad. Hija mía, si estás viendo esto, perdóname por favor. Su padre comenzó explicándole donde estaba, al parecer era un bunquer subterráneo, donde él había comenzado a construir un laboratorio a espaldas del gobierno. Cómo lo había hecho, no lo sabía, pero era tanto el dinero que había ganado que no le extrañaba que fuera usando todos sus ahorros. —En este bunquer he intentado, en vano, encontrar una cura para el mal que hemos creado—dijo rascándose con culpa su desordenado cabello—pero si la situación se agrava, es porque fall
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